Premio Casa. Se encuentran Haydée Santamaría, Mariano Rodríguez y Roberto Fernández Retamar, 1978
Roberto Fernández Retamar Fotos: Cortesía Casa de las Américas - La Jiribilla.- Aunque no puedo recordar la vez inicial en que hablé con Mariano, estuve con él en 1949, en el velorio del pintor Fidelio Ponce, ocasión en que se reunieron muchos artistas cubanos. Eso quiere decir que mi amistad con Mariano se extendió por 40 años. Durante ese tiempo, y hasta ahora, he estado admirando su pintura tan rica, tan diversa, desde los orígenes con influencia mexicana que testimonia su gran cuadro premiado “Unidad”.
Luego vendría el gallo, que iba a reaparecer al comienzo de cada una de sus muchas etapas, como aquella en que, en la década del 50 del siglo pasado, se encontró cerca de los abstractos, la de su estancia en la India, la de Masas, la de Frutas y realidad, la de Fiesta del amor. Pero Mariano no fue solo un gran pintor: fue también una criatura preocupada por el destino de su pueblo y un extraordinario animador cultural. Se enorgullecía de haber integrado, muy joven, movimientos de izquierda, y también de haber acompañado a José Lezama Lima en las revistas Espuela de Plata y Orígenes.
En más de una ocasión Lezama escribió sobre él textos memorables, como “Todos los colores de Mariano”, que recogió en su libro de 1958 Tratados en La Habana; y Mariano, a su vez, pintó o dibujó reiteradamente a Lezama: al frente del libro de este último Enemigo rumor (1941) aparece uno de los más conocidos retratos de Lezama, hecho por Mariano.
Si bien, como he dicho, durante años había conocido y admirado a Mariano, nuestra relación se hizo más intensa a partir del triunfo en 1959 de la Revolución Cubana. En lo inmediato, fuimos enviados, como diplomáticos, él a la India y yo a Francia, pero en 1961 encabezamos la más movida comisión del Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba, y a raíz de él, en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), que daba entonces sus primeros pasos. Pocos años después volvimos a coincidir en la Casa de las Américas, cuya dirección de artes plásticas fundó y donde llegaría a presidir la institución tras la muerte de su fundadora, la heroína Haydée Santamaría.
La amistad de Mariano y yo pasó a ser hermandad. A esa luz escribí textos para exposiciones suyas. Y también escribí mi poema “Gallo con flor”, dedicado “¿A quién sino a Mariano?” Como es habitual, me parece increíble que se esté conmemorando el siglo del inolvidable Mariano.
La Habana, agosto de 2012.