Favio Guerra - Cuba Contemporánea.- Recientemente, el cubano Dayron Robles regresó a las pistas, y además de concluir en el quinto lugar de la prueba de 110 metros con vallas en el mitin atlético de la ciudad francesa de Reims, luego de quedar sexto días antes en la carrera de su re-estreno en Turín, agregó un capítulo más al “culebrón” veraniego que protagoniza desde que decidió correr por cuenta propia.

El caso del que fuera campeón olímpico en Beijing 2008 y recordista mundial hasta hace muy poco, ha generado la esperada reacción mediática y creado un precedente que no estaba en los cálculos de las autoridades.

Después de su polémica presentación en la cita estival de Londres 2012, el vallista cubano decidió separarse de la selección atlética cubana, y sus deseos fueron correspondidos. Muchos pensaron que había concluido la carrera de uno de los mejores exponentes de su especialidad, sin sospechar que el nacido en la oriental provincia de Guantánamo tenía otros planes en mente.

Hace muy poco, el también conocido como el Lord del Guaso sorprendió a medio mundo presentándose en una competencia en la italiana ciudad de Turín, sin la más mínima intención de representar allí a Cuba.

Corrió y terminó sexto con un discreto registro, pero lo más llamativo de su presentación fue la posterior reacción de la federación cubana, que por medio de su presidente envió una queja formal al Consejo de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF, por sus siglas en inglés).

El organismo tomó cartas en el asunto y vetó una segunda presentación de Dayron en Suecia, pues –según sus estatutos- para participar en ese tipo de competencias debía representar, al menos, a un club.

El atleta y su representante no demoraron en resolver ese contratiempo y ficharon por el club AS Mónaco basado en ese principado, hecho que le permitió ahora competir en el certamen galo. No obstante, la Federación Cubana mantiene su posición de no permitirle representarla, lo que impide a Dayron competir en Olimpiadas, Mundiales y otros certámenes en los próximos dos años, a no ser que obtenga la ciudadanía de otro país.

Los momentos

Entre las cosas que más llaman la atención en todo lo relacionado con el caso del vallista cubano, sobresale el momento en que sucede.

Primero, el boxeo cubano llegó a un acuerdo con la Federación Internacional para participar con una franquicia propia en la llamada Serie Mundial, un torneo semi profesional creado por el organismo con reglas diferentes al boxeo olímpico.

Hace muy pocos días Cuba confirmó su incorporación a la Confederación de Béisbol Profesional del Caribe, una movida que le abrió las puertas para el regreso a las Serie del Caribe después de una ausencia de 53 años.

Este retorno a un torneo que convoca a los ganadores de las ligas de béisbol profesional de México, Venezuela, República Dominicana y Puerto Rico se negoció durante mucho tiempo, hasta que las partes acercaron posiciones que permitieron a Cuba ingresar como miembro pleno de la organización.

La decisión fue valorada como muy positiva por aficionados, especialistas y jugadores dentro y fuera de la isla, quienes lo asumieron como el primer paso de apertura del deporte cubano al terreno profesional en momentos en que se actualizaba el modelo económico del país.

Pero luego llegaría el anuncio que parecía confirmar tales suposiciones. Los peloteros Michel Enríquez, Yordanis Samón y Alfredo Despaigne fueron autorizados a firmar contratos con el equipo Piratas de Campeche que anima la liga profesional mexicana. No quedaban dudas de que algo se estaba moviendo.

Los antecedentes

Aunque el anuncio del fichaje de los tres jugadores por la franquicia mexicana fue visto como el principio de una esperada alternativa, lo cierto es que estos peloteros no han sido los primeros en vestir los colores de equipos profesionales de diferentes países.

Tal vez el caso más emblemático haya sido el del antesalista pinareño Omar Linares, quien en el ocaso de su carrera militó en el equipo japonés Dragones de Chunichi. Pero no fue el único.

En aquella época fue una práctica autorizar a jugadores ya retirados de las Series Nacionales a enrolarse en elencos rentados de países como Colombia o México. Ese fue el caso del también vultabajero Pedro Luis Lazo, un extraordinario pitcher que hizo historia en el béisbol cubano antes de irse al país de los aztecas para sus últimos lanzamientos.

Lo que si marca un antes y un después es el hecho de que estos son los primeros jugadores que firman un contracto profesional mientras están activos, y una de las condiciones para hacerlo es que todos tienen que estar disponibles para regresar a jugar con sus respectivos equipos en la temporada cubana.

También en otros deportes la experiencia no es novedosa, pues a finales del pasado siglo –dicho así puede parecer muy lejano- varios voleibolistas se enrolaron en diferentes equipos de la poderosa Liga Italiana, sin que esto impidiera su participación en torneos internacionales defendiendo los colores de la bandera cubana. Pero eso no duró mucho tiempo.

Las estrategias

Los más optimistas ven en las recientes decisiones los primeros indicios de la adaptación del deporte cubano a los tiempos que corren, en los que el amateurismo es casi un sueño debido a la cada vez mayor comercialización.

Los más conservadores recelan. Suponían que la pérdida de hegemonía del deporte cubano, incluso a nivel regional en varias disciplinas, aceleraría el proceso. Pero en el 6to. Congreso del Partido Comunista de Cuba, y en los lineamientos que de éste se derivaron, apenas aparecen unas líneas relacionadas con el deporte, y en todos los casos haciendo referencia a la masividad de su práctica desde la base.

En medio de la estrategia de conservar los ideales más puros del amateurismo durante las últimas cinco décadas, no fueron pocos los que decidieron cambiar el rumbo hacia el deporte rentado. Superan la centena los peloteros que han buscado la manera de probarse en el béisbol profesional, y esa “sangría” ha sido una de las causas fundamentales del descenso de nivel en el béisbol cubano.

El éxodo también ha afectado al voleibol, que por esta causa hoy no es ni tan siquiera la sombra de lo que algún día fue. Desde que se cancelara la participación de los voleibolistas cubanos en el torneo italiano, la salida de jugadores hacia el exterior por las más diversas vías no ha dejado de fluir.

A algunos se les ha liberado de la selección nacional y han podido rehacer sus carreras en otros lares, pero otros siguen en la isla, como el jovencito Wilfredo León, sin la oportunidad de probar todo su talento en los torneos más exigentes del mundo.

El futuro

Aun cuando se estén dando pasos de avance hacia una política más flexible en el deporte, no hay garantías para que los mismos abarquen todo el espectro deseado a la velocidad requerida.

Se especula que la salida de los primeros tres peloteros es una manera de ensayar de cara al futuro, y que no demorará mucho la decisión de permitir a los peloteros cubanos desempeñarse en ligas profesionales de probada calidad como las de República Dominicana, Venezuela o Japón.

En otras disciplinas se espera que la política de la esperada apertura sea coherente e inclusiva, para de esa forma relanzar sus estrategias de crecimiento.

Para nadie es un secreto que el deporte cubano no vive por estos tiempos sus mejores momentos, y cambiar esa tendencia debería ser un empeño de sus dirigentes.

Las expectativas en estos momentos son muy grandes, pues ha sido siempre el deporte una de los baluartes desde donde se ha potenciado la autoestima de un pueblo que hizo de su práctica un derecho, a la vez que disfruta y sufre como pocos en el planeta cada triunfo o derrota de sus deportistas.

De la voluntad de las autoridades depende poner en marcha un plan más abarcador que logre, al menos, recuperar las glorias pasadas. Pero hoy nadie sabe a ciencia cierta hasta donde se abrirán las compuertas.