Granma - Foto archivo Granma.- En horas de la mañana de ayer 18 de marzo, falleció víctima de un cuadro respiratorio infeccioso, el General de División Enrique Carreras Rolás. Nace el 25 de noviembre de 1922, en Matanzas, de una familia de procedencia militar. 


En el año 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, siendo estudiante de bachillerato es llamado a ingresar al Servicio Militar de Emergencia, como soldado. Ingresó al Ejército Constitucional y es seleccionado para el curso de cadetes de aviación, graduándose en el año 1944, como piloto aviador, comenzando a realizar vuelos a diferentes países de la región en el año 1946.

Estando en la Fuerza Aérea en el año 1952, lo sorprende el cuartelazo de Batista. Pasó cursos de aviación en los Estados Unidos entre 1953 y 1955. En el año 1957 hace contacto con el Movimiento 26 de julio, comenzando sus actividades conspirativas contra la dictadura.

Participó con el Movimiento 26 de julio en la conspiración para el alzamiento del 5 de septiembre, negándose a bombardear el Puerto Naval de Cienfuegos, acción por la que es juzgado y condenado a 6 años de prisión en Isla de Pinos hasta el triunfo de la Revolución que es liberado.

En el propio año 1959 se incorpora a las Fuerzas Armadas Revolucionarias como piloto con el grado de Capitán, organizando por Orden del Comandante Juan Almeida Bosque, un escuadrón de Persecución y Combate en las bases aéreas de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños, participando activamente en la lucha contra ataques de la aviación y lanchas piratas, así como en la intercepción de aviones que abastecían a los bandidos en el Escambray.

El 15 de abril de 1961 participó en la defensa de la Base Aérea de San Antonio de los Baños y en la cobertura al entierro de las víctimas de los criminales bombardeos por la aviación mercenaria.

Participó activamente en los combates contra la invasión de Playa Girón, derribando dos aviones bombarderos B-26 y bombardeando dos barcos enemigos: el Río Escondido y el Houston.

Desde el triunfo revolucionario trabajó incansablemente en el fortalecimiento de lacapacidad defensiva del país y en la formación de las nuevas generaciones de pilotos.
En su vida profesional ocupó diferentes responsabilidades, tales como Instructor de Vuelo, Director de la Escuela de Aviación, Jefe de la Sección de Aviación de la Defensa Antiaérea y Fuerza Aérea Revolucionaria, Director del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba y Jefe del Regimiento Aéreo Especial.

Fue Agregado Militar, Naval y Aéreo en Portugal, Perú y México.

Cumplió misión internacionalista en la República Popular de Angola.

En el año 1994 es ascendido a General de División.

Es fundador del Partido Comunista de Cuba.

Por su meritoria trayectoria revolucionaria y los servicios prestados a la Patria, recibió numerosas condecoraciones otorgadas por el Consejo de Estado, el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y países hermanos; entre las que se destacan: el Título Honorífico de Héroe de la República de Cuba, las órdenes Playa Girón, Por el servicio a la Patria de tercer y segundo grado, y las medallas Combatiente de la Lucha clandestina, Combatiente Internacionalista de segunda clase, Servicio Ejemplar en las FAR, así como el título de Piloto Honoris Causa otorgado por los gobiernos de México y Perú.

La vida y obra del compañero General de División Enrique Carreras Rolás, constituye ejemplo de modestia, honestidad, entrega sin límites a su profesión, a las FAR y a la Revolución, a la que unió lealtad infinita al Comandante en Jefe y al General de Ejército Raúl Castro.

Su cadáver se encuentra expuesto desde el día de ayer a las 5:00 p.m. en el tercer piso de la funeraria de Calzada y K, desde donde será trasladado hoy 19 de marzo, a las 11:00 a.m. en ceremonia militar, hacia el panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en la Necrópolis de Colón.

Ofician honores fúnebres al maestro de pilotos Enrique Carreras Rolás

AIN.- Enrique Carreras Rolás, General de División y uno de los más destacados fundadores de la Fuerza Aérea Revolucionaria, Héroe de Playa Girón y maestro incansable de decenas de valientes pilotos -como lo calificó el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz durante su distinción como Héroe de la República de Cuba-, fue despedido hoy en el Panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

El también Héroe de la República de Cuba y Miembro del Buró Político del Partido, el General de Cuerpo de Ejército Abelardo Colomé Ibarra, presidió la Ceremonia de Honores Fúnebres a la que asistieron, además, otros miembros del Buró Político, el Gobierno, el Partido Comunista, Jefes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior, e integrantes de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC).

En palabras de despedida, el General de División Samuel Rodiles Planas, miembro del Comité Central del Partido y Presidente de la ACRC, recordó su trayectoria revolucionaria para derrocar la tiranía de Batista y su inagotable labor de salvaguardar los cielos nacionales, donde se destacan las acciones durante los combates de Playa Girón y otros ataques de aviación y lanchas piratas.

Rodiles Planas insistió además que la honestidad, nobleza y modestia, así como la consagración y disciplina del General de División Enrique Carreras Rolás, perdurarán eternamente y continuarán de referente para las presentes y futuras generaciones de revolucionarios.

Carreras ocupó durante su vida profesional distintas labores como Instructor de Vuelo, Director de la Escuela de Aviación, Jefe de la Sección de Aviación de la Defensa Antiaérea y Fuerza Aérea Revolucionaria, Director del instituto de Aeronáutica Civil de Cuba y Jefe del Regimiento Aéreo Especial. Los gobiernos de México y Perú le concedieron el Título de Piloto Honoris Causa.

Ofrendas florales en nombre del líder histórico de la Revolución Fidel Castro, y del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, figuraron en el Panteón donde reposa el cuerpo el Maestro de Pilotos.

Llevo sobre mis hombros el mismo peso que llevan todos los revolucionarios

Como homenaje sencillo al hombre humilde que siempre fue, Granma reproduce fragmentos de la entrevista al General de División Enrique Carreras Rolás que hiciera el periodista Luis Báez para el libro Secretos de Generales, y que fuera publicada en este diario el 21 de octubre del 2006 bajo el título de Bueno... estamos cumpliendo.

Luis Báez - Granma.- Antes de conocerle personalmente, le admiraba. Después de tratarlo, le admiro mucho más. En él hallé un extraordinario ser humano. A un hombre de valor y modestia ilimitados. Estoy hablando del General de División Enrique Carreras Rolás. Siempre recuerda con amor las fantasías que formaron parte indeleble de sus sueños e inquietudes de joven. Años después, ya piloto militar, en él influirían otros factores que le sirvieron de acicate y estímulo en grado tal, como para resistir las atracciones voluptuosas de su medio y preferir el sacrificio sin gloria. Sobre su pecho brillan numerosas condecoraciones en las que sobresale la de Héroe de la República de Cuba y la Orden Playa Girón. A sus 83 años sigue siendo un enamorado de la aviación. Visita las bases. Conversa con los pilotos y como ya no puede volar, se dedica a leer todo lo relacionado con las nuevas técnicas aéreas. Padre de siete hijos, con doce nietos y cuatro biznietos, aún conserva su afición por la música cubana y mexicana. La entrevista se realizó en su pequeño despacho en el quinto piso del Ministerio de las Fuerzas Armadas. Nos reunimos en dos ocasiones. Me relató la historia de su vida. ¡Qué vida más hermosa! No incluí en el diálogo cuestiones relacionadas con sus primeros años como piloto, su actitud ante los sucesos del 5 de Septiembre, en Cienfuegos, la prisión en Isla de Pinos, aspectos de su participación en Girón, sus vuelos en MIG, su papel como internacionalista. Todo está recogido en un amplio relato escrito por él en forma de libro y que lleva de título: “Por el dominio del aire”. Traté de buscar en su personalidad detalles poco conocidos. Me respondió todo cuanto le pregunté. Al terminar la conversación, le manifesté que como muchos otros cubanos que habían combatido en Girón tenía una deuda con él, pues probablemente estaba vivo debido a su actitud, a su valor. Le pedí que me permitiera darle las gracias aunque fuera con 34 años de retraso. Carreras sonrió. Con esa sencillez que tienen los grandes hombres, me recordó una frase martiana: Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.

—¿Cuándo empezó a atraerle la aviación?

—Desde muy pequeño. No se me ha olvidado cómo me llamaban la atención los hidroaviones que acuatizaban cerca de la bahía matancera. También atraía mi curiosidad cualquier avión que sobrevolaba la ciudad. (...)

—¿Cómo lo logró?
—Mediante el Servicio Militar de Emergencia (SME). Ya en el ejército, aspiré a una plaza de Cadete de Aviación. Pasé todas las pruebas que me hicieron. Fui uno de los cincuenta aceptados de los quinientos que se presentaron. Eso fue a fines de 1942. Terminé los estudios el 25 de marzo de 1944. Había logrado mi sueño.

(…)

—¿Dónde lo sorprendió el ataque al cuartel Moncada?

—En Montgomery, Alabama, pasando un curso para oficiales superiores y primeros oficiales en la Air University.
Un día se me acercó un oficial norteamericano con un periódico de la ciudad, que traía un titular sobre el ataque al cuartel Moncada. Más abajo decía que estaba liderado por el doctor Fidel Castro.
En esos momentos vino a mi mente el nombre de Fidel al recordar que era el estudiante que en el año 1946, había sido acusado de participar en los sucesos del Bogotazo, en Colombia.

(...)

—¿En qué momento el Movimiento 26 de Julio hizo contacto con usted?

—A mediados del año 1957, por conducto del teniente Álvaro Prendes Quintana. Solicitaron mi colaboración para cuando se llevara a cabo una acción. Expresé mi conformidad.

Después supe que la acción estaba relacionada con un plan para derrocar a la dictadura, el 5 de septiembre, en el que participarían oficiales de la Marina de Guerra y militares pertenecientes a otros cuerpos. Por esos hechos fui detenido y condenado. Estuve en prisión hasta el 1ro. de Enero de 1959 en que triunfa la Revolución.

(...)

—¿Recuerda su primer encuentro con Fidel?

—A mediados de 1959, en una visita que él hiciera a la jefatura de la Fuerza Aérea del Ejército Rebelde en Ciudad Libertad. También estaba el Comandante de la Revolución Juan Almeida, quien había sido nombrado jefe de ese cuerpo.
Fidel nos reunió a los pilotos que habíamos estado presos. Miró para mí y me dijo: “Carreras, tú eres el más viejo, el de más experiencia; la tarea que te voy a dar es la de preparar a los futuros pilotos que necesitamos para defender la Revolución desde el aire. Sabemos que tarde o temprano nos van a atacar”.

Le respondí que estaba en la mejor disposición, pero que era necesario irnos de Ciudad Libertad. Días después, Almeida me dio la orden de recoger todos los aparatos que estaban en Libertad y llevármelos para San Antonio de los Baños. Ahí comenzamos a dar las primeras clases. En medio de las dificultades y con grandes esfuerzos, se forjaron esos primeros pilotos que pasaron a integrar la primera unidad combativa de nuestra Fuerza Aérea. Muchos de ellos serían después jefes de escuadrillas, de escuadrones e inclusive de bases aéreas.

(...)

—¿Con cuántos pilotos contaban?

—Las FAR contaban con diez pilotos de combate, pero solo tres éramos experimentados.
Los demás tenían pocas horas de vuelo en los diez aviones dados de alta, por el tesón de los técnicos y mecánicos, que hacían adaptaciones para que volaran aquellos vetustos equipos, prácticamente a riesgo de los tripulantes.

—En los momentos en que se está produciendo el desembarco de Girón, ¿habló con Fidel?

—Sí. Eso ocurrió en la madrugada del 17 de abril. A las 04:45 Fidel llamó a la base y pidió que me pusiera al teléfono. Me recogieron en un jeep.

Al llegar a la Torre de Control tomé el auricular y respondí: “A sus órdenes, Comandante en Jefe”.

—Fidel, ¿qué le dijo?

—“Carreras, en Playa Girón se está llevando a cabo un desembarco. Despeguen y lleguen allí antes del amanecer. Húndanme los barcos que transportan las tropas y no me los dejen ir. ¿Entendido?”.

“A sus órdenes, Jefe”, respondí esperando ansioso unos segundos. “¿Eso es todo?”.

A mi requerimiento agregó: “¡Patria o Muerte!”.
“¡Venceremos!”, contesté lleno de entusiasmo.

—¿Qué sintió en esos momentos?

—¡Imagínate! Yo era un simple capitán y de repente estaba recibiendo las órdenes directamente del Comandante en Jefe.
Para mí, no en aquel momento, hoy en día si me vuelve a llamar, me siento profundamente emocionado.
Me habló con una firmeza, un entusiasmo, que me dejó estremecido por dentro y realmente me inyectó más valor para cumplir la misión que me había encomendado porque, de verdad, nuestros aviones estaban destartalados.

—Al comenzar las hostilidades, ¿cómo estaba la correlación de fuerzas?

—Cuatro días antes del inicio de la agresión, la correlación con el enemigo era aproximadamente a su favor 5-1 en el caso de los aviones, y 12-1 en el de los pilotos.

—¿Cuántas misiones realizaron?

—En menos de setenta y dos horas, diez pilotos con ocho desvencijados aviones, realizamos setenta misiones.

—¿Cuántos aviones derribaron?

—Nueve bombarderos B-26. Hundimos dos barcos de transporte de tropas, tres barcazas LCT de transporte de tanques y cinco barcazas de desembarco.

(...)

—Durante la Crisis de Octubre, ¿qué misión le asignaron?

—Representé a la aviación ante el Jefe de Operaciones de las Fuerzas Armadas, capitán Flavio Bravo, en el puesto de mando del Comandante en Jefe. Algunos años después, viajé a Vietnam en medio de la guerra al frente de una comisión de la DAAFAR (defensa antiaérea).

También he sido diplomático al representar a Cuba como agregado militar, naval y aéreo en Perú, Portugal y México.

(...)

—¿Cuándo realizó su último vuelo?

—En febrero o marzo de 1988. No recuerdo bien la fecha.

—¿Cómo reaccionó cuando la comisión médica le informó de la decisión?

—Realmente la comisión médica no fue quien me lo comunicó. Ellos sabían que iba a rechazar la decisión por el cariño, el amor, el olor a kerosén de los aviones. Volar era una necesidad para mi vida. Lo que hicieron fue informarle al mando superior. El mando superior fue el que me dijo que ya era hora que dejara de volar.

—¿De qué manera se lo comunicaron?

—En una recepción que se estaba celebrando en la embajada de la Unión Soviética se me acercó el General de División Senén Casas y me planteó la situación.
Me habló de que no cometiera el error de seguir volando. Que si me pasaba algo la responsabilidad no era mía, sino del Ministro de las Fuerzas Armadas, Raúl Castro. Cuando me dijo eso, le respondí que si le estaba creando problemas al Ministro dejaba de volar inmediatamente. Días después hablé con Raúl y le comuniqué mi decisión.

—Ya que ha mencionado a Raúl, ¿nárreme cómo lo conoció?

—Por intermedio del capitán Arturo Lince, quien estaba recibiendo entrenamiento como piloto y había estado con Raúl en el II Frente. Ahí nació una entrañable amistad que se mantiene hasta el día de hoy.
Raúl visitó mi casa, conoció a mi familia, a mis hijos, a mi suegro. Por primera vez había visitado mi casa un jefe de ese nivel, de esa historia.
Me sentía como el hombre que había recibido un gran premio al tener en el seno de su hogar a un revolucionario de la estatura del Ministro de las Fuerzas Armadas. Me sentí muy orgulloso. Fueron momentos inolvidables.

(…)

—¿Qué significa para usted ser Héroe de la República de Cuba?

—Es la máxima responsabilidad que puede tener un revolucionario. Jamás pensé llegar a ostentar ese gran honor que me ha conferido la Revolución. Me siento con una gran responsabilidad ante mi pueblo y ojalá la vida se me alargue un poquito para poder ayudar más. Me siento muy orgulloso de poder llevar esa estrella en mi pecho.

—¿Pensó alguna vez llegar a General?

—Nunca. Mi aspiración, te voy a decir la verdad, era llegar al grado de capitán. Para mí, todos los ascensos que me han dado han sido sorpresivos. En el acto de ascenso en que me hicieron General de División —19 de marzo de 1994—, invitaron a toda mi familia, a mis compañeros. Cuando vi a Raúl poniéndome por un lado los grados y por el otro a Almeida, me vino a la mente cuando conocí a aquellos jóvenes que acababan de bajar de la Sierra. Sentí una profunda emoción.

Algunos me han preguntado si no me pesan mucho las estrellas. Les he respondido que el peso que llevo sobre mis hombros es el mismo peso que llevan todos los revolucionarios.

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