José Luis Estrada Betancourt – Juventud Rebelde.- Este domingo dará inicio el 23 Festival Internacional de Ballet de La Habana. Con el estreno de Virgiliando, de Iván Tenorio, se le rendirá homenaje al dramaturgo mayor en el centenario de su natalicio


La grandeza de Virgilio Piñera, quien tanto influyó en el teatro y la literatura cubanos, no podía dejar de recordarse en una cita que, desde que se fundara en 1960, venera el arte verdadero. Por eso a nadie ha tomado de sorpresa que en la 23 edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana, que se inicia este domingo, se anuncie —junto a otras galas dedicadas a imprescindibles de la cultura universal como Ernesto Lecuona, Rita Longa, Mariano Rodríguez, René Portocarrero e Igor Youskevitch— esta del 4 de noviembre, que acogerá, como de costumbre, el coliseo de Prado.

Por supuesto que en el programa que incluye El poema de fuego, de Alberto Méndez, y dos estrenos en Cuba (Pasó pero queda, Het Nacional Ballet, Holanda, y Emociones, Ballet del Teatro Municipal de Santiago de Chile) no podía faltar la Electra Garrigó, de Gustavo Herrera, por ejemplo. Mas, ciertamente, La destrucción del danzante, de Alicia Alonso, presidenta del estelar evento, y Virgiliando, de Iván Tenorio —que se verán por vez primera—, constituyen los títulos que mayores expectativas han despertado en los balletómanos.

Mientras que la prima ballerina assoluta tomó como pretexto para su inspiración el poema homónimo de Piñera (el bailarín principal Osciel Gounod será el protagonista), Iván Tenorio no quiso representar ninguna de las obras del autor de La isla en peso, La carne de René y Aire frío.

En conversación con JR, y en medio de un ensayo que improvisó en un reducido espacio del patio de la casona del Ballet Nacional de Cuba (BNC), Iván Tenorio dejó por un momento que Omar Morales, solista de la importante compañía, pusiera en práctica sus indicaciones, para asegurar que Virgiliando no nació para cumplir con las «obligaciones» de un aniversario cerrado, sino que es resultado de su compromiso con el genial intelectual.

«Te confieso que me da mucha pena que estemos recordando los cien años de su nacimiento y que Virgilio no se entere. Yo, sin contarme entre sus grandes amigos —fui apenas un conocido—, me considero un gran admirador de su obra. No obstante, me encontré varias veces con él, quien acostumbraba a reunirse con gente de teatro en un café que se hallaba en Galiano y Virtudes, adonde iba a tomarse un café con leche y a comerse un pan con mantequilla, aunque con frecuencia se marchaba temprano porque debía coger una guagua para ir hasta su casa en Guanabo.

«Esa es la etapa del Virgilio que conozco. Y muchas veces pensé que era mucho más que lo que se decía», expresó Tenorio, quien conserva entre sus recuerdos aquella función de Electra que nunca se pudo dar.

«Fui testigo de una de las mejores puestas de su obra Electra Garrigó en la sala Prometeo. No olvidaré que en una revista de entonces, del 56 o el 57, apareció una fotografía tomada desde el fondo de la sala hacia el escenario, y en la platea solo se veía un muchacho sentado. Ese muchacho era yo. Bueno, el fin de semana siguiente sí se hizo y éramos cuatro... Así eran las condiciones en que se realizaba el teatro en esa etapa».

Mi Virgilio personal

Por el destacado diseñador Ricardo Reymena, Iván Tenorio supo de la gala que organizaba el BNC en honor a Virgilio. Entonces supo que él debía crear para la ocasión.

«Lo conversé con algunos amigos, entre ellos José Milián, a quienes les comentaba que no deseaba recrear una obra o un poema de Virgilio, lo cual ya se ha hecho. Decidí inventarme un Virgilio, igual que él se inventó ese Virgilio que todos conocemos. De ese modo surgió Virgiliando, título que tomé del libro del mismo Milián.

«No se trata de un ballet anecdótico, sino de impresiones: de la ciudad en ese tiempo, del Virgilio de entonces... No es una obra de este hombre notable, sino de un poeta. En un principio no me pareció que un bailarín pudiera representarlo, pues los nuestros saben muy bien cómo se mueve un príncipe, pero no cómo lo hacen los cubanos, y pensé en un actor».

Tenorio se refería al matancero Iván García, el protagonista de Si vas a comer espera por Virgilio, la exitosa puesta dirigida por Milián, premio nacional de Teatro. «Finalmente no pudo realizarse de esa manera, un poco por “miedo” de Iván, y porque este regresaba de una gira internacional un día antes del estreno».

Así llegó al montaje el joven bailarín Omar Morales para asumir el rol principal de esta pieza con música del cubano Dafnis Prieto, Gustavo Santaolalla y Clint Mansell, «donde no hay historias. Son como ráfagas de sensaciones, de imágenes, y el espectador es el que concibe su propio argumento. No se miente, no se inventa en este ballet, pero no soy responsable de lo que se piense», enfatizó risueño.

Virgiliando ofrecerá, además, la oportunidad de escuchar los poemas de Virgilio en su voz. «A través del Museo Nacional de la Danza llegó a mis manos un disco con esos textos dichos por él. Cierto que no eran los que yo había concebido inicialmente, pero creí que sería muy interesante».

¿Qué tiene pensado Iván Tenorio, que no descansa intelectualmente, para el futuro más próximo? ¿O habrá que esperar al venidero festival?

—Bueno, ya soy una persona bastante mayor. Y las condiciones físicas mías no son las de hace 20 años. Por otro lado, la programación del BNC no te permite un tiempo para contar con sus bailarines cuando lo necesitas, ni todo el tiempo que requieres. Por eso son menos mis coreografías. Si fuera por mí organizaba festivales anuales para presentar mis obras con mayor frecuencia (sonríe).

De todos modos debe de haber algo por ahí...

—Es algo que quiero hacer desde hace tiempo, un ballet de una hora, a partir de una pieza teatral que coreografié y que asistí con Raquel Revuelta y Abelardo Estorino: La ronda, del dramaturgo vienés Arthur Schnitzler, pero será con calma.

Otras miradas

Interrogado por la forma en que había seleccionado al bailarín protagonista entre tanto talento, Tenorio acudió a su auténtico sentido del humor. «Ya conocemos la belleza enorme de su obra, pero Virgilio era bastante feo físicamente. Y a este muchacho, a quien conozco desde antes de graduarse, siempre le decía en jarana “cara de crimen”... No, en serio, es un bailarín formidable y creí que estaría muy bien en ese papel. Él ha realizado una labor fabulosa, todavía tiene unos ciertos “complejitos” a la hora de acercarse a Virgilio, pero confío en que los superará».

Para Omar —a quien veremos durante el festival también en obras como El lago de los cisnes, Giselle y Shakespeare y sus máscaras— Virgiliando ha sido un verdadero desafío. «Para empezar, es un ballet distinto, que no tiene que ver con lo que hacemos normalmente. Me ha costado mucho.

«El quid ha estado en que he tenido que trabajar en la caracterización de un intelectual del que, cuando se profundiza en su psicología, descubres que era algo complejo. En su quehacer intelectual era un talento, pero me ha sido un poco difícil comprenderlo. Es muy difícil adaptarte a algo que nunca has hecho, pero si uno se empeña, lo logra», reconoció este joven, quien acudió a textos como Virgilio Piñera: entre él y yo, de Antón Arrufat, para completar su personaje.

«Me ha gustado inmensamente el montaje, que le ha permitido al maestro Iván Tenorio mostrar sus dotes como pedagogo y ser humano. Nunca antes había bailado una creación suya ni había tomado ensayos con él, que se ha convertido en otra escuela para mí. Constantemente me ha enseñado cosas que van más allá de la danza, y me sirven para la vida», enfatizó.

Con nueve años dentro de la compañía danzaria más afamada de la Isla, Omar confió a nuestro diario que sigue creyendo en los sueños y que su tiempo en el BNC no ha transcurrido en vano. «Me ha hecho crecer y me ha demostrado que siempre se puede más, en cuanto a entrega, arte, técnica, fuerza...

«Estoy convencido de que me queda mucho por ofrecer», terminó diciendo este joven, quien descubrió su vocación en la Escuela Vocacional de Arte de Pinar del Río, adonde iba con frecuencia cuando sus padres, profesores del plantel, no tenían con quién dejarlo. «De verlo nació un amor a primera vista, evidentemente había algo que me decía que pertenecía a ese mundo. Me dije: quiero ser bailarín, ¡y soy bailarín!».

Como Omar, el excelente quehacer artístico de Ricardo Reymena también se hará notar a lo largo del 23 Festival, gracias, por ejemplo, al decorado de El lago de los cisnes que ha comenzado a renovarse progresivamente, lo cual se hará visible, sobre todo, en el telón del primer acto. Asimismo, estarán en cartelera Coppelia, Shakespeare y sus máscaras y Electra Garrigó, que reflejan su impronta, pero para él lo más significativo será el estreno de Virgiliando.

«Iván Tenorio y yo hemos trabajado intensamente durante varias semanas, cambiando cosas que en un principio veíamos de una manera y han quedado de otra. En cuanto a la escenografía, es muy sencilla: en medio de la cámara negra el banco de ese conocido poema de Virgilio nombrado El banco que murió de amor.

«El vestuario resultó lo más complejo, porque había que situarlo virtualmente en los años 70, la última década de vida de Virgilio. El de los hombres no representó un problema, pero sí solucionar el de las mujeres, cuyas ropas se diseñaron para marcar la imagen de ese período, ropas que se alejan de las que usan las muchachas actualmente.

«Como parte de la obra y por medio de El poeta, el personaje de Morales, el público entrará en contacto, gracias a la utilización de diferentes elementos simbólicos, con obras muy conocidas de la poesía y el teatro de Piñera».

Para esta coreografía hemos trabajado no solo con entusiasmo, sino también con mucho amor. Creo que, a pesar de que por este centenario se han desarrollado coloquios y se han presentado disímiles puestas en escena, la nuestra le rinde homenaje de corazón a Virgilio como intelectual, como poeta, a su inteligencia, a su ironía, a su existencia».

 

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