Félix Bolaños - Cubaliteraria.- Un numeroso público se dio cita este Sábado del Libro en el lanzamiento de Réquiem por María Soledad, la más reciente novela del escritor Ernest Pépin (Lamentín, Guadalupe, 1950).
El volumen fue presentado por el propio autor en compañía de Nancy Morejón, presidenta de la Academia Cubana de la Lengua y Premio Nacional de Literatura 2001, Víctor Malagón, Premio Nacional de Edición y la traductora, Lourdes Arencibia.
Pépin es un reconocido poeta, narrador, periodista e investigador literario, que ha recibido en dos ocasiones el Premio Casa de las Américas: por el poemario Remolino de palabras libres (1991) y la novela La pantalla roja (2000). Es, además, un embajador de las letras y la amistad —afirmó Roberto Zurbano, director del Fondo Editorial de Casa de las Américas, en texto leído en el espacio— cuyo trabajo intelectual recorre la historia de nuestros países, su geografía cultural y sus figuras más importantes. «Sus páginas son una especie de bojeo a la región y a sus grandes acontecimientos, pero también a la situación de las clases más desposeídas y a los temas silenciados y olvidados por los mercaderes de la información».
Ambientada en el Haití de antes del terremoto de 1910, Réquiem por María Soledad es una novela solidaria y valiente, donde las situaciones trágicas se explayan con una intensidad lírica, apuntó Zurbano. A partir de un secuestro que se produce, Réquiem... aborda la historia de tres mujeres «cual si fuera una historia única y subterránea, donde las lágrimas acumuladas pueden convertirse en sangre y horror»: la de Regina, una adolescente, la de María Soledad, su madre, y la de Haití, «la nación y la zona de silencio sobre la cual estas vidas van a sobrevivir o al menos, intentarlo». Se desarrolla en tres planos diferentes, según el texto de Zurbano. El primero es el de la angustia histórica, de la realidad más desnuda y actuante de la paupérrima vida de los haitianos, donde hay una mirada sobre la ciudad de Puerto Príncipe que va a enfocarse sobre la miseria y la desesperanza. El segundo trabaja la dimensión poética, a través de un lenguaje lleno de metáforas y símbolos que descubren otra ciudad y otro país quizás posible entre los sueños o en el porvenir, y que revela una voz que indaga, que se preocupa sobre el destino de los demás, y «a quien no alcanzan las palabras para entender una realidad tan violenta hasta la muerte». El tercer plano describe con cierta crudeza el sótano de la sociedad haitiana; aquí se ubican las escenas más sórdidas, como por ejemplo, aquellas en que Regina, tras el secuestro, sobrevive en una celda acompañada por una rata, luego de ser sometida a tortura psíquica, maltratada y violada por unos ambiciosos matones, «incapaces de superar el pantano de sus vidas».
Esta novela-acertijo sobre Haití revela otras dimensiones de la narrativa caribeña, y otros puentes hacia la comprensión mejor de nuestras culturas e historias comunes, concluyó Zurbano.
Por su parte, Pépin se confesó emocionado por la consideración sobre su trabajo como escritor y por la gentileza de publicar en Cuba este libro inspirado en una pasión verdadera por Haití, un país puente, cuyas historias laten en buena parte de esta región caribeña. «El personaje de María Soledad encarna todo el simbolismo y el sentimiento que yo quería reflejar sobre el pueblo haitiano; el milagro es que exista, que sus gentes permanezcan de pie y desarrollen una humanidad, y si hablo de dificultades es precisamente para subrayar hasta qué punto han tenido que sobrepasar obstáculos».