Maya Quiroga - Foto: Cubacine - Cuba Contemporánea.- Cuando se discursa sobre el videoclip en la Cuba de los últimos cinco lustros no puede dejar de mencionarse a Arturo Santana, uno de los realizadores independientes más exitosos –por su presencia constante en las galas de los codiciados premios Lucas–. Pero Santana, su nombre artístico, es también un prolífico director de audiovisuales que cuenta en su currículo con varios cortometrajes de ficción, spots publicitarios y documentales.

Finalmente, Santana va a realizar el sueño mayor: su primer largometraje de ficción, titulado Bailando con Margot, un proyecto largamente acariciado que ha resistido los embates del tiempo. En estos momentos el cineasta se encuentra inmerso en el proceso de preparación del filme, producido bajo los preceptos del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), de conjunto con la Villa del Cine de Venezuela.

Sobre esta película que se desarrolla en La Habana, entre 1914 y 1958, y que incursiona en el llamado cine negro, conversó en exclusiva para Cuba Contemporánea el autor del cortometraje de ficción La forastera, uno de las 14 historias del proyecto Gibaras.

¿Cuáles retos ha tenido que enfrentar para rodar su primer largometraje de ficción?

–El primer reto ha sido el tiempo, la espera, la autoafirmación acerca de ti mismo. El segundo, la intolerancia, no tanto pensando en la posible censura temática o estética sino en mi esencia, de donde provengo. Te recuerdo que no pertenezco a ninguno de los lados clásicos de lo que llamo “la pirámide del éxito”, si vemos así el posible camino para dirigir una película. El ICAIC, por momentos, lo he sentido excluyente.

¿Por qué el proyecto Bailando con Margot estuvo guardado durante casi veinte años?

–Bailando con Margot, que hace unos veinte años se llamaba K.O., era una película integrada por tres cuentos de boxeo, ambientada en épocas distintas y mucho más inclinada a la farsa, a lo rocambolesco. Por suerte, luego apareció la música y la posibilidad de vincular todo aquello a una historia de amor y a la pesquisa de un detective, lo que me obligó a unificar el tono de la historia.

Una vez que supe de la aprobación del proyecto por parte de la productora venezolana Villa del Cine, me propuse hacer una película con cruces de géneros que también respondiera a otros posibles destinos sin perder el sentido de lo auténtico, del homenaje al cine.

¿Cómo se produce el tránsito del Arturo Santana realizador independiente al realizador vinculado a la industria cinematográfica?

–Te mencionaba a Villa del Cine porque Bailando con Margot forma parte de un acuerdo entre los dos países: Cuba y Venezuela, para producir cine. Ya he realizado para esta última productora un cortometraje de ficción: Subir al cielo, que forma parte del largometraje titulado Día de Fiesta, una película formada por siete historias latinoamericanas.

Mi presencia en el ICAIC no resulta un tránsito. Siempre he estado por ahí, muy cerca; quizás no se habían dado cuenta...

¿En qué medida su trabajo como realizador de documentales, videoclips y cortos de ficción lo ha ayudado a madurar este añorado proyecto?

–Todos los géneros han contribuido, de un modo u otro, a mi formación como cineasta. Mi obra es un resultado de esa mixtura. Para mí, en esta profesión no existen géneros menores. Quizás también por eso adoro los cruces de género –dramáticos y formales– en el cine.

¿Qué ventajas y qué desventajas le ve a producir esta película con el ICAIC?

–Le decía a una de mis asistentes cuando me saludó en la mañana: “Ahí, adaptándome...”. Y realmente se trata de eso: adaptarse a un esquema casi diametralmente opuesto a la hora de asumir un mecanismo productivo. No te olvides que soy un cineasta independiente desde hace 25 años.

De todos modos, espero que me comprendan como yo trato de comprender esta experiencia. Sin embargo, creo que, por encima de todo, estamos en una aventura que debemos defender hasta el final y con el esfuerzo de todos, no importa desde qué ángulo miremos las cosas; el cine cubano necesita alimentarse de estos experimentos. Aquí también trabajo con gente muy valiosa. Y eso es muy importante para hacer una película tan complicada como esta.

¿En qué fase se encuentra Bailando con Margot?

–La película está en franco proceso de prefilmación, durante unos tres meses. El rodaje está previsto a partir de noviembre de 2014 hasta finales de enero de 2015. Luego viene la edición y posproducción de imagen y sonido en todas sus etapas: hablamos de seis meses más. Toda una carrera de largo aliento.

Santana posee una vasta cultura cinematográfica. ¿Cuán importante puede ser contar con tantos referentes a la hora de realizar un audiovisual, cualquiera sea su género? En el caso específico de Bailando con Margot, ¿cuáles son los referentes cinematográficos que tuvo en cuenta para concebirlo?

–Naturalmente, los referentes son importantes a la hora de establecer una idea. Solo trato de devolver lo que algún día vi. Eso es todo. Bailando con Margot, estilísticamente hablando, será una película digamos que vintage y no nostálgica. El hecho de que tratemos un tipo de cine, quizás de género, que recuerde las películas norteamericanas de los años 40 y 50 del siglo pasado, no significa que abandonemos la posibilidad que nos ofrece la tecnología actual –y hasta el entendimiento del espectador de hoy– de contar una historia que bien puede suceder ahora mismo y con la soltura que estos tiempos permiten.

Sobre Bailando con Margot ha dicho que es un filme neonoir, con elementos de melodrama, cine deportivo, musical y cine gore. ¿Por qué apuesta por esa mezcla de registros para su primer largometraje de ficción? ¿Guarda esto alguna relación con su concepto de cine de autor?

–Sí, puede ser cine de autor, neonoir, claro está; pero sucede que he sido fiel a mis personajes y los he dejado avanzar en la historia del guion sin detenerlos, permitiendo toda peripecia posible. Es por ello que los vemos cantando, bailando, en peleas de boxeo, a veces solos, o terriblemente enamorados.

En anteriores entrevistas a otros periodistas no ha querido revelar detalles acerca de los protagonistas de la película. ¿Podemos ahora conocer algo al respecto?

–Sí, claro, ya tengo confirmados a muchos de los actores de la película, entre ellos Mirtha Ibarra, Edwin Fernández, Yeny Soria, Max Álvarez, Jorge Enrique Caballero, Camila Arteche, Mayelín Barquinero, Carlos Massola, Yia Caamaño…

¿Qué importancia le concede a la dirección de arte en esta película? ¿A cargo de quién estará?

–Cuando comencé los procesos previos de preparación, hace unos quince meses, más o menos, le pedí a mi director de producción, Santiago Llapur, el máximo apoyo a la hora de pensar en el arte de la película, cosa muy complicada en una historia que transcurre en varios tiempos. Y así ha sido hasta ahora con los recursos existentes que, como siempre, no bastan, lo que nos obliga a hacer más maromas que un equilibrista. Onelio Larralde, el director de arte en la película, ha aportado un concepto muy dinámico y, a la vez, muy fiel a las épocas tratadas. Tampoco puedo olvidar a todo su equipo. Ya hablaremos de ellos.

Santana ha dicho: “Si tengo una obsesión, es La Habana”. ¿En Bailando con Margot aparecerá retratada La Habana o es una película rodada en interiores?

–La Habana aparecerá tal y como la imaginamos un siglo después de lo sucedido en la historia. Te contaba que ese fue uno de los aportes del director de arte, Onelio Larralde, el exquisito y funcional scouting de las localizaciones, para crear los decorados en los cuales moveremos a los personajes. Realmente difícil, créeme… Todo esto ha aumentado mi obsesión por esta ciudad. La investigación que realizamos nos llevó a descubrir cosas inimaginables de La Habana: sus teatros, sus muelles, sus calles…

¿Cómo tiene concebido el diseño de fotografía?

–Bueno, eso es punto y aparte. El director de fotografía de Bailando con Margot es Ángel Alderete. Y digo lo de punto y aparte por el trabajo que hemos realizado durante un tiempo. Ya rodamos tres cortos de ficción juntos y nos une la amistad y el respeto. Discutimos mucho sin hacernos concesiones, solo tratando de encontrar lo mejor para la película, dentro de un marco muy duro de producción que puede atentar contra el lenguaje que queremos utilizar. La fotografía de este tipo de cine, lleno de atmósferas, es clave: me siento tranquilo contando con un colaborador así cerca de mi imagen.

En las escenas donde se incluyen el jazz, el guaguancó y el danzón, ¿habrá referencias directas al realizador de videoclips?

–Mira, eso lo preguntan todos. Creo que esos elementos no solo se podrían ver en las escenas musicales sino en toda la película. Ahora, la influencia del videoclip no va en los cortes acelerados sino en el valor del montaje paralelo de la narración, en el cuidado de las atmósferas. Ya sabes…

¿Qué proyectos vendrán después de Bailando con Margot?

–¡Los que Dios permita…! Las cosas del lado de acá no están muy claras con el cine. Si quieres, hablamos de eso en otra entrevista, para no complicar a Bailando con Margot. Te lo agradecería, la verdad que sí…