teleSUR.- Teresita Fernández, la pedagoga, trovadora y por más de medio siglo considerada como la más destacada compositora cubana de canciones para niños, falleció en La Habana. La artista tenía 84 años de edad al morir. Se inspiraba en temas del amor, la patria y la naturaleza, y en ocasiones, en la poética latinoamericana, particularmente de José Martí y Gabriela Mistral. La crítica comparó la calidad de su obra situándola en el mismo nivel que el compositor mexicano Francisco Gabilondo Soler ("Cri-crí") y la argentina María Elena Walsh.


Falleció la cantautora cubana Teresita Fernández

Geysell Cisneros Martínez

La Habana, 11 nov (AIN) Este lunes se conoció la noticia del fallecimiento de la cantautora cubana Teresita Fernández, quien se destacó en la creación musical para niños y jóvenes.

La cantora mayor, como era conocida, nació en el 20 de diciembre de 1930 en la ciudad de Santa Clara, y desde los cuatro años de edad cantó en el programa Hora Martha, que dirigía su madre Amparo García, en la emisora radial CMHI.

En 1948 se graduó de maestra en la Escuela Normal de su ciudad natal, y en 1959 obtuvo el título de Doctora en Pedagogía; pero decidió dedicarse de forma íntegra a la trova.

Su repertorio está inspirado en la patria, la naturaleza y en el amor, y se refleja en la musicalización que hizo de obras paradigmáticas de autores como el Héroe Nacional de Cuba José Martí y la poetisa chilena Gabriela Mistral.

Asimismo, reconocidas personalidades del mundo musical cubano como las Hermanas Martí y Ramón Veloz, interpretaron sus canciones.

Las primeras presentaciones de Teresita tuvieron lugar en la sala Arlequín, un pequeño sitio cerca de La Rampa habanera, y en el restaurante Monsigneur. Poco después tuvo un espacio propio en el club Coctel.

Teresita también condujo los programas radiales Musa traviesa y De regreso; y en 1960 incursionó por primera vez en la Televisión, en la inauguración del programa La casita de azúcar.

En 1966 los fundadores de la revista artístico-literaria El Caimán Barbudo la homenajearon en la sala teatro del Museo Nacional de Bellas Artes.

Al terminar su trabajo en la televisión, en 1974, y por iniciativa de Celia Sánchez, se creó La peña de los juglares, en donde la cantautora y algunos de sus amigos más afines, incursionaron en la narración escénica de cuentos.

Desde 1988, Teresita se presentó en diversos escenarios internacionales entre los que destacan la Jornada Dariana en Nicaragua y el II Festival Iberoamericano de Narración Oral y Escénica de Monterrey, en México, en el que obtuvo el Premio Chamán.

Asimismo, fue miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y obtuvo las Distinciones Por la Educación cubana, Por la Cultura nacional, Raúl Gómez García, y la Réplica del Machete de Máximo Gómez, entre otros reconocimientos.

Su cadáver será velado en la funeraria de Calzada y K, en el reparto capitalino de El Vedado.

Murió Teresita Fernández

 

Cubadebate.- Esta mañana se ha conocido la triste noticia del fallecimiento de Teresita Fernández, la más descatada cantautora en la creación musical para niños cubanos de varias generaciones. Su cadáver será velado en la funeraria de Calzada y K, Vedado.

Teresita Fernández García nació el 20 de diciembre de 1930 en Santa Clara, Cuba. Trovadora, narradora y pedagoga, es conocida como la cantora mayor. Muchas de sus composiciones constituyen himnos al amor y a la cubanía. Su formación comienzó en su hogar. Cantaba desde los cuatro años en la emisora radial CMHI de su ciudad natal, en el programa Hora Martha que dirigía su madre Amparo García. Sus creaciones reúnen sonoridades de antiguas baladas y del folclore campesino, entre las que no faltan musicalizaciones de textos de José Martí o Gabriela Mistral. En el panorama de la canción para niños de Latinoamérica, ella completa un triángulo de grandes maestros, cuyos otros vértices son el mexicano Francisco Gabilondo Soler y la argentina María Elena Walsh.

Su obra abarca la canción infantil y un rico repertorio que se inspira en la patria, en la naturaleza, en el amor, y que se apoya en la musicalización de obras paradigmáticas de autores latinoamericanos como las Rondas, de Gabriela Mistral o el Ismaelillo, de José Martí.

Trovadora, narradora y pedagoga cubana, cuyas canciones para niños han permanecido en el gusto musical de los cubanos de varias generaciones. Prefirió la guitarra en lugar del piano. Sus primeras actuaciones tuvieron como marco su tierra natal, cuando cantaba, acompañada de su guitarra, canciones suyas, en fiestas familiares. Su formación se debe considerar autodidacta.

Yo soy una maestra que canta es su biografía escrita por la periodista Alicia Elizundia Ramírez en la que Teresita expresa que a ella le interesaba la poesía tanto como la música y que es la canción la que une a ambas manifestaciones. Para su formación buscó a un trovador para que la instruyera. A los doce años conoció a Benito Vargas, un tabaquero y trovador que por las noches se dedicaba a dar serenatas y que le enseñó los acordes esenciales de la guitarra. Ella misma expresó que su temperamento no le permitía desarrollarse en el piano pues le parecía muy aburrido.

En 1948 se graduó de maestra en la Escuela Normal de Santa Clara en la que también trabajó. Su ingreso en las aulas coincidió con una huelga general realizada en Cuba en 1958 contra el gobierno de Fulgencio Batista. Sus alumnos fueron a la huelga y ella los acompañó en la protesta cívica. Poco después de aquellos sucesos y por la incomprensión de sus intereses artísticos en el medio predominante en Santa Clara, por entonces caracterizado por un pensamiento y una proyección profundamente conservadores, Teresita optó por emigrar hacia la capital cubana. En 1959 obtuvo el título de Doctora en Pedagogía.

En La Habana decidió entregar su vida de forma íntegra al arte de hacer trova, con la misma vocación de aquellos maestros ambulantes de los que hablara José Martí.

Sus primeras canciones datan de la década de los cincuenta entrando a la vida musical cubana de la mano del dúo de las Hermanas Martí, voceras generosas de su arte que llegaron a interpretar su canción Canto a mi bandera, cuyo texto demostraba la sencilla belleza de la poesía trovadoresca:

Como si fueran tan pocas las bellezas de los campos,

me dieron una bandera para aumentar sus encantos,

mariposa contra el viento, tricolor rosa cubana,

al darme a mí esa bandera me encadenaron el alma.

El primer intérprete que asumió en su repertorio una canción de Teresita Fernández fue Ramón Veloz, conocido exponente de la música de origen campesino en Cuba, que interpretó el corte titulado Cubano mira tus palmas.

Teresita empezó a dedicarse de lleno al arte de componer y cantar sus propios temas.

En los años sesenta se iniciaría la popularidad de Teresita Fernández, según expresa en sus Ensayos voluntarios, el destacado intelectual Guillermo Rodríguez Rivera. Se trataba de una popularidad limitada a círculos de conocedores, pues nuestros productores de radio y de televisión fueron tímidos para promover una expresión musical, para ellos poco espectacular.

Las Hermanas Martí, Berta y Cuca, le facilitaron sus primeras presentaciones en la capital de tal modo que el 20 de julio de 1965 la sala Arlequín, uno de los sitios pequeños de La Rampa habanera, donde se presentaban muestras del teatro más exigente de aquella época, abrió sus puertas para el debut de la trovadora villaclareña. Al decir de la propia Teresita, sentados en primera fila tuvo a dos grandes figuras de la música cubana de todos los tiempos: Sindo Garay y Bola de Nieve.

Meses después, Ignacio Villa (Bola de Nieve) demandó la presencia de Teresita Fernández en las noches del afamado restaurante Monsigneur en la esquina de 23 y O en el Vedado, un espacio conocido en esa etapa como chez Bola. Bola propinó el más hermoso piropo a esta trovadora indetenible: “Usted no necesita más adorno que la canción”.

Luego empezó a tener un espacio propio en La Rampa, en el pequeño club Coctel ubicado en 23 y N, un sitio cuyo nombre permanecería asociado para siempre al suyo, aún después de que ella tomara otros rumbos. Al decir de Marta Valdés, allí acudían los jóvenes pues las canciones versaban principalmente sobre la realidad.

Teresita tendió la mano, desde el club Coctel a Silvio Rodríguez, un talentoso joven entonces desconocido. La amistad duradera entre ambos trovadores ha ofrecido frutos en las múltiples ocasiones en que han tenido la oportunidad de coincidir sobre los escenarios.

En 1966 los fundadores de la revista artístico literaria El Caimán Barbudo la abrazaron con su homenaje en la sala teatro del Museo Nacional de Bellas Artes.

Por entonces, los medios de comunicación difundieron un par de composiciones suyas, No puede haber soledad y, sobre todo, Cuando el sol, una suerte de balada pop que en la voz de la vocalista Luisa María Güell captaba la atención de una zona de la audiencia musical cubana.

Teresita condujo los programas radiales Musa traviesa y De regreso. Asimismo, su primera incursión en televisión fue en 1960, al inaugurar el programa La casita de azúcar, junto con los títeres Pitusa y Eusebio, que se transmitió durante buena parte de la década. Entre finales del decenio de los años sesenta y stenta, Cuba se vio inmersa en proyectos económicos como el cordón de La Habana y la zafra de los diez millones, Teresita se unió a José Antonio Méndez y a César Portillo de la Luz, para ser protagonistas de una larga gira nacional, que llegó por igual a los obreros de una mina que al campo abierto.

En 1974, al cesar su trabajo en la televisión, con un grupo de sus amigos más afines y por iniciativa de Celia Sánchez, bajo las yagrumas del Parque Lenin se creó La peña de los juglares. Este espacio, que muchos llamaron «la peña de Teresita», se fundó con la ilusión de dar un sentido muy especial a las mañanas de domingo, con la trovadora como anfitriona. Puede asegurarse en la actualidad que pocas iniciativas han logrado el nivel de convocatoria que ella y sus amigos alcanzaron entre la gente que, desde cualquier punto de Cuba o del resto del mundo, acudía a su llamado cada domingo por espacio de quince años. Entre muchos nombres importantes que desfilaron por la peña, caben mencionarse los de Alicia Alonso, Antonio Gades, Onelio Jorge Cardoso, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Marta Valdés, Francisco Garzón Céspedes, Tania Libertad y Dany Rivera, entre otros.

Este espacio, junto a Francisco Garzón Céspedes, narrador y pedagogo, constituyó un importante aporte a la Narración oral en Cuba con la narración escénica de cuentos, que fue una experiencia oral, comunicadora y escénica, de integración de las artes, que generó otros eventos como La Peña del Brocal, fundada en 1987, en Camagüey.

Desde 1988, Teresita se ha presentado en diversos escenarios internacionales entre los que se destacan sus actuaciones en la Jornada Dariana en Nicaragua y en el II Festival Iberoamericano de Narración Oral y Escénica de Monterrey, México, en el que obtuvo el Premio Chamán.

Así la describe Silvio Rodríguez: Teresita Fernández, ser alucinado que transmite asombro y sabiduría

Vea un fotorreportaje de Kaloian que sintetiza, en imagen, la naturaleza y el carácter de esta gran mujer: No puede haber soledad mientras ella exista

Con Teresita Fernández, vamos todos a cantar

Las letras de Teresita Fernández, cantautora de importantes canciones infantiles, seguirán presentes en el imaginario de miles de cubanos…

Bertha Mojena Milián - Cubahora.- Nunca pude abrazarla personalmente, no toqué sus manos, no besé sus mejillas, no pude mirarle fijamente a sus ojos. Aunque me hubiera gustado hacerlo, no fue necesario nada de eso para conocerla, para admirarla, para quererla, para sentirla cerca.

Tampoco tuve la suerte de ir a muchos de sus espectáculos, o de entrevistarla siendo ya una profesional, pero disfruté cada una de sus melodías y sin pretenderlo, conversé muchas veces con ella, transportada al mundo de ensueños y fantasías al que me trasladaba con cada una de sus letras infantiles.

Eso sí, supe desde pequeña que existía, más allá de sus narraciones melódicas, un enorme ser humano que con cosas muy sencillas nos alegraba la vida, nos enseñaba, nos aconsejaba, nos hacía reír, pensar, volver, recomenzar.

Crecí entonces queriendo tener un gatico como Vinagrito, una jicotea como Chicharrita, amigos como Pitusa y Eusebio, un Conejito Enamorado, un Zunzuncito y hasta un Ratoncito como el del Farol; responsable de traerme los pequeños dientes que perdía apenas iniciando mi vida escolar.

Así también conocí Lo Feo, o lo maravilloso de las cosas aparentemente “feas”, aprendí a buscar el lado lindo de cada reto u obstáculo en la vida, de cada tropiezo que aparecía en el camino. Y sembré flores en palanganas viejas, y guardé cocuyos en botellas para alguien y encontré las formas para dar amor a lo que me rodea, a lo que hago, para dar sentido a la vida.

Muchas veces también quise bañarme bajo la lluvia y ser parte de ese Tin Tin…la lluvia cayó, aprendí bien pronto lo hermoso que es dar la mano y danzar, amar, ser como una sola flor, la de la solidaridad.

Gracias a ella una parte importante de mí nunca ha dejado de ser niña, porque sentí el acogedor y siempre necesario abrazo y la enorme sensibilidad que mi madre y mi abuela transmitían cuando cantaban –al menos lo intentaban- o narraban las historias tantas veces repetidas en sus canciones.

Estoy segura que no ha hecho falta entonces mencionar su nombre, pero lo haré. Teresita Fernández siempre ha sido eterna, y nuestra, y de todos los niños del mundo, pero los niños cubanos hemos sentido una dicha enorme de tenerla.

A partir de hoy seguirá estando en nuestras fiestas de cumpleaños, en nuestras escuelas, en nuestros juegos de barrios, en las historias de abuelas, en los sillones que acogen a los peques para dormir o soñar, en la televisión, en los libros.

Porque también, desde hoy y para siempre, sin que admita a nadie decir que ha muerto, volverá a cantar para todos y nosotros también, junto a ella, vamos todos a cantar.

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