¿Cumple el delegado hoy con su función de representante del pueblo? ¿Cómo va el funcionamiento del Poder Popular en Cuba? Cuando por estos días se desarrollan en los barrios cubanos las asambleas de rendición de cuentas, les proponemos una reflexión en conjunto...


?El Poder Popular en Cuba se genera desde circunscripciones de base y consejos populares, que agrupan a los vecinos en cada uno de los 168 Municipios del país y desde donde surgen los candidatos propuestos y electos por el voto del pueblo para conformar las estructuras de gobierno, en expresión de democracia participativa total.

?Se basa en la voluntad general (soberanía popular) y consiste en dos ejercicios, el directo y el indirecto:

?La transferencia de competencias desde el gobierno a la comunidad organizada en consejos locales electos en asambleas populares.

?A través del sufragio, tanto para la elección de representantes a las distintas instancias del poder popular, como para la toma de decisiones trascendentales en los diversos tipos de referéndum disponibles en cada Legislación Nacional.

Yoerky Sánchez Cuéllar - Cubahora - Foto: Perla Visión.- La revista Temas convocó hace unos meses un debate sobre el funcionamiento del Poder Popular. Asistí al encuentro junto con unos amigos extranjeros que deseaban conocer acerca de la democracia en Cuba, sus principales características y posibilidades. Entre los presentes había varios delegados de circunscripción, quienes luego de escuchar al panel de especialistas hablaron de sus experiencias en el trabajo cotidiano con los electores.

Cierto es que la figura del delegado, cuyas funciones quedaron bien definidas desde su creación a mediados de la década del 70 del pasado siglo, ha sido distorsionada en el imaginario colectivo. La gente del barrio en ocasiones ve en él —o ella— a la persona responsable de la entrega de recursos para la construcción de viviendas o de resolver los problemas materiales en la cuadra. Sucede así porque durante el llamado periodo especial, en la década del 90, la práctica cotidiana introdujo cambios en sus atribuciones. Y se mezclaron las responsabilidades.

Podíamos ver al delegado lo mismo entregando planchas de fibrocemento que repartiendo televisores o al frente de una brigada contra el Aedes aegypti, funciones todas que correspondían a los administrativos y no a los delegados, quienes deben ejercer el poder estatal en la Asamblea Municipal del Poder Popular. Son representantes del pueblo; no administran ni distribuyen nada.

Los delegados al máximo órgano de gobierno en cada territorio no tienen facultad ni competencia para dirigir unidades de producción, servicios o de cualquier otro tipo enclavadas en su área. A ellos les toca participar en la definición de políticas, a través de las decisiones de la Asamblea o de las comisiones de esta a las cuales pertenecen.

Igualmente les compete, con la participación de las organizaciones de masas, controlar y fiscalizar el desarrollo eficiente de las entidades y enfrentar las manifestaciones de corrupción, delitos e ilegalidades que en estas puedan ocurrir.

Desde el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en 1976, quedó bien definido su papel. “El delegado es el representante de los electores, no es el dirigente de estos, ni de las unidades de producción o servicios existentes en sus circunscripciones”, expresan los documentos rectores del Congreso, en los que también se señala que “debe mantener un contacto directo, cercano y constante con el pueblo, ofrecerle explicación a sus inquietudes, atender sus quejas, sugerencias y críticas y, a partir de ellos, su tarea más importante debe ser la de aportar iniciativas que ayuden a solucionar los problemas que plantean las masas que representa”.

Sin embargo, en muchas ocasiones su gestión se ve limitada por la escasa atención que brindan algunos funcionarios administrativos. Cuando un problema tiene solución y demora en resolverse; cuando los electores repiten sus planteamientos, el delegado los tramita y no existe al menos una respuesta convincente, entonces ocurre un vacío que produce malestar, desmotivación y se le resta autoridad a este digno representante, en el que descansan los cimientos del sistema político en Cuba.

Hasta un 50 por ciento de las asambleas provinciales del Poder Popular y del propio parlamento cubano está integrado por delegados de circunscripción. De ahí la necesidad de mantener un liderazgo y funcionalidad que permitan un mayor desarrollo de nuestra democracia socialista, a favor de los más humildes.

A todos nos toca facilitar su gestión. Entre ellos se encuentran obreros, maestros, intelectuales, oficiales de las FAR y el MININT, estudiantes, doctores, etc. Componen los sectores más diversos de la sociedad y su labor es totalmente voluntaria, por lo que además de no cobrar un centavo por realizarla, deben combinarla con sus responsabilidades laborales.

Resulta un sacrificio que ponen a disposición de los demás después de vencer entre las propuestas sometidas a votación universal y secreta en un proceso electoral que se realiza cada dos años y medio, tiempo en el que cumplen su mandato y en el que deben someterse, cada seis meses, al examen de su labor ante los electores.

Por estos días se desarrollan en los barrios las asambleas de rendición de cuentas, muestra de la transparencia de nuestro proceso democrático, en el que el pueblo —máxima autoridad— valora el desempeño de su delegado de circunscripción. Los planteamientos y preocupaciones que surjan de estas reuniones no han de quedar en letra muerta; deberán conducir a una mejora de las condiciones de vida de cada cuadra y al perfeccionamiento de la sociedad en su conjunto.

Para que ello ocurra debe cumplirse lo que expresó uno de los presentes en el debate de la revista Temas, bajo el título ¿Cómo va el Poder Popular?: “La concepción de gobernar en el socialismo no es como se ha entendido hasta ahora, es más que administrar. Y el delegado, más que un representante, debe ser un facilitador para conseguir que el pueblo gobierne”.

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