José Ernesto González Mosquera - Foto: Nancy Reyes - Cuba Contemporánea.- Viengsay Valdés y Víctor Estévez en ensayo de "Piazzolla x 6" (Nadie dijo que lo nuevo sea peligroso. La tradición y la modernidad tienen, indisolublemente, una relación que conlleva evolución y cambios. Sin embargo, muchos hemos sentido que la danza clásica cubana se veía suspendida en programas y conceptos anquilosados, guiados por los grandes clásicos de las tradiciones romántico-clásicas de los pasados siglos. Pero experimentar no es sinónimo de dejar “cosas” en el tintero.


Desde el pasado año el Ballet Nacional de Cuba se inyectó nuevos aires estéticos con la vuelta a escena del Taller Coreográfico, creado por el maestro Fernando Alonso y la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso en el año 1965 como vía de desarrollo de las inquietudes artísticas de aquellos que gustaran de crear movimientos y montajes mayores. No hay que olvidar que de aquel empeño surgieron piezas como Majísimo y coreógrafos de la talla de Alberto Méndez e Iván Tenorio.

Felizmente, para quienes deseaban ver a los bailarines en nuevos retos y corrientes, tal vez incluso para los propios danzantes, regresó el Taller Coreográfico y parece que para quedarse.

“Es una necesidad para la compañía, para los coreógrafos, los que quieren o piensan que pueden ser coreógrafos, y para los bailarines. Ha sido como una inyección de creatividad, porque no es lo mismo bailar lo que otros han bailado a que creen sobre tu cuerpo una coreografía”, asegura Salvador Fernández, subdirector técnico de la compañía.

Los salones de la sede principal del Ballet Nacional de Cuba se cargan hoy de ensayos y correcciones, de bailarines yendo y viniendo de un lugar a otro, de coreógrafos y asistentes de montaje componiendo un espectáculo renovado para el público.

Ocho nuevas piezas y una reposición del taller del pasado año componen la gala que los días 6 y 7 de septiembre próximos acogerá la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba.

Feliz coincidencia de generaciones de creadores. Lo mismo hay trabajos de coreógrafos reconocidos en el panorama nacional junto a piezas de jóvenes bailarines de la compañía y de Danza Contemporánea de Cuba. Esto habla de una apertura, necesaria y urgente, del repertorio del Ballet Nacional a nuevas tendencias, más allá del clásico y el neoclásico más académico.

El estilo clásico con variaciones más modernas está representado por dos coreografías: Concerto y El relato.

Concerto (estreno mundial), de Carlos Luis Medina, miembro por muchos años de la compañía y en la actualidad profesor del Conservatorio de Ballet de Toulouse en Francia, tiene a su cargo la apertura de la noche. La claridad y exquisitez en los movimientos, las posibilidades más simples del baile masculino y el trabajo con las bailarinas son las rutas que sigue esta pieza de sutiles concepciones en la coreografía.

El relato (otro estreno mundial), de la joven bailarina del BNC Elys Regina Hernández, propone una mirada interpretativa desde la coreografía, con movimientos tenues y gráciles; “mirada y reinvención”, según la autora, a una parte de los presupuestos estéticos del coreógrafo Girry Killiam. “Mi principal inspiración fue la música usada en el final del largometraje Conducta. Me encanta la melancolía, la nostalgia, la emoción triste que provoca sobrecogimiento. Sobre estos parámetros puse el movimiento y parece un relato, parece que los bailarines están contando algo y por eso el nombre”.

Una de las propuestas más interesantes es Preludios de la noche (estreno mundial), de Maysabel Pintado, quien ganara Premio Iberoamericano de Coreografía Alicia Alonso en 2010 con Espectral. Conjugación de varias historias y conexiones entre estados de ánimo, sentidos de vida, sentimientos y proyecciones persigue la creadora en esta ocasión con un ballet que exige gran desdoblamiento interpretativo.

“Son varios preludios, es muy complicado porque son piezas muy cortas, y es decir un concepto, una historia, en 30 segundos o un minuto. Fue un trabajo muy fuerte encontrar el engranaje que los conectara. El otro reto fue después trasmitírselo a los bailarines durante el proceso. Sin embargo, ha sido uno de los montajes que más me ha gustado, porque ellos han tenido que ser menos bailarines y más intérpretes. Buscar las historias, los referentes para sus interpretaciones en casos reales”, explica a Cuba Contemporánea.

Llega entonces la mirada más desgarrada y contemporánea con piezas como Safe, Sobre un hilo, SDOS, 3D y Piazzolla x 6.

Safe (estreno por el Ballet Nacional de Cuba), de Raúl Reinoso, miembro de Danza Contemporánea de Cuba, exige a los danzantes moverse fuera del eje clásico, sin comodidades ni rígidos esquemas.

Sobre un hilo (también estreno para la compañía), firmado por el bailarín del BNC Lyvan Verdecia, compone fuerza y técnica como principales argumentos de posibilidades danzarías, además de un ineludible trabajo interpretativo.

“La danza, la coreografía es una manera más de comunicarnos, es el vocabulario que tenemos los bailarines. Siempre intento crear una historia y llevarla a la coreografía. Quise reflejar un momento de la vida donde no sabemos qué nos depara el destino, nos trazamos un hilo, un camino y llegan barreras, obstáculos que te hacen sentirte inestable, inseguro”, expresa Verdecia.

El propio Verdecia, junto a Adarys Linares, se vuelve bailarín en SDOS, de Ariadna Suárez, corifeo del BNC hasta su retiro en 2011. 3D, de Juan Carlos Hernández, divierte, no solo por la comicidad que le imprimen las intérpretes, sino también por la consecución en los movimientos.

Para cerrar se reservó Piazzolla x 6, de la camagüeyana y también Premio Iberoamericano de Coreografía Alicia Alonso en 2008, Tania Vergara. Un tango neoclásico-contemporáneo, interpretado por la Primera Bailarina Viengsay Valdés y el Principal Víctor Estévez, propone movimientos sinuosos, la divergencia de posiciones académicas con lecturas y expresiones contemporáneas. Destaca la incorporación como intérpretes de 4 músicos, cuarteto de cuerdas, en vivo en la escena.

Del Taller Coreográfico de 2013 se repone Retrato, también de Lyvan Verdecia, interpretado por los Bailarines Principales Jessie Domínguez y Alfredo Ibáñez. Un diálogo, con amor y violencia, necesidad y expectativas. Un sentido coreográfico que juega con códigos modernos para insertarlos en el discurso neoclásico.

Momento de cambio y renovación en el movimiento coreográfico del Ballet Nacional de Cuba. Lástima, solo una vez al año sabe a poco. Tal vez sea tiempo de pensarse programas conciertos a lo largo de las temporadas anuales para insertar, de cuando en vez, estas nuevas piezas.

Oxígeno para bailarines y coreógrafos, oxígeno para una compañía que dispone de aptitudes y talento para abrirse a los cambios. Nadie dijo que se olviden los clásicos, esos que nos han hecho brillar en medio mundo y que defendemos con vehemencia… Renovar no es olvidar.

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