Armando Hart Ávalos - Bohemia.- Estamos en una época de creación y en ella hay que aplicar el principio de la tradición cultural cubana que se expresa en el método electivo. A partir del mismo es posible buscar una síntesis integradora que no se alcanza fracturando los valores del pensamiento cubano.  Elegimos para algo, y ese algo es la justicia como sol del mundo moral.


Aquel hombre que alcanzó las cumbres más altas de la literatura afirmó que Hacer, es la mejor manera de decir. No será posible desarrollar un  pensamiento como requiere el siglo XXI si no transformamos nuestras ideas y hechos en acciones.

Trataremos en estas líneas acerca de los orígenes de la cultura cubana y de la formación de la conciencia nacional. Nuestro interés radica, precisamente, en demostrar que la tradición científica cubana sigue el principio de que la ciencia es una sola y se divide en distintas ramas para facilitar su conocimiento. En nuestros días se impone profundizar en esta tradición.

Los enemigos de la política revolucionaria en el seno del llamado sector cultural no están entre quienes se nutren del inmenso saber de dos siglos de historia cubana, muy por el contrario, estos son quienes mejor comprenden el alcance de las ideas revolucionarias. Los que resultan enemigos de la política cubana en este ámbito son, precisamente, los que se introducen en la cultura tratando de fraccionar con apreciaciones tendenciosas y parciales, y por tanto incultas, para, en río revuelto obtener ganancia de pescadores.

La esencia de la identidad cultural cubana está en la integridad de las más diversas ramas del saber a través de un esfuerzo interdisciplinario.  La justicia unida a la ética le abren de esta forma el camino de la cultura general integral y, por tanto, de la mejor educación. Cuídense los jóvenes de quienes  escriben para crear confusiones y distorsiones acerca de los valores sagrados de la patria. La experiencia muestra que quienes tal cosa hacen no trascienden en la vida cultural de la nación, solo logran servir a los propósitos de desmontar la cultura nacional con objetivos de los enemigos del país. Estamos en una época de creación y en ella hay que aplicar el principio de la tradición cultural cubana que se expresa en el método electivo. A partir del mismo es posible buscar una síntesis integradora que no se alcanza fracturando los valores del pensamiento cubano.  Elegimos para algo, y ese algo es la justicia como sol del mundo moral.

Una ética superior exige un análisis integral de la cultura. Para enfrentar el debate de ideas no sólo hay que responder uno a uno los argumentos de los anarquizantes, sino mostrar la esencia de la identidad que pretenden destruir con sus maniobras.

Hablan, por ejemplo, de que la historia es una simple cronología de hechos. Están en esto más atrás de Hegel e incluso de Herodoto. Ahora están señalando que nuestro nacionalismo ha caducado, no acaban de entender que el nacionalismo cubano y latinoamericano se fundamenta en el principio martiano de vocación universal, pero no para imponer a otros nuestros intereses, sino para desarrollar dos principios esenciales: Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas y de echar nuestra suerte con los pobres de la tierra.

La esencia que más nos interesa destacar de José Martí es que el elemento sustantivo de su cultura está en la idea de  la justicia como sol del mundo moral, tal como postuló José de la Luz y Caballero, y como la justicia es la principal categoría de la cultura, lo cual está confirmado por las investigaciones realizadas a partir de la génesis de la civilización, la cosmovisión martiana tiene enorme y renovada vigencia en el mundo de hoy.  En Martí su inmensa cultura está orientada hacia la acción, es decir, hacia la transformación del mundo a favor de eso mismo, de la justicia.  Acción y justicia están en la esencia del pensamiento cultural martiano.

José de la Luz y Caballero fue quien postuló que ciencia hay una sola y se divide a los efectos de los objetivos específicos que se persiguen. Esta exaltación del pensamiento científico de Luz guarda paralelo con las ideas de Marx y Engels sobre la ciencia, es decir, la integridad de la misma. Digo todo esto porque he interpretado la misión que se me ha encomendado de promover el pensamiento de José Martí destacando todo lo que se mueve en torno al crisol de ideas del Apóstol y que abarca dos siglos de historia.

Luz y Caballero dijo que Félix Varela fue el hombre que nos enseñó a pensar. Podríamos agregar: Luz nos enseñó a conocer; y Martí a actuar, en base a esta tradición y a su genio. Por último, sobre estos fundamentos Fidel Castro nos ha enseñado, y nos continúa enseñando a vencer. Pensar, conocer, actuar y vencer en función de los intereses de los pobres y de toda la humanidad están en la raíz de la cultura cubana. El valor de ella se encuentra en que es parte inseparable de la latinoamericana y caribeña, que nos representamos en Simón Bolívar y los próceres y pensadores de la "América de los trabajadores" -como la caracterizó el Apóstol cubano- quien también la denominó Nuestra América, para diferenciarla de la otra, la que no es nuestra. Se trata, pues, de la vocación de universalidad de nuestro “pequeño género humano”, como lo caracterizó Bolívar.

Basándose en estos antecedentes, las ideas políticas y el pensamiento social cubano se articularon en el siglo XX con la cultura europea de Marx y Engels y se insertaron en nuestra identidad a partir de una interpretación original, como siempre lo ha hecho América Latina con lo que le ha llegado del exterior. Por esto insistimos en que el ideal socialista en Cuba se orienta por la interpretación de Mella, Martínez Villena, el Che y Fidel. Asumimos la historia del socialismo a partir de una visión crítica y rememorando una vieja institución jurídica que formulaba el derecho de aceptar herencias a beneficio de inventario. De esta manera no tenía que cargarse con las deudas. Fueron los elementos de la tradición cubana y latinoamericana los que crearon los antecedentes de nuestras ideas de hoy.

Investigar, estudiar y promover los vínculos que unen a todos estos componentes espirituales, piezas maestras de la tradición intelectual de la historia de Occidente, sólo se puede hacer sobre el fundamento de una síntesis universal de ciencia y conciencia. Lo más trascendente está en que ello constituye una necesidad objetiva para salvar la civilización occidental del caos creciente.

Está a la vista la fractura de las bases éticas, políticas y jurídicas de las sociedades más desarrolladas de Occidente, y en especial la norteamericana actual, la cual constituye, como se sabe, el poder hegemónico del capitalismo mundial. Puedo poner muchos ejemplos, pero no es necesario, ustedes los conocen bien.

Por estas razones, y en cuanto a Cuba y sus tareas educativas, científicas y sociales inmediatas, se impone el fortalecimiento ético, jurídico y cultural en general sobre el fundamento de la historia nacional, latinoamericana y universal; es necesario hacerlo con independencia de los procesos intelectuales acaecidos en otras zonas del mundo. Luego se podrían hacer las debidas comparaciones. De esta manera estaríamos actuando en la forma en que expresamente nos aconsejó Carlos Marx.

No permitimos, como subrayó Fidel en La historia me absolverá, que Martí muriera en el año de su centenario. Y hoy, próximo a cumplirse el 160 aniversario de su natalicio, Cuba, América y el mundo necesitan su mensaje, enriquecido con la Revolución que se inició en el Moncada. Los gravísimos problemas descritos y denunciados por José Martí en su tiempo han adquirido un nuevo significado y un carácter más peligroso. Se está llegando a extremos que sólo pueden enfrentarse con la mejor y más valiosa historia científica y espiritual de nuestra América.

Para avanzar hacia una escala superior de esta cultura es preciso estudiar métodos de investigación que tomen en consideración la realidad, y promover la acción transformadora a favor de la justicia. Adoptemos como punto de referencia la cultura gestada en el país en la primera mitad del siglo XIX.

Si tomamos una categoría extraída de las ciencias naturales y la aplicamos a la historia de las ideas, podríamos observar que en las décadas forjadoras de la conciencia nacional la cultura occidental produjo en Cuba una singularidad. Es necesario estudiarla para conocer los retos que tenemos ante el siglo XXI. Esta cultura viene definida por el hecho de que en el magisterio de Félix Varela y en el de su discípulo, José de la Luz y Caballero, no se trazó antagonismo entre ciencia y ética. Ni tampoco entre ciencia y fe en Dios. En Luz y en todo el abanico de las ideas de nuestra Ilustración decimonónica –1790‑1868– constituye un valor especial haber asumido con lealtad insuperable los principios culturales del cristianismo; es decir, las aspiraciones de redención del hombre en la Tierra y, a la vez, las ideas científicas y filosóficas más avanzadas de la modernidad europea de su época. En este sentido se situaron por encima de la Europa de la primera mitad del siglo XIX.

De esta forma, en Cuba,  los patriotas ilustrados, pasaron a integrar con los esclavos, los campesinos y los trabajadores explotados una profunda identidad de ideas y acciones generosas que se sembraron en el alma de la Patria. Esta alianza comenzó a materializarse cinco años después de la muerte de José de la Luz y Caballero, es decir, el 10 de octubre de 1868. Su pensamiento pedagógico y ético se enraizó en los jóvenes estudiosos de la Patria y contribuyó de esta manera a la forja de la nación cubana, la cual alcanzó, desde su propio alumbramiento, una cultura política y social situada en la avanzada de la Edad Moderna. Esto, porque en Cuba se asumió la cultura occidental en función de los intereses de la población trabajadora y explotada no sólo del país, sino del mundo. Recuérdese que Martí echó su suerte no sólo con los pobres de Cuba, sino de todo el orbe.

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