Enrique Montesinos – Granma.- Los números reflejan el inocultable descenso. Solamente 0-1-2 medallas y 32 puntos en el XIV Campeonato Mundial Moscú 2013 remontan bien atrás, si de comparaciones se trata con faenas precedentes y el estándar histórico de nuestro atletismo.


Pero tampoco se puede soslayar que el cierre dominical deparó una alentadora carga de entusiasmo de cara el futuro por la manifiesta combatividad y nivel cualitativo de las nuevas hornadas representadas en el salto triple por Pedro Pablo Pichardo.

Además, la colocación en el lugar 14 de la puntuación debe trocarse en incendiaria flama para mejorar el trabajo, porque en definitiva no nos alejamos tanto de nuestro entorno entre los diez primeros —pese a todas las dificultades y carencias—, aparte de que sería superficial el olvido de los más de 180 países dejados atrás, algunos bien pequeños, pero otros grandes y ricos, siempre a la caza de beneficiarse naturalizando a talentos ajenos, inclusive de los nuestros.

Debo precisar que lo trascendente debe ser luchar siempre y superar nuestras previas actuaciones, tanto individuales como del colectivo, más allá de lo que puedan hacer los rivales, algo imposible de impedir en este deporte.

Hablo en primer lugar de puntos, otorgados en orden decreciente del ocho al uno a los finalistas en cada prueba, por ser el medidor elegido por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF, siglas en inglés) para determinar el ordenamiento cualitativo de las representaciones nacionales.

La entidad valora tanto ser finalista que es mínima la diferencia entre un puesto y otro y los ocho reciben estimulación en metálico. Quienes suben al podio en verdad resultan remunerados de manera preferencial, aunque es imposible encontrar una tabla por medallas en los Handbook de los mundiales, el vigente con 800 páginas.

Los medios y otras instancias del deporte sí son dados a privilegiar la excelencia de las medallas por su indiscutible valor, pero en detrimento de otras ubicaciones, unos por tratarse de cálculos más fáciles, otros por conveniencia, o por ambas cosas a la vez.

Abundan ejemplos de que no es lo mismo ni se escribe igual. ¿Acaso Rusia se conformará con aparecer delante de Estados Unidos, siete oros por seis, si sumadas platas y bronces es opacada 17 por 25, aventajada 41 por 57 lugares entre los ocho y la diferencia en esa elite frisa el centenar de puntos, 182 frente a 281?

Retornando a la actuación por debajo del equipo cubano, estoy convencido de que culpables somos muchos (incluida la prensa), cada cual con su cuota más o menos grande, aunque la dirigencia del deporte específico y del sector deportivo en general sea la obligada a tomar medidas.

En primer lugar, con los atletas y entrenadores sin cumplir los planes de entrenamiento, que violan procesos para impresionar en los comienzos de una temporada y caen luego estrepitosamente o, peor todavía, aceleran en los inicios de un ciclo a valores jóvenes susceptibles de ser aniquilados para siempre. Sobran "desapariciones" de medallistas cadetes y juveniles a consecuencia de otras particularidades.

Estos factores también son responsables. No podemos elogiar a deportistas y técnicos que exhibieron buenos rendimientos y decir lo mismo de los rezagados o justificarlos. Restaríamos valor a los primeros y el papel de la crítica oportuna dejaría de ser un arma estimulante para los segundos.

La estrategia de quienes dirigen no se queda atrás. Recién en julio se reiteró la tendencia de relegar la participación (solo nueve atletas) en los Campeonatos Centroamericanos y del Caribe que Cuba ayudó a fundar en 1967 y prestigió hasta fines de los noventa con numerosas y calificadas delegaciones cada dos años. En el propio mes asistimos con apenas siete elementos al Mundial de Cadetes. El año pasado fueron doce los enviados al Mundial Juvenil. Otras lides regionales por edades resultan ignoradas muchas veces.

No es secreto que las capacidades en las escuelas deportivas han experimentado sensibles reducciones y desaparecieron tradicionales centros provinciales especializados, con la consiguiente reducción del potencial de valores a ser captados en todas las áreas para el alto rendimiento. ¿Acaso se pueden recoger muchos frutos con pocas semillas sembradas?

Es difícil. Pero en medio de las innegables dificultades económicas incidentes en la mencionada problemática, el atletismo podría ser mejor protegido (deporte base y de 47 juegos de medallas) sin aumentar el presupuesto asignado.

Y fortalecer todas sus delegaciones, pues no resulta coherente llevar 47 atletas a los dos últimos Juegos Olímpicos para rellenar flaquezas de otros deportes, y solo la mitad a los mundiales y menos de una docena a otras citas indispensables en la cadena del desarrollo.

De manera colectiva debemos enfrentar el reto para venideras contiendas como la siguiente de Beijing 2015, y no conformarnos con metas parciales como la de mejorar la actuación precedente para solo detener el declive, sino proponernos retornar a las etapas de gloria, porque en definitiva no todo está perdido.

Es verdad que Moscú legó también un retroceso en los puestos históricos, pero nada menos que Jamaica, Etiopía y Gran Bretaña nos bajaron del sexto al noveno por más doradas, mientras etíopes y franceses rubricaron el traslado del octavo al décimo escaño por puntos. Mas insisto en no desdeñar los que todavía permanecen detrás y cito solo los cuatro siguientes: Italia (548 puntos), Polonia (524.8), China (508.5) y España (502).

En nuestro país como en ningún otro tenemos condiciones que no poseen la inmensa mayoría, solo hay que optimizarlas. En definitiva la mejoría reportará alegrías y satisfacciones para todo un pueblo que, mediante el Estado, ha puesto y continuará poniendo su granito de arena para lograrlo.

 

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