Marianela González - Cuba Contemporánea.- Haber contribuido a borrar del mapa esta imagen es una de las razones por las que Ariagna Fajardo permanece en San Pablo de Yao, a 900 km de La Habana. En ese valle, a la sombra de la Televisión Serrana, nació, estudió para ser maestra, enseñó durante un par de años y se hizo realizadora audiovisual. Hoy es una de las más reconocidas documentalistas cubanas, cuya sensibilidad para la entrevista y colocación orgánica dentro de la historia que narra han convertido su obra en un cine de culto, una marca autoral como pocas en la Isla. 


“Aprenda el uso del video”, decía la convocatoria en 2006. Ariagna aprendió, y junto a Yudenis Santiesteban, Alexander Oliva, Eric Caraballoso y Yurisel Castillo filmó Hombres de camino, poética aproximación a una brigada de reparación de vías en la Sierra. 

Luego vendrían Burlar el silencio y La vuelta, el trabajo que consagra a la joven documentalista en la revelación de realidades impensadas fuera de ese territorio: es como ver otro país, dije casi a coro con la gente en el Chaplin en la Muestra de 2009, ante aquella comunidad que vive de la fabricación artesanal de ladrillos de barro. Aquella experiencia de recepción me vacunó ante A dónde vamos, que cuestionaba las razones del despoblamiento de la Sierra. 

Pero me sacudió La casita

La casita

Las niñas de esta segunda foto vivían con su padre en un espacio de extrema pobreza. Como los primeros pobladores en la Isla, quizá por aquellas mismas orillas de río y mar, se alimentaban de lo que el hombre era capaz de pescar. Dependían de la lluvia que hiciera crecer el cauce, la misma lluvia que se escurría luego por el techo de guano y dejaba en puro fango el “vara en tierra”. 

También sacudió a las autoridades de la provincia.

Tras ver el documental, y a partir de la polémica que suscitó entre quienes asistieron a sus proyecciones fuera de Yao, el entonces primer secretario del Partido en Granma, Lázaro Expósito, visitó la familia, tomó con ellos un café colado en tela. La cineasta recibiría luego la llamada del padre de aquellas niñas: “¡el baño nuevo va a ser enchapado, Ariagna…!”, le agradecía.

Ariagna Fajardo ha participado en festivales y espacios de formación cinematográfica dentro y fuera de Cuba, y su obra se reconoce, cada vez más, como un cine que se desplaza ya de la etiqueta del “cine joven” y se instala en los predios del cine cubano, a secas. Con 28 años y la historia de La casita entre sus más íntimas bendiciones, vive, ama a su pareja y cría su perra en su propio espacio de San Pablo de Yao. 

No tiene ninguna razón para irse.

Y contrario a lo que podría parecer, no se encierra en ese espacio de realización personal y artística, sino que, desde él, aporta a una nueva construcción del propio espacio que hizo visible esa realización: la Muestra Joven, de cuya primera experiencia de dirección colectiva ha aceptado formar parte. 

Conversamos por primera vez en el Centro Fresa y Chocolate. Transcribo un par de semanas después, y la música de fondo, los Billboard Hot 2014, abre una brecha tan grande entre la franca timidez con que Ariagna asume la entrevista y la anacrónica sonoridad del Centro en plena Muestra, que hace mucho más coherente su decisión y me invita a replantearme ahora la pregunta que no le hice: de La Habana, ¿qué filmaría?, ¿cómo la ve? 

Sospecho que no lo sabremos nunca. 

Hablemos de tus inicios en TV Serrana: de maestra a realizadora audiovisual, ¿cómo se produjo ese tránsito? 

-Cuando se fundó la TV Serrana en Yao yo tenía unos nueve años. Mi primera relación con ellos fue ver las películas que hacían, disfrutaba ver a mis vecinos y a mi familia en la pantalla. Luego intenté acercarme a los talleres que ofrecían. 

La primera vez que me vi con una cámara en la mano sentí como si se abriera una nueva puerta para mí. Quizá no lo entendí mucho o no supe exactamente hacia dónde esa puerta podría conducirme, pero sí vi claramente que la atravesaría varias veces. Yo quería hacer lo que esos realizadores hacían. 

¿Cómo te recuerdas del lado de los espectadores? En los inicios, ¿se cuestionaban el modo en que los realizadores situaban sus historias en pantalla? 

-No recuerdo haber cuestionado mucho… recuerdo que me apasionaba ver los materiales. Tampoco tenía una formación para eso. Simplemente me gustaba hacer lo que todavía hoy hace la gente en Yao: verse, aun cuando la formación en la población es diferente. 

¿Estabas estudiando o ya trabajando cuando empezaste en los cursos de realización? 

-Ambas. Estaba en el cuarto año de la carrera y al mismo tiempo enseñaba en la escuela primaria de Yao. Me gustaba dar clases, trabajar con los niños, pero la posibilidad de convertirme en realizadora fue una pasión superior, sentía que necesitaba aprender otras cosas, aprender cómo mirar mi propia realidad de otra manera. 

Dejé la universidad, dejé el trabajo y empecé a estudiar para las pruebas del ISA. Perdí dos años en ese tránsito porque las leyes de entonces no te permitían hacer dos carreras. Para mí, no obstante, fue un proceso interesante y muy útil. Yo no tenía una formación en historia del arte, literatura, música, danza… nada de eso. Fue duro, y a veces físicamente doloroso. La presión que yo misma me puse para estudiar era tan grande que a veces sentía que me dolían hasta los huesos. 

Hice las pruebas, aprobé, y luego de un año en la filial del ISA en Holguín, comencé a trabajar en Televisión Serrana. Trabajaba y estudiaba a la vez. 

Los procesos de trabajo en TV Serrana tienen mucho de pedagógico. ¿Cómo hacen, no obstante, para encontrar siempre temas nuevos en un espacio físico tan reducido? ¿Te sirve a ti tu experiencia como maestra en ese sentido? 

-Hace unos días, en el Bisiesto, un artículo hablaba de Televisión Serrana. El periodista se refería a que nosotros habíamos encontrado un “parque temático”. Eso me pareció ofensivo, en realidad… No es difícil para nosotros encontrar historias en ese espacio, como no es difícil encontrarlas en cualquier lugar: cada persona es diferente y tiene una historia distinta que contar. Y además, la vida te cambia constantemente: hoy eres una persona, pero dentro de un mes, eres esa persona con una experiencia de más, ya sea feliz o dolorosa, y cambias de percepción. 

La realidad está siempre en movimiento. 

Los documentales que he hecho no han sido nunca porque me llegó una historia espectacular… Han sido porque he tenido una relación con la persona que cuenta la historia o porque me ha surgido un cuestionamiento preciso sobre un tema. 

Esa formación que tuviste en el ISA, recuperando quizá el tiempo en que no recibiste formación en arte y literatura, ¿cambió tu percepción en relación con la realidad en que vives? 

-No… no exactamente. 

[Pausa]

Creo que cambió mi posición en esa realidad. 

Hasta ese momento, lo que estaba, simplemente estaba; no lo veía ni bien ni mal. Pero esa puerta de la que te hablaba conduce a un lugar que todavía no he encontrado, y el camino está lleno de preguntas y aprendizajes y descubrimientos… Así veo ahora mi comunidad. 

En ese sentido, ahora intento… no, no lo intento, me cuestiono o trato de entenderlo todo. Quizá lo que ha cambiado es que puedo establecer una pequeñita distancia para abstraerme y mirar esas historias desde otro punto de vista. Cambiaron mi actitud y mi rol. 

El documental La Vuelta es un ejemplo claro de esa posición… Como directora estás mostrando una realidad sin cuestionarla; pero quien ve el trabajo ya terminado no puede dejar de notar que es una realidad muy singular y propia de esa comunidad, un modo de vida casi íntimo al que te dejaron entrar. Es un documental donde la entrevista es fundamental y cada uno de los testimonios es muy espontáneo; lograr eso no es fácil con personas que no están acostumbradas a las cámaras… 

-Yo no conocía a esas personas porque esa comunidad está alejada de Yao. La Vuelta es uno de los documentales que más me ha apasionado hacer porque le dediqué mucho tiempo de investigación. No se trataba de una persona, sino de toda una comunidad donde el hecho de que uno sea artista no hace a uno más importante que el que hace ladrillos. Fue un proceso complejo lograr que ellos vieran la importancia de que nos dejaran entrar y que ajustaran un poco sus tiempos a nuestras necesidades. Implicó también días enteros de preparación: hicimos muestras de nuestros documentales para ellos, conversamos mucho sobre lo que es y lo que hace Televisión Serrana, etc. Fuimos a conocer a cada uno, a la casa de cada uno. Hoy son como mi familia.

Cuando un documental como ese se muestra en La Habana, la gente suele sentir y expresar que es como si estuviera viendo otro país. ¿Cómo ves tú esa recepción? 

-Es curioso… 

A Televisión Serrana suelen llegar visitantes de Cuba y también de otros países. Casi siempre, cuando va alguien de La Habana, se sorprende más que los propios extranjeros al encontrar aquella realidad de la Sierra. Se deslumbran los propios cubanos con más facilidad. 

Quizá tenga que ver con que esa realidad no se muestre muy frecuentemente en la televisión y que no haya un flujo de turismo nacional de un lado a otro del país. 

¿Dirías que alguno de tus trabajos es una denuncia?

-No sé…Más que denuncia o crítica, intento un punto de vista sobre un tema en específico. De La Vuelta, por ejemplo, me gustó que todos, consciente o inconscientemente, tenían un concepto sobre la vida y el trabajo que los marcaba por generaciones. Una señora, en una de las entrevistas, dice: “aquí nadie es vago, todos hacen algo”. Y es cierto: el trabajo es el punto que los unía a todos, lo mismo a niños que a ancianos; todos tenían un rol. 

Entonces, lo que me interesa es la idea detrás de todo eso: ¿qué mueve a una persona y, en este caso, a una comunidad? También ocurre en A dónde vamos, que sí es un poco más crítico: se trata igualmente de hacer ver la idea que los conecta. Son personas que siempre han luchado por vivir en ese territorio y que hoy no ven un futuro posible que no sea renunciando al modo en que eligieron vivir. Más que denunciar que se están perdiendo las cosechas de mango, lo importante es lo que esa pérdida significa. 

¿Sientes que alguna vez tu trabajo cambia algo?

-Tras A dónde vamos, por ejemplo, la realidad cambió porque luego vino un congreso de los campesinos y porque, claro, el país ha ido moviéndose hacia cambios en el sector agrario. Pero fíjate, sí siento que con el documental cambió la percepción de las personas de la comunidad en torno al proceso que los estaba afectando. Era un problema que había estado presente durante años y todos lo sabían, pero el hecho de que se sentaran a hablar sobre eso y a intercambiar ideas para el documental, hizo que se replantearan el propio problema. 

En varias cruzadas audiovisuales por la Sierra también hemos conseguido que el gobierno se implique en las historias que contamos. 

¿Los efectos del trabajo de ustedes cambian cuando cambia la gestión del gobierno en la provincia? ¿Han sentido eso?

-Notablemente. 

De cualquier modo, desde el punto de vista del público, todos están siempre pendientes del trabajo que hacen: en la Muestra, en los fondos de ayuda, etc. ¿Percibes (o no) que ese tipo de trabajo que haces, “exótico” en esos espacios, tiene ventajas justamente por ese carácter? 

-No sabría decirte… ni lo he pensado. 

¿Te parece que puede suceder? 

-Podría ser, si tienes esa percepción. Pero intento trascender en cada trabajo aquello de lo pintoresco o lo bonito que pueda ser el paisaje, y centrarme en las historias… si estuviéramos hablando en términos fotográficos, me quedo en el plano detalle. Quiero que cuando se vea el documental, la gente no vea un paisaje exótico sino una historia que le conecte. Pero sí, puede ser que en algún caso ocurra. 

En Cuba hay un debate en torno al cine que se produce fuera del ICAIC, y eso es algo que Televisión Serrana viene haciendo desde hace muchos años. ¿Cómo definirías el sistema de producción y gestión de ustedes? 

-Pertenecemos al ICRT. Esa institución financia, pone los salarios, etc. Estamos organizados a partir del presupuesto que no es solo para la realización de documentales, sino también para el trabajo comunitario: proyección de muestras y trabajos de formación, etc. Somos promotores del arte en la Sierra, y no solo del cine. 

En uno de los debates ocurridos en esta Muestra, el tema de base era la función del ICAIC como instituto rector del cine en el país. Frente a un debate como ese, ¿cómo ves tú el futuro del modelo TV Serrana? ¿Tienen ustedes, respecto al ICRT, los mismos desafíos que el resto de los cineastas con respecto al ICAIC? 

-Creo que la Televisión Serrana ha sido privilegiada desde su fundación. El ICRT pone un presupuesto para que trabajemos en nuestras comunidades y para hacer nuestras propias películas, pero tenemos mucha independencia. Nosotros producimos alrededor de 11 o 12 documentales al año, junto a otro número de reportajes; pero no se nos impone una cifra ni una mirada específica. Es nuestra decisión. 

Somos también los encargados de mover luego esos materiales, lo mismo en la Sierra que hacia La Habana. Tenemos mucha autonomía dentro de la estructura del ICRT, a diferencia de los telecentros. Somos privilegiados. 

Creo que es ese sistema el que ha hecho posible que la Televisión Serrana se haya mantenido por tantos años en el espacio en que está. 

En ese debate que mencionas, yo escuchaba muy atenta las opiniones en torno a las productoras, y pensaba: si tuviésemos que autofinanciarnos, ¿podríamos sostener ese proyecto tal cual es? 

Aquí en La Habana, para esas productoras y esos jóvenes cineastas, es una posibilidad realmente deslumbrante la que se les abre; pero en mi entorno no habría mucha gente interesada ni en capacidad de producir películas. Para nosotros, puntualmente, es una suerte funcionar del modo en que lo hacemos. 

En Latinoamérica se han creado proyectos parecidos al nuestro, y se ha intentado que funcionen como cooperativas. Pero al final han fracasado, mueren absorbidos por las industrias privadas. Para que un proyecto como Televisión Serrana funcione, el Estado tiene que implicarse. 

Te he visto muy atenta a esos debates en torno a un nuevo marco legal para el cine en Cuba. ¿Cómo lo percibes? 

-Lo más importante es que podría ser legal, finalmente, algo que se hace desde hace mucho y de muy diversas maneras. Sería legal que accedamos a fondos, que filmáramos donde necesitemos. Pasaríamos a una normalidad, como en todos los países del mundo. 

Este año has sido parte de la dirección colectiva de la Muestra. ¿Cómo llegaste a ese grupo, cómo fue el proceso de elección y cómo ha sido la experiencia? 

-Ha habido una mayor implicación de los jóvenes en esta Muestra, una necesidad de participación mucho más evidente. Es lindo eso de que se quiera hacer por los demás. 
Y un grupo de nosotros estaba dispuesto a entregar un poquito de nuestro tiempo al espacio que tanto nos ha dado. Para los que vivimos en provincia, la Muestra es mucho más importante porque es la posibilidad de venir una vez al año, de enseñar nuestro trabajo, de conocer gente, de ver qué hacen los demás, de vincularse con los debates, etc. 

Hace dos años, la salida de Fernando Pérez desató una polémica entre los jóvenes de la Muestra, y de alguna forma, fue el catalizador de esa participación que se ha visto en las ediciones siguientes. De ahí que sea una Muestra dirigida por los jóvenes… 

-No es exactamente así: no es una Muestra dirigida por los jóvenes, sino que los jóvenes estamos colaborando más estrechamente con los que dirigen.

Para que un proyecto como la Muestra siga vivo, tiene que ser justo como ha sido: cambiante, dinámico, con altas y bajas, siempre en movimiento.

A la luz de esa colaboración, y dos años más tarde, ¿cómo ves aquella decisión de Fernando? 

-Su decisión pudo ser personal o no, no lo sé. 

Sí sé del impacto que eso causó. Había en él una gran confianza porque es el cineasta que admiramos, la persona que nos esperaba a que llegásemos de provincia con nuestras maletas en el hombro para recibirnos y decirnos qué pensaba de nuestra película, para darnos su percepción sobre detalles de cada una de las historias. Es esa persona, y hubiésemos preferido tenerlo siempre. 

Pero para que un proyecto como la Muestra siga vivo, tiene que ser justo como ha sido: cambiante, dinámico, con altas y bajas, siempre en movimiento. Fíjate que ese momento implicó mucho más a los jóvenes en tomar las riendas y organizarse, queriendo construir ellos mismos ese maravilloso espacio de creación y formación que había conseguido armar Fernando. 

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