Amado del Pino - Cuba Contemporánea.- De tanta expectativa y pasión casi entro por la puerta de al lado, donde un grupo se disponía a compartir música brasileña. El concierto de Pedro Luis Ferrer que acabo de disfrutar en el céntrico Café Berlín de Madrid lo inscribo entre los acontecimientos artísticos de mi año.
No importa que el espacio fuera hermoso pero pequeño para un compositor tan grande, un músico tan exquisito, un hombre que lleva lo más esencial de la cultura cubana en la voz y el pensamiento.
Pedro Luis es fiel a una de sus ya clásicas canciones. La jicotea camina despacio, se da el lujo de la autenticidad y de la desnudez; dice no a los senderos del oportunismo. Y en esta radiante madurez del concierto de esta noche de sábado ni lo roza un casi desaire (estaba prevista otra actuación para este mismo sábado).
Lo dejé junto a su hija Lena –que canta cada vez mejor– y su hermano Raúl, que lo acompaña en la guitarra. Recogía los instrumentos que trata con mimo y se despedía de los que llenamos el Café Berlín.
Una hora y media fue poco para la extensión de su repertorio. Tania y yo –camino a casa– tarareamos esa joya que es Si no fuera por ti, con la que abrió esta noche, o nos reíamos con el ingenio guarachero de La trabazón, pero nos venían a la cabeza y a los labios también las ocho o diez canciones de nuestra preferencia que no tuvo tiempo de cantar.
El próximo día 11 estará en la más amplia sala Clamores. Desde ahora pido que tenga más promoción ese día; que haya otras formas de saberlo en Madrid, más allá de la labor continua del incansable Chago Alpízar en Facebook, o la citación tácita de los muchos que lo sabemos uno de los creadores esenciales de la cultura cubana.
De los temas más recientes llama la atención el precioso tejido en voluntario tono menor de una canción en la que el artista crítico y vertical, el que hizo una obra contra la homofobia mucho antes de que el asunto se pusiera de moda, el Pedro Luis Ferrer que nos puso ante el retrato más nítido de aquella inolvidable Marucha, la jinetera… confiesa que si se pone de moda criticar, hablará de otros temas. Y nos destila una suma de cosas cotidianas, de vida familiar, de amor a las piernas de la mujer amada y, lo que es más certero, a su forma de caminar o de sentarse.
El verbo aplaudir se me queda corto cuando estamos en presencia de un creador que junta de esa forma la magia de la creación y la puntería del pensamiento. Los que me conocen algo, saben que no lo digo todos los días ni hay un solo golpe de máquina exagerado en una muy proclamada y antigua admiración.
