Nunca será ocioso reiterar que es a partir del tributo a la aprehensión de los más caros Valores desde la Escuela, amén del quehacer virtuoso en la Familia y la Sociedad, la vía por excelencia para edificar la irreversibilidad del Socialismo en nuestro Caimán Verde —al margen que más temprano que tarde sobrepasemos limitaciones y amarguras económicas.
En este ambiente considero que deben insertarse los CDR, con el mismo espíritu con que aquellos casi un millón de personas, congregadas frente al antiguo Palacio Presidencial (hoy Museo de la Revolución), escuchaban al Comandante en Jefe Fidel Castro en la noche del 28 de Septiembre de 1960, ocasión en la que se oyeron varias explosiones y hubo una respuesta inequívoca: entonación de las notas del Himno Nacional, y seguidamente exclamaciones de “¡Viva Cuba!, ¡Viva la Revolución!”.
En la oportunidad, Fidel sentenció:
“Vamos a establecer un sistema de vigilancia colectiva, ¡vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva! […] les implantamos un comité de vigilancia revolucionaria en cada manzana..., para que el pueblo vigile, para que el pueblo observe, y para que vean que cuando la masa del pueblo se organiza, no hay imperialista, ni lacayo de los imperialistas, ni vendido a los imperialistas, ni instrumento de los imperialistas que pueda moverse” —incluyendo varias interrupciones a estas palabras por aplausos de los allí reunidos.
Apenas pasaron unas horas de la noche memorable de aquel 28 de Septiembre, y eran realidad los primeros CDR —organización única en su género en la Historia de Cuba— cuyo bautismo de fuego y, a la vez, servicio muy extraordinario a la Patria radicó en la desarticulación de los elementos contrarrevolucionarios que intentaron convertirse en quinta columna al calor de la invasión por Bahía de Cochinos.
Desde entonces, no ha existido un pasaje significativo en la construcción del Socialismo en la Mayor de las Antillas en que no esté la presencia de esta agrupación de pueblo materializada en calles, cuadras, zonas, municipios, provincias, nación.
Hoy día se cuenta con unos 133 mil CDR que agrupan cerca de ocho millones de cubanos/as mayores de 14 años de edad, sin distinguir sexo, orientación sexual, raza o práctica religiosa; al tiempo que exhibe una participación decisiva en actividades como la campaña de vacunación, la erradicación de vectores que transmiten enfermedades y la recogida de materias primas, así como en la limpieza y embellecimiento de barrios, escuelas y locales sociales —entre otras tareas.
Debo resaltar asimismo la impronta de los Comités de Defensa de la Revolución en los procesos electorales del sistema del Poder Popular, en la Defensa Civil ante la visita de huracanes, en las movilizaciones por el regreso del niño Elián González y en el reclamo por el retorno de Antonio, Fernando, Gerardo, René y Ramón a la Patria agradecida —en parte, está reflejado en Che Guevara, Elián González y Los Cinco.
Agrego que por estas horas ya tuvo lugar el proceso asambleario desarrollado a lo largo y ancho del país para examinar la labor de los CDR de cara a su VIII Congreso, con la premisa de conjugar el quehacer de los jóvenes y los experimentados en los sucesos cederistas; sin despreciar que el combate contra las indisciplinas sociales y las ilegalidades constituyen brújulas en la actividad de la más grande organización de masas en la Isla —complemento de la Actualización en trabajadores/as cubanos/as.
No obstante, pienso que en perspectiva seguirá guiando la canción dedicada a esta agrupación de pueblo, particularmente sus dos primeras estrofas:
“De cara a cara con el porvenir/ qué meta puede hablar/ si no es la meta de vencer o morir.
“En cada cuadra un comité/ en cada barrio revolución/ cuadra por barrio/ barrio por pueblo, país en lucha: Revolución”.
Tal debe ser la altitud de los CDR, hoy día y en el futuro.
