Cira Romero - La Jiribilla.- La larga tradición de la prensa revolucionaria cubana tiene uno de sus momentos de mayor significación con los periódicos publicados en la manigua insurrecta durante las dos contiendas bélicas contra España, entre 1868 y 1878 y de 1895 a 1898.


Con el inicio de la revolución el 10 de octubre de 1868 sus principales dirigentes, en su mayoría hombres cultos, estaban convencidos de que los periódicos podían convertirse en uno de sus mejores aliados para ayudar a sostener la lucha emprendida. De esta etapa, el mayor exponente es El Cubano Libre, fundado por Carlos Manuel de Céspedes al tomar Bayamo el 18 de octubre de 1868. Debajo de su título se lee: “Primer Periódico Independiente que se edita en Cuba”.  En el número del 27 de octubre aparece una “Orden del Día” firmada por Céspedes como General en Jefe del Ejército Libertador, ofreciendo al pueblo de Bayamo velar por su tranquilidad y respetar sus propiedades. Figuran, además, noticias referentes a cambios en el personal policiaco y a los primeros hechos de armas. En su sección poética figuran las dos primeras estrofas  de “La Bayamesa” (nuestro Himno Nacional). Fue el órgano oficial de la Revolución cubana.  En su primera etapa fue dirigido por una figura importante de la literatura cubana: el poeta bayamés José Joaquín Palma, quien tenía cierta experiencia en el oficio, pues poco antes había fundado un periódico llamado La Regeneración. En los preparativos de la lucha trabajó en la zona de Bayamo en el reclutamiento de hombres y fue designado uno de los regidores del Ayuntamiento libre de la ciudad por las fuerzas cubanas que tomaron la citada villa. Fue ayudante y hombre de confianza de Céspedes, quien le dio la misión de editar dicho periódico, que vio la luz, primero, en la propia Bayamo, y después en el campo. Fue característica de este periódico — y de todos los que siguieron sus huellas— dar a conocer partes de guerra, disposiciones del gobierno en armas, manifiestos, circulares y algunas composiciones poéticas, muchas de ellas escritas en décimas, siempre relativas a la lucha emprendida y que, por lo general, tenían sabor satírico contra las tropas españolas. De tomeguines (los españoles) y bijiritas (los cubanos) se sostienen temáticamente muchas de esas composiciones. En sus escasas páginas colaboraron, entre otros, José María Izaguirre, Fernando Fornaris y el propio Palma. Luego de una breve interrupción, en 1869 inició su segunda época en Camagüey y sus páginas recogieron  documentos de mucha trascendencia, como la proclama que abolía la esclavitud, y las actas de la asamblea de Guáimaro, de donde nació nuestra primera ley fundamental: la Constitución de Guáimaro, aunque no puede olvidarse que alrededor de 1810 el abogado bayamés Joaquín Infante, uno de los primeros cubanos en conspirar a favor de la independencia de Cuba, había redactado un proyecto constitucional para Cuba, impreso en 1812 en Caracas, donde se declaraba que “Cuba tiene un derecho igual a los demás países de América para declarar su libertad e independencia”, y da noticia de un “malogrado conato [de revolución en Cuba] que dio motivo a este proyecto”. Este documento, bastante ignorado en nuestra historia, está aún por recibir un estudio detallado.

Volviendo a El Cubano Libre, dejó de aparecer en 1871 debido a la fuerte ofensiva española, razón que dificultaba el traslado de los implementos necesarios para publicarla como parte de la impedimenta que acompañaba a los mambises.

Aunque fueron muchos los periódicos que se editaron en los territorios que se iban liberando, merece especial mención El Mambí, trabajo unipersonal del camagüeyano Ignacio Mora, quien inició su publicación en Guáimaro el 7 de mayo de 1869. En su primer número expuso su autor las razones y propósitos de la guerra que comenzaba, y en entregas sucesivas respondió a los ataques españoles y describió las hazañas cubanas. Los últimos ejemplares parecen datar de enero de 1871, a raíz del asesinato de las hermanas y sobrinos de Mora. En uno de sus números se recoge la carta-acusación contra el conde de Valmaseda con motivo del crimen cometido.

Otra publicación importante fue La Estrella Solitaria, subtitulada “Periódico político republicano” dirigida y redactada por Rafael Morales, Moralitos, quien en medio de precarias condiciones imprimía el periódico, en el que se exponían criterios políticos que enjuiciaban la labor de quienes dirigían la Revolución. El primer número salió de las prensas el 1 de diciembre de 1869 y el segundo el 15 de enero de 1870. En sus páginas se publicaron noticias militares y políticas sobre lo que ocurría en el campo revolucionario. Se caracterizó por censurar a los poderes cubanos constituidos y ofreció sus columnas “a todo ciudadano que con justicia quisiese hablar mal de la Cámara de representantes, el Presidente de la República y demás servidores del pueblo”. Además de su fundador, trabajaron en él Eduardo Machado, José Victoriano Betancourt, Manuel Sanguily, Ramón Roa y Francisco La Rúa.

En Camagüey se imprimió El Boletín de la Guerra, que al poco tiempo cambió su título por el de La República, y fue órgano oficial del gobierno. Otro, muy curioso por cierto, fue el titulado La Sanidad, hoja mensual que instruía a los cubanos en armas acerca de cómo curar las heridas y otros cuidados relacionados con la salud en el campo.

La prensa mambisa en esta etapa, cuya vida siempre estuvo en peligro por los azares de la guerra y por la escasez de recursos con que se contaba para sostenerla, rindió una heroica faena durante la Guerra de los Diez Años y mantuvo informados a los integrantes del Ejército Libertador acerca del desarrollo de las hostilidades, de los acuerdos del gobierno y de otras cuestiones de interés para ellos, a la vez que inflamaba los ánimos de los combatientes con los poemas patrióticos y los discursos de los dirigentes de la Revolución.

Poco después de comenzada la lucha organizada y dirigida por José Martí a través de la creación del Partido Revolucionario Cubano, surge nuevamente la prensa mambisa. Reaparece El Cubano Libre, gracias a la gestión de Antonio Maceo y bajo la dirección de otro experimentado hombre de la prensa: el santiaguero Mariano Corona Ferrer, quien al cesar la guerra continuó publicándolo en su ciudad natal. Otros importantes periódicos de esta nueva etapa insurreccional fueron Las Villas, que se editaba en la zona de Sancti Spíritus; La Independencia, editado en Manzanillo, en cuyas páginas colaboraron, entre otros, Manuel de la Cruz y Enrique Loynaz del Castillo; Patria y Libertad; el Boletín de la Guerra, que fundó en Camagüey  Salvador Cisneros Betancourt, y al que sucedió el titulado La Verdad.

Muchos de estos periódicos recogieron en sus páginas lo que hoy se conoce bajo el nombre, acuñado por Ambrosio Fornet, de literatura de campaña, o sea, la que se hacía en los campos de Cuba Libre: relatos, poesías, notas humorísticas, y estuvieron siempre en la primera línea de combate ideológico contra las calumnias y desinformaciones practicadas por la llama prensa integrista en las ciudades, encabezada por el Diario de la Marina.

La prensa en la manigua respondió plenamente a los intereses revolucionarios de la época y se convirtió en una importante trinchera de ideas que contribuyó en gran medida a la consecución de la independencia.

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