Michel Hernández - Granma.- El Premio Nacional de Literatura 2013 fue entregado este domingo a la poeta Reina María Rodríguez por el ministro de Cultura Rafael Bernal en la Sala Nicolás Guillen del Complejo Morro Cabaña.


El jurado, presidido por Leonardo Padura e integrado, además, por Domingo Alfonso, Marta Lesmes, Susana Haug Morales y Norberto Codina, después de de valorar las 18 propuestas presentadas, decidió entregar por unanimidad el galardón a la autora de El libro de las clientas porque su poesía ha llenado un espacio imprescindible en la literatura cubana con elevado rigor estético, ético y conceptual y ha mantenido un alto compromiso desde la honestidad con la cultura y la literatura cubanas.

En las palabras de elogio, Marta Lesmes destacó que Reina María ha mostrado una tremenda vocación de búsquedas y renovaciones y se ha convertido en una de las figuras de la literatura cubana de la segunda mitad del siglo XX más estudiadas en los diversos medios académicos.

Agregó que otro de las rasgos distintivos de su creación poética es la sensibilidad, la vastedad, el realismo y una fértil madurez que le ha permitido contar la experiencia real de vivir.

El Premio Nacional de Literatura es la distinción más importante que se concede en el país a autores que hayan enriquecido el legado de la cultura cubana con una obra marcada por su trascencia intelectual.

Conversaciones con Alí Rodríguez. Antes de que se me olvide

Amelia Duarte de la Rosa

Un libro real y verdaderamente excepcional para el análisis de la realidad en Venezuela —tal y como lo catalogara en sus palabras del prólogo el Comandante Hugo Chávez— es Antes de que se me olvide, enjundioso texto que compila entrevistas que le realizara, durante seis años, la periodista cubana Rosa Miriam Elizalde al actual secretario general de UNASUR, Alí Rodríguez Araque.

Una nueva edición del título, bajo el sello de la Editora Política, destacó entre las presentaciones realizadas ayer, en la 23 Feria Internacional del Libro, en la sala José A. Por-tuondo de La Cabaña. A cargo de Julio Chirino, cónsul de Venezuela en nuestro país, la introducción a los lectores cubanos de Antes de que se me olvide contó con la participación de su protagonista y su autora.

Luego de realizar un breve recorrido por sus páginas, en donde aparecen trazos de la vida personal y carrera política del líder del proceso bolivariano, Chirino (quien fuera compañero de Rodríguez Araque en la guerrilla) catalogó el libro de extraordinario aporte y de obligada referencia para el estudio.

"Estoy seguro de que este libro estará en un lugar de honor en la bibliografía del tema petrolero en Venezuela. El currículo de Alí difícilmente sea igualado en nuestro país", afirmó Chirino sobre el otrora Ministro de Relaciones Exteriores, de Energía Eléctrica y Presidente de PDVSA de la República Bolivariana de Venezuela.

Igualmente, Elizalde definió a su entrevistado como "un hombre del Renacimiento" y valoró el testimonio como "una especie de salvavidas para en-tender los procesos que conmocionan a América Latina".

El plato fuerte de la tarde lo protagonizó el propio Alí. En su intervención, el Secretario General de UNASUR, no solo agradeció a la autora y al Comité Organizador de la Feria del Libro por la invitación, sino que disertó sobre la situación actual de su país y la verdadera génesis de estos conflictos protagonizados por la ultraderecha venezolana.

Con una evocación al líder bolivariano, el político explicó que los ataques comenzaron cuando hace 15 años Chávez ganó las elecciones ampliamente. "Chávez venía de los sectores más humildes, fue un líder que unificó la voluntad nacional en grandes objetivos y promovió los mecanismos de integración en América Latina y el Caribe".

"En el mundo se escenifica un conflicto entre los dueños de la tierra y los dueños del capital, esa es la raíz del conflicto en Venezuela, el mayor reservorio de petróleo del mundo.

"Sin embargo, somos una gran nación fragmentada y nos ha faltado visión. Eso ha venido pasando en nuestro continente también. Cuando seamos una nación para sí —dijo aludiendo al concepto hegeliano— cambiará la suerte y podremos decir que reina la paz y la democracia en nuestros pueblos", sentenció.

Rolando Rodríguez y Nersys Felipe, escritores a los que se le dedica esta Feria, dialogaron con Granma

“Cuando regreso a mis obras vuelvo a ser niña”

Para saber de la infancia de Nersys Felipe, escritora pinareña, Premio Nacional de Literatura 2011, basta con asomarse a su obra. Mucho de sí misma hay en la pequeña Maísa, mientras que su sentir recuerda a Crucita, la niña de Román Elé, su segundo trabajo narrativo con el que mereció, como también sucediera con Cuentos de Guane, el premio Casa de las Américas.

Aunque redactaba muy bien desde niña no tuvo la autora entonces la inquietud de escribir. Fue ya con más de 30 años que asumió el compromiso de componer para los niños cinco guiones de radio, el medio donde trabajaba. "Aquella obligación se me fue volviendo gusto, y el gusto creciendo, calando, un gusto responsable, y de ahí vino lo demás".

—Sus libros emanan una inmensa ternura. ¿Cómo lo consigue?

—Lo consigo, creo, porque fui y sigo siendo maestra, madre, abuela, y dadas las tres a la ternura. El quehacer con alumnos, hijos y nietos requiere a veces de una mano firme, pero de una que ceda después del llamado al orden y acabe, dulce y suave, acariciando.

—Conocemos sus poemas, muchos de los cuales han sido musicalizados. ¿Qué encuentra en la narrativa que la prefiere a otros géneros?

—Adapté para la radio cuentos de otros, de los mejores, y de ellos aprendí en mis años de guionista. Contar me gusta, veo lo que cuento, lo oigo, lo huelo, mis personajes me obligan, siento lo que sienten, y con el tiempo, y esforzándome, he llegado a contar bastante bien. Contaré mejor mañana si es que puedo seguir contando.

—Usted ha dicho que equivocarse muchas veces le ha dado el mérito deseado. ¿Qué es para Nersys Felipe el mérito?

—Cuando escribo me equivoco y, salvado mi error, ya sea de fondo o de forma, gana mérito mi página. Trabajo para lograr una obra digna, y el mérito es para mí que mis lectores aprecien lo que hago. Cuando me celebran un libro, me esponjo igual que cuando los maestros celebraban a mis hijos.

—¿Qué experimenta cuando volviendo a sus libros encuentra tantos momentos de su propia vida contados en ellos? ¿Cuál de ellos contiene más pasajes de sus vivencias?

—Por mis años cumplidos, debía ya escribir mis memorias, pero les temo. La mía ha sido una vida de pocos cambios, de conflictos pequeños, una vida chiquita, me entiendes, ¿verdad? Puede que no valga para ser memorada. En cuanto a qué me pasa cuando regreso, por ejemplo, a Cuentos de Guane y a Maísa, mis obras más vivenciales, pues, mira, me pasa que vuelvo a ser niña y para mí reviven los que tanto me quisieron y ya perdí.

¿Qué sentimientos la asisten cuando ve la obra terminada?

—Orgullo por haber sido capaz de escribirla, alegría al saberla, al parecer, bien escrita y pena por nuestra pronta separación. Deberá ser valorada, diseñada, ilustrada. ¿El último sentimiento que me asiste? La imposible pretensión de contarla con música, y al son de mi guitarra, para así no tener que separarnos.

—La adolescencia de Nersys nos llega para la feria de la mano de un libro. ¿Es así?

Sí, es así. Lo editó Vigía, se titula Sole y Darío y él muestra un pedacito intenso y luminoso de mi adolescencia. La recreo con gusto y aparece una bisabuela, su casa, sus gatos, sus amores. Y en su historia, la diáspora: su lejanía, sus nostalgias, su irresuelto no saber, su inacabable esperar. Y después, la muerte, suavizada por un suceder de esperanzada fantasía.

—Veremos pronto un libro suyo sobre José Martí.

— Estará en la Sociedad Cultural José Martí el lunes 17 de este febrero a las diez de la mañana. Es una pequeña novela histórica, de casa adentro, muy habanera. Son siete meses de la vida de un niño llamado, de cariño, Pepe y Pepito, desde su llegada a La Habana, venido de Valencia, y hasta que apaga siete velitas, porque cumple siete años, el 28 de enero de 1859. Ah, y se titula Pepe y la Chata.

—Escribí mi primer guión de radio a los treinta y cinco años y terminé Sole y Darío cumplidos ya los setenta y ocho. Cuarenta y tres años escribiendo para los niños, no la vida entera, pero como si lo fuera. Como consagrarse es estar destinado, dedicarse, aplicarse, y lo mejor, ofrecerse, te doy las gracias por usar ese término para conmigo. Y también se las doy a los niños y a las niñas por aceptar con gusto lo que en mis libros les muestro. Mi consagración me ha enseñado que lo que hacemos por ellos nunca es suficiente, que el tiempo todo del mundo no alcanza para quererlos, hacerlos mejores, saberlos felices y prepararlos para las futuras dificultades y tristezas de la vida.

—La Feria le dedica muchos espacios por ser usted una de las homenajeadas. ¿Qué experimenta ante este homenaje?

—Una apremiante necesidad de agradecer. Un vuelco del corazón ante tal gentil y honroso tributo. Y la decisión de cuidarme, de atender mi salud, para ver si puedo escribir algo más, algo cortico, que me sea llevadero, bueno, eso, algo más.

Rolando Rodríguez y Nersys Felipe, escritores a los que se le dedica esta Feria, dialogaron con Granma

“Solo dejaría de escribir si mi cerebro dejara de funcionar”

Rolando Rodríguez —Premio Nacional de Ciencias Sociales 2007, y de Historia 2008— pudo haber sido, a juzgar por sus estudios y desempeños, muchas cosas. Fue profesor de Filosofía y con toda seguridad hubiera brillado como penalista.

 Las Fuerzas Armadas Revolucionarias tuvieron en cuenta que era abogado de profesión y lo hicieron oficial de justicia del Estado Mayor, donde era juez en tiempo de guerra, lo cual le interesaba mucho pero solo era movilizado de vez en cuando. Sin embargo, el periodo del 30 de la República lo apasionaba permanentemente.

"Conocí a Roa y a otros participantes de la lucha contra Machado. Escribí una novela —República angelical— de carácter histórico con ese tema, cuando pasé a la secretaría del Consejo de Ministros. A Fidel parece que le impresionó. Me llamó y me dijo que mi primer deber con la Revolución era escribir. Así que me dediqué definitivamente al ensayo histórico. En fin, puedo decir que amé todo cuanto hice y lo traté de hacer lo mejor que pude. Hasta que finalmente me decidieron por la historia.

Su fascinación por la Historia lleva la huella de una profesora "patriota" que le dio clases en la Enseñanza Primaria. ¿Qué cualidades esenciales cree debe tener un profesional que la imparta?

—Cierto que María Oti, mi vieja maestra de Santa Clara, daba unas bellas clases sobre la beligerancia de los patriotas. Estoy seguro de que ella era descendiente de mambises. Hablaba con una seguridad de sus proezas que me fascinaba. La historia hay que contarla con sangre en las venas, carne sobre los músculos y llenarla de vida. Hay que decir que hubo héroes y traidores. No se puede contar una historia sin contradicciones, las hubo entre Gómez y Maceo y entre Martí y Maceo, ¿por qué ocultarlas? Eran leones y los leones no acarician, tiran zarpazos. La historia de los soles sin manchas no existe.

—¿Cree en la consabida clasificación de los buenos y los malos?

—Por supuesto que no. Pero hay buenos y malos. ¿Qué era Martí? ¿Qué era Weyler? Pero si le pasamos la mano al resto de la historia, vamos a hallar a los que tuvieron virtudes y cometieron errores. Los autonomistas tuvieron errores de raíz. Los reformistas tuvieron equivocaciones imperdonables. Pero no dejaron de amar a Cuba.

—Es evidente que de todos los periodos de la Historia de Cuba lo seduce más el de la seudorrepública...

—Cierto. De Estrada Palma a Batista. Por haberlas conocido menos, ahora se me han convertido en una obsesión. De todos modos, Mella y Guiteras me parecen personajes que merecen ser escarbados una y otra vez. Aparte de a veces criticarlos, por dejarse matar. No tenían derecho a morir. Sobre todo al saber que Fidel le dijo a Chávez: "Hugo, no te dejes matar". Y eso lo dijo el hombre que se quedó solo frente a los muros del Moncada, que en la Sierra estaba en primera línea, que lo han tratado de asesinar más de 600 veces y ahí está todavía vivito y coleando, como el padre de todos los cubanos, velando por todos.—Numerosos héroes de la patria desfilan por sus libros. ¿Cuál es el que mayor admiración le despierta?

—Sin dudas José Martí. Pero sin dejar de un lado a Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo, Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras.—Haber tenido de cerca a personalidades como Fidel Castro y Raúl Roa han dejado rastros profundos en su vida. ¿Qué le deja la amistad de Roa? ¿Cómo incide en su trabajo diario la que ha sostenido con Fidel?

—Roa fue mi amigo del alma. Nunca he terminado de llorarlo. Se fue demasiado rápido. Todavía le faltaron cosas por contarme. De Fidel no puedo decir otra cosa, que gracias a él me hice un defensor acérrimo de la patria, que desde que supe que él fue el jefe del ataque al Moncada me volví su más fiel seguidor y nunca le he fallado a su confianza. Por cuenta de sus decisiones escribo.

—Los libros de su autoría son 13, mientras en otros 6 ha colaborado. ¿Cree que al hacerlo ha cumplido bien su primer deber con la Revolución, tal como le pidió el Comandante en Jefe?

—A Fidel le debo mucho más de unos cuantos libros. Por eso, he preparado a compañeros que continúen mi labor. Ahora saldrán los tres tomos sobre Machado y La revolución que no se fue a bolina, sobre el gobierno de Grau y Guiteras. En parte es cumplir con Fidel.

—Ha amado por igual desempeños como impartir clases, dirigir el Instituto Cubano del Libro y escribir. ¿Cuál es la divisa para triunfar en todos los frentes?

—Amo escribir más que otra cosa. Ahora solo dejaría de escribir si mi cerebro dejara de funcionar. La divisa sería: trabajar muy duro, todos los días y a toda hora. 

Totalmente, mi madre me enseñó a amar a Cuba de una manera apasionada, frenética, a idolatrarla como si fuera a ella misma. Cada vez que le hablaba de los pobres me decía que la culpa era de la injusticia social que había en Cuba. Me enseñó a darle un plato de comida a un mendigo. Se lo agradezco en el alma. Lástima que era tarde cuando me di cuenta de que gracias a ella era comunista.

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