Eduardo Paret, Ariel Pestano y Frederich Cepeda durante el Clásico Mundial de béisbol, 2009.

Favio Guerra - Cuba Contemporánea.- La contratación del pelotero Frederich Cepeda por un equipo de la liga profesional japonesa, marca un antes y un después en la historia del deporte cubano.


Y no porque el jugador espirituano sea el primero en gozar de uno de los beneficios más notorios de la nueva política de remuneración a los atletas, aprobada en septiembre del pasado año. Más bien, porque se trata del primer vínculo contractual de un deportista residente en la Isla que rebasa la cifra millonaria, algo que hasta el momento solo habían logrado aquellos que decidieron un día romper sus lazos con el movimiento deportivo cubano y establecerse en otras latitudes.

Sin dudas, uno de los objetivos fundamentales de la nueva política es frenar, en la medida de lo posible, el creciente éxodo de atletas hacia el exterior. Desde que a finales de la década de 1980 el lanzador René Arocha decidiera abandonar la selección nacional durante un periplo por Estados Unidos, el capítulo de la fuga de talentos fue creciendo exponencialmente, hasta dispararse en los momentos más agudos de la crisis económica que estremeció a la sociedad cubana después del derrumbe del llamado campo socialista.

Lentamente los años de mayores penurias quedaron atrás, pero el éxodo ha seguido fluyendo, en parte por la implementación y defensa a ultranza de un sistema deportivo de completo carácter amateur, y también por el nivel económico que “acariciaron” algunos de los que decidieron reorientar sus carreras en el profesionalismo y se convirtieron en referentes del éxito que podían alcanzar los atletas cubanos en el jugoso negocio del deporte rentado.

Hoy abundan los nombres, sobre todo de peloteros, que de una forma u otra salieron del país con sus sueños a cuesta y se han convertido en estrellas del béisbol de las Grandes Ligas estadounidenses, sin dudas la meca de este deporte. Alexei Ramírez, Dayán Viciedo, Kendry Morales o Aroldis Chapman son algunos ejemplos. 

Más recientemente fueron Yasiel Puig y José Dariel Abreu -el primero convirtiéndose en la gran revelación de la pasada temporada y el otro en el agente libre internacional mejor pagado hasta el momento-, quienes marcaron una pauta que han seguido o intentan seguir otros.

Aun cuando ahora son notables los incrementos en el nivel de ingresos económicos de los atletas establecidos en la nueva política, estos no se acercan, ni por asomo, a las desbordantes cifras que se mueven en el deporte profesional a nivel mundial.

Así, la apertura a las contrataciones internacionales con un favorable reparto de ganancia para el atleta con respecto al ente estatal -de 80 y 20%, respectivamente- que funciona como su representante, abrió el abanico de posibilidades.

La anterior división, que dejaba a lo sumo un 30% del monto a disposición del atleta, había generado descontento entre los deportistas, y hasta se llegó a decir que fue uno de los motivos fundamentales del “desencuentro” entre el ex campeón olímpico Dayron Robles y la Federación Cubana de atletismo, aún sin solución a la vista.

Además, su inclusión en la normativa pretende a todas luces funcionar como un elemento de persuasión para que los atletas no tengan necesariamente que romper vínculos con el sistema, como lo exigen las Grandes Ligas por los términos recogidos en la leyes que sostienen el bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba hace más de cinco décadas.

Pero como casi todas las medidas asumidas por el gobierno cubano en pos de la actualización del modelo económico, la nueva política necesita más tiempo de lo que muchos deseaban para comenzar a mostrar sus primeros frutos.

Lento y al seguro

Reconfigurar el sistema deportivo que imperó desde el triunfo de Revolución, basado en un amateurismo en el alto rendimiento ya inexistente en nuestros días, no es cuestión de decretos. Desde el anuncio de la nueva política de remuneración a los atletas hasta su implementación han transcurrido varios meses llenos de incertidumbres e inconformidades.

El eje principal, el pago anunciado a los atletas -incluido el estreno con los peloteros que animaron la más reciente Serie Nacional-, se dilató más de lo previsto, y solo en el mes en curso comenzaron a saldarse, con carácter retroactivo, las deudas contraídas.

La inexistencia de una norma jurídica que sostuviera todo el entramado de categorizaciones y pagos, que definiera legalmente la condición de atleta de alto rendimiento con sus derechos y obligaciones, además de su vínculo contractual con las diferentes federaciones nacionales, se convirtió en el principal obstáculo en el camino.

Sin ello era imposible reordenar e institucionalizar el deporte cubano hacia lo interno, y potenciar contactos con toda la legalidad que exigen las relaciones con el exterior.

Salvados los inconvenientes con las Resoluciones 24 y 25 dictadas por el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) a finales del pasado mes de marzo, la maquinaria económica del deporte cubano comenzó a moverse, aunque aun con un ritmo muy discreto.

Antes, a manera de experimento, se habían dado los primeros pasos con un acuerdo de cooperación establecido con el equipo Piratas de Campeche, perteneciente a la Liga Mexicana de Béisbol (LMB). Fruto de ese intercambio, durante el pasado verano el pelotero granmense Alfredo Despaigne se convirtió en el primer deportista en activo que recibió la autorización de vincularse, bajo contrato profesional, con una liga foránea.

Sus pasos fueron seguidos por el también granmense Yordanis Samón y el pinero Michel Enríquez, aunque por diversas causas, ninguno de los dos pudo cumplimentar todo su contrato. 

La experiencia se extendió luego con el villaclareño Ariel Pestano como entrenador-jugador de una sucursal de los Piratas, que son ahora dirigidos por el estratega pinareño Jorge Fuentes.

Hasta hace muy poco era la franquicia mexicana la única que se había comprometido a cumplir los estrictos requisitos exigidos por la parte cubana: la protección suficiente para que los jugadores no se conviertan en mercancía, la necesidad de retorno para intervenir con sus respectivos equipos en la Serie Nacional, y que el acuerdo incluyera otras aristas de intercambio para las partes, sobre todo la cubana, ávida de posibilidades de desarrollo a mediano y corto plazo.

Poco tiempo atrás se dio un nuevo paso en otra dirección con la llegada a un equipo de la liga italiana del tunero Joan Carlos Pedroso y el cienfueguero Norberto González, que si bien militaron en la selección nacional durante algún tiempo, ya no eran de interés para sus respectivas provincias de cara a la Serie nacional.

Por ahora, son esas la contadas experiencias y se desconoce a ciencia cierta hacia dónde y cuándo pudieran multiplicarse. No es un secreto que en sus resultados descansa la oportunidad de expansión, aunque es de esperar que, a tenor con los intereses insoslayables que priman en la nueva política, se trate a partir de ahora de un proceso extremadamente controlado y que cada propuesta será valorada puntualmente, analizada con lupa pudiera decirse, para recibir luz verde.

Discreción e interés

Cada una de las contrataciones de atletas cubanos en el exterior acordadas hasta el momento, ha estado envuelta en un velo de secretismo hasta que el silencio ha sido insostenible.

Cada una de ellas ha sido develada públicamente más allá de la Isla y, en el mejor de los casos, luego confirmada por los medios de comunicación locales en escuetas notas, escasas de detalles.

Por ejemplo, en el caso de Cepeda solo se dio a conocer que el acuerdo es por lo que resta de la temporada japonesa. Algunos medios digitales fuera de Cuba fijan el pacto entre 1,5 y dos millones de dólares -lo que le convierte en el primer atleta residente en el país con un contrato millonario-, pero son cifras no oficiales.

En el caso de Despaigne, los entendidos calculan -a partir de la media que se paga en la liga mexicana- que haya podido ganar sobre los diez mil dólares mensuales durante su estancia en tierras aztecas. Pero se trata también de una especulación. De Pestano, Joan Carlos o Norberto se desconocen los detalles y el alcance de las transacciones.

Pero si en lo relacionado con los peloteros la prensa cubana ha podido reflejar los esperados movimientos, todo lo contrario sucede en el tema del voleibol, uno de los deportes más golpeado por el éxodo de jugadores hacia otras latitudes.

Nada se ha dicho, al menos públicamente, del reciente acuerdo al que llegaron las federaciones nacionales de México y Cuba para la incorporación de una docena de jugadores de la Mayor de las Antillas en la incipiente liga azteca.

Según refleja una información aparecida a principios de este mes en el sitio web oficial de la organización mexicana, “por lo menos 12 jugadores cubanos se incorporarán la próxima temporada a equipos de la rama varonil de la Liga Mexicana de Voleibol, que arrancará a finales de este 2014”.

Este acuerdo, suscrito por Jesús Perales Navarro y Ariel Sáenz, presidentes de las federaciones de México y Cuba, entrará en vigor con el comienzo de la segunda edición de la Liga Mexicana de Voleibol de Sala, que durará tres meses y concluirá en 2015. 

La parte mexicana se hará cargo del traslado de los cubanos, de su estancia en el país, alimentación y seguridad. Y aunque tampoco se reveló el monto que recibirán los jugadores incluidos en el proyecto por concepto de salario, quedó claro que su distribución “no se hará dependiendo de cuánto les puedan dar los clubes a ellos, sino por la calidad de refuerzos que necesitan de forma homogénea”, para así garantizar la competitividad del torneo.

Además de todas las condiciones que establece por la política recién asumida, la parte cubana solicitó a la federación local facilidades para realizar en marzo del próximo año un campamento de preparación de un mes en cualquier estado de la nación, un detalle que pudiera resultar primordial a la hora de concretar futuros acuerdos, sobre todo relacionados con deportes colectivos.

No es un secreto que, además de aliviar la presión con la apertura de posibilidades a los atletas para mejorar sus actuales condiciones de vida, el movimiento deportivo cubano necesita ampliar sus horizontes de crecimiento, muy deprimidos con las escasas posibilidades de fogueo internacional por falta de recursos económicos.

De ahí que se haya aventurado en variantes como la inserción de varios judocas en el pasado campeonato brasileño de clubes -otro paso muy poco publicitado- o el radical cambio de postura con respecto al boxeo rentado con la incursión en la presente Serie Mundial, un torneo semi profesional auspiciado por la federación internacional que, además de premiar en metálico a los atletas por cada combate ganado, permite a los pugilistas de la Isla mantenerse peleando al máximo nivel durante casi todo el año.

Sin dudas, a pesar del desacelerado ritmo de ejecución, todas estas nuevas experiencias son señales inequívocas de que en el deporte cubano comienzan a emerger novedosos conceptos, más acordes con las realidades actuales.

Cualquier predicción sobre alcances y repercusiones resultaría una aventura arriesgada, pero esperanzados y escépticos coinciden plenamente en que mantener la inercia vista durante muchísimo tiempo conduciría al deporte cubano a tocar un fondo cada vez más cercano. Y al menos, de momento, ya parece que camina.

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