Marianela González  - Foto EICTV - Cuba Contemporánea.- Quien dirige hoy la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV) no logra precisar cuándo ni en qué contexto mostró Gabriel García Márquez, uno de sus fundadores, la única preocupación que se le conoce en torno al proyecto de San Tranquilino: ¿qué lugar ocuparán luego estos jóvenes en sus países?, ¿estaremos creando una escuela para desempleados? -bromeaba, supongo.

Jerónimo Labrada no recuerda exactamente los detalles.

Pero nos ha regalado unas postales, y si algo tienen las postales es esto: el dato del reverso no importa demasiado si la imagen habla. Pudo el Gabo haberse preguntado y preguntar algo así a Fidel en el preciso instante en que un fotógrafo “anónimo” los captó en pleno susurro; mientras se ajustaba los espejuelos y recorría la explanada entre Birri, García Espinosa y Titón, o el día de la inauguración, mientras sonaba Van Van.

Ni idea.

Lo que sí sabemos es que aquella preocupación no duró mucho y que no es hoy, ni este contexto, el tiempo en el que tendría cabida. Lo sabe Jerónimo, también, aunque insista en que no son las películas, sino los egresados, las cartas credenciales de la Escuela fuera de San Antonio: 23 graduaciones y 841 “cinetelastas” más tarde, los sujetos del cambio artístico, productivo y de gestión del cine latinoamericano, y cubano, se cuecen no en el centro del Vedado, sino en ese microclima creativo, opinante y propositivo a 35 kilómetros de La Habana.

Las cartas credenciales

A 28 años de su fundación, la EICTV produce anualmente entre doce y catorce largos anuales en tiempo en pantalla, lo cual supera al de muchas industrias -entre ellas, el propio ICAIC. Y aun cuando su núcleo docente no halle acuerdo en relación con las cartas credenciales que la prestigian fuera de sus predios -si las propias películas o los jóvenes que las hacen-, un simple repaso por la cartografía del cine regional (y nacional) en los últimos años basta para notar que la respuesta es simplísima: son ambos.

En sus países y fuera de ellos, los más de cuarenta egresados anuales fomentan el desarrollo de las cinematografías nacionales, pujan por hacer parir estructuras y políticas públicas que favorezcan la creación e inventan festivales que articulen gentes y miradas y modos de vida, al tiempo que escriben, dirigen, producen, filman, editan, distribuyen, promueven, aplican a fondos y luchan por colocar sus propias películas en los pequeños, medianos y grandes engranajes del cine internacional.

Son ellos y lo que hacen: su paso por San Antonio es el común denominador en las fichas.

Para que duerma tranquilo el Gabo, una idea y algunos “hitos” que la confirman en este, el año en que nos dejó:

En la Muestra Joven de 2014 vimos las obras de tres de los más recientes egresados: Damián Saínz, Luis Ernesto Doñas y Marcel Beltrán. Damián, “entre las seguras promesas del documental en Cuba” -dijo la crítica sobre Homenaje, cuando ya había visto De agua dulce-; Doñas, premiado en Viña del Mar y en Cine Pobre y en la propia Muestra, y Beltrán, luego de Digna guerra, convincente y sólido en La nube, frente a Broselianda Hernández, Manuel Porto y Lola Amores.

Otros pasaron también por Cine Pobre, el Almacén de la Imagen, el Imago y otros nodos de la producción audiovisual en la Isla, con un notable average de reconocimientos.

Y no vimos pero oímos de Hotel Nueva Isla y su premier mundial en Rotterdam. Irene Gutiérrez y Javier Labrador se graduaron de Documental y Fotografía, y aunque sus nombres han sido menos “sonados” en Cuba, su pase a bordo del Bright Future les asegura una mirada atenta, aquí, por parte de la crítica y el público (conectado). Pero sí vimos y oímos de La casona, la tesis de Juliette Touin, y del ejercicio de “one to one” Un paraíso, de Jaysha Patel, en la competencia de la Berlinale -The Illusion, de Susana Barriga (2009), había sido la última pica en Flandes de la EICTV en el festival de Berlín.

Por alguna prensa nacional y las agencias internacionales seguimos el tour de Carlos Machado Quintela, egresado de Guion, por varios circuitos internacionales: el apoyo del World Cinema Fund (WCF) para Benjamín o el planetario; el paso de La piscina por Berlinale... Por la misma vía supimos de los créditos de Melaza en los Premios Ariel y el Havana Film Festival New York, como había ocurrido el pasado año con Alejandro Brugués, también formado por la cátedra de Arturo Arango en San Antonio.

La mayoría, nombres que podemos asociar, en la Isla, con productoras y grupos formales de creación, cuyas capacidades de gestión y solidez formativa han tenido una incidencia directa en los replanteamientos, cuestionamientos y propuestas de reestructuración conceptual y estructural del cine nacional.

Son sus obras y ellos.

Así ha ocurrido también en otras partes del continente. Cada diciembre, producciones de la Escuela y sus egresados cubren un espacio considerable de tiempo en pantalla y dedican a San Antonio los corales o las menciones. En 2013, tuvimos aquí a Pelo Malo, de Mariana Rondón y producida por Marité Ugás -ex alumnas ambas-, que se llevaría también la Concha de Oro en San Sebastián. La cinta hizo notar un cine venezolano “otro” y destapó un reverbero de sensibilidades como ninguna otra producción nacional había conseguido en años recientes.

Los egresados son de 60 países: todo esto era, por tanto, cuestión de tiempo.

De esa inmensa cantidad de jóvenes, dice Jerónimo Labrada, “unos ocho o diez se convierten en personalidades del cine” en la región. Quizá estos, y otros por venir, son los huevos de oro, los ocho o diez de sus camadas. Pero hay otros cientos. De ellos, “algunos pasan a ocupar cargos en instituciones culturales y de apoyo al cine” en sus países; muchos deberán lidiar con las estructuras de las industrias nacionales y “colarse” donde puedan, mientras que otros, unos cuantos, deberán empezar por crear ellos mismos las condiciones para que una industria, alguna, tome cuerpo dentro de sus fronteras.

Por eso le interesa al director de la EICTV que veamos en La Habana, entre el 2 y el 8 de octubre, la muestra Ícaros de cine centroamericano: un fruto de lo que ha sido el trabajo de egresados como Daniela Seoane -hoy directora de la Cátedra de Fotografía de la Escuela-, para “reproducir en Centroamérica los modelos de estudio de San Antonio y generar una industria de cine en la región”. La única forma de que eso ocurra, dice, es impulsar el desarrollo y el reconocimiento de un cine regional.

Son sus obras y ellos.

Trabajo les sobra.

Escuela fénix

Jerónimo lo explica de esta manera: “La EICTV es uno de los pocos proyectos de aquellos años (80) que ha logrado sostenerse. Y pienso que esto se ha debido a que ha encontrado las fórmulas y las vías para salir adelante. Hay algo en su diseño -debido a Birri, a García Márquez, a Fidel- que la hace inextinguible, aun cuando supuestamente alguien quisiera anularla o liquidarla”.

Esta “es como la toma cinco o seis…” en la película del ave fénix, bromea.

Hace poco más de un año, los titulares eran menos esperanzadores: “El Estado cubano seguirá respaldando y estimulando a la Escuela que fundaron Fidel y García Márquez, orgullo de Cuba y Latinoamérica…”, declaraba a través del Ministerio de Cultura. La noticia era buena, pero la lectura sabía a maripositas chinas: (Hoy, el Estado cubano, junto con proyectos y colaboraciones de otros gobiernos y organizaciones, cubre el 70% de las matrículas de cada estudiante de pregrado)… ¡Hombre, claro, ¿y por qué no?! Había reventado como pólvora el proceso de la verificación fiscal sobre el proyecto central de la Fundación del Nuevo Cine, y del propio vía crucis habrá emergido más sólido.

La Escuela es ella, y su obra.

Sus profesores son profesionales en activo que entran y salen de talleres y clases magistrales. Profesores golondrinas, les llaman allí. Cada quince días cambia el plantel hasta completar unos 400 cada año, y ese mismo proceso de regeneración conduce, como cada nuevo curso, a que sus procesos sean constantemente expuestos como si se tratara de la primera vez, del borrador cero.

El de esta mañana ha sido un encuentro para acercar a la prensa, dice Jerónimo. La Escuela busca salir del aislamiento que siente a veces, cuando tanto pasa y se queda allí, en los grafitis de las paredes. La próxima vez que vayamos, nos anuncian, quizá no veamos más el viejo transfer o estará en un museo con la cámara de Kurosawa.

No hay que perderla de vista porque es eso, un microclima, y todo entre sus muros transcurre a destiempos. De vez en cuando, volver la vista del repaso de premios a las aulas de San Antonio será un ejercicio útil: no, Gabo, no fundaste una Escuela para desempleados; fundaste un filtro, un centro UFO donde la soledad de los “otros” toca a menos; un Macondo en el que nace y muere, suda en el paredón y echa a volar entre las sábanas, todos los días, el “nuevo cine”.