El blog "La Joven Cuba" entrevista a Esteban Morales, profesor cubano expulsado hace dos años del Partido Comunista de Cuba y readmitido después tras su batalla en los tribunales internos. Morales es un lúcido intelectual revolucionario, especializado en las relaciones EEUU-Cuba y en la temática racial.  


Por: Harold Cárdenas Lema (harold.cardenas@umcc.cu) - Blog "La Joven Cuba"

Esteban Morales: “Tuve que luchar por mi militancia” (Parte I)

¿Cómo se ve Esteban Morales a sí mismo?

Como un intelectual formado por la Revolución. En la Cuba de antes del 59 no habría tenido esperanzas de serlo; pobre, nacido en el último cuarto de una cuartería de provincia, de padre obrero carpintero y  madre ama de casa, negro… ¿Cuál hubiera sido mi oportunidad? Ayudar a mi padre en la carpintería, como lo hice desde los ocho años. Me veo comprometido con la realidad del país y obligado a opinar sobre todos aquello que considero sea importante para mejorarla. Muy comprometido en ayudar a todo el que me lo solicite  y con la perenne necesidad de sentirme en el debate ideológico nacional. Muy comprometido con no temer nunca alertar sobre problemas que yo considero importantes, aun cuando lo que yo diga pueda no agradar. La Revolución me salvó a mí, yo tengo el compromiso de  participar en salvar a la Revolución.

Esteban, la historia no puede omitirse o escamotearse bajo ningún pretexto, el día de mañana nos juzgarán por nuestros errores y aciertos, mejor que seamos nosotros quienes contemos ambos: cuente qué le ocurrió a usted con su militancia y qué actitud tomó al respecto.

Escribí un artículo sobre la corrupción y de repente me llaman del municipio para discutir mi actitud, no el artículo, que nunca se discutió. Se partió de la base de que mi escrito no congeniaba, no  era compatible con mi condición de militante, cosa con la que no estuve de acuerdo y no me lo  creí nunca,  porque yo estaba convencido de que lo que estaba haciendo era lo que debía hacer. En mi núcleo se discutió nuevamente mi actitud, no el artículo, hubo debilidades en ese momento y yo me quedé solo entonces. Salvo unos pocos  compañeros, que estaban muy molestos pero no pudieron lograr nada en mi favor, la mayoría se fue por lo que planteó el organismo superior, el Municipio. Aunque era evidente que el asunto no venía de ese nivel. Por el carácter que le dieron y quienes participaron.

Existía en mi núcleo cierto espíritu de no pedirme una sanción fuerte, aunque algo debía hacer, pues solicitaban sancionarme de todos modos. Mi núcleo entonces plantea una sanción que era la medida más benigna a tomar, pero cuando llega la Comisión que había discutido el  problema, comunica que la sanción debía ser separación de las filas del Partido por esa razón. Aquello cayó como una bomba, el asombro fue general, hubo protestas, pero no un debate fuerte acerca de que la sanción era inadecuada en mi caso.

Es difícil describir lo que significa el Partido para mí como militante y revolucionario, con tantos años de militancia política, desde la AJR en 1959, hasta hoy. Cinco décadas, por eso me chocó tanto la sanción que se me ponía. En realidad no lo podía creer. Me costó trabajo recuperarme y poder analizar las cosas más fríamente.

Esta medida asombró a todos, hubo lágrimas y el director del centro afirmó que eso era imposible. Que para él yo seguía siendo militante. Yo lo vi como una sobredimensión, porque no se había discutido mi artículo que no creía hiciera daño alguno o fuera incompatible con algún principio y me preocupó que esa situación le fuera  a hacer más daño al Partido que a mí, como ocurrió luego.

Después de quitarme la militancia, continúe escribiendo sobre el tema y di entrevistas sobre el mismo. Ninguno de estos escritos fue discutido conmigo. En realidad lo que vino después de conocerse mi sanción fue una avalancha de críticas a la decisión del partido, llamadas, hubo embajadas nuestras que tuvieron que dar explicaciones. Muchos amigos de varios lugares y en particular de Estados Unidos, que me llamaron preocupados y molestos; todos decían que ese artículo, en lugar de hacer daño fortalecía a la Revolución. Durante meses y aun hoy, hay personas conocidas y no conocidas por mí  que me paran en la calle para hablar del problema, preguntándome de si ya se solucionó.

Nunca nadie me ha dicho que yo estaba equivocado, ni me ha dicho que esté en desacuerdo conmigo. Todo lo contrario, me embargaba una sensación como de dolor muscular, angustia de sentir que denostaban del Partido,  de mi partido y yo tenía que aceptar honestamente que creía que el partido se había equivocado, o alguien dentro del partido, para salvar mejor el momento. En el transcurso de todo el proceso, que duró un año, nunca manejé las conclusiones negativas intermedias que me dieron, solo la sanción y la devolución de la militancia. No quería hacer más agudo el proceso, por la actitud siempre crítica hacia el partido que observaba. Además, porque tenía la esperanza de que todo se resolvería.

Para mí fue algo muy asombroso, darme cuenta de cuánta gente me seguía, sabía de mí, me leía, me  reconocían y se habían hecho una opinión sobre mi persona. No pocas gentes me abordaban en la guagua, mujeres  que se levantaron  para darme el asiento, en un gesto de respeto y de solidaridad y me hacían señas desde lejos, yo en cambio, me sentía muy mal por todo lo que estaba pasando. Los que me conocen saben cómo yo soy, sentía la solidaridad, pero me molestaba tener que escuchar las críticas al Partido.

Los procedimientos no decursaron como debió ser, con una discusión en mi núcleo partidista, un proceso natural, un debate del artículo (teniendo en cuenta que estaba en un medio académico), una serie de métodos correctos que no hubo. Sencillamente se me dijo que el artículo no estaba acorde a mi condición de militante y se me retiró el carnet. Cuando llego a casa y le digo a mi esposa lo que me  había ocurrido, ella tuvo que sentarse y no paraba de repetir que no era posible. Militante fundadora del Partido, no podía entender aquello. Yo tuve que convencerla de que si era posible, pero también de que lucharía y no tanto por mí.

Lamentablemente ocurrió y fue muy negativo desde el punto de vista político, por eso creo que debo responder a la pregunta con toda franqueza, para no provocar fantasmas o demonios que en el futuro nos persigan, no fueron demonios los que me sancionaron. Fueron personas revolucionarias,  por lo cual abordar mi expulsión y posterior reintegro, como expresión de una sociedad con contradicciones como todas las demás,  es un deber como haber escrito mis artículos. Una revolución es un proceso muy complejo, algo que debemos repetirnos todos los días. Se trata de un proceso lleno de realizaciones, pero también de las imperfecciones de las personas imperfectas que la  hacemos todos los días.

Entre mis compañeros habían algunos que hubieran podido salir en mi defensa, pero todo fue llevado de una manera muy ríspida, muy ácida, infundiendo  preocupación  y sin tener en cuenta mi historial. Por mantener mi posición y fundamentar mis opiniones no faltaron los que me dijeron autosuficiente y prepotente, algo común cuando los argumentos escasean para atacar a una persona. Hubo un compañero mío de trabajo, que en el contexto de la reunión para sancionarme me dijo que “yo había cagado al centro”. Fue muy lamentable, me dieron ese año la evaluación más mala que he recibido como profesor  en toda mi vida, en la que  se decía que yo había perdido prestigio en la Universidad por ese artículo. Y le firmé esa evaluación a mi director, porque me di cuenta que lo contrario le crearía problemas con la Rectoría; el director nunca me envió mi copia de la evaluación, les  dije que ya la vida se encargaría de poner las cosas en su lugar.

Me chocó que me excluyeran inmediatamente de los espacios televisivos en los que participaba. Esto último fue muy mal recibido, porque se tenía una buena opinión pública  de mi participación en la televisión, especialmente en la Mesa Redonda, aún la gente me para en la calle, me da su opinión y me pregunta que cuándo voy a volver. Soslayo la pregunta. Los métodos empleados no fueron para nada partidarios, al punto de que en una reunión con un alto funcionario de la Universidad, fue incluso grabada y transcrita mi conversación por él, sin mi consentimiento. En un acto que realmente considero deplorable. Después, tuve la oportunidad de descalificar esa entrevista, en la que prácticamente no me dejaron hablar.

Hubo también  una carta que venía de Venezuela de un grupo de profesores allá, en que me calificaban  de “disidente oportunista”, la enviaron directamente al Comité Central, parece que para congraciarse con el Partido, o en “desagravio”  por lo que yo había hecho. Yo me pregunto, “ahora donde meten la lengua”. El oportunismo siempre ocupa espacio en tales circunstancias.

Se creó una situación bien complicada, yo sentí mucha solidaridad de compañeros en la calle y en mi centro de trabajo, nunca me encontré a nadie, en la calle o en la Universidad, que me dijera que mi actuación había sido  equivocada. Hubo muchas expresiones críticas sobre mi proceso.

Presenté mi apelación en tres ocasiones; Municipio, Provincia y Comité Central, y todas las veces en  que lo hice me dijeron que no, hasta que le escribí al compañero Raúl Castro y fue entonces que comenzó a revertirse el proceso. Obviamente en esa circunstancia, alguien se había equivocado, en un momento de exabrupto, y por eso fue que apelé a Raúl. El 29 de junio del 2011, un año exacto después de la sanción de separación, al retornar de una estancia de trabajo en los Estados Unidos, (ya habían insistido varias veces en llamarme estando aun allá) me llamaron a la Comisión de Apelaciones del Comité Central, la misma que había denegado mi última  apelación, diciéndome entonces que luego de analizar profundamente  el problema y mi actitud después de la sanción, me iban a devolver el carnet del Partido.

Lo sacaron de una  gaveta y me lo entregaron. Pregunté si podía hacer pública tal decisión, me dijeron que si,  y al llegar a mi casa  puse una nota en mi blog. Lo que provocó otra avalancha. Unos me decían que por qué había regresado a esa “basura”, refiriéndose al Partido. Les dije que ese era mi partido, que no tenía ni tendría otro nunca. La mayoría se alegraba y me felicitaba. Estos últimos  asumían siempre mi modesta victoria como propia.

¿Literalmente lo sacaron de la gaveta?

Sí, eso me sorprendió mucho, porque pensaba que  el carnet debía habérmelo devuelto mi núcleo. El proceso fue muy complejo, muy llevado y traído, bastante al margen de lo que yo pienso son los  métodos más adecuados.

Después, el mismo compañero Raúl Castro dice en un discurso que la “corrupción es equivalente a la  contrarrevolución”, casi el título de mi primer artículo;  de esa forma tal vez podría interpretarse que me estaba dando la razón. Indudablemente las personas que tomaron esas decisiones se equivocaron, no lo dirán públicamente nunca,  pero con la almohada si lo admitirán. Yo sé quién fue la persona que se equivocó. Por una cuestión de ética, no de política, me reservo su nombre.

Pese al uso de métodos nada ortodoxos, que me hayan devuelto el carnet significó una victoria del sentido común y un fortalecimiento para el propio trabajo del Partido. La gente me decía que esa batalla que yo había librado no era por mí solo sino por muchos revolucionarios más que tienen que enfrentarse a estas contradicciones. Yo terminé comprendiéndolo así, creo que después de ese problema se abrió un momento relativamente nuevo para todos. Me tocó a mí en suerte vivirlo.

La reversión de todo lo que me estaba ocurriendo pienso que estuvo condicionada porque el momento político comenzaba a ser otro y los discursos de Raúl Castro, nuestro presidente, lo expresaban muy bien. Raúl llamaba a la crítica honesta y revolucionaria. Quien me sancionó no comprendió el contexto en que lo hacía;  en segundo lugar,  porque entonces ya el discurso político tenía suficientes elementos para defenderse en una situación como aquella y finalmente por la propia actitud que yo asumí de luchar por mi militancia, que nadie me había regalado. La suma de estas 3 cosas produjo una circunstancia nueva.

Un coronel me preguntó sobre mí caso para discutirlo en su núcleo y en una fábrica del Cerro también se discutió el asunto; pero en una asamblea del INDER una dirigente de alto nivel, llegó a decir: “ese compañero se equivocó y le pasamos la cuenta”, creo que eso no es manera de referirse a un militante, ni a nadie. Tenemos que exigir constantemente que el Partido sea lo que tiene que ser y que nadie se pueda dar el lujo de ser tan chabacano, tan inhumano y poco político al expresarse de otra persona. Sobre todo en un momento como en el que yo me encontraba.

Vivimos  un momento de nuestro país en que “quien quiera seguir siendo revolucionario debe tener su propia guerra, librar sus  propias  batallas  y aceptar las consecuencias que le vengan encima”. Ahora estamos en un momento mejor que hace 3 años, y el trabajo de ustedes los blogueros nos pone en una mejor situación para que se respeten nuestras opiniones, divergentes o no, y que ese  proceso transcurra por cauces normalmente críticos y democráticos, especialmente dentro del Partido.

¿Qué recomendación tiene para aquellos que atraviesen una situación semejante?

Yo estoy casi seguro, que algo como lo que me ocurrió a mí no se va a repetir, la experiencia fue muy dolorosa. Creo que no se va a repetir el error. Eso es lo que hemos ganado todos de mi caso.

 Diría, que se mantengan firmes en su actitud, existen muchas formas de defender a la Revolución y nadie puede decirte cómo hacerlo si la defiendes a conciencia. Sobre todo, si ya tienes 70 años como yo. Que no dejen de hacer lo que estaban haciendo, participando siempre críticamente, no como un “jarrón de mesa”, críticamente, que es el único punto de vista que puede tener un revolucionario cubano de hoy. Y le repito lo que dije anteriormente, el que quiera seguir siendo revolucionario, en la Cuba de hoy, debe tener su propia guerra, de lo contrario se tiene que quedar debajo de la cama todos los días porque no podrá salir a la calle.

¿Cómo quisiera que lo recordaran?

Como una persona que trató de ser revolucionario por encima de todas las dificultades y las limitaciones que impone la vida, alguien que siempre fue fiel a su origen y a las ideas en las que se  formó. 

Esteban Morales: al filo de la encrucijada (Parte II)

Por: Harold Cárdenas Lema (harold.cardenas@umcc.cu)

¿En qué estado se encuentra el debate racial en Cuba?

A diferencia de lo que ocurría 3 o 4 años atrás, ahora el debate se encuentra en una posición bastante buena, estamos inmersos en debatir y hacer muchas cosas por la lucha contra la discriminación racial. Estos avances son tanto por parte de la Comisión Aponte de la UNEAC, intelectuales individualmente,  como desde una perspectiva más oficial en los debates que están teniendo lugar en las provincias del país y que son muy positivos.

El tema va tomando el espacio que merece en la vida nacional. Aún nos falta mucho pero avanzamos. Se han impartidos cursos sobre el tema. Se hacen jornadas culturales sobre la temática. Se ha establecido  una conexión muy fructífera con los Ministerios de Educación, Educación Superior  y con la Oficina Nacional de Estadísticas. Se ha publicado varios  libros,  artículos y actualmente se imparte un Curso de Universidad para Todos sobre “Presencia de África en la Cultura Cubana”. Se constituyó el ARA (Articulación Regional Afrodescendiente). Está designado un Vicepresidente del Consejo de Estados para atender el tema a nivel nacional y se mantiene muy buena coordinación con la Asamblea Nacional del Poder Popular. Avanzan, por medio de la UNEAC, las coordinaciones en provincia. Se observa que el debate crece y cada vez la participación es mayor. Pronto terminarán las primeras audiencias en provincia sobre el tema y se coordina la realización de una Conferencia Nacional  sobre  “La Impronta de África en la Cultura Cubana”.

¿Qué opinión le merece lo acontecido recientemente con Roberto Zurbano?

Creo que forma parte del propio debate racial, Zurbano tenía todo su derecho a decir lo que dijo  y la manera en que lo hizo, lamentablemente se presentó esa situación con el New York Times en que él discute que le cambiaron el título. A mí personalmente el título no me gustaba pero sí comulgo con las cosas críticas que se decían en el artículo. Yo también las he dicho. El título me parecía inoportuno, por eso escribí que la “Revolución Cubana comenzó en 1959”, creo que el título fue una manipulación y todo parece indicar que él no quería poner ese título. Todo eso ya él lo ha aclarado bastante bien, aunque un poco tarde, me parece.

La vida científica e intelectual tiene determinadas características y cuando se tiene una opinión divergente no hay por qué afectar a  esa persona. No debemos tomarnos las críticas en el debate como una cuestión personal, de lo contrario la intelectualidad no existiría y la política mucho menos.Por otro lado, creo que la Casa de las Américas tenía derecho a adoptar una cierta medida con él. Para reclamar derechos hay que respetar derechos, que también tienen las instituciones, él tenía una responsabilidad  alta ahí y lamentablemente todavía vivimos cierto oficialismo en el cual si tienes una responsabilidad, no eres totalmente independiente. Entre nosotros el off the record no existe. Dicho eso, reafirmo que tenemos que defender a ultranza que la gente tenga derecho a dar su opinión, porque el debate es lo único que nos puede enriquecer. Pero eso siempre es una responsabilidad netamente personal, por la cual hay que asumir las consecuencias que pueda tener.

¿En qué momento se encuentra el proyecto político cubano?

En una encrucijada, la más difícil de la historia de la Revolución, en una intención de cambio que se debe concretar más en cambios reales y aumentar todo lo posible  su velocidad. El proyecto debe romper con todo aquello que pueda frenar la disposición y el interés colectivo de discutir los problemas. La Revolución no le pertenece a nadie en particular, ningún dirigente ni nadie en particular, es de todos los que la hicimos y estamos haciendo, y si nos mantenemos fieles a ella debemos tener derecho a defenderla. Debemos tener la facilidad y la capacidad para esa defensa.

Si se estudian los discursos del compañero Raúl Castro en los últimos años, es fácil deducir que no tenemos mucho tiempo, es limitado y sumamente valioso. Hay que desarrollar cambios de impacto velozmente, es importante que el pueblo sienta que aun cuando haya que ser cuidadosos y serios en ese proceso, los cambios se van a ir produciendo uno detrás de otro. La gente es capaz de  aceptar  más los errores que se cometen  por  andar rápido,  que por dejar de hacer,  o por tibieza, como dicen los militares. En mi opinión las transformaciones no son suficientes, sobre todo en la economía, en la que históricamente hemos sido bastante erráticos; tomamos caminos que luego no obliga  a retroceder. Cada vez que escarbamos en algo, no damos cuenta que las medidas no son suficientes, ejemplo la agricultura. Creo que eso es lo que teme Raúl, él quisiera avanzar con pasos firmes y no retroceder más.

Insisto en que la velocidad debe tratarse de  aumentar, porque la gente espera los cambios con mucha más velocidad y siempre que podamos agilizar ese proceso, debemos hacerlo. La burocracia hace mucho daño, miren las 66  maquinas de riego, esperando porque le pongan precio y los campesinos esperando;  ya llevan 6 mese en esa noria. Miren las empresas que teniendo tierras ociosas no acaban de entregarlas. Esas actitudes para mí  son francamente  contrarrevolucionarias en un momento como este, en que los precios de los productos agropecuarios no bajan. ¿Quién sufre todo eso? Liborio. A ese tipo de gente hay que tomarlas por el cuello, sino queda más remedio.

El hecho de que la gente “espere los cambios” acuña un modelo social de comportamiento y de toma de decisiones bastante vertical. ¿Cómo puede el pueblo ser gestor de los cambios?

Menciono que la gente espera los cambios porque es lo más común aunque no debería ser así, eso forma parte de la vieja mentalidad a superar, las personas deberían producir los cambios e impulsarlos pero para eso hay que incrementar el debate interno sobre este proceso de cambios. Darle más potestad a los que sufren  los problemas en la base, para que actúen con más autoridad, contra esa burocracia que nos frena.En la URSS, esas tierras pasaron a ser propiedad  después, de los mismos que la controlaban. Las retenían para quedarse con ellas. No debemos ser ingenuos pensando que eso aquí no podría pasar.

¿Cuánto considera que hemos avanzado estos últimos años en la lucha contra la corrupción como fenómeno que se manifiesta a todos los niveles de la sociedad?

Hemos presentado batalla en la solución del problema, no creo que hayamos avanzado tanto como debemos. Siempre he dicho que cuando a una persona se le vaya a dar un cargo determinado, debe hacérsele una declaración de sus bienes, y en su responsabilidad debe ser sometida continuamente al escrutinio y la inspección.El dinero corrompe fácilmente, sobre todo en medio de nuestra situación, debe existir  fuerte  observación y control sobre las personas, empresas y organismos  que tienen responsabilidades y manejan recursos. Es una batalla que debemos librar con mucha fuerza y sin contemplaciones, dándole gran participación a las masas organizadas. Tarea muy compleja, que nadie, por mucha autoridad que tenga desde arriba, puede cumplir solo.

Son las masas organizadas, aforadas y  dolientes directas,  las que deben tener en sus manos la tarea fundamental de vigilar cómo se utilizan los recursos que le pertenecen. Porque que yo sepa lo de que el pueblo es el propietario de los bienes no puede ser mero discurso. Entonces, es el pueblo organizado  el que tiene que controlar, fiscalizar y hasta sancionar si es necesario. Yo formaría “grupos anticorrupción” a todos los niveles del país. Con toda la autoridad para actuar. Si se cometen excesos, rectificarlos. Siempre sería menor el daño.

Creo que se le ha declarado la guerra a la corrupción y se han tomado una serie de medidas pero se debe apelar mucho más a la participación popular. Eso no se resuelve llenando papeles solamente  porque es en primer lugar un problema político y debe ser atendido con toda fuerza, sobre todo por el Partido.

Me molestó y preocupó mucho cuando publiqué mi primer artículo sobre la corrupción en  el 2010 y en un análisis conmigo, un cuadro, que no era cualquier cuadro, me dice que yo le estaba haciendo daño a la Revolución porque había sacado a la luz un problema que el Partido quería mantener bajo discreción. Eso me pareció increíble, ¿qué quería decir? ¿Qué el Partido iba a proteger a los corruptos? No podía ser que un funcionario pensara así y terminamos teniendo una  discusión.

¿Qué opinión le merece la blogosfera cubana?

Creo que estamos avanzando, veremos qué pasa ahora con la apertura de Internet pero siempre he pensado que la defensa de la Revolución no puede ser una política dogmática, cerrada, teledirigida o realizada única y exclusivamente por determinadas personas. Esa defensa debe realizarse pluridimensionalmente, lo que le corresponde a todos los que deben participar, y se puede hacer desde muchas aristas, que nadie permita que le digan cómo debe ser esa defensa. Eso es lo único que le da fortaleza a nuestro discurso y nuestras posiciones. El trabajo ideológico no puede ser vertical, y aunque estas existan, debe basarse primordialmente en la horizontalidad.

¿Qué papel le toca a los blogueros en la construcción de una sociedad mejor?

Un papel eminentemente crítico, de asumir nuestras realidades que siempre ameritan ser mejoradas y cambiadas. Que entiendan que siempre vamos a encontrar personas que no estén de acuerdo con lo que estamos diciendo o ven las cosas de otro modo pero debemos defender nuestras posiciones y no dejar que nadie nos haga nuestra historia, debemos hacerla nosotros mismos. Quien te cuenta cómo fue el pasado, controla el presente y el futuro.

La historia de nuestros problemas debemos hacerla nosotros mismos, la actitud crítica hacia nuestros problemas debemos asumirla nosotros mismos porque si no lo hacemos así, ese secretismo se convierte en armas de ataque hacia nosotros.

¿Se siente más identificado con la Cuba de ahora que con la de unos años atrás?

Me siento más identificado en el sentido de que los problemas que veía en la Cuba de años atrás están tratando de ser abordados en la Cuba de hoy;  porque tengo la suficiente edad para conocer todos los errores que hemos cometido y en estos momentos veo bastante voluntad política de asumir las realidades con un sentido crítico de rectificación. Esa va siendo poco a poco la actitud de muchas personas, eso me da esperanza, estos cambios pueden ser mucho más profundos que los anteriores. Ese es el discurso político que hay que defender. Ese es hoy el discurso de la Revolución, aunque algunos se resistan a seguirlo…

Hasta aquí las preguntas más “formales”, quisiéramos terminar con el famoso cuestionario que elaborara Bernard Pívot, a ver si nos muestra algo de quién es Esteban Morales. Estas son las preguntas:

¿Cuál es tu palabra favorita? Crítica

 ¿Cuál es la palabra que menos te gusta? Silencio

¿Qué es lo que te enciende (espiritualmente-emocionalmente)? El dogmatismo y  la ignorancia

¿Qué es lo que te desanima? La indolencia ante lo mal hecho

¿Cuál es el sonido o ruido que más placer te produce? Un niño riendo

¿Cuál es el sonido o ruido que aborreces escuchar? Un niño llorar

Aparte de tu profesión ¿qué otra profesión te hubiese gustado ejercer? Pescador y Músico

¿Qué profesión nunca ejercerías? Médico, me aterran.

Si el Cielo existe…y te encontraras a Dios en la puerta ¿Qué te gustaría que Dios te dijera al llegar? Lo hiciste  bien. Te felicito.

Gracias por todo Esteban.

Cuba
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