Miguel Fernández Martínez - Prensa Latina.- Las lecturas de tabaquería, un oficio con fuerte raigambre en la cultura popular, fueron declaradas hoy como Patrimonio Cultural de la Nación Cubana, en acto celebrado en el teatro de la Central de Trabajadores de Cuba.


La Resolución 16 de 2012, adoptada por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural (CNPC) y la Comisión Nacional para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de Cuba, reconoce que las lecturas de tabaquería son una muestra del diálogo cultural permanente entre obreros de la industria tabacalera y la sociedad que lo circunda.

Reconoce, además, a este oficio como una importante expresión del patrimonio cultural inmaterial de la nación.

En exclusiva con Prensa Latina, Gladys Collazo, presidenta del CNPC, declaró que esta decisión era un deseo que tenían los propios lectores de tabaquería, que forman una comunidad importante en la identidad de los cubanos.

"Esto es un primer e importante paso porque primero Cuba tiene que dar a conocer su identidad, pero nos queda trabajar duro para conseguir que sea declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad", agregó Collazo.

Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), reconoció el alto valor cultural de este oficio, y dijo que los tabaqueros cubanos, con la lectura de los grandes autores, han logrado una calidad más alta y refinada del tabaco, concentrados en una novela, un poema, o un simple anuncio clasificado.

"No miran al lector nunca, sino que le imprimen al tabaco esa pasión por lo que escuchan, por las aventuras que viven y los sueños que sueñan para que ese otro placer grande la vida, el de fumar, se convierta en un éxtasis supremo" subrayó el intelectual cubano.

También habló con Prensa Latina Zayda Váldes, lectora de tabaquería en El Laguito, fábrica que produce la marca Cohíba, reconociendo que cada vez que se aproxima al audio es como llenarme de vida, porque de esa manera se acerca a los tabaqueros.

"Este trabajo me hace sentir muy satisfecha, porque hago una labor útil, llega a todos, y me hace crecer como ser humano", dijo.

En el encuentro fueron condecorados 30 trabajadores destacados del ramo.

Lectores de tabaquería, atractivo turístico y cultural cubano

Roberto F. Campos - Prensa Latina.- Con la reciente declaración como Patrimonio Cultural de Cuba de la lectura de tabaquería, hoy se resalta un oficio del que mucho se escribe, pero poco se conoce a ciencia cierta.

Sin embargo, esta tarea cotidiana en las galeras donde se confeccionan los famosos habanos, constituye todo un aporte a la cultura y la política nacional, teniendo en cuenta que muchas de estas personas en su momento aportaron su granito de arena a las ideas de un gremio muy activo.

Esa declaración, que resalta este fin de semana en los medios de prensa, fue adoptada por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural (CNPC) y la Comisión Nacional para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de Cuba, con beneplácito para los empleados de la industria tabacalera insular.

Cada visita de turistas, sobre todo extranjeros, a las factorías de tabaco de este archipiélago, tiene mucho que ver con los lectores de tabaquería, quienes entretienen y cultivan durante la monótona tarea de enrollar puros.

Al margen de novedad para turistas, esta labor contiene una verdadera carga emocional, a través de lecturas de noticias de los periódicos, o libros, entre ellos muchas novelas.

Un periodista e historiador cubano como Ciro Bianchi Ross, reconoce en este trabajo una delicada función.

El hombre lee mientras sus compañeros trabajan, argumenta, lo hace en voz alta y lleva de ese modo momentos de esparcimiento e instrucción a los que, sin mirarlo y concentrados en lo que hacen, se aplican sobre la hoja delicada y oscura del tabaco.

Esta práctica apareció en 1865 en la fábrica de tabacos El Fígaro, en esta ciudad, y a partir de ese momento se difundió por las demás, aunque con el rechazo de parte de los patronos y, sobre todo, de las autoridades coloniales españolas.

Tal encaramiento no carecía de justificación, pues un gremio instruido era más difícil de engañar, como la historia lo demostraría con el tiempo, al enraizarse los ideales independentistas, y los tabaqueros tener papel relevante en las posteriores guerras.

Luego de implantarse la primera lectura, pasaron seis meses antes de prohibirse, pero en 1880 volvió a aparecer este oficio que se consolidó. Para 1896, un año después del inicio de la guerra de independencia contra la metrópoli ibérica, vuelve a desaparecer esta figura en las galeras.

Muchas tabaquerías habían pasado al sur de la Florida, Estados Unidos, cuando los empleados de tales factorías, sobre todo en Tampa y Cayo Hueso, quedaron para la historia como soporte relevante de esa revolución.

El lector de tabaquería destaca en esos lugares; mediante el tradicional golpe de chaveta (herramienta metálica, cortante, para delinear la hoja de tabaco) se resalta alguna lectura.

Esa lectura, además de entretenimiento, pasó a ser tribuna de ideología y cultura filosófica de muchos trabajadores del tabaco.

Los lectores ilustraban con obras de Emilio Zola, Víctor Hugo, Balzac, Cervantes, Carlos Lobeira, Alejandro Dumas, Shakespeare. La gama de autores célebres, extranjeros o cubanos era amplia, rica en calidad y variada en temas, hasta florecer marcas con nombres como Romeo y Julieta.

Como nota sumamente curiosa, en la década de 1960, los propios tabaqueros aportaban parte de sus ingresos para pagar el salario del lector de tabaquería, figura no por gusto recién declarada Patrimonio Cultural de este país, aun vigente y presente en cada fábrica de torcido. 

Lecturas de tabaquería, patrimonio cultural de la nación

Marta Rojas - Cubadebate.- Los behiques de los indios en sus bohíos o en las grutas de las montañas, cuando había un temporal, no solo descubrían los hechizos del tabaco en fantásticas humaredas o las supuestas propiedades medicinales, o la fórmula para alejar los insectos. Alrededor de ellos, silenciosos estaban los demás indios, posiblemente bebiendo de la sabiduría general y de su sacerdote o respecto a la irrupción alevosa de los conquistadores en sus predios…

Qué lejos estaban entonces de lo que podía ser una realidad cultural futura, un modo de trasmitir conocimientos: la lectura en las tabaquerías a partir del siglo XIX. Habrían transcurridos trescientos años. Para esta fecha había un lector que insuflaba cultura y contribuía, además, a la organización que condujera a los cubanos a conquistar su independencia. Ahora, quinientos años después, esa labor de difusión creada en las tabaquerías, acaba de adquirir el rango de Patrimonio Cultural de la Nación.

José Martí, encontró en los ilustrados cubanos, tabaqueros emigrados en Tampa, Ibor City y hasta Nueva York, colaboradores y contribuyentes indispensables para la causa de Cuba Libre. Ejemplos sobran.

Pero, ¿cómo comenzó todo? ¿Cuándo surgió la lectura de tabaquería y su protagonista, el lector? Hay variadas fuentes de información pero, sin duda el sabio Fernando Ortiz, tercer descubridor de Cuba y el viajero Jacinto Salas y Quiroga, son los puntos de partida incuestionables para la información de los orígenes de este justo patrimonio intangible de la nación.

Quiroga, joven intelectual de La Coruña visitó nuestra isla en 1839 y al año siguiente publicó en Madrid su libro Viaje a Cuba, de su recorrido por los campos de La Habana, en los cuales visitó ingenios y cafetales. Sobre estos últimos describió detalladamente el proceso de recolecta y escogida y escribió:

“Una de las operaciones últimas del café consiste en colocar sobre tan espaciosísima mesa, grandes cantidades de grano y varios negros, sentados de un lado y otro, escogen sus diferentes clases (…) Cuando nosotros entramos en silencio sepulcral (en la habitación) reinaba allí un silencio que jamás es interrumpido (…) Cerca de ochenta personas entre .entre mujeres y hombres, hallábanse ocupados en aquella monótona ocupación.

“Y entonces se me ocurrió a mí que nada más fácil habría, que emplear aquellas horas en ventaja de la educación moral y aquellos infelices seres. El mismo que sin cesar los vigila podrá leer en voz alta algún libro (…) y al mismo tiempo que templase el fastidio de aquellos desgraciados, les instruirían de alguna cosa que aliviase su miseria. Pero, es doloroso ver el marcado interés que hay en conservar más y más bruta a esa clase de hombres a quienes se trata peor que los caballos y los bueyes”

Podría ser ese el primer antecedente de la lectura y el lector de tabaquería

Corren algunos años y coincidiendo con el desarrollo de la producción de tabacos, después de 1860, Nicolás Azcárate, político liberal cubano, como director del Liceo de Guanabacoa, abrió allí la primera tribuna pública que existió en Cuba y por la cual desfilaron varios hombres de letras; cerca de Azcárate estaba el obrero asturiano, que aprendió en cuba el oficio de tabaquero, Saturnino Martínez, un verdadero líder obrero de su época y autor de numerosas poesías y artículos publicados el semanario proletario “La Aurora”. En el Liceo, Azcárate se refirió alguna vez a que en ciertas órdenes religiosas unos de sus miembros leía en voz alta en el refectorio mientras el resto de la comunidad almorzaba. Sus palabras encontraron eco en los oyentes del Liceo, obviamente Saturnino Martínez las asumió en favor de los obreros y de es forma de lectura. Por las fechas se reconoce que la lectura primero fue introducida en las galeras de prisión de trabajadores “cigarreros” que había en el Arsenal del Apostadero de La Habana, y de allí pasó a los talleres de tabaquerías.

Al respecto dice el sabio cubano Fernando Ortiz, en El contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar que, según el Reverendo Manuel Deulofeo, donde primero hubo un lector de tabaquería fue en la villa de Bejucal, en 1864, llamado Antonio Leal. Y que: “En La Habana la lectura se introdujo en las tabaquerías en 1865, a impulso de Nicolás Azcárate y fue la fábrica “El Fígaro”, la primera que permitió la lectura en sus talleres” Al año siguiente lo hizo Jaime Partagás en su taller. Luego serían muchas más.

“¡Pagar por oír hablar, pagar por oír leer!”, exclamaba muy pesimista el escritor de (el periódico) El Siglo, pero su desconfianza fue infundada y en las tabaquerías se leyó cada día y los artesanos pagaron por leer”-escribe Fernando Ortiz.

Sobre su importancia dice el propio Fernando Ortiz: “Por medio de la lectura en alta voz el taller de la tabaquería ha tenido su órgano de propaganda interna. La primera lectura que se dio en una tabaquería de La Habana fue la del libro titulado Las Luchas del Siglo.”

El sabio agrega: “La mesa de lectura de cada tabaquería fue, según dijo Marti, tribuna avanzada de la libertad. Cuando, en el año 1896, se agita Cuba revolucionaria contra el absolutismo borbónico y guerrea por su independencia, un bando gubernativo del 8 de junio de 1896 hace callar las tribunas tabaqueras.”

Pero, las lecturas y el lector de tabaquerías sufrieron vejámenes y suspensiones y amenazas por parte de las autoridades en distintas ocasiones. Se censuraron libros determinados y periódicos “inaceptables” por el colonialismo español. El gran opositor a esta modalidad cultural cubana fue el periódico “El Diario de la Marina” y le siguió semanario jocoso de ”El Junipero”, burlándose del lector y sus escuchas.

La primera prohibición a las Lecturas de Tabaquería provino del Gobierno Político de La Habana y en su texto se disminuye la capacidad de entendimiento de los oyentes en forma ofensiva. Un párrafo decía: “Sucede también que de la lectura de los periódicos se pasa a la de los libros que contienen sofismas o máximas perjudiciales para la débil inteligencia de las personas que no poseen el criterio y estudio necesarios para juzgar con acierto las demostraciones de escritores, que pretendiendo cumplir la misión de instruir al pueblo, lo extravían muchas veces en grave daño de la paz de las familias”.

La lectura de tabaquería y el lector son figuras históricas cubanas que contribuyeron como pocas -en forma masiva-a elevar la cultura de muchas familias cubanas, ya que el tabaquero primero y los despalilladores (hombres y mujeres) después se llevaban a lo hogares la sabia del conocimiento y de sus gremios y sindicatos después, surgieron importantes líderes cubanos, en uno u otro tiempo. Y aún siguen siendo activos consumidores y vehículos populares de nuestra cultura y de la cultura universal.

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