Mariela Pérez Valenzuela - Revista Mujeres.- Una de las grandes preocupaciones de las familias cubanas, e incluso de los críticos de arte, ha sido los gustos y preferencias en la adolescencia


que, según las más extendidas opiniones de la población, se inclinan hacia una marcada preferencia por la llamada música reguetón, el poco interés por la lectura y el consumo en formato DVD de numerosos materiales alejados de las proyecciones culturales que se plantean en Cuba.

¿Son ciertas estas aseveraciones? ¿Es verdad que prefieren el reguetón –incluso en sus expresiones más vulgares? ¿Les gusta o no leer? ¿Optan por recorrer las tiendas, asistir a las fiestas populares o hacer ejercicios antes que visitar las casas de cultura, museos o teatros? En fin, ¿qué cultura consumen?.

A estas y otras interrogantes responde la segunda Encuesta Nacional sobre Prácticas de Consumo Cultural, realizada por el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, de conjunto con el Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE) de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), entre 2008 y 2009.

Consumo cultural y adolescencia en Cuba: Reflexiones a partir de una Encuesta Nacional, una publicación del Instituto Juan Marinello, brinda una imagen de las preferencias culturales en esas edades, que para muchos son fundamentales en la formación de una ética y estética de las artes.

Adolescentes de ambos sexos son participantes indispensables en el desarrollo cultural del país; de ahí que el gobierno haga todos sus esfuerzos en función de satisfacer sus más disímiles gustos, incentivando el hábito por la lectura, su concurrencia a los Joven Club de Computación, la red de bibliotecas públicas o escolares, librerías, espectáculos musicales y teatrales, galerías de arte y muchas otras opciones que contribuyan a una cultural general integral.

Esta investigación describe las preferencias de los adolescentes en dos momentos: entre los 12 y los 14 años, más cercanos a la niñez; y en una segunda etapa, entre los 15 y los 18 años, más próxima a la juventud.

Un total de mil 522 personas, de entre 12 a 14 años y otras 33 mil 383 de 15 años y más, residentes en áreas urbanas y rurales respondieron a la encuesta y confirmaron, en ambos grupos de edades, la presencia de una gran diversidad de sus prácticas culturales.

Ver televisión, jugar, conversar con amigos y oír música constituyen las principales predilecciones de más de un 96 por ciento de los/las adolescentes de 12 a 14 años, seguido de ir a fiestas, leer, ver videos o DVD, hacer ejercicios y pasear, que componen las inclinaciones de más del 70 por ciento.

Mientras, más del 60 por ciento gusta ir a las tiendas y escuchar la radio. Pero, ¿qué música escuchan, qué libros leen, qué les gusta de la televisión, qué lugares frecuentan?.

El soporte es lo que menos interesa cuando de oír música se trata. Ya sea en reproductores de CD, mp3, mp4, la radio o la televisión, en dependencia de sus posibilidades, el género musical preferido por este grupo es el reguetón (90,1 por ciento), seguido, con una diferencia bien marcada, por la música popular bailable (65,4 por ciento), la romántica, y después los géneros de discoteca, tecno, rap… La música clásica solo tiene cierta notabilidad para el 2,4 por ciento de la muestra.

Respecto a la lectura, los resultados de este estudio confirman la efectividad de las acciones emprendidas para su fomento y el crecimiento de las publicaciones dirigidas a este grupo. No por gusto en la reciente XXI Feria Internacional del Libro, niños y jóvenes se llevaron la mejor parte de las propuestas editoriales.

A los adolescentes, sin diferencia de sexo, les gustan, fundamentalmente, los textos de aventuras y en menor medida los temas de ciencia ficción, históricos y románticos.

¿Qué les gusta ver en la televisión? Programas musicales, películas, aventuras y telenovelas; elecciones bastante distantes de los programas culturales, los juegos de participación, los variados —que combinan entrevistas, música, humor—, los documentales, los programas científicos y los informativos.

Es interesante saber que el 55,5 por ciento de los adolescentes de 12 a 14 años acude a las bibliotecas o librerías y que un 55,2 por ciento asiste a las salas de cine. Sin embargo, un número muy superior (el 77,3 por ciento) prefiere ver en formato DVD películas, videos musicales y novelas, en ese orden de selección.

¿Qué sucede entre muchachas y muchachos con las visitas a instituciones culturales, como el teatro, los espectáculos musicales, las galerías de arte o museos o el deseo por conocer otros lugares de Cuba?.

Es indudable que la concurrencia a algunos de estos sitios depende más de las posibilidades económicas de madres y padres que del deseo y la preferencia de las y los adolescentes.

En ese sentido, la investigación sobre las prácticas de consumo cultural en esas edades arrojó que en todos los casos es mucho mayor el por ciento de quienes aspiran a concurrir a estas instalaciones y no han podido, que el número de los que lo han hecho, aunque este último tampoco es despreciable.

Después de los 15…

¿Cuáles son las prácticas de consumo cultural entre quienes ya arribaron a los 15? Este grupo —hasta los 18 años—, igual muestra preferencias bien diversas, pero en general prefieren escuchar música, ver televisión, oír radio, ver video y propuestas en formato DVD, ejercitarse y compartir con amigos y familiares.

Algo que los diferencia de la «tropa» más cercana a la niñez es su presencia en escenarios festivos, como es el caso de los carnavales, y entre los sitios que más concurren se encuentran las tiendas, playas, campismos, excursiones o lugares al aire libre, que son propicios para el intercambio con amigos y conocer nuevas amistades.

En cuanto a la asistencia a espacios culturales, el 24,5 por ciento declaró haber visitado galerías o museos al menos una o dos veces en el año, el 48,4por ciento refirió no hacerlo nunca y el 27,1 por ciento confesó que aunque no las conocen, les gustaría hacerlo.

De la misma forma sucede con la concurrencia al teatro, a los centros turísticos, a las cafeterías y restaurantes en divisas. Pocos han visitado estos sitios, aunque la mayoría quisiera hacerlo.

En estas edades más cercanas a la juventud los gustos por los géneros literarios varían. Un por ciento alto lee periódicos y revistas, prefieren la novela, seguida por el cuento, y en menor medida el ensayo.

En cuanto a las temáticas también distinguen las aventuras, y en relación con la música, el gusto es el mismo: el 83 por ciento opta por el reguetón, mientras que la clásica y de concierto moviliza a un número muy bajo de seguidores.

En la televisión gustan, sobre todo, de las películas, musicales y telenovelas; en la radio escuchan programas musicales, en tanto en el video y en las propuestas de DVD, optan por las novelas, las películas y los musicales, en ese orden.

La encuesta es un acercamiento teórico a una realidad visible. Pero quedan en el aire —no era objetivo de esta investigación— interrogantes sobre las cuales sería interesante reflexionar y buscar las respuestas.

¿Hasta qué punto es responsable la familia, por ejemplo, de la adquisición de cintas de videos y DVD, si tenemos en cuenta que alquilar un seriado puede costar hasta 100 pesos o más en moneda nacional, y concurrir a un museo o una galería de arte es absolutamente gratis? ¿Por qué alimentar el mal gusto que viene asociado a los textos de la mayoría de las propuestas de reguetón, en lugar de combinar este tipo de música con el consumo de espectáculos musicales de calidad? ¿Por qué permitirles aprehender la violencia en los filmes que ven y no proponerles obras cinematográficas que contribuyan al conocimiento y el buen gusto?.

La investigación del Instituto Juan Marinello es un acercamiento a una realidad que amenaza —si no se adoptan las medidas necesarias— con un futuro poco promisorio en cuanto a los gustos estéticos de las futuras mujeres y hombres de este país.

Las cartas están sobre la mesa y queda en manos de la familia y las entidades responsabilizadas por el Estado la realización de estudios serios sobre cómo revertir la situación que nos plantea la novedosa investigación.

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