Rolando Pérez Betancourt - Granma.- Se nos fue a los 64 años de edad el cineasta Daniel Díaz Torres a solo unos meses de haber dado a conocer el que muchos consideran con razón su mejor filme, La película de Ana, ganador del premio de la popularidad en el último Festival del Nuevo Cine Latinoamericano y cinta que le hizo merecer a Laura de la Uz el Coral de actuación femenina en un desempeño memorable.
Conocí a Díaz Torres a principios de los años setenta en una reunión destinada a teorizar sobre cine y lo primero que me llamó la atención de aquel joven fue su vehemencia para discutir a partir de unos conocimientos que, desde muy temprano, él mismo se encargó de ir madurando mediante el estudio y las lecturas y, por supuesto, viendo mucho cine.
Había que verle la pasión para tratar de llegar a las esencias, una característica que nunca lo abandonó ni como crítico de cine ni cuando, ya convertido en cineasta, comprendió que el rumbo del arte demandaba de él abstracciones y sutilezas de diversa índole.
El noticiero ICAIC y el periodismo que durante años allí debió desarrollar al lado del Maestro Santiago Álvarez, fueron decisivos para afilar la mirada crítico-social que luego iba a prevalecer en el cine de ficción de Daniel Díaz Torres, dramas y comedias que captaron las contradicciones más diversas y que con su agudeza y profunda cubanía, quedarán como testigo de una época.
Para Daniel la función crítica del arte siempre estuvo muy clara y siendo un artista revolucionario la defendió hasta las últimas consecuencias, frente a incomprensiones y tropiezos que no faltaron, algo que las futuras generaciones sabrán agradecerle.
No hace mucho coincidimos en un Festival de cine en República Dominicana y compartimos durante una semana la misma habitación del hotel, lo que fue provechoso para, en los ratos libres, pasar revista a su obra. Tenía la cabeza llena de proyectos y oírlo hablar con la misma pasión juvenil de 40 años atrás, era una fiesta en medio de ese optimismo suyo que solo una muerte demasiado presurosa fue capaz de aplacarle.