Noel Manzanares Blanco – Cubainformación.- Con mucho interés leí Juventud cubana: ¿apolítica o defraudada?, firmado por Yohan González Duany, y Maikel, el (a) político, a cargo de Yoerky Sánchez Cuéllar. El primero, es columnista de Cubainformacion.tv; el segundo, escribe para Juventud Rebelde y es el Director de la revista Alma Máter.
El ¿punto de fricción? entre los jóvenes de marras, fue colocado por Yoerky, quien formula preguntas para la meditación:
“¿Por qué muchachos como Maikel prefieren mantenerse al margen, bajo una ilusión de progreso alejada del compromiso? ¿Qué les hace desdeñar la búsqueda de un mejor país desde el aporte propio? ¿Realmente su apoliticismo es neutral? ¿No causa daños o ventajas para terceros?”.
Acto seguido, acota Sánchez Cuéllar:
“Cuando un cubano asume posturas nihilistas y rechaza cualquier alusión a temas de la convivencia y el desarrollo sociales, abre el camino a quienes intentan desarticular las bases de nuestro sistema. Aprovechándose de esas actitudes, algunos intereses foráneos prueban fuerza y disparan sus dardos”.
En otro párrafo, cita al escritor y dramaturgo alemán Bertolt Brecht: «El peor analfabeto es el analfabeto político. Él no oye, no habla, no participa. (...) Es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales» (sic).
Por los años que quien escribe estas líneas ha vivido y por la oportunidad que he tenido de profundizar en la Política como ciencia y palpar la dinámica de la Revolución Cubana desde escenarios vinculados directamente a ese asunto, acredito que Yoerky se hace acompañar por razón. Si no, busque usted el porqué Norteamérica y la Unión Europea invierten sumas de dinero significativas para separar a las nuevas generaciones de la lucha de clases en aras de un Poder para garantizar el progreso de la grandes mayorías.
Otro tema es el que coloca Yohan, independientemente que en sus consideraciones a propósito de Maikel, el (a) político se apura en confesar “estar en divergencia con la gran mayoría de sus reflexiones” y realiza una sentencia desajustada a lo redactado por Yoerky —según mi ángulo de mira: dice que “da, como causa única del mismo, a los esfuerzos de 'quienes intentan desarticular las bases de nuestro sistema'” —aspecto que, para la ocasión, encuentro secundario.
Soy de la opinión que a González Duany le conduce un atinado raciocinio cuando escribe que “yo no creo que existan jóvenes apolíticos en Cuba, sino que sencillamente existen jóvenes que se encuentran (encontramos) defraudados por la manera en la que se hace la política en Cuba. A veces, tanto dirigentes o funcionarios, a la hora de encontrar una explicación a los problemas, apuestan por recurrir a la condición de plaza sitiada a la que se enfrenta Cuba sin preguntarse siquiera si acaso ellos no tendrán algo de culpa en lo que ocurre”.
Yohan deja de exhibir el mismo tino cuando expresa con carencia de relatividad: “Nuestros mayores, en este caso los dirigentes tanto del Partido [Comunista de Cuba] o del Gobierno, apuestan por seguir creyendo que podrán saber lo que piensan los jóvenes cubanos solo por lo que escuchan en los congresos o por lo que leen en relatorías de asambleas o reuniones” —ver concepto de Revolución formulado por el compañero Fidel.
Sucede otro aspecto, cuando él indica seguidamente: “Algunos cuestionan la juventud y la 'inmadurez' de sus ideas, olvidando que una vez ellos también fueron jóvenes […]”. “Por su parte peor es el panorama para las organizaciones que tienen la función de ser representantes de todo el universo juvenil (UJC, FEU, FEEM). Sus dirigentes son electos sin siquiera ser realmente conocidos por las bases, por lo que ninguno es reconocido como un líder verdadero […]”.
No obstante, pienso que el principal mensaje que aparece en Juventud cubana: ¿apolítica o defraudada? se halla en lo que continúa:
“Los jóvenes necesitan creer en sus políticos, no ver en ellos unos autómatas vestidos en guayaberas o en coloridos pulloveres que dictan discursos y llaman a resistir, aguantar o esforzarse sin siquiera tener la capacidad de confraternizar con las nuevas generaciones, escuchar cómo pensamos e impulsar nuestra participación tanto en la concepción como en la toma real de las generaciones. Cuánto me gustaría ver a un ministro o un 'cuadro' partidista sentado en el Parque G escuchando lo que los jóvenes piensan, preguntándoles cómo se vive siendo joven en Cuba o escuchando cada una de las fórmulas personales para resolver los problemas de la economía o de la política”.
En este contexto, a mi vente llegó el Caso La Joven Cuba, quince meses atrás, ante el cual hice saber que personalmente doy crédito a la pujanza de la Juventud en todas las épocas; al tiempo que recordaba que cuando me encontraba en los años equivalentes a ese período del desenvolvimiento humano, no fueron pocos los sinsabores que tuve que enfrentar por mi rebeldía ante lo que consideraba incorrecto —con su inseparable cuota de ímpetu más-menos realzado. A la vez, encuentro muchísima valía en el hecho que en Cuba convivan las diferencias juveniles como las antes descriptas.
Entonces, sin margen a duda razono que pueden/deben asumirse como complementos los puntos de vistas de jóvenes ¿contrapuestos? como Yoerky Sánchez Cuéllar y Yohan González Duany. Es una suerte de S. O. S. para el bienestar del Socialismo en la Mayor de las Antillas.
