José Luis Estrada Betancourt - Cuba Contemporánea.- La apasionante vida de Raúl Sendic, un hombre de “colosal estatura política e intelectual”, es el proyecto que ocupa en estos momentos a Daniel Chavarría, Premio Nacional de Literatura, a pesar de que, según ha confesado el popular escritor uruguayo radicado en Cuba, cuando oyó hablar sobre él a fines de los ´60, en el tiempo en que colaboraba con guerrillas colombianas, era un comunista del que se habría burlado.


Y es que su afiliación al Partido Comunista uruguayo la determinó, confiesa, su lectura de la obra Víctor Hugo y el amor que le despertó una francesa, cuya “cintura flexible, piernas de campeonato y paso inolvidable” lo apasionaron a la edad de 19 años.

Chavarría ha contado que fue en 1987 cuando pudo aquilatar la grandeza de Sendic. “Ese año regresé a Cuba de un rápido viaje al Uruguay, tras 24 años ausente del Río de la Plata, con una docena de libros escritos por autores de indudable autoridad documentaria y ética. Desde entonces veneré al Bebe Sendic, como al héroe nacional que es hoy; pero cuando ya me acerco a los 80, veo con tristeza que ni siquiera en Cuba se lo conoce bien”.

Esa resultó la razón que lo decidió a difundir “su vida pasmosa para presentarlo a un gran público latinoamericano que simpatiza y apoya las causas justas, aunque jamás lea ensayos ni literatura política. Pero muchos consumen narrativa de ficción, por llegar más rápido y con menos trabajo al corazón que la verdad científica; como llega una cápsula de glucosa a la sangre, antes que una cucharada de azúcar. Quiero movilizar la emoción, pero no sólo de mis compatriotas que ya conocen y se han emocionado lo suficiente con el gran líder. Me dirijo también a las mayorías que al menos lo respetan por sus hormonas o por su inteligencia justiciera. En cuanto a los muchos que todavía lo odian, no son enanitos de este cuento.

“Sin falsear los hechos, apelaré a esa licencia permitida al autor de biografías para insertar diálogos o pensamientos que no existieron como tales, pero corresponden por su tipicidad, a los esperados de ciertos personajes en situaciones concretas.

“Considero una injusticia que ya casi a un cuarto de siglo de su muerte, el Sendic profundo, dual, visionario político, originalísimo y osado en el pensamiento y el combate, sea todavía un desconocido fuera del Uruguay”, anunció recientemente quien no acostumbra a andar por el mundo mirando con indiferencia por encima del hombro, al saberse el único autor de América Latina que ha conseguido el codiciado Edgard Allan Poe de novela policíaca.

Y es que Chavarría jamás formará parte del grupo de escritores a quienes se les suben los humos por los premios, quizá porque sus libros casi siempre están entre los preferidos por los lectores y jurados de Cuba y el extranjero, como ha sucedido con Adiós muchachos, El ojo de Cibeles, Joy, El rojo en la pluma del loro, Viudas de sangre, Príapos...

Daniel, tiene fama de ser muy estricto a la hora de escribir sus novelas realistas. ¿Cierto?

-No me aventuro ni me permito inventar nada. Cuando escribo lo hago en serio. Mis novelas tienen lugar dentro de un contexto veraz, con personajes que corresponden y actúan de acuerdo con esa época. Puedo decirte, para que tengas una idea, que para La sexta isla, por ejemplo, hice un estudio muy serio de vocabulario y de la sintaxis cervantina; hasta construí un diccionario propio, con entradas distintas para llegar rápidamente a encontrar el término que necesito. En verdad soy muy estricto con esas cosas.

La novela histórica sobre Sendic no será la única con un alto contenido político, pues ya antes nos había entregado Una pica en Flandes...

-Una pica en Flandes fue un experimento, aunque no acostumbro a hacer literatura experimental. Está redactada en términos bastante convencionales, pero con una estructura un poco rara. Se cuenta las vidas divertidas y muy conflictivas de tres personajes con sus parejas. Esta es una novela de alto contenido político, pero sin “teque”. Apelo al recurso de la emoción, provocando que se enamoren de los protagonistas o, al menos, participen activamente de sus peripecias. Después, uno puede, de una manera subrepticia, introducir un mensaje ideológico.

El estar en contacto con mis fantasías y mis personajes me ayuda a vivir y no pienso retirarme mientras me funcionen los dedos y la cabeza.

Lo que sí tengo muy claro es que la literatura moderna exige conflictos, claroscuros, personajes interesantes, no esquemáticos. Y eso es lo que he buscado en Una pica... En ella aparece una organización que por azar adquiere una fabulosa fortuna, y decide dedicarla a una obra humanitaria. Por ello, necesita hallar jóvenes muy inteligentes, moralmente impecables y de confianza para manejar el capital...

Cuentan que Viudas de sangre se la regaló su mujer. ¿Por qué?

-Esa es otra novela extraña. A mi mujer, quien nunca antes había tenido esa experiencia, se le ocurrió ambientarla en su infancia y en su familia, la cual procede de la Ciénaga de Zapata. Al no tener oficio literario -es muy calificada culturalmente-, escribió unas ciento y tantas cuartillas y me pidió que las revisara, a ver si se publicaban. Descubrí que era altamente interesante, mas debía perfeccionarse. Se lo expresé y me dijo: “Tómala y haz lo que quieras”. Y yo, como siempre, la compliqué.

Se convirtió en un libro de 850 páginas, lleno de prostitutas, rufianes cubanos y venidos de todo el mundo a la Ciénaga de Zapata. Volví a hacer lo que muchas veces: una novela cosmopolita, con estructura río, una línea que ocurre en un lugar y tiempo completamente diferentes de la segunda y la tercera línea, y luego confluyen para un final común. En verdad, Viudas... (Premio Alejo Carpentier 2004) es muy audaz, porque en ella se mezclan gente procedente de la Rusia zarista, muy viejos, por cierto, con truhanes locales y otros que vienen de Irlanda, Estados Unidos, campesinos de la zona... Hay situaciones muy originales.

Hablando de novelas, algunos clasifican a Príapos como una obra menor...

-Príapos es un divertimento más que otra cosa, aunque no deja de ser, a mi juicio, un estudio de la sociedad cubana. La historia que allí cuento constituye el pretexto para adentrarme en un tema como las curiosas relaciones que se dan en nuestro país, donde a veces la ética y la moral del barrio prevalece sobre la revolucionaria. Yo he sido testigo de ello. En Cuba es muy común “tirarle un cabo” a los socios, aunque sepamos que no es correcto. Esas son las cosas de la tolerancia cubana.

Soy un hombre absolutamente atrincherado con las ideas de la Revolución cubana, pero jamás se me ocurriría hacer una novela que ensalce sus logros académicos, docentes, sanitarios..., porque no funciona.

Entonces, la trama habla, esencialmente, sobre la ética revolucionaria, la patología social y las contradicciones de los seres humanos, aunque sin caer en el teque ni en el panfleto, porque no olvides que si la literatura se convierte en proclama o en ensayo, pierde calidad estética. Soy un hombre absolutamente atrincherado con las ideas de la Revolución cubana, pero jamás se me ocurriría hacer una novela que ensalce sus logros académicos, docentes, sanitarios..., porque no funciona.

De cualquier manera, hasta mis novelas rápidas, esas que preparo en pocos meses para mantener el mercado, están siempre planteando un problema social o, al menos, caracterizando un personaje real, histórico, que tiene que ser auténtico dentro del contexto en que está concebido. Eso para mí es sine qua non.

Yo no puedo escribir nada de carácter alegórico, simbólico, que esté en el terreno de lo fantástico. Todo el mundo está enterado de que soy un comunista que toda la vida ha pensado en el futuro de la humanidad. Para mí es importante decir cosas que se disfruten, pero que conlleven una reflexión.

En fin, que mis libros pueden gustar o no, pero nadie podrá tildarlos de aburridos. A mi entender, la obra literaria debe ser amena. Me gusta escribir libros que la gente no pueda soltar.

Usted es de esos escritores que aspira a un gran público, y para ello echa mano, por ejemplo, a escenas con una alta carga de sexo...

-No me interesa la literatura elitista y, por tanto, acudo a todos los ganchos posibles, porque no me da vergüenza: la comedia, el humor, el policíaco y, por supuesto, el sexo. Con esos atractivos pocos se resisten. Claro, hay que saberlos utilizar bien. Casi todo lo que hago tiene una envoltura light, porque busca que las personas se rían, se intriguen con el enigma, que disfruten con el “relajito”. Y después que logro atraparlas, les expongo las ideas.

No me interesa la literatura elitista y, por tanto, acudo a todos los ganchos posibles, porque no me da vergüenza: la comedia, el humor, el policíaco y, por supuesto, el sexo. Con esos atractivos pocos se resisten.

No obstante, es bueno que te aclare que odio la novela sucia; la detesto, la desprecio, no me estimula, me revuelve el estómago. Y no soy un individuo prejuiciado. En Adiós muchachos hay escenas muy fuertes, pero tienen calidad artística. El sexo es tan importante como el amor.

¿Por qué prefiere la novela ante que el cuento? ¿Y la poesía?

-Es que el cuento me queda chico. La poesía, aunque me gusta mucho como lector, no está entre mis prioridades, porque la veo un poco destructiva para quien la hace, mientras que los ensayos no me interesan.

Desde niño me encanta contar historias y escucharlas. Adoro la narración oral. Donde me crié vivían gauchos auténticos que habían combatido en las guerras de fines del XIX y principio del XX, compañeros de mi abuelo. Recuerdo con una emoción muy grande, como un espectáculo maravilloso, ver a un viejo contando mentiras, al lado de una hoguera tomando mate.

¿Cómo es la rutina de Daniel Chavarría?

-Mira, la novela exige una disciplina, una continuidad. Me levanto todos los días, me siento frente a la computadora y empiezo a vivir con mis personajes. Me alejo del mundo. A mi edad, normalmente la gente coge su tabaquito, se sienta en el portal, hace los mandados..., y se muere rápido. Sin embargo, yo me siento perfectamente. Si las cosas no me salen bien, me encabrono un poco, pero no vivo con ese estrés. Escribir novelas es para mí no sólo un acto artístico, sino de supervivencia. Me ayuda a existir. Trabajo todos los días generalmente hasta las seis o las siete de la tarde. El estar en contacto con mis fantasías y mis personajes me ayuda a vivir y no pienso retirarme mientras me funcionen los dedos y la cabeza.

Cuando comienza una novela, ¿ya la tiene concebida completamente en su cabeza?

-Es muy raro que eso ocurra. En la novelística se trabaja mucho por tanteo. Yo escribí La sexta isla porque quería contar la historia de un aventurero ilustrado, pero después le agregué otras cosas y se fue convirtiendo en un libro que no había manera de terminar. Entonces de lo que quedó salió Allá ellos.

El ojo de Cibeles, por ejemplo, fue una novela cuyo origen está en el concurso Razón de Ser, de la Fundación Alejo Carpentier, el cual premia un proyecto. Preparé seis páginas de una novela que tenía en la cabeza: el robo del ánfora panatenaica del Museo de Arte, una pieza muy valiosa. Pensé hacerla en dos tiempos: uno que narrara la historia griega del momento en que se hizo y era el trofeo reservado a los vencedores de los juegos de la diosa Atenea, en las Panateneas, en Atenas; y otro que se desarrollaba en la actualidad, durante el robo, pero me ocurrió lo mismo: deseché la parte moderna y me metí en la antigüedad. Como ves, nunca se sabe, de pronto te surge un personaje que empieza a actuar de un modo que ni tú mismo lo habías previsto y ahí se complican las cosas...

A diferencia de muchos autores, publicó su primer libro a los 45 años, algo que, según ha expresado, es una ventaja. ¿Por qué?

-Por una parte, porque para escribir lo que sea, pero sobre todo ficción, hay que adquirir un oficio de narrador, y eso lleva muchos años. Yo lo conseguí por atajos, gracias a la traducción literaria y a las clases que impartí, fundamentalmente, de Latín y Griego. Ese ejercicio es valiosamente literario. Por la otra, uno saca material de sus propias vivencias, de sus frustraciones. Así que ha sido una suerte ser un escritor tardío, pues con esa edad ya se está demasiado “cujeao” para no imitar.

Intenté escribir con 18 años. Y esas dos boberías las desaparecí. Salieron a la luz porque financié una edición de 300 ejemplares de cada una, pero eran mamarrachos. Con 20, generalmente, no hay qué decir. Y si tienes, te falta el oficio. El joven intelectual, con vocación literaria precoz, se entusiasma por los modelos. Quiere ser como García Márquez, como Juan Rulfo..., pero ese ya no era mi caso. Con 45 años ya había recorrido el mundo, visto museos, catedrales, leído muchos libros, tenido aventuras, dos matrimonios, tres hijos. Había estado en la selva amazónica, desviado un avión... Había hecho cincuenta mil cosas... Y tenía mucho que contar.

Entonces, su obra se nutre de sus tantas vivencias...

-Pues sí, por suerte, no me ha dado por redactar mi autobiografía, sino que invento historias, y en ellas, aunque no esté proyectado, mezclo mi vida que sigue siendo un libro abierto.

Por lo que se ha visto, adora los premios...

-Soy un cazador de ellos. No tengo ningún inconveniente en reconocerlo. No temo al “desprestigio”, pues son como una lotería. No me importa perder. Tengo que vivir. Algunos son a obras publicadas. El más importante, otorgado en Estados Unidos a Adiós muchachos, fue así, como sucedió con El ojo de Cibeles, que tiene dos. Es cierto que con un libro de 200 páginas tengo asegurada publicación en Cuba y en cinco o seis países europeos, pero si lo mando a concurso, gano mucho más dinero inicial y me aseguro una promoción publicitaria. No es que escriba por codicia, pues contaría otras historias con más posibilidades de venta, pero si me viene, con mucho gusto.

¿No ha recibido propuestas para llevar sus novelas a la pantalla grande?

-Como guionista, en Cuba hice Plaff, de Tabío, y el serial La frontera del deber. Escribí también con un cineasta franco-argentino una película basada en El rojo... Sin embargo, eso sí lo hago para ganar dinero, porque no me agrada. Es un ejercicio violento por la síntesis que exige el cine, donde, además, siempre estás subordinado al director. Las películas me parecen interminables.

¿No le preocupa que quien lea esta entrevista piense que usted tiene un dólar en la frente?

-(Sonríe). Me preocupa que la gente piense que tengo el dinero como objetivo principal, que soy un mercenario, pero no es así. Sin embargo, decir que lo desprecio sería una tontería que nadie creería. Por el contrario, pensarían que soy un bandolero. Que soy peor.

Cuba
Cubadebate - Foto: Prensa Latina.- Según trascendió este lunes, varios especialistas del Servicio Federal de Supervisión de la Protección y el Bienestar del Consumidor de Rusia (Rospotrebnadzor) visitarán Cuba con e...
Revista Raya.- Horas antes de subirse al escenario para cerrar el Festival "Autores Materiales" en Bogotá, la banda cubana Buena Fe, referente de la nueva trova latinoamericana, conversó con Revista RAYA. En el marco del festi...
Asociación Hermanos Saíz.- Del grupo Golpe Seko compartimos Pa´ lante, uno de sus más recientes audiovisuales, producido por La Casa Producciones y la Asociación Hermanos Saíz, y bajo la dirección de Se...
Lo último
La Columna
3ª Parte de : Yo he visto en Venezuela
He visto: El día 24 de julio fue el cumpleaños de de Simón Bolivar, en Venezuela era día feriado, se cumplían 241 años del nacimiento del gran héroe de la Patria Grande Latinoamericana. De su vida de l...
La Revista