Josefina Ortega - La Jiribilla.- En febrero de 1869, durante la Guerra de los Diez Años y poco después del levantamiento en armas conocido como el Alzamiento de Monte Corojo, uno de los sublevados, con solo 16 años, caía prisionero.


Cuentan que ocurrió en una zona cercana a Colón, poblado de la provincia de Matanzas. El joven llamado Eusebio, integrante de una escuadra mambisa, cayó en una emboscada preparada por una patrulla de las tristemente célebres fuerzas Chapelgorris de Guamutas, y se vio cara a cara con quien las comanda, el criminal teniente Manuel Navia.

Cuentan también que condenado a muerte por fusilamiento, de modo sumario y llevado a un pequeño monte para ser ejecutado, el joven inició de repente una carrera vertiginosa que lo internó en la manigua, perseguido por disparos de fusilería de los sorprendidos soldados españoles.

Quien así corría por su supervivencia  viviría 80 años, la mayor parte vinculado a las luchas libertarias, y con los años, junto con su nombre, Eusebio Hernández, llevaría el título de médico obstetra, prestigioso profesor de Obstetricia y Ginecología y, además, ostentaría los grados de General de Brigada del Ejército Libertador de Cuba.

Pero el joven Eusebio que salvó la vida llevado por sus veloces piernas tuvo una existencia de no pocos momentos de audacias, bravuras y controversias, que conformaron su personalidad.

Había nacido en el mismo poblado de Colón el 18 de enero de 1853 y luego de su audaz escape, tuvo que trasladarse a Cárdenas, en Matanzas, y a La Habana para concluir sus  estudios de segunda enseñanza.

Inicia la carrera de Medicina en Madrid, donde  entra en contacto con  el General Calixto García y con él, también con el movimiento independentista. Cuentan que desde su domicilio salió Calixto García para tomar el ferrocarril, e iniciar un viaje a Nueva York, en las preliminares de la Guerra Chiquita, en 1878.

En agosto de 1879, Eusebio Hernández participa en Santiago de Cuba junto con los organizadores de la Guerra Chiquita (1879-1880), lo que impide que pueda presentar su tesis de grado como Licenciado en Medicina (carrera que finalizará después), por emplear los fondos destinados para ello a cumplir las orientaciones de Calixto García de viajar a Cuba y reanudar los contactos con los conspiradores, rotos tras las detenciones de Pedro Martínez Freyre, Pablo Beola, Flor Crombet y Mayía Rodríguez.

El título de médico quedaría postergado, al menos oficialmente, pues en octubre de 1880, residiendo en Kingston, conoció personalmente a Antonio Maceo y según cuentan, su continuada y extensa amistad con la familia Maceo lo llevó a convertirse en el médico personal de sus integrantes.

1881 es el año  en que Eusebio se va vivir a Tegucigalpa, ciudad en la que se radicaría por cinco años. Allí instaló su consulta particular de medicina, desarrolló una Cátedra en la Escuela de Medicina y se encargó de la dirección de un hospital, en todos los casos no aceptó remuneración para conservar su independencia política. En la capital hondureña escribiría a Maceo en 1883 sobre su ocupada vida profesional que olvidaba cuando pensaba en Cuba.

En 1886, después de varios reveses del movimiento independentista Eusebio decide marcharse a Europa para lograr la titulación profesional en la especialidad de Ginecología y Obstetricia. Pero su amor a Cuba y su independencia lo llevarían a una existencia inquieta, entre tropiezos y triunfos. Embarcó en 1895, hacia Nueva York, para contribuir con el Comité Revolucionario Cubano en el exilio, en la preparación de la Guerra del 95. Luego vendría un naufragio en el Hawkins ­—marzo de 1896— junto con Calixto García; tiempo después, un arribo en el Bermuda, con desembarco exitoso. En tierra cubana entra a las órdenes del Mayor General José Maceo, en su Estado Mayor. En mayo de ese año recibe el grado de Teniente Coronel, otorgado por el General Máximo Gómez, con quien hizo larga campaña bélica. El Consejo de Gobierno le concedería un puesto como Secretario de Relaciones Exteriores de la República en Armas, del que solo ejercería un corto periodo al entrar en divergencias con el presidente Salvador Cisneros Betancourt. Regresó a las huestes de Gómez y después pasó a las de Calixto García, que lo llevarían de nuevo a la campaña militar.

Le llegaron nombramientos como jefe del Departamento de Sanidad Militar con el grado de General de Brigada, que no  aceptaría, alegando que el  haber participado en la confección de la Ley y haber puesto ese Departamento bajo las órdenes del General en Jefe, podría poner en dudas su honestidad, dando qué  pensar sobre su interés por tal jefatura. Como guerrero combatió en las batallas de Loma de Hierro, Guáimaro, Las Tunas, Guisa y Saratoga.

Un nuevo nombramiento —en 1896—  como Representante a la Asamblea de La Yaya es rechazado por él, aunque accede a la participación en  la comisión  que escribe la Ley de Sanidad Militar del Ejército Libertador.

Ganado el ascenso a General de Brigada, su salud se resquebrajó al punto de recibir autorización para salir de Cuba, por insistencia del propio mayor general Calixto García. En enero de 1898 arriba a Nueva York donde, convaleciente, recibe la noticia del fin de la guerra y la nota de haber sido elegido como representante a la Asamblea de Santa Cruz del Sur, pero enterado de la intervención norteamericana rechaza de antemano las acciones parlamentarias.

Es 1899 y Eusebio regresa a Cuba, como parte de la comitiva que trae el cadáver del viejo jefe guerrero y amigo  Calixto García. La Asamblea de Representantes de la Revolución cubana le reconoce el Grado de General de Brigada de Sanidad. Decide, entonces, revalidar sus títulos de medicina en la Universidad de La Habana.

Comenzaría una nueva etapa de su vida, en la que luchó por establecer una clínica pública y gratuita. Participó en la Asamblea del Cerro; la obtención, en dos ocasiones, de candidaturas a la vicepresidencia de la nación; la redacción de un manifiesto al pueblo cubano —escrito en 1912—, en el que  señalaba su tristeza por legiones de niños muertos en las edades más tempranas, el abuso y el abandono de la mujer y la pobreza del campesinado; un repudio público a la Segunda Intervención norteamericana, de la que diría: “Ningún cubano, por importante que sea, tiene el derecho de abrir al extranjero las puertas de su Patria”.

Su vida agitada lo llevaría incluso a lectura y estudios sobre Marx y Engels —formación adquirida en sus años en París, bajo la influencia de su profesor y amigo Adolphe Pinard—, y a celebrar el triunfo de la Revolución de Octubre en 1917. En apasionada intervención en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, junto con Julio Antonio Mella, en la asamblea del 12 de enero de 1923 que dio inicio a la Reforma Universitaria, se definió como un “bolsheviki”.

Fue electo —en 1926— como miembro de la Academia de Ciencias de Cuba y de la Sociedad de Obstetricia de Francia. Ese año se diagnosticó a sí mismo un cáncer de colon, mal para el que planeó una intervención quirúrgica según la cual evitaría la colostomía, ante lo cual prefería la muerte, responsabilidad a la que asumió un médico radicado en Berlín.

A su regreso, el 2 de junio de 1928, ya operado, su recibimiento fue apoteósico. Le impusieron en el Teatro Nacional la Gran Cruz de Carlos Manuel de Céspedes, y la Orden de la Cruz Roja Nacional, los dos galardones máximos del servicio ciudadano y científico.

Su última aparición pública ocurrió durante el recibimiento y vigilia de las cenizas de Mella, el 29 de septiembre de 1933.

En su guardia de honor, al lado de Juan Marinello, entonces un joven dirigente estudiantil, se enfrentó a las fuerzas represivas del régimen. Marinello recordaría: “Rendía yo, con el General Eusebio Hernández, la última guardia a las cenizas de Mella. Los tiros que venían de la calle deshicieron en mil fragmentos las coronas que escoltaban la urna y aún me parece ver el gesto del general Hernández apartando con sobria dignidad las flores que caían sobre su pecho”.

Eusebio Hernández fallece en La Habana el 23 de noviembre de 1933, víctima de un edema pulmonar agudo.

Fue el primero en realizar con éxito una pelvitomía en Cuba. Miembro de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. En su homenaje, desde el año 2009 se celebra el 18 de enero, el Día de la ginecobstreticia en Cuba.

El 18 de enero de 2011, al cumplirse el 158 aniversario de su natalicio, sus restos fueron trasladados, en solemne ceremonia, desde el panteón familiar de la Necrópolis de Colón hacia el de los Veteranos de las Guerras por la Independencia en ese mismo cementerio.

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