Vicente Feliú Miranda - Especial para: www.cubano1erplano.com.- Quiero felicitarlos por la labor que realizan para dar a conocer nuestra realidad, que tiene luces y sombras, pero no es el perenne apagón que suelen pintar los mercenarios de la pluma (o de las teclas). Así se refirió Gerardo Hernández Nordelo, uno de los Cinco Héroes Cubanos prisionero en la cárcel norteamericana de Victorville, al blog La Joven Cuba (LJC) que cumplirá en abril próximo su primer aniversario.


Lo ocurrido con La Joven Cuba -no la organización político militar de Antonio Guiteras, el incomprendido por los cómodos y cobardes, sino la de los muchachos del blog del mismo nombre de la Universidad de Matanzas, los incomprendidos por los dueños de la defensa de la Revolución- me recuerda muchos episodios con los trovadores que luego conformaríamos el Movimiento de la Nueva Trova (Trova por la raíz patriótica de esa vertiente de la cultura cubana cantada; Movimiento porque existíamos en todo el país y nos sentíamos gremio -y recordando de muchos modos el 26 de julio-, y Nueva porque por primera vez en la historia de Cuba existía una nueva situación social, política, económica: cultural, en la que estábamos inmersos como jóvenes y en quienes Fidel había dicho enfáticamente que creía, entre otras cosas porque sabía que no era posible construir un país sin la participación decidida de la juventud y porque él mismo era un gigantesco joven de 33 años).

La mayoría de los fundadores de la Nueva Trova teníamos entre 10 y 15 años en enero de 1959, por lo que la epopeya de construcción de la nueva sociedad que se inauguraba nos tocó de lleno, no así la guerra de liberación. Lógicamente, los destinos políticos, económicos y sociales del país estaban en manos de quienes habían combatido con las armas en la mano y derrotado a la tiranía de Batista, luego a la contrarrevolución interna y las bandas armadas apoyadas por los Estados Unidos y a la brigada mercenaria que vino por Playa Girón. La gente de mi generación por lo general no participó de esas hazañas, porque sencillamente no tenía edad suficiente. Sin embargo, en todo lo que estuvo ocurriendo desde 1959 los trovadores estuvimos involucrados en mayor o menor medida (hasta el día de hoy, 10 de diciembre de 2012). Y teníamos las urgencias de la juventud, la velocidad conque la propia Revolución avanzaba y la ética que nos habían enseñado los mayores más cercanos, en especial Fidel y el Che.

De manera que cuando empezamos a cantar lo hicimos tanto desde la exaltación de los hechos revolucionarios pasados y presentes, de nuestras experiencias individuales y colectivas, como de los sueños que esperábamos alcanzar. En un país recién alfabetizado, que cada vez tenía más altos niveles de educación y de cultura, en el que la solidaridad antiimperialista crecía con el prestigio de su Revolución, que había errores, oportunistas, lobos con disfraces de ovejas, traidores explícitos e implícitos y vividores corchos típicos en cualquier sociedad, los trovadores cantábamos sin pedir permiso, como se canta siempre. Y chocamos con muchas personas que no entendían que se criticara absolutamente nada de lo que hacía el gobierno. Ni siquiera que se hablara de lo que no estaba autorizado (como si hubiera siempre un documento escrito sobre lo que estaba o no autorizado a decir y hasta pensar). Los argumentos más manidos eran los de siempre: que si esto puede ayudar al enemigo, que si qué derecho tú tienes de criticar a la Revolución (como si la Revolución y el gobierno y cualquier dirigente fueran la misma cosa), que si cuántos tiros tiraste, que si ahora no conviene hablar de eso

A Silvio un individuo del ICR llegó a decirle algo así como que en este país no podía cantar (y tengo entendido que además de escuchar que este país no era exclusivamente SUYO se ganó un cenicero que le lanzó Silvio por la cabeza). De mí un funcionario político dijo que no podría entrar en Santiago de Cuba (luego de escuchar una canción de 1970 llamada Elegía a la incoherencia). De todos dijeron que éramos desde homosexuales en su sinónimo más fuerte- hasta gusanos, y no precisamente de seda. Una vez un machazo muy machote dijo, muy provocadoramente en una guagua: ¡Si tuviera unas tijeras! (aludiendo a nuestros pelos largos) y la respuesta fue: Te las meterías en el c. Y aunque estábamos en ese instante en pie de guerra la sangre no llegó al río porque el provocador se quedó con la boca abierta y viró la cara hacia su mujerona.

No obstante la decisión de la más alta dirección de la Revolución Cubana de apoyar a aquellos muchachos que si han llegado hasta aquí es porque son muy revolucionarios, y si no son mejores, es por causa nuestra (*), conformándose en diciembre de 1972 el Movimiento de la Nueva Trova, en el que tuvimos una considerable independencia en cuanto a opiniones, y que funcionó como un doble aprendizaje para la dirección de la Unión de Jóvenes Comunistas y para nosotros, muchas personas buenas seguían sin tragarnos. Hasta que aparecimos en los escenarios de la guerra de Angola desde principios de 1976. Los más de 60,000 hombres y mujeres cubanos, angolanos, portugueses, guineanos, namibios, y los soldados sudafricanos presos y el mercenario argentino que nos vieron actuar a aquel primer grupo conformado por Silvio Rodríguez, Manguaré, Los Cañas, el mago José Álvarez Ayra y yo, con las indumentarias propias del soldado en campaña y las armas correspondientes a la guerra, además de las guitarras, todavía nos recuerdan, 36 años después. Me comentó un amigo de la sección de cultura de la UJC que, estando nosotros todavía en Angola llegó un mayor de las FAR y preguntó: ¿Ustedes son los que atienden a los trovadores? Sí, contestaron. Vine a decirles que tenía la peor opinión de ellos, pero acabo de regresar de Angola y los vi cantar para nosotros, en igualdad de condiciones y quizás hasta con más riesgo, y he cambiado radicalmente mi opinión. Son muy revolucionarios. Y con la misma viró la espalda y se fue, dejando atónitos a los compañeros que no atinaron siquiera a preguntarle el nombre (razón por la cual nunca había escrito esta anécdota).

Me gustaría preguntarles a los nuevos dueños de la defensa de la Revolución qué se requiere para que autoricen a los jóvenes (ahora que no tenemos guerras) a defenderla como único se puede: con la valentía que ha caracterizado siempre a los revolucionarios criticando las situaciones erróneas o ya extemporáneas impostergables, criticando a los que esperan que las soluciones caigan del cielo, criticando a los funcionarios que temen perder sus condiciones materiales, exigiendo respuestas y transparencia a infinidad de cuestiones pendientes y que socavan la credibilidad del gobierno, democratizando todas las instancias de dirección, y comenzando por el Partido. Decía Che a principios de los años 60: No debemos esconder nuestros desaciertos para que no los vean. Eso no sería honrado ni sería revolucionario. Por cosas parecidas que decía y hacía se le recuerda solamente los 8 de octubre, y se lo saca a la luz cuando se le quiere presentar a los jóvenes como paradigma de lo que muchos no son capaces de hacer.

A estas alturas del partido la lucha mayor está en la web, en Internet, en las redes sociales. Es cierto que hay miles de millones de personas en el mundo que no tienen acceso a internet pero los que tienen (que son muchísimas) deciden lo que los miles de millones no están en capacidad de decidir. Cuba, por el propio desarrollo logrado en estos 50 años, es un país idóneo para entrar en esta lucha que cada vez se vuelve más enconada y que como siempre y por supuesto, el centro está en manos de nuestro vecino del norte. Y además de entrar en la lucha, tenemos muchas posibilidades de entablar un combate de iguales y como creemos en la defensa de lo nuestro sin que nos tengan que pagar un centavo, también de ganarlo. Pero si los que deciden a quién le otorgan el favor de conectarse, o el derecho a defender lo nuestro, quienes deciden que el cable esté donde está y no donde debiera sigan en sus 13, estarán traicionando todo lo que este pueblo mil veces heroico ha logrado.

Todos sabemos, los de enfrente y los de adentro, que tenemos una espada sobre nuestras cabezas. La trampa está en que el poder no se regala, ni se entrega así como así. Por lo general se otorga o se arrebata. Y quienes han tenido el poder, en cualquier sociedad o país, no les hace ninguna gracia darlo a otros. En nuestro caso, si se arrebata, en cinco minutos estarán las tropas estadounidenses en La Habana, con gobierno de gusanera nuevecito y todo. La mejor solución para nosotros es que quienes lo ostentan terminen de comprender que deben cederlo, paulatinamente. Y digo el poder, no los cargos. Hay personas suficientemente revolucionarias y probadas en múltiples esferas de la vida cubana capaces de llevar adelante el proceso revolucionario que bastante estancado está. El riesgo de seguir alargando la situación actual de demasiados patriotas que no pueden vivir decentemente y de forma legal de su trabajo sin caer en inevitables manejos turbios porque no tienen otra opción para sobrevivir, lo cual lleva a nuestros hijos a desentenderse de la sociedad en que vivimos (que a pesar de la salud pública y educación gratuitas es bastante injusta y no les ofrece perspectivas no ya económicas ni de mejoramiento de vida, sino inclusive éticas porque ella también está herida), ese riesgo está en lo que dijo Fidel hace unos años en la Universidad de la Habana, sobre que la Revolución solo podría ser destruida desde adentro, por nosotros mismos. Y tengo la impresión de que hay personas que lo están intentando, y con logros. Porque acallar a los revolucionarios de cualquier edad, sobre todo después de vivir durante más de 50 años en una Revolución, con mayúsculas y otras virtudes, y dirigida por el más lúcido y valiente desde José Martí, puede llevarnos al combate, aunque como en 1917 en la Rusia de Lenin, haya que combatir al mismo tiempo a los de afuera y a los de adentro.

(*) Comentario que nos llegó a través de Haydeé Santamaría.

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