Alina Martínez Triay - Trabajadores.- Cuando en la noche del 10 de enero de 1929 balas asesinas segaban los veinticinco fructíferos años de Julio Antonio Mella, se malograba una de sus más caras ideas: escribir un libro sobre José Martí,


que de tan pensado y amado le parecía un viejo libro leído en su adolescencia.

Cuando en la noche del 10 de enero de 1929 balas asesinas segaban los veinticinco fructíferos años de Julio Antonio Mella, se malograba una de sus más caras ideas: escribir un libro sobre José Martí, que de tan pensado y amado le parecía un viejo libro leído en su adolescencia.

Durante su exilio en México, en que realizó una amplia divulgación de la vida y la obra de nuestro Héroe Nacional, Mella publicó un folleto titulado Glosas al pensamiento de José Martí, que vio la luz en diciembre de 1926, y donde señalaba que las dos razones que le habían impedido escribir el texto eran la falta de tiempo para las cosas del pensamiento, porque se vivía en una época que hacía considerar todo el tiempo corto para la acción, y el temor de no lograr lo que la memoria del Apóstol y la necesidad imponían en aquel momento.

Las Glosas, sin embargo, demuestran que la segunda preocupación era infundada. Si bien Mella las califica de artículo fugaz, en ellas se revela la hondura con que se acercó al ideario martiano y el compromiso más profundo con su obra. Y fue así porque el joven revolucionario consideró ese futuro libro como un reclamo de la época que él u otro compañero de ideales debía satisfacer.

"Es necesario que se haga -señaló-. Es imprescindible que una voz de la nueva generación, libre de prejuicios y compenetrada con la clase revolucionaria de hoy, escriba ese libro. Es necesario dar un alto, y, si no quieren obedecer, un bofetón a tanto canalla, tanto mercachifle, tanto patriota, tanto adulón, tanto hipócrita... que escribe o habla sobre José Martí".

Expresó Mella en este trabajo -que se puede considerar un pequeño ensayo- la urgencia de un análisis del quehacer revolucionario de Martí, considerándolo en el momento histórico que actuó, y abordándolo "no con el fetichismo de quien gusta adorar el pasado estérilmente, sino de quien sabe apreciar los hechos históricos y su importancia para el porvenir, es decir, para hoy".

Consideraba que este estudio debía tener en cuenta el interés económico social que "creó" al Apóstol, sus poemas de rebeldía, su acción continental y revolucionaria; profundizar en el juego fatal de las fuerzas históricas, desentrañar el misterio del programa ultra democrático del Partido Revolucionario Cubano... y analizar el por qué esas ideas no tuvieron materialización en la República. Concebía que además la obra debía incluir un análisis de los principios revolucionarios de Martí a la luz de los acontecimientos de aquella segunda década pseudorrepublicana.

"El, orgánicamente revolucionario, fue el intérprete de una necesidad social de transformación en un momento dado. Hoy, igualmente revolucionario, habría sido quizás el intérprete de la necesidad social del momento".

Así Mella retoma, por su vigencia, la respuesta dada a Baliño por Martí cuando le expresó que la revolución no era la que se iba a hacer en la manigua sino la que se desarrollaría en la República; menciona su condena -tan oportuna en tiempos machadistas- a las tiranías; las ideas martianas acerca de la desigualdad social, y del peligro que significaba el imperialismo, cuestiones todas que callaban deliberadamente la inmensa mayoría de quienes entonces hablaban o escribían sobre Martí.

No le faltó a Mella su valoración del carácter internacional de la lucha martiana: "No ha habido otro revolucionario de los finales del siglo pasado que amase más al continente y lo sirviese mejor con la pluma, la palabra y la espada. Siempre es la América la que lo obsesiona. Aun más, así como Cuba no es más que un pedazo del continente amado, este no es más que un laboratorio de la futura sociedad universal".

El capítulo más curioso del libro -subrayó Julio Antonio- deberá referirse a Martí y el proletariado, que calificó como una de las más importantes facetas de su vida, lo que ejemplificó con la fecunda estancia del Maestro en la Florida entre los tabaqueros de Tampa y las diversas ocasiones en que reconoció, que era la clase obrera, por sus propias condiciones de vida, la que más moral atesoraba.

Concluye Mella su análisis con una rápida interpretación de sentencias martianas, que en aquellas circunstancias se convertían en un verdadero llamado al combate. Las Glosas fueron para su autor sólo una insinuación y una prueba de la necesidad de ese libro comprometido con el verdadero Martí y con la continuidad de su obra, que era preciso hacer para las nuevas generaciones de luchadores y el pueblo. Mella no lo pudo llevar a letra de imprenta, pero lo escribió de la mejor forma posible: con su vida.

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