Yeilén Delgado - Blog "De lupas y catalejos".- Cuba no necesita de cuadros cuadrados, más bien rectos o circulares, personas dinámicas que comprendan que solo partiendo de la contradicción se genera el desarrollo y que el consenso social se construye día a día, desde la base, con acciones y discursos coherentes.


¿Cuándo y cómo habrá comenzado a llamárseles cuadros a los dirigentes en Cuba? No lo sé, pero definitivamente no me gusta. Algunos podrán decirme que un término más o menos no resulta significativo. Tal vez tengan razón, pero de igual forma me preocupa que tal palabra haya perdido mucho de su contenido positivo para transformarse en sinónimo de funcionario con “camisa de cuadros”, intransigente, que habla demasiado y exhibe patrones de pensamiento rígidos y poco prácticos.

Me consta que no son así todas las personas con responsabilidades políticas o administrativas en Cuba. Sin embargo, alrededor de los cuadros se ha tejido un imaginario sumamente negativo que me preocupa, ¿por qué? Sin dudas, porque se ha cometido el error de colocar en puestos claves a gente extremista y poco preparada. No se puede caer tampoco en la ingenuidad de obviar que fuera de Cuba hay muchos interesados en que el pueblo reniegue de quienes los dirigen.

Para detener la pérdida de credibilidad se precisan acciones concretas, por ejemplo, evitar los discursos trillados, plagados de lugares comunes y lenguaje de barricada.

Hay que desterrar de una vez por todas las justificaciones. Las explicaciones directas, sencillas y claras, por muy duras que resulten, siempre serán mejores que los rodeos. Nos hemos adaptado a temerle a las verdades dolorosas, a evitar decir en público nuestras deficiencias, a estar preocupados siempre por el uso que de las palabras por nosotros dichas puedan hacer los detractores del proceso. Eso, a la larga, nos hace más daño y nada tiene que ver con el momento que vive el país.

El socialismo nuestro, cubano, construido con la sangre, el sudor y las ideas de los mejores cubanos debe ir hacia la horizontalidad y no la verticalidad. Corresponde aprovechar al máximo los espacios de participación política; la inercia y la pasividad no valen. Todos debemos prescindir de las posturas cuadradas – no solamente asumidas por los cuadros- en nuestros espacios de desenvolvimiento.

Cuba no necesita de cuadros cuadrados, más bien rectos o circulares, personas dinámicas que comprendan que solo partiendo de la contradicción se genera el desarrollo y que el consenso social se construye día a día, desde la base, con acciones y discursos coherentes.

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