Norland Rosendo González - Cuba Contemporánea.- A Eduardo Paret Pérez, uno de los dos mejores torpederos que ha pasado por las series nacionales del béisbol cubano, se localiza casi todos los días en el mismo escenario donde tanto lo aplaudió su público y donde también vivió, por desgracia, la ingratitud de algunos hombres en los momentos más duros de su carrera deportiva: el estadio Augusto César Sandino, de su ciudad natal, Santa Clara, en el centro de Cuba.


 

Bastó un breve intercambio por el chat de Facebook y luego una llamada telefónica para concertar la entrevista. Después, lo más complejo fue encontrarlo dentro del estadio. “Estaba aquí ahora, pero no sé para dónde cogió”, dijo uno. “Sí, pasó por aquí hace un rato”, confirmó otro. “Conversamos hace cinco minutos…”, aseguró un tercero.

Hasta que alguien miró su reloj y me dijo: “a Paret búscalo ahora en la jaula de bateo, se entrena como si fuera un atleta activo aún”.

Y así fue como lo localicé, sudando, bate en mano, ejercitando la depurada técnica con la que conectó batazos históricos, como aquel jonrón frente al japonés Daizuke Matsuzaka, en la final del primer Clásico Mundial de pelota.

Sigue siendo, a los 43 años, el mismo muchacho jovial, modesto, sin altanerías, al que un colega de Villa Clara bautizara como el Pionero, por su tamaño, su debut tempranero en la pelota grande y sus reflejos felinos en el campo corto.

Tras el saludo y las respectivas presentaciones, Paret me pidió (así mismo como les cuento: me pidió, con tanta humildad que por un instante me hizo olvidar que tenía enfrente al único pelotero cubano seleccionado como el mejor juvenil del mundo, en 1990, y después, el mejor amateur del mundo, 2005) que le concediera media hora para terminar la tanda de swing y correr un poquito.

Pudimos conversar en una oficina o en algún otro sitio, pero él escogió las gradas del Sandino. Ese lugar tiene un valor simbólico para él, es como si estuviera en medio de la fanaticada que nunca le dio la espalda, que siempre gritaba a voz en cuello cuando iba al bate durante los play off: ¡dale que llegó Paret!, y desde allí también se observa la gigantografía con una foto suya y una palabra que lo retrata: Disciplina.       

¿Qué haces actualmente?

–Estoy trabajando en la Academia provincial de béisbol como entrenador.

¿La afición se pregunta si piensas dirigir el Villa Clara u otro equipo?

–No lo tengo en mis planes inmediatos, lo que no quiere decir que no lo haga en algún momento. Ahora solo quiero trasmitir lo que aprendí durante los años que estuve en el béisbol y ayudar a la provincia en lo que pueda.

¿Cómo valoras la salud de la pelota cubana actual?

–Se han hecho cambios importantes. El torneo sub-23 ayuda mucho, les da fogueo a las figuras jóvenes. En los últimos tiempos han dejado de jugar en Cuba muy buenos atletas, unos decidieron abandonar el país para participar en el béisbol rentado, sobre todo en las Grandes Ligas, y otros se han ido quizás por falta de motivación.

También está muy claro que hay que seguir topando con la élite. Es muy buena la apertura para que nuestros peloteros puedan insertarse en ligas profesionales, como la japonesa. Allá están Frederich Cepeda, Yulieski Gourriel, Alfredo Despaigne y Héctor Manuel Mendoza; en Canadá juega Yunieski Gourriel. Ojalá cada vez sean más los que puedan tener una experiencia similar para bien de la pelota cubana y de los propios atletas.

Vivimos tiempos en que ganar cualquier torneo internacional es difícil y eso se debe a que el béisbol ha elevado su nivel en muchas partes del mundo, no podemos quedarnos atrás.

No pocos peloteros llegan con notables deficiencias técnicas a la Serie Nacional. ¿Crees que es un problema de la formación en la base, que los mejores entrenadores están fuera del país, o que el fútbol le está robando protagonismo al béisbol?

–Yo no creo que el fútbol vaya a reemplazar a la pelota como deporte nacional. Es cierto que unos cuantos entrenadores están trabajando en el exterior, pero aquí los hay muy buenos, así que no creo tampoco que esa sea la causa.

Sin embargo, sí hay problemas en la formación. Aquí en Villa Clara, por ejemplo, no disponemos de las condiciones necesarias en la Academia, y por eso algunos muchachos talentosos se van, no hay pelotas, no hay bates. Así es difícil entrenar bien dos o tres veces a la semana.

La Academia es fundamental, en las EIDE (Escuelas de Iniciación Deportiva) se enseña bastante, pero si después no pules, ejercitas y perfeccionas lo aprendido, es como si hubieras perdido parte del tiempo. Yo que he visto academias de otros países, te confieso que en Cuba estamos muy lejos de lo que debe ser una verdadera Academia de pelota.

Noto que los bateadores actualmente se preparan poco antes de ir al cajón, es como si no se concentraran en el juego cuando están el banco. ¿Cómo lo hacías tú?

–Es que hay jugadores jóvenes, y otros no tanto, que no se dan cuenta, o no les enseñan, que desde el banco se aprende mucho. Es importante observar al pitcher, sus movimientos, cómo tira la recta, el rompimiento, siempre hay algo que los delata y la clave está en percatarse de los detalles. Eso lo aprendí de grandes en este deporte como Víctor Mesa, Omar Linares, Antonio Pacheco, Orestes Kindelán. Muchas veces ellos iban a batear casi avisado, porque habían estudiado bien al lanzador rival.

Recta al medio

Vayamos ahora a tu historia como atleta. Hay una pregunta que te han hecho otras veces, pero no me han convencido las respuestas publicadas: ¿con qué segunda base te sentías más cómodo?

–Yo jugué con varios segundas bases muy buenos, pero con el que mejor me sentí fue con Jorge Díaz Olano, la “Araña” Díaz, que después se fue para Estados Unidos y llegó a las Grandes Ligas. La gente nos aplaudía con delirio, de mirarnos sabíamos lo que íbamos a hacer. Cualquier otra respuesta sería faltar a la verdad.

El habanero Germán Mesa y tú son protagonistas de una polémica que parece no tener fin sobre quién ha sido el mejor torpedero cubano en series nacionales. Pero hay un criterio muy interesante: que Germán era más espectacular y tú más integral. ¿Qué crees al respecto?

–(Se sonríe) Esa controversia creo que no va a terminar nunca, y eso que ya ambos estamos retirados. Él y yo nos llevamos bien. Germán hacía jugadas excepcionales, pero yo me tiraba también para atrapar las pelotas.

A lo mejor ese criterio que me dices está avalado por los números, pero tú sabes que las estadísticas en el béisbol no se pueden leer fríamente. Es bueno que perdure esa polémica, que si él, que si yo. De veras le aporta picante a la historia de la pelota cubana.

Yo siempre trataba de lucirme en el Estadio Latinoamericano. Al pelotero cubano que no le guste el Latino no es un auténtico pelotero. Siempre salí a darlo todo allí, como en el resto de los terrenos, pero ese lugar tiene su mística, y me encantaba que la afición industrialista disfrutara mis jugadas.

¿Preferías ser primero o segundo bate?

–Me gustaba más ser segundo en la alineación, pero en los últimos años me adapté a ser el primero. Hablaron conmigo para que ocupara ese turno porque agarraba muchas bases por bola. Además, en el béisbol moderno el primero y el segundo hacen casi lo mismo, sobre todo si el noveno es un hombre que se embasa mucho.

Debes saber exprimir al lanzador, o sea, hacerlo trabajar bastante, batear correctamente por detrás del corredor, tocar bien la bola.

¿A que pitcher te resultaba más difícil conectarle?

–En mi época había unos cuantos lanzadores muy buenos, pero hubo uno al que me costaba más trabajo batearle, era Lázaro Valle, creo que debido a su slider. Por suerte para mí, no coincidimos mucho tiempo porque se retiró.

Has sido de los pocos peloteros que en una misma temporada han conectado 15 jonrones y han robado 15 bases…

–Siempre me gustó el juego rápido, me entrenaba para eso, y tuve suerte en las series de 1996 y 2001 que me salieran unos cuantos batazos más para arriba, porque realmente mi función no era la de un slugger.

Curva en la zona 

¿Cuál ha sido el manager con el que te sentiste mejor? 

–Tuve muy buenos directores, tanto en la provincia (Pedro Jova, Víctor Mesa), como en el equipo Cuba (Jorge Fuentes, Higinio Vélez y Rey Vicente Anglada). Pero si tengo que escoger uno, me quedo con Jova, empecé muy joven con él, y en lo personal somos como padre e hijo.

Paret, ha comenzado un debate, fundamentalmente en la opinión pública y en algunos medios de prensa, sobre si Cuba debería convocar a una selección nacional sin fronteras, o sea, con peloteros de aquí y de allá (los que se desempeñan en las Grandes Ligas norteamericanas). ¿Te gustaría un equipo así?

–Bueno, sé que ha habido varios pronunciamientos sobre el tema, ya Michel Enríquez lo hizo y también peloteros que están en los Estados Unidos. Habría que ver qué hacen las autoridades norteamericanas si Cuba se decide a convocarlos, a abrirles las puertas de su equipo nacional.

Pero en lo particular, me gustaría una selección cubana sin fronteras. A fin de cuentas, ya muchos pueden venir al país a ver a su familia, a disfrutar, nunca han dejado de ser cubanos, de sentir como cubanos. Ellos han demostrado que la pelota cubana tiene calidad, nivel. Entonces, por qué no jugar juntos.

Ahora mismo en Japón coinciden en el mismo equipo peloteros cubanos que viven aquí con otros que viven fuera de nuestro país, por ejemplo, Cepeda y Leslie Anderson; es algo a lo que nos tenemos que ir acostumbrando en la era moderna, los tiempos cambian.

¿Te imaginas a Cuba en un Clásico con un equipo así? Sale de favorita para ganarlo. Y cómo lo disfrutaría la afición. Lo importante es que todos se respeten, cada quien con su ideología.

Y ya que hablas del Clásico, ¿cómo valoras el segundo lugar de Cuba en la primera edición?

–Para mí es el mejor resultado de la pelota cubana en su historia.

Si te dejarán escoger a un equipo Villa Clara para volver a jugar, ¿a quiénes pedirías?

–(Piensa uno segundos, mira al terreno, repasa todas las posiciones). Me quedo con los peloteros con los que gané tres campeonatos seguidos en la década del 90 del siglo pasado, dirigidos por Pedro Jova: Ángel López en la receptoría, Jorge Luis Toca en primera, Jorge Díaz Olano en segunda, Rafael Orlando Acebey en tercera, Oscar Machado en el jardín izquierdo, Víctor Mesa en el central, Eddy Rojas en el derecho, y como lanzadores, Rolando Arrojo y José Ramón Riscart.

¿Ángel López por encima de Ariel Pestano?

–Sí, Ángel era tremendo cátcher también. Pero reconozco que Pestano es el mejor receptor de la pelota cubana.

Y si tuvieras que armar un equipo Cuba…

–(Ahora ni siquiera titubea, responde como si estuviera esperando la pregunta) En primera base, Orestes Kindelán; Antonio Pacheco, en segunda; Omar Linares, en tercera; Lourdes Gourriel, en el left field; Víctor Mesa, en el centro; Luis Giraldo Casanova, con quien nunca jugué, pero me hubiera gustado mucho hacerlo, en el right field. De pitcher pondría a dos pinareños: José Ariel Contreras y Omar Ajete. Y ahí sí escojo a Pestano de cátcher.

Para ser campeones tuvieron que ganar varios play off, ¿contra qué equipos disfrutabas jugar más en la postemporada?

–En esos años la estructura de la Serie Nacional era otra y nosotros teníamos que ganar la zona oriental para poder ir a la final. Fueron los años en que Villa Clara y Santiago de Cuba éramos los “machos”   del oriente. Tremendos juegazos que dábamos. Discutimos el campeonato con Industriales y Pinar del Río, pero si me dejas escoger me quedo con Santiago en la semifinal e Industriales en la final.

¿Te hubiera gustado jugar con otro equipo en las series nacionales?

–Nunca, siempre quise vestir la camiseta naranja.

Pegadita a los codos

El año 1997 fue muy difícil para ti, te suspendieron de la pelota cubana junto con otros atletas y entrenadores villaclareños por haber tenido vínculos, según trascendió, con un excompañero de equipo que había desertado, Rolando Arrojo. ¿Es cierto que conversaste con Arrojo? ¿Cómo valoras esa decisión del INDER?

–Fue una situación muy difícil de superar, años en los que sufrí mucho, y todavía estoy sufriendo. Pensé que el mundo se me acababa, yo tenía entonces 23 años, esa es una edad muy compleja.

Logré reponerme gracias a mi familia, a mi esposa, a mis verdaderos amigos, porque muchos que decían serlo me dieron la espalda. Ahí supe de veras quiénes eran mis amigos.

Sí creo que fueron injustos conmigo, me juzgaron por cosas que no hice, yo no hablé con Arrojo, pero me pregunto: y si lo hubiera hecho, ¿qué?, ¿acaso no podía hablar de pelota, de la familia?, ¿por qué pensar que tendría que conversar de política?

¿Dicen que ni al estadio te dejaban entrar?

–Así mismo, una vez vine a entrenar y me sacaron. Y eso me dolió mucho, aún me duele.

Regresaste en la Serie del 98. ¿Cómo recuerdas ese momento?

–Ese día estaba más nervioso que cuando debuté. No sabía cómo iba a responder el público, estaba extraño. Recuerdo que fue un juego contra Granma y la afición me recibió muy bien, hice una jugada que levantó a las gradas al tirarme a coger un fly corto al LF. Le doy otra vez las gracias a todos los que confiaron en mí.

Tardaste dos años en integrar el “Cuba”   otra vez. ¿Pensaste que no volverías?

–En 1999 hicieron una preselección de cien peloteros para los Juegos Panamericanos de Winnipeg y no me convocaron, a pesar de que llamaron a seis o siete torpederos. Pero no dejé que el ánimo se me cayera.

Al año siguiente, fui a la preselección para los Juegos Olímpicos de Sydney, y a última hora me eliminaron, a pesar de mis resultados en los entrenamientos. Parece que seguía la desconfianza, la maldita desconfianza.

Después vino Víctor Mesa a dirigir el Villa Clara y me dijo que si rendía y estaba bien, iba a ir al Cuba, que él me lo prometía. Y así fue, desde 2001 estuve nuevamente en la selección nacional hasta el 2009, por méritos propios, que conste. Incluso fui el capitán del equipo varios años.

¿Te hubiera gustado jugar béisbol profesional?

–Sí, para nadie es un secreto que en las Grandes Ligas se concentran muchos de los mejores peloteros del mundo. Es una lástima que el Gobierno norteamericano condicione la participación de atletas cubanos con fines políticos. Algún día eso tendrá que cambiar.

Siento orgullo de que varios peloteros cubanos estén brillando ahora en la gran carpa, es una muestra de la calidad de nuestro béisbol.

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