Alfonso G. Nacianceno García - Granma.- Despedimos a un héroe del deporte, afirmó la ex voleibolista Mireya Luis en el sepelio de Eugenio George, laureado director técnico de este deporte. Eugenio George Laffita, director técnico de los equipos cubanos femeninos de voleibol durante más de cuatro décadas, fue sepultado en la tarde de ayer en la necrópolis de Colón, tras fallecer el sábado víctima de cáncer.


A la sala donde estuvo expuesto su cadáver, en la funeraria de Calzada y K, acudieron ex jugadoras de distintas generaciones que integraron la escuadra nacional, jóvenes deportistas de la actual preselección, entrenadores de distintas disciplinas, dirigentes del INDER y amigos del destacado mentor, quienes participaron en la guardia que le rindió honores una hora antes de partir hacia el cementerio. Entre las ofrendas florales enviadas estaba la de José Ramón Fernández, presidente del Comité Olímpico Cubano.

Mireya Luis, capitana de las Morenas del Caribe ganadoras de tres medallas de oro en Juegos Olímpicos e igual cantidad en Campeonatos Mundiales, pronunció el adiós en el panteón familiar que guarda los restos del laureado entrenador.

“No despedimos a alguien que ha tenido una historia común, despedimos a un héroe del deporte, quien casi hasta el último día de su vida estuvo en el terreno entregando sabiduría, experiencia, calma, porque no siempre en el voleibol todo fue color de rosa. Él tuvo la inteligencia para levantarse después de un revés. Gracias por ser tan humano, por dejar tanto amor impregnado en los que hoy te acompañamos hasta aquí”, expresó Mireya.

También estuvieron en el sepelio, Jorge González Pérez, presidente de la Comisión de Salud y Deportes del Parlamento cubano; Christian Jiménez junto a Roberto León Richard, titular y vicepresidente primero del INDER, respectivamente.

Falleció legendario entrenador Eugenio George

La Habana, 1 jun (AIN) Eugenio George Lafita, principal artífice de la Escuela Cubana de Voleibol y el mejor entrenador de equipos femeninos del siglo XX, falleció este sábado en La Habana a los 81 años de edad tras larga y penosa enfermedad.

El destacado técnico dirigió las selecciones que conquistaron las medallas de oro de forma consecutiva en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sydney 2000, y la de bronce en Atenas 2004, así como también los títulos en los Campeonatos del Orbe de Leningrado 1978 y Sao Paulo 1994, y la plata en 1986, informó el sitio digital Jit.

Asimismo atesoró triunfos consecutivos en las Copas del Mundo, en Japón, de 1989, 1991, 1995 y 1999, y medallas de plata en las versiones de 1977 y 1985, el título en la Copa de Grandes Campeones de 1993 y plata en 1997, y dos preseas doradas y cuatro plateadas en Grand Prix. Dirigió las selecciones en las Galas Mundiales de 1985, 1989 y 1991.

En su amplia colección de victorias aparecen las obtenidos en Juegos Panamericanos, Juegos Centroamericanos y del Caribe, en los torneos de la Confederación NORCECA y en otros certámenes del más alto nivel.

Distinguido desde 2005 en el Salón de la Fama del Voleibol, entre sus múltiples distinciones por su entrega como técnico y pedagogo recibió la de Héroe Nacional del Trabajo y la Orden del Collar Dorado de la FIVB, que le entregó la Confederación NORCECA, de la cual era hasta el momento de su deceso presidente de la comisión técnica y de entrenadores.

En 1987, tras la victoria en los Juegos Panamericanos de Indianápolis, recibió la medalla de Entrenador Destacado de manos del Comandante en Jefe Fidel Castro.

Eugenio George abrazó el voleibol desde la adolescencia en su pueblo natal, Baracoa, en la oriental provincia de Guantánamo y se trasladó repleto de sueños en 1950 a La Habana, agrega la fuente.

Ya en la capital comenzó a hacerlos realidad cuando tres años después compitió internacionalmente y participó en los Juegos Panamericanos de México 1955 y Chicago 1959, el mundial de Paris 56 y en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Jamaica 1962.

Debutó como entrenador con el equipo masculino que conquistó, en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Puerto Rico, en 1966, la primera medalla de oro tras el triunfo de la Revolución, hazaña que igual logró el plantel femenino, del cual tomó sus riendas en 1969.

A partir de entonces y con el apoyo de la Federación Cubana y su colectivo técnico, entre ellos su entrenador auxiliar Antonio Ñico Perdomo y su esposa Graciela González (Chela), el profesor Eugenio irrumpió en la élite universal hasta convertir el voleibol en una disciplina emblemática del movimiento deportivo cubano y universal.

Llegue a sus seres queridos, a las Morenas del Caribe que lo admiraron también como un padre y a toda la familia del voleibol cubano el más sentido pésame por tan sensible e irreparable pérdida.

El pueblo que lo admira por su entrega y humildad podrá rendirle póstumo tributo desde las ocho de la mañana de este domingo en la funeraria de Calzada y K en esta capital, precisa la nota de Jit.

Eugenio George Laffita, cuando la muerte no es verdad

Su fama y reconocimiento universales los asumió con la bandera cubana en alto. Sin reparar en lauros ni distinciones, compartió sus conocimientos con cuantos entrenadores se le acercaban, alejado de poses petulantes o prepotentes.

Alfonso G. Nacianceno García - Granma.- Ameno conversador, dado al debate más allá del ámbito deportivo, estudioso, exigente, forjador de voluntades, amante de sus discípulas a quienes se entregó por entero para elevarlas a la gloria del olimpismo. Familiar, amistoso, sereno, de ademanes breves y voz queda, así era Eugenio George Laffita.

Corría el año de 1975 cuando dirigió a las jovencitas que compitieron en el Campeonato de Norte, Centroamérica y el Caribe (NORCECA), en Los Ángeles, Estados Unidos. Aquella resultó la primera incursión del voleibol por tierras norteamericanas después del triunfo de la Revolución, un evento nada sosegado para los nuestros, pues los tabloncillos estaban muy cerca de la mano del público, y el ambiente era convulso.

Allí, su equipo junto al de varones mostraron su estirpe de campeonas, fama engrandecida luego por las mujeres con el oro ganado en tres Campeonatos Mundiales, igual cantidad de Juegos Olímpicos y múltiples competencias más.

Su fama y reconocimiento universales los asumió con la bandera cubana en alto. Sin reparar en lauros ni distinciones, compartió sus conocimientos con cuantos entrenadores se le acercaban, alejado de poses petulantes o prepotentes.

LA RESPUESTA NO PUBLICADA

Por el apretado espacio de una página de periódico, esta respuesta de Eugenio no salió publicada en una de las últimas entrevistas que concedió a la prensa, cuando cumplió el pasado 29 de marzo sus 81 años, ya aquejado de la mortal enfermedad. Entonces dijo a Granma: “Nunca tuve diferencias con algún director técnico, me venían a preguntar cómo preparaba los planes de entrenamiento y les transmitía todas mis experiencias, no me preocupa compartir los conocimientos, pues el terreno dice quién lo hará mejor. Los norteamericanos, los europeos, los asiáticos, y hasta los australianos se me han acercado para intercambiar criterios. He estado abierto a cualquier sugerencia”.

Este redactor no olvida los extraordinarios momentos vividos en 1987, durante una de las visitas del equipo cubano femenino a China. “Verás cómo nos reciben allí, y qué cariño sienten por nuestro equipo”, me confió antes de partir. Nunca he visto a tanto público reunido en hileras a ambos lados de la entrada a los gimnasios, incluso, muchos pagaron por presenciar los entrenamientos de la selección antillana, porque no consiguieron boletos para el juego oficial. Fue un espectáculo único, que el “profe” agradeció al pueblo chino en sus encuentros con la prensa efectuadas en varias ciudades de ese hermano país.

MÁS ALLÁ DEL TERRENO

Unos de sus momentos para confraternizar en estos periplos del elenco por tierras foráneas, los aprovechaba el maestro y conversaba con el colectivo fuera del terreno: eran la hora del almuerzo y la comida. Un animado diálogo se establecía entre entrenadores y jugadoras, que iba desde una breve lección de cómo comportarse en la mesa, hasta la profundidad de remarcarles que, por encima de los resultados competitivos, estaba la imagen irradiada por ellas dentro y fuera de la cancha como ejemplo de la juventud cubana.

Ni en los días en que la enfermedad lo acosaba dejó de asistir a la Escuela Nacional de Voleibol. Era su tiempo de realización, estar en la cancha observando la preparación de las nuevas generaciones, confiando sus enseñanzas a los directores técnicos de hoy. Cada mañana aquella visita al centro era como una luz de aliento que inundaba su cuerpo, porque más que un hombre del deporte, Eugenio George fue un hombre dedicado por entero al deporte.

Muchos años compartió las buenas o amargas experiencias junto a su compañera Graciela González (Chela), también fallecida, quien fungió como responsable de la comisión técnica nacional. Vivió intensamente en compañía de los entrenadores Antonio (Ñico) Perdomo y Luis Felipe Calderón, ambos desaparecidos, con quienes mantuvo nexos por décadas.

Madrugadas enteras las dedicó al análisis de las rivales en diferentes competencias en el extranjero. Yugulados por el estrés, ahuyentando al sueño en la habitación de un hotel, sin importarles cambios de horarios ni el tiempo para alimentarse, así vivió esa estirpe de mentores, de la cual Eugenio representó el faro a seguir. En la tarde o noche siguiente, saboreaba en lo más íntimo, sin apenas mostrarlo en público, la satisfacción de ver ese esfuerzo recompensado con el éxito en el terreno.

UNA FRAGUA DE AMOR

Hay personas a las que la vida les niega la posibilidad de tener hijos. Sin embargo, el “profe” hizo de sus familiares y de sus voleibolistas una gigantesca e indestructible fragua de amor. Más de una vez las cobijó cuando alguna decepción amenazaba con arruinar sus carreras. Su lealtad a la Patria y humildad, lo colocaron en el más alto sitial del deporte cuando fue reconocido como el Mejor Entrenador de equipos femeninos del siglo XX, amén de otras condecoraciones como la de Héroe Nacional del Trabajo de la República de Cuba.

No son estas líneas para hacer una suma cronológica de cuántas preseas o méritos reunió Eugenio desde la partida de su natal Baracoa para convertirse en un símbolo de Cuba, respetado en las más lejanas latitudes por su aporte no solo al deporte nuestro, sino también al mundial.

El mexicano Rubén Acosta y el chino Wei Jizhong, quienes fueron presidentes de la Federación Internacional de Voleibol, en más de una ocasión reclamaron los consejos del “profe” antes de introducir algunas de las modernizaciones a este deporte. Jizhong, de carácter jovial y amistoso, dijo en una oportunidad que había viajado cientos de kilómetros antes de comenzar uno de los Mundiales, solo para estrechar la mano de su amigo.

Después de acontecimientos tan loables, el semblante del maestro retomaba su ritmo para continuar adelante. “La procesión va por dentro”, le respondió a un colega que vio en él a una persona inmutable cuando se sentaba en el banco para dirigir, labor compartida con Ñico Perdomo durante años.

Ante tanta historia y lealtad a su Patria, muy clara estuvo Mireya Luis ayer cuando al pronunciar sus palabras de despedida del duelo en el cementerio, afirmó: “despedimos a un héroe del deporte”.

De una Morena del Caribe a Eugenio George: Te voy a extrañar, padre

Las Morenas del Caribe tras una de sus victorias Olímpicas, que ganaron en tres ocasiones -1992, 1996 y 2000- bajo la dirección de Eugenio George. Idalmis lleva la camiseta marcada por el número 5. En esta imagen está de espalda y el número lo tapa el abrazo de sus compañeras. Junto a ella están Lily Izquierdo, Regla Bell y Ana Ivis Díaz. Eugenio George no aparece en la foto, pero estaba en ese lugar y en ese momento, mirando con orgullo el abrazo de sus muchachas.

Idalmis Gato, una de las espectaculares Morenas del Caribe que compitieron en tres ocasiones y ganaron el oro olímpico del voleibol femenino cubano, escribe tras enterarse de la muerte de su entrenador, Eugenio George, ocurrida en La Habana, este sábado 31 de mayo. Ella se encuentra trabajando fuera de la Isla como entrenadora, cumpliendo una misión del INDER, y nos ha hecho llegar estas emotivas palabras a Cubadebate. Las compartimos con todos nuestros lectores:

A. EUGENIO RAFAEL GEORGE LAFFITA

Te voy a extrañar, Padre:

En mi vida deportiva, fuiste el sostén de todos mis sueños. Te describo con los más nobles sentimientos del ser humano.

Hoy lejos de mi tierra, de donde salí a cumplir con mi trabajo, lloro desesperadamente tu partida al dencanso eterno. Sola entre cuatro paredes te lloro desconsoladamente. Recuerdo un día en que me dijiste, estoy aquí, nuevamente, y la pregunta: ¿Quieres regresar?

Mi respuesta sin pensar: SÍ. La gloria Olímpica estaba al frente de mí y yo quería tocarla como 8 años atrás. A pesar de que me sentía en el fondo, no me dejastes caer, solo con tu confianza.

No quiero recordarte enfermo. Yo no fui a verte, porque no quería recordarte incapacitado y en agonía y tristeza; yo quiero recordarte como siempre te vi en vida. En el terreno, luchando hasta el último momento por el Voleibol cubano y con tus Morenas del Caribe, agradecida de todo lo que en vida me diste, educación y capacidad para ser grande, y poner pasión y amor en todo lo que hacemos pese a las dificultades.

Eres un padre para mí, me ayudastes mucho en mi vida deportiva. Gracias a ti, las cosas que hoy sé y que pueda saber, me las enseñastes hacerlas de verdad y de corazón. Padre, siento mucho no verte hoy, pero solo sé que en mi memoria guardaré los buenos momentos.

Te quiero,

Idalmis

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