Casi el 20% de la población está hoy por encima de los 60 años.

Lisandra Fariñas - Cuba Contemporánea.- Cuba es una de las naciones más envejecidas de América Latina y el Caribe, y los pronósticos dicen que para 2050 será una de las más envejecidas del mundo. ¿Éxito o problema? Ambos, sin perder de vista que altos índices de desarrollo humano en materia de salud, por poner un ejemplo, propician que exhibamos hoy un 18,3% de la población por encima de los 60 años, según estadísticas del último Censo de Población y Viviendas (2012).


Se trata de un fenómeno que constituye en la actualidad el mayor de los retos socioeconómicos y demográficos del país. No es novedad el escenario actual y futuro al que se enfrenta Cuba, de un crecimiento demográfico casi nulo, con índices de fecundidad por debajo del nivel de reemplazo desde hace más de 30 años, elevada esperanza de vida y un saldo negativo de la migración externa. Precisamente, la combinación de estos factores ha afectado no solo el tamaño y el ritmo de la crecimiento de la población, sino también su estructura por edades, dando lugar a un franco proceso de envejecimiento.

Estadísticas oficiales de salud sitúan la esperanza de vida promedio en 78,97 años, 76 para los hombres y 80 para las mujeres. Asimismo, la esperanza de vida de las personas que llegan a los 60 años es de 22 años más, y para los que llegan a las ocho décadas, de unos 8,8 años más.

La Encuesta Nacional de Envejecimiento Poblacional (ENEP-2010) advierte que “una población sin reemplazo se envejece y luego decrece, por lo que Cuba ha comenzado a decrecer en términos absolutos. De este modo, el decrecimiento de una población intensifica su proceso de envejecimiento”.

El panorama se complejiza si tenemos en cuenta que, según la mencionada investigación, se ha considerado la importancia de definir el envejecimiento no solo en relación con el aumento en la proporción de personas de edad avanzada con respecto al resto de la población, sino también como la inversión de la pirámide de edades, debido a que el fenómeno no es solamente un aumento de la proporción de ancianos, sino también una disminución de la proporción de niños y jóvenes entre 0 y 14 años (17,2% de la población, de acuerdo con los resultados del último censo). En otras palabras, tampoco el país cuenta con reemplazo de las fuerzas productivas.

Los desafíos ya se sienten. Las proyecciones de la dinámica demográfica cubana evidencian que aumentará la demanda de servicios de Geriatría, Gerontología, de Seguridad y Asistencia social, unido al cuadro de salud actual, donde el cáncer está, junto a las enfermedades crónicas no transmisibles como la hipertensión, la diabetes y las afecciones cerebro cardiovasculares, entre las primeras causas de morbilidad y mortalidad.

La propia Encuesta Nacional de Envejecimiento da cuenta de que más del 80% de los adultos mayores padece de alguna enfermedad crónica. Esta proporción, como es de esperar, se incrementa para el grupo de 75 años y más, respecto al de 60 a 74.

Las proyecciones de la dinámica demográfica cubana evidencian que aumentará la demanda de servicios de Geriatría, Gerontología, de Seguridad y Asistencia social, unido al cuadro de salud actual, donde el cáncer está, junto a las enfermedades crónicas no transmisibles como la hipertensión, la diabetes y las afecciones cerebro cardiovasculares, entre las primeras causas de morbilidad y mortalidad.

Según el estudio, las mujeres muestran desventaja en comparación con los hombres, independientemente de la edad, lo que puede atribuirse a una mejor declaración de las primeras o a su mayor propensión a asistir al médico. Las enfermedades crónicas más frecuentes entre los adultos mayores cubanos son la hipertensión arterial, presente en más del 55% del total de este grupo etario, y que alcanza al 63% de las mujeres. Asimismo, más de un tercio padece de artritis, reumatismo o artrosis, enfermedad también más frecuente entre mujeres y en adultos mayores de 75 y más años. La diabetes, las cardiopatías y los problemas nerviosos son otros de los padecimientos relativamente comunes entre estas personas, más, incluso, si pertenecen al sexo femenino.

El estudio presenta resultados en cuanto al tipo de alimentación cotidiana y su frecuencia en los adultos mayores, lo cual determina el riesgo nutricional al que pudieran estar expuestos. En este sentido, la encuesta evidencia que el alimento de consumo casi generalizado por los adultos mayores son los huevos y granos o leguminosas, en tanto se opta menos por los lácteos y las frutas o verduras. No se aprecia diferencial por sexo o edad en estos hallazgos, excepto en el caso de los lácteos, que forman parte de la alimentación de un porcentaje más elevado de adultos de 75 y más, en comparación con el grupo más joven. Se comprobó con los datos de la encuesta que el 93% de los adultos mayores consumen al menos dos de estos alimentos con la frecuencia adecuada, sin diferencias entre mujeres y hombres.

¿Quién cuida a quién?

Uno de los mayores retos que debe afrontar la sociedad ante el envejecimiento acelerado de la población es el de los cuidados, y un gran peso recae en los servicios médicos. Históricamente, los sistemas de salud han sido diseñados para atender problemáticas materno infantiles, o enfermedades de corta duración, que no ocasionaban discapacidad. Con el envejecimiento, el escenario cambia y se complejiza, por lo cual desarrollar y transformar los servicios asistenciales para enfrentar este fenómeno es tarea urgente. En Cuba, si bien se cuenta con una red de casas de abuelos y hogares de ancianos, la demanda aún sobrepasa las capacidades.

El Censo de Población y Viviendas del 2012 refleja que alrededor de un 13% de los hogares tienen un adulto mayor solo, lo cual abre un desafío a los sistemas de seguridad y asistencia social.

Según la Encuesta Nacional de Envejecimiento, en relación con el estado conyugal, la mayor proporción de adultos mayores se encuentran casados o unidos (45,6%), seguido por los viudos, que representan el 30,2% de la población en estudio. Se constató que esta proporción de viudos, unido a la de separados o divorciados (17,5%) y a los solteros (6,7%), asciende al 54,4%; es decir, una considerable proporción de adultos mayores que al estar sin pareja pudieran carecer de este vínculo afectivo tan importante en la vejez. Estas proporciones son más acentuadas en el grupo de 75 y más. 

Dicho análisis denotó un importante diferencial por sexo. Los hombres que se encuentran sin pareja representan el 37,2%, en comparación con el 69,7% entre las mujeres, que se sitúa en 68,2% después de los 74 años. Ello es debido a la presencia de una proporción considerablemente mayor de mujeres viudas, fundamentalmente en dicho grupo de edad más avanzado, en contraste con una proporción mucho más elevada de hombres casados y unidos. En ambos casos la explicación está dada, por una parte, por la mayor mortalidad masculina, pero también por una tendencia mayor de las mujeres a permanecer sin pareja después de terminar una unión, lo mismo por viudez que por separación o divorcio.

Emerge entonces el dilema de quién cuida a quién. Garantizar el cuidado de los adultos mayores es una de las principales dificultades que enfrenta la familia, lo que provoca la salida del empleo de personas con capacidades laborales plenas, siendo las más afectadas las mujeres, quienes asumen generalmente la atención de los ancianos. De este modo se reproduce la tradición según la cual ellas siguen siendo las cuidadoras por excelencia.

La situación puede ser más delicada para los cuidadores primarios, si tenemos en cuenta que, de acuerdo con las investigaciones más recientes, en Cuba alrededor de 130 mil personas padecen de Alzheimer, número que se incrementará en 2,3 veces para el año 2040. Es decir, habrá 300 mil personas con demencia, el 2,7% de la población cubana. Según estudios actualizados, más del 50% de estas personas necesitan cuidados permanentes o parte del tiempo, a lo que valdría la pena agregar que por cada enfermo dos familiares se afectan psicológicamente y el 40% de ellos tiene que dejar de trabajar.

Ellas y la vejez

En Cuba, una mayor proporción de mujeres que de hombres sobreviven a las edades más avanzadas –53 %–, con un índice de 1 119 féminas por cada mil hombres. Por tanto, es indispensable analizar la construcción subjetiva y de significados que giran alrededor de ser mujer, y vivir en un cuerpo de mujer envejecido. ¿Cómo vivencian el tránsito hacia la vejez las mujeres cubanas, ante la llamada feminización del envejecimiento?

La psicóloga Laura Sánchez Pérez, quien ha investigado sobre identidad de género en adultas mayores, refiere que ha podido comprobar que “el paradigma de mujer eternamente joven y bella es un contenido casi inamovible en la identidad de género de las mujeres, que resulta contradictorio al arribo de una edad donde el cuerpo humano se transforma visiblemente, convirtiéndose en fuente de malestar e insatisfacción. Sobresale la negativa para vivir una sexualidad plena, pensada desde lo cultural para un cuerpo joven. A esto se suma la contradicción entre vejez como experiencia y sabiduría y el miedo a la soledad”.

La realidad indica que pese a existir políticas sociales que buscan una equidad de género, las mujeres cubanas se siguen percibiendo sobrecargadas en el ámbito doméstico, lo que aumenta con la jubilación.

Las investigaciones sobre envejecimiento poblacional apenas incorporan los puntos de vista de las mujeres, y sobre ello nos alerta la socióloga Reina Fleitas en un reciente artículo titulado “El discurso invisible del envejecimiento: El dilema de género”, incluido en la publicación de la Cátedra de Antropología Luís Montané de la Universidad de La Habana.

La investigadora hace énfasis en que si bien ellas tienen una mayor esperanza de vida, sufren también una mayor carga de morbilidad que deteriora su calidad de vida. “La franja femenina en esas edades suele sufrir enfermedades degenerativas como la demencia, Alzheimer y osteoporosis, y otras crónicas como los padecimientos isquémicos, diabetes y cardiovasculares”, subraya.

Asimismo, Fleitas refiere que “a pesar de los notables avances que en igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres se han producido en educación, salud y empleo desde la segunda mitad del siglo pasado hasta la actualidad, aún las desigualdades en el empleo y los salarios son importantes”.

En ese sentido, emerge para la investigadora el dilema de los cuidados, ya que las mencionadas inequidades “se reflejan en diferencias salariales, como consecuencia de una mayor cantidad de ausencias de ellas al trabajo, determinado por su función de cuidadoras en la familia, o por su presencia importante en ocupaciones de más bajas calificaciones que tienen una menor remuneración”.

Al final de la vida, indica la investigadora, son ellas las que suelen tener una situación económica más difícil por esas razones, además de que muchas carecen de ingresos propios porque nunca trabajaron fuera de sus hogares.

Según datos del Censo, las cubanas son el 10% de la población ocupada laboralmente en las edades de 60 años y más, mientras que los hombres constituyen el 27,3%.

“La falta de tiempo y la sobrecarga de roles que experimentan las mujeres cuidadoras en las edades de 50 y más, es una determinante directa de problemas de salud que ellas viven. Estos conflictos podrían ser atenuados si se cambia el enfoque de la política hacia las familias y las mujeres que viven esas realidades”

No son pocos los especialistas, entre ellos Fleitas, que comparten el criterio de que el envejecimiento es “un asunto de mujeres”, si se tiene en cuenta que sobre ellas recae el mayor peso del cuidado de los ancianos, tanto en las instituciones públicas como en los propios hogares. En este sentido, afirma la investigadora, “numerosas investigaciones sobre familia muestran que la mujer cubana sigue siendo el centro de la familia”, y aquellas con compromisos públicos viven el conflicto de intentar conciliar las demandas del hogar y el empleo.

“Los hombres tienen un papel creciente en la atención a la familia”, pero todavía “el viraje no muestra signos de paridad”, señala. “En este punto es necesario que la política pondere valorar el trabajo de cuidado del anciano realizado por un miembro de la familia como una actividad útil”, recomienda la especialista, quien propone además ver la idea anterior como un cambio laboral.

“No debería considerarse jubilada a una persona que asume a tiempo completo el cuidado de un anciano por el hecho de que ha dejado de trabajar en una ocupación pública tradicional”, dice.

“La falta de tiempo y la sobrecarga de roles que experimentan las mujeres cuidadoras en las edades de 50 y más, es una determinante directa de problemas de salud que ellas viven. Estos conflictos podrían ser atenuados si se cambia el enfoque de la política hacia las familias y las mujeres que viven esas realidades”, concluye la investigadora.

Llevar la economía después de los 60

Muchos son los adultos mayores que después de la edad de jubilación continúan trabajando, proporción que es mayor en los hombres. La encuesta nacional de envejecimiento (2010) indagó en las causas principales por las que se mantenían activos laboralmente, y la mayoría de los encuestados respondió que se sentían útiles y capaces (70,8%). La segunda razón predominante fue que el dinero no alcanzaba (56%), y la tercera es que tenían que ayudar a sus hijos y otras personas (22,5%).

En general, la investigación evidenció como fuentes de ingreso más importantes para las mujeres la jubilación o pensión, la ayuda de familiares residentes dentro o fuera del país (15 de cada 100) y otras fuentes no especificadas, en tanto el ingreso de los hombres proviene fundamentalmente de la jubilación o pensión, del salario y estímulo y del trabajo por cuenta propia. 

En comparación con el resto de las regiones, la jubilación o pensión y el salario/estímulo son fuentes de ingreso de un mayor porcentaje de adultos mayores en La Habana. También en la capital, un mayor porcentaje de adultos mayores, independientemente de su sexo, se benefician con la ayuda de familiares residentes en Cuba o fuera de la Isla. Este concepto tiene también un peso porcentual relativamente elevado en la zona oriental.  

Del total de respuestas sobre las fuentes de ingreso, el 9% declaró que no recibió ingresos en el último mes, con porcentajes más elevados para las mujeres. A propósito de la satisfacción con el nivel de ingresos obtenidos, el estudio reflejó que cuatro de cada 10 adultos mayores puede vivir entre bien y un poco apretado con el dinero que reciben, en tanto el 60% lo hace con privaciones y carencias. Esto puede ser reflejo de que la mayoría de ellos cuenta sólo con el ingreso por jubilación o pensión. Las mujeres, de acuerdo con este estudio, tienden algo más que los hombres a sentir que viven con privaciones y carencias, probablemente porque una proporción más elevada de ellas no percibe ingresos, y porque tal vez se encargan más de los aspectos económicos de los hogares.

Ante la pregunta de con cuáles recursos económicos cuentan los adultos mayores para el futuro, la Encuesta Nacional de Envejecimiento refleja que el 75,5% mencionó la jubilación o pensión, en tanto el 13% relacionó además otros recursos. Destaca que el 15% de todos los adultos mayores considera que no cuenta con ningún recurso económico para el futuro, proporción que llega al 20% en la región oriental y que se acentúa mucho más para el sexo femenino en dicha región, alcanzando el 29%.

Asimismo, uno de cada dos adultos mayores siente temor o incertidumbre respecto a su situación económica o de salud en el futuro, independientemente de la edad. Por sexo, las proporciones no se alejan mucho de este patrón, aunque las mujeres del grupo de 60 a 74 tienden algo más a expresar sentimientos de esta índole que los hombres de su mismo grupo. Ello parece estar en concordancia con que más mujeres que hombres declararon no contar con ningún sustento para el futuro.

...pero útiles

Despojar a la sociedad de visiones estereotipadas, que casi siempre colocan al anciano en una posición de dependencia y desventaja social, que no es capaz de tomar iniciativa y fomentar el desarrollo social, es todavía un tema pendiente en Cuba.

Se trata de ganar en cultura gerontológica, es decir, aprender a convivir en armonía y salud con los ancianos. Los patrones de la sociedad moderna actual, reflejan “el viejismo”, comparable al racismo o al sexismo, al plantear que los adultos mayores tienen muy poco o nada que aportar al grupo social al que pertenecen. Nada más alejado de la realidad. El envejecimiento es una etapa más de la vida y como tal hay que entenderlo.

El retiro laboral implica un riesgo de desocialización. Pero no debe considerarse un destierro de la vida útil, si bien es necesario no perder de vista que surgen otros problemas, como la soledad por falta de relaciones sociales y la indiferencia frente a la oportunidad de desarrollar nuevos intereses, situaciones que deben resolverse mediante servicios sociales adecuados y apoyo familiar.

Este fenómeno demográfico creciente en el mundo nos lleva a replantearnos el concepto de vejez, y nos impone un cambio de actitud que propicie la ubicación real del anciano en su medio familiar y social.

Debemos tener presente que en la próxima década nuestros ancianos serán personas con una alta calificación técnica, con una profunda capacidad de análisis y respuesta a los problemas; un porcentaje elevado tendrá una profesión universitaria y un alto nivel de información. Sin mencionar que la apropiación de los fenómenos socioculturales de este grupo poblacional no será la misma que manifiestan los adultos mayores del siglo recién finalizado.

Cambiar nuestra percepción del envejecimiento, crear condiciones propicias para arribar con expectativas a esa etapa de nuestra existencia y desterrar prejuicios en torno a ella es esencial en el empeño de que vivir más años se traduzca, además, en vivir mejor.

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