Orfilio Peláez - Granma.- Aunque el Museo Municipal de Mariel lo tenía registrado desde hace años en la lista de sus lugares patrimoniales (pero sin precisar su ubicación exacta), la supuesta presencia de un cementerio chino allí tenía más de leyenda que de realidad, pues no aparecía mencionado en ningún documento referido a la historia de la hoy localidad artemiseña. Solo había trascendido por la tradición oral.


Luego de encontrarse varios indicios acerca de su posible existencia, como lo fue en 1992 el hallazgo de una pieza fundida con caracteres chinos tallados, que al traducirse revelaron que correspondía a la inscripción de una tarja mortuoria, por fin en julio del 2012 integrantes de los grupos espeleológicos Marién y Guamuhaya lograron finalmente localizarlo oculto bajo una espesa vegetación, en la península de Aguada.

De esta forma el mencionado sitio dejó de ser una ficción para despertar el interés de los arqueólogos y demás especialistas vinculados al tema.

Pero una lógica interrogante surgió entre los pobladores cercanos al conocer la noticia: ¿Por qué hubo un cementerio chino en Mariel?

RECUENTO NECESARIO

Como han planteado los historiadores, con la finalidad de suplir la falta de mano de obra provocada por la prohibición del comercio internacional de esclavos, en junio de 1847 llegaron a Cuba los dos primeros embarques de chinos culíes contratados para trabajar en la mayor de las Antillas, convirtiéndonos en el primer destino de la migración de ese país asiático hacia América.

Estos arribaban fundamentalmente por el puerto de La Habana, pero según aparece en una investigación realizada en diciembre del 2012 por el ingeniero Carlos A. Borrego, del Grupo Espeleológico Guamuhaya, y el licenciado Edel Mayol, director del Museo Municipal de Mariel, en 1861 las autoridades coloniales españolas dictaron una disposición sanitaria que obligaba a desviar la llegada de embarcaciones con culíes a bordo en dirección a la bahía de Mariel, donde ya se había construido el Lazareto o Estación de Cuarentena.

Allí permanecían recluidos un tiempo para evaluar su estado de salud y evitar la introducción de enfermedades a la Isla.

Se ha podido documentar hasta el momento casi un centenar de registros de entrada a cuarentena entre 1861 y 1872, lo que supone el arribo de unos 29 mil chinos como mínimo.

Vale apuntar que la reconocida periodista y escritora cubana Marta Rojas en su novela El equipaje amarillo, hace alusión a la llegada de esos inmigrantes por el puerto de Mariel en esa época.

Dada las condiciones de hacinamiento, poca agua y malas condiciones higiénicas en que hacían tan larga travesía desde el sur de China, durante el periodo de aislamiento no pocos culíes morían a causa de diversos padecimientos, fundamentalmente infecciosos, lo cual motivó la habilitación de una zona aledaña al Lazareto para que sirviera de lugar de enterramiento a las víctimas.

Así surgió el ya citado cementerio chino de Mariel, en el que de acuerdo con estimados conservadores fueron sepultados alrededor de 290 culíes.

EXCAVACIONES RECIENTES

Bajo la dirección del arqueólogo y Máster en Ciencias Jorge Garcell Domínguez, de la vicepresidencia de Monumentos del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, del 2 al 14 de diciembre pasado se hicieron excavaciones en diferentes tramos del otrora cementerio, que lamentablemente muestra condiciones de conservación muy deplorables provocadas por el olvido de tantos años.

En ellas intervinieron especialistas del Consejo Nacional de Patrimonio, el Instituto Cubano de Antropología, el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba y la Oficina del Historiador de Camagüey, la Dirección Provincial de Cultura de Artemisa, los Museos Municipales de Mariel y San José de las Lajas, y de los grupos espeleológicos Marién y Guamuhaya, entre otras instituciones.

Precisa Garcell que el propósito de esta primera etapa de trabajo consistió en delimitar los elementos perimetrales del espacio físico de la antigua necrópolis correspondiente al siglo XX, así como a interpretar su uso en la segunda mitad de la anterior centuria.

Uno de los aportes más significativo de la campaña fue el lograr visualizar el espacio funerario en su contexto y composición general, determinado por un área cerrada de unos 350 metros cuadrados, limitada por 15 columnas colocadas en su perímetro.

Igualmente, se identificó la posible zona de entrada o puerta que debió tener una reja de cierre, mientras hacia la orilla del mar apareció un corte tallado en la roca que parece responder a la probable presencia de un antiguo espigón o muelle de madera, lo cual hace pensar en un acceso por mar de los entierros y visitantes.

Hasta el presente, indicó, han sido identificados tres apellidos de origen chino, una de cuyas tumbas hace referencia al sitio del que presumiblemente procedía la familia del difunto.

Los resultados de las investigaciones corroboran que se trata del cementerio chino más antiguo de Cuba y de América, un sitio arqueológico que por sus notables valores patrimoniales e históricos, estamos comprometidos a rescatar y preservar, aseveró Jorge Garcell.

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