Cristina Hernández - La Jiribilla.- Aun cuando el presidente del país más poderoso del mundo sea un hombre negro y los medios globales se esfuercen en mostrar estrellas mestizas ajustadas a la belleza occidental; aunque se hable de políticas de paridad en las carteras de algunos gobiernos y los países del “primer mundo” celebren a sus atletas llegados del continente africano; el racismo y la discriminación racial persisten como conflictos apremiantes de las sociedades modernas, a veces disfrazados desde nuevas estrategias simbólicas, pero igual de lacerantes.

 


América Latina y el Caribe resulta la región más sensible en este sentido pues más de 150 millones de su población descienden de personas africanas, despojadas de sus tierras para dar cauce a la esclavitud. Siglos de tenacidad en defensa de identidad, cultura y derechos de estos grupos han recibido en herencia quienes hoy se esfuerzan por alcanzar una realidad plural, equitativa y justa, en la que el color de la piel no suponga subvaloración.

 

Para acercarse a esta idea se reunieron en La Habana alrededor de 30 líderes, activistas e intelectuales del movimiento afrodescendiente de la América Hispana, con el propósito de consolidar la Articulación Regional Afrodescendiente (ARA) de América Latina y el Caribe como una herramienta de trabajo común. Los días 20 y 21 de septiembre representantes de Colombia, República Dominicana, Puerto Rico, Costa Rica, Ecuador, Venezuela y Cuba  expusieron las diversas experiencias con que se enfrenta el racismo en sus países, tanto desde la lucha política como en el campo académico y comunitario.

La Declaración por la Organización de Naciones Unidas (ONU) del Decenio de los y las afrodescendientes a partir del 2013 ofrece una oportunidad estratégica para desarrollar proyectos conjuntos que avancen hacia el empoderamiento y la equidad racial. De ahí que entre los propósitos de ARA se encuentre perfilar un plan de acción regional para el decenio.

“Esta reunión constitutiva de ARA en La Habana, será un hito histórico que se ha de contar entre las contribuciones de Cuba a reinventar y rehacer la descolonización de América Latina y el Caribe y desde aquí para el mundo en la mejor tradición de los congresos Tricontinentales en esta misma isla y de los Congresos Panafricanos. Para Cuba significa revitalizar una antigua y elocuente tradición de Panafricanismo radical y para el activismo Afro en la región significa una reconexión esencial con la renovación de los procesos de justicia social y racial en Cuba. Comencemos esta jornada inspirados por nuestras ancestras y ancestros, pronunciando el principio del buen vivir en clave Africana, enunciando el vocablo sudafricano Ubuntu que significa soy porque somos, un proyecto de unidad, pertenencia, armonía ecológica, justicia e igualdad en la diferencia desde África y su diáspora afrolatinoamericana y cubana”, declaraba el académico puertorriqueño Agustín Laó Montes en la apertura del encuentro.

Como resultado del intercambio quedaron explícitos los principios y objetivos de la alianza, además de perfilar temáticas de incidencia y propuestas concretas de trabajo. En el Manifiesto conclusivo, sus integrantes se definen como “una articulación de la sociedad civil que exige a nuestros gobiernos compromiso institucional con nuestros derechos y demandas, donde estarán incorporados integrantes de gobierno que han sido militantes afrodescendientes comprometidos, reinvindicando nuestro derecho como ciudadanos y ciudadanas a participar en las estructuras de poder gubernamental”. La alianza reconoce, además, la correspondencia entre todas las formas de discriminación y exclusión, por lo que la lucha contra el racismo debe incorporar a su vez dimensiones como género, etnia, libertad religiosa, posición económica, entre otras.

El país sede aportó la mayor cantidad de participantes, en su mayoría intelectuales que desde hace varios años defienden esta causa. En consecuencia, se constituyó además el capítulo cubano de ARA, a funcionar como espacio que dará continuidad al trabajo tradicionalmente realizado en la Isla desde el activismo y la voluntad estatal. Grupos como Color Cubano, La Cofradía de la Negritud y la Comisión Aponte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) han funcionado como llamada de alerta desde la sociedad civil cubana ante el incremento de las desigualdades y manifestaciones racistas en los últimos 20 años, a lo que antecede la voluntad política de la Revolución cubana de fundar una nación sobre principios de igualdad social, jurídica y política para todos y todas.

En la primera reunión organizativa de la Articulación cubana, efectuada el 24 de septiembre en la UNEAC, la escritora y presidenta del Instituto Cubano del Libro (ICL) Zuleica Romay enfatizó en que no se trata de una organización que disuelva las experiencias de grupos autónomos que hoy existen en el país, sino que las contenga para propiciar el trabajo conjunto, aprovechando las fortalezas de cada una.

Según afirmaba a La Jiribilla el investigador cubano Fernando Martínez Heredia a propósito de la celebración en 2011 del Año de los Afrodescendientes: “debemos fomentar las acciones y la concientización antirracistas en los ámbitos más diversos de la sociedad, sin esperar todo de la acción y las directivas del Estado, debemos presionar, lograr que actúen juntos los que en el Estado y la sociedad estén dispuestos a hacerlo, debemos considerar a este problema como lo que es, un campo de lucha en sí mismo y un campo de lucha en la pugna cultural tremenda entre el socialismo y el capitalismo que se está ventilando en nuestra Patria”.

El grupo cubano definió áreas de trabajo inmediato a partir de comisiones, con la idea de elaborar propuestas concretas en el menor tiempo posible. Identificar proyectos y líderes que en las comunidades trabajan estos temas, fomentar el desarrollo de investigaciones sobre racialidad, incidir en los medios de comunicación para alcanzar una mayor diversidad racial y lograr la denuncia del racismo y utilizar las nuevas tecnologías para el activismo antirracista y la socialización de bibliografía al respecto fueron algunos de los puntos coincidentes.

“Esta reunión familiar, orgánica y militante de La Habana ha sido un impulso en el camino de todos aquellos que trabajamos en pos de la equidad racial por alcanzar toda la justicia”, indica el Manifiesto de ARA. Para Cuba constituye, a su vez, una nueva oportunidad de potenciar ideales de justicia y equidad, así como alcanzar la unidad imprescindible entre quienes comparten una lucha común: la de vivir en una sociedad libre de discriminaciones y desigualdades.

En aquel momento inicial los profesores teníamos un protagonismo en las decisiones que se tomaban en relación con los métodos y el enfoque de la enseñanza. Existían docentes de reconocida autoridad, otros que no éramos tan reconocidos, pero hubo confianza en nuestra capacidad.

Al pensar en el cincuentenario de la Escuela no se puede eludir el papel desempeñado por la primera directora, Vicentina Antuña. Ella encarna los elementos de continuidad generacional, en el mejor sentido de la palabra, que hubo en aquella circunstancia y la convergencia de saberes y experiencias.

Tenía una extraordinaria capacidad de aglutinar las diversas personalidades. Era una persona que despertaba confianza en su equipo, en sus claustros. No solamente tenía una autoridad reconocida en su especialidad, sino que también era respetada desde el punto de vista político, por haber tenido siempre una trayectoria impecable en defensa de la Universidad y de las mejores causas.

Un hecho singular de aquel primer momento tiene que ver con que se creara por primera vez en Cuba una especialidad en lenguas y literaturas clásicas, que nunca tuvo muchos estudiantes; pero ese núcleo minoritario, ese rigor en la formación clásica, ha hecho de sus egresados profesionales con una gran capacidad para el abordaje de temas relacionados con la literatura y la cultura cubana y con la cultura latinoamericana.

Entre ellos se encuentran algunos de nuestros ensayistas más reconocidos, el caso de Luisa Campuzano, María Elina Miranda, Enrique Saínz y Luis Álvarez, quien también tiene una muy significativa obra publicada en el campo de la literatura cubana, de la cultura cubana. Se trata de personas que se capacitaron para hacer contribuciones fundamentales. Hay un pensamiento innovador que salió de allí y pudo desarrollarse a partir de las bases ofrecidas en la Escuela de Letras.

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