Esta gran masa de cubanas y cubanos puebla los centros de la enseñanza media y las universidades; pero también los campos, las industrias y de manera creciente los espacios del trabajo por cuenta propia; se suma a tareas imprescindibles para el desarrollo social, mientras acapara las críticas de sus mayores por sus gustos en música o su irreverencia. Es, en pocas palabras, la generación del futuro; pero ¿están conscientes del reto que llevan sobre sus hombros?, ¿podrán asumirlo con éxito?.
Investigaciones de muy diferentes orígenes, socializadas recientemente en La Habana durante el Congreso de Investigadores de Juventud apuntan a que, a pesar de todos los pesares, la juventud es una fuerza mayor que puede cambiar al mundo y, por supuesto, asumir la continuidad del proceso social que se lleva a cabo en esta Isla.
Lo que dicen las estadísticas
En términos demográficos, las muchachas y muchachos de entre 15 y 29 años representan el 20,4 por ciento del total de la población cubana; una proporción que ha ido disminuyendo en la última década, a medida que se acentúa el envejecimiento poblacional en la isla.
Sin embargo, a pesar de este decrecimiento, “la participación de la gente más joven en la actividad económica se mantiene en un entorno de una quinta parte del total de ocupados, pero con una tendencia a una mayor calificación”, asevera Juan Carlos Alfonso Fraga, director del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE), de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
Por su parte, la especialista del Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ), María Josefa Luis, indica que la edad promedio de inserción laboral es de 19 años, lo mismo para el sexo femenino que para el masculino, y con un comportamiento bastante parejo en todas las regiones del país.
Una caracterización más detenida de la estructura del empleo, muestra, según la experta, un incremento de la fuerza técnica y profesional y una disminución de obreras y obreros.
Empleo bajo la lupa
El acceso de los jóvenes a empleos de calidad, identificado por Susana Martínez Restrepo, consultora de la Oficina Regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) invitada al reciente foro de investigadores de juventud, como uno de los temas urgentes en el área latinoamericana, es un asunto, sin embargo, bastante encaminado en Cuba.
Según estudios del CESJ, el 42,5 por ciento de la población joven cubana trabaja en la actualidad, y la mayoría manifiesta preferencia por hacerlo en el sector estatal de la economía. Las políticas gubernamentales de empleo como la regulación, la protección y la formación de capacidades laborales explican en buena medida esta tendencia, asegura María Josefa Luis.
De acuerdo con la experta, en la Isla el trabajo constituye no solo un medio y garantía de vida individual, sino una posibilidad real de participación en la sociedad: en los procesos y dinámicas económicas, sociales, políticas, ideológicas y culturales.
Sin embargo, el asunto no está exento de contradicciones. Aunque otras investigaciones coinciden en identificar las preferencias por laborar en formas estatales de gestión, también mencionan insatisfacciones juveniles por cuestiones como el salario.
Respecto al sector privado, Luis detalló durante el recién concluido foro, que no obstante el escenario descrito, la juventud cubana incorporada a las nuevas modalidades de empleo por cuenta propia “se sienten partícipes de la comunidad y consideran que contribuyen a la sociedad mediante sus servicios”.
Entre las principales razones para incorporarse al sector particular se encuentran la disponibilidad laboral, mejorar su situación económica y legalizar su condición de trabajadores informales, explicó la experta del CESJ.
Investigadores proponen que se perfeccione la formación de competencias laborales desde edades tempranas, mejorar los procesos de orientación y formación profesional en función de elevar la productividad del trabajo, estimular la integración social y elevar la satisfacción laboral en todas las áreas de la economía.
Cuestión de trazar el rumbo
Una conclusión salta a la vista y resulta certeza compartida por especialistas, funcionarios y hasta por la propia masa juvenil: aunque en este lado del mundo las políticas dirigidas a la juventud han aumentado sistemáticamente en los últimos años, aún faltan más estrategias en pos de una mayor participación de las nuevas generaciones en el desarrollo del país.
No quedan dudas de que en Cuba “existe hoy una mayor organización, conciencia y voluntad política para incluir más a las juventudes en el proceso social”, según el investigador Luis Gómez Suárez, también del CESJ.
El profesor resaltó en su exposición los factores que propician el desarrollo de los jóvenes y su integración social, entre los que destacó la voluntad política y de servicio social del gobierno, el consenso existente entre las grandes masas en cuanto a la realización del proyecto socialista y el desarrollo alcanzado por el país.
Igualmente ponderó la considerable institucionalización y organización de la sociedad, y la participación coordinada del Gobierno, de las organizaciones sociales y políticas, y de las familias en la aplicación de los programas.
Pero a su juicio todavía quedan muchos problemas por resolver, sobre todo en las áreas de educación y del propio empleo.
Entre ellos, Gómez reconoció la necesidad de un plan estratégico único e integral de desarrollo de la juventud y la ausencia de un grupo o entidad coordinadora permanente de estas políticas y programas.
Para el experto, la aplicación de estrategias demasiado homogéneas deja rezagados a quienes viven en zonas rurales y áreas marginales citadinas, o a las mujeres y niñas, pues no focalizan su atención en los diferentes sectores y comunidades.
Según estudios del propio CESJ y de otras instituciones del patio, el acceso masivo a la educación contribuye a que la mayoría de la juventud cubana posea proyectos profesionales futuros.
Pero a juicio de la psicóloga Laura Domínguez, a no pocas muchachas y muchachos les cuesta articular acciones para lograr sus metas, carecen de una noción del tiempo necesario para alcanzar sus objetivos, no prevén posibles obstáculos o son poco persistentes a la hora se seguir un camino.
En espera de su turno al bate
El investigador español Carles Feixa confía en el papel de las juventudes en la construcción de un nuevo y mejor mundo. Así lo confirmó en el habanero Congreso de Investigadores de Juventud, donde resaltó el papel protagónico de las generaciones nuevas en las luchas en Europa y el mundo, en protesta por las difíciles condiciones de vida provocadas por la crisis económica internacional.
En la conferencia a magistral que abrió el foro, Feixa, profesor de la Universidad de Lleida, contrastó esa actitud con los estigmas tradicionales que existen en torno a este grupo etario y graficó, por ejemplo, cómo el uso ampliamente socializado de las tecnologías de la información y las comunicaciones en manos de los jóvenes ha permitido un espacio de articulación y convocatoria para reclamar derechos.
En este sentido, caracterizó a este grupo como un movimiento indignado, de multitudes inteligentes, con múltiples identidades en las diferentes redes sociales de Internet y promotor de protestas mundiales; pero sin dudas, con un potencial enorme.
En este pequeño rincón del Caribe, donde no hay movimientos de indignados porque todos somos parte de ese 99 por ciento, cientistas sociales e investigadores comparten el optimismo de Feixa.
Para el doctor Miguel Limia, presidente del Consejo de Ciencias Sociales del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medioambiente, se trata, en primer lugar, “de romper estereotipos acerca de los jóvenes y la estructura de su personalidad”.
“Este joven cubano no es igual al de la década del 60, ni tiene el mismo eje de valoración. Es fruto de una historia compleja y del trabajo de las generaciones precedentes”, aseveró en entrevista con la revista Bohemia .
“Además, la juventud cubana está mucho más individualizada -que no más individualista- por haber sido enriquecida con todo lo que la Revolución le ha aportado, y por tanto, al confrontar las palabras con los hechos tiene una postura mucho más crítica, con una noción muy profunda de su dignidad personal”.
Así, a juicio de Limia, la juventud cubana está retada a enriquecer nuestros valores revolucionarios, a ser una continuadora más radical y consecuente de la emancipación social, la dignificación personal y la independencia nacional.
En fin, “no puede asumir la memoria histórica como manjar recalentado, sino inspirarse en los valores esenciales del pensamiento estratégico revolucionario para resolver los problemas actuales”.
