José Ernesto González Mosquera - Cuba Contemporánea.- Paloma Herrera, Primera Bailarina del American Ballet Theatre de Nueva York, volvió a Cuba para despedirse de los escenarios cubanos. Junto a Gonzalo García, del New York City Ballet, bailó el complicado Tchaikovsky Pas de Deux, de Balanchine.


No era aquella joven bailarina que llegó por vez primera a La Habana en 1996. La madurez artística y técnica pudo notarse y el público se extasiaba en ello. La Herrera disfruta la danza, cada giro o secuencia, con la seguridad de saberse veraz y graciosa en escena, dueña de una técnica apabullante.

Anunció su retiro de la danza, probablemente en uno de los mejores momentos de su carrera. “Los bailarines sabemos que esta es una carrera con un principio y un fin. Nunca he planeado mi vida. Vivo el día a día y lo disfruto como si fuera el último. Lo importante es eso, disfrutarla y sentir que no te quedan pendientes”, asegura la bailarina que en diciembre de 2015, cuando cierre su trayectoria, cumplirá 40 años.

“Siempre tuve el ideal de retirarme feliz, disfrutando, por suerte sin lesiones y cuando mejor estuviera física y artísticamente. Quiero quedarme con el recuerdo de mis últimos personajes y ballets bailados a plenitud y de la manera que me gusta bailarlos. Este año mi última temporada de Quijote, de La Bayadera, de Coppelia, fueron funciones inolvidables en el Metropolitan Opera House”.

Paloma Herrera comenzó su carrera en Buenos Aires con la maestra Olga Ferri, para ingresar luego al Instituto del Ballet Estable del Teatro Colón. Su salto a Nueva York llegó a los 15 años en un viaje que cambió de seis meses de aprendizaje a 23 años de exitosa carrera.

“Nunca planeé dejar Argentina, las cosas se fueron dando. Estaba en el instituto del Colón, en el último año. Por los consejos de un maestro decidí ir a Nueva York a pasar seis meses de estudio y perfeccionamiento. Estando allí realizaron audiciones para ingresar al American Ballet Theatre, y recuerdo que me dije: 15 años, argentina, no me van a escoger nunca. Me presenté el último día y me escogieron. Desde entonces me cambió la vida porque comencé a vivir en otro país, bailé en una compañía profesional, de las mejores del mundo. Un sueño de aquella niña que miraba videos de Baryshnikov y Makarova y quería ser así de grande”.

Paloma ha sido lo mismo Giselle que Kitri, domina los estilos con igual soltura, entiende los clásicos, los siente como propios, la willy, la princesa, la campesina enamorada o los cisnes... Ha trabajado con los más grandes coreógrafos contemporáneos y se muestra agradecida de tanto aprendizaje.

“Para todos los roles realizo la misma preparación, llego 3-4 horas antes al teatro, ya sea que haga un ballet completo o un personaje de segundos en escena. Me encanta que cuando salga al escenario pueda explotarme al cien por ciento, realizar el proceso de trabajo previo. Todos los roles, por diferentes razones, me han hecho siempre trabajar. No importa si son los que hago por primera vez o los he interpretado en miles de ocasiones. Cada vez les busco nuevas maneras, intento aportarles nuevas interpretaciones.

“El trabajo diario es fundamental. La técnica en sí no es importante, es el vínculo o las maneras de expresar lo que el cuerpo muestra en movimientos. La cantidad de piruetas, o el equilibrio perfecto, ¿qué se hace con eso? La técnica lo que ofrece es libertad. Libertad de llegar al escenario con una técnica tan fuerte que la olvidas. El saber que uno lo tiene todo controlado, que puede vivir el momento y no pensar en el giro o en el salto que sigue. Es horrible estar pensando eso en el momento de la función. Eso es para la clase”.

Hoy Paloma Herrera ha decidido dejar los escenarios. No sabe qué pasará mañana. “Vivo el día a día, prefiero disfrutar este momento de transiciones. Lo importante es dejar la danza, que es algo que yo amo, como un recuerdo lindo para todos. Ya después se verá. Lo importante es saber hoy que he podido conmover y llegar a tanta gente”.

“Me gustaría no dejar de creer”

En entrevista con Granma, la reconocida actriz cubana confiesa que su carrera en el medio audiovisual ha estado cimentada por el esfuerzo y el amor dejado en las tablas.

Dioslaydis Peña Bosmenier - Granma.- La conocí en la televisión y no en el teatro, porque en tierra vueltabajera donde yo vivía, las oportunidades no iban como carta a la mesa; aunque no me quejo, me hubiese gustado ver también en esta manifestación de las artes a Blanca Rosa Blanco.

Alejandrina, aquella guajira que quería escalar y seguir adelante, caló en mí a la vez que los capítulos de la telenovela Salir de Noche pasaban. Como este, numerosos personajes desdoblan a Blanca Rosa. Hoy ella y Silvia vuelven a ser protagonistas de otra de estas tantas historias que “obligan” a sentarse frente a la pantalla chica.

—¿Cómo catalogas tu tiempo de estudiante en la Facultad de Artes Escénicas?

—A todos los que hicimos una carrera universitaria en una temporada como la del periodo especial, se nos convirtió en una etapa de sacrificio doble y el esfuerzo mayor. Los deseos por materializarlo se multiplicaron, al menos conmigo sucedió. Es como haber alcanzado todo en la nada, convocar el cuerpo y el alma para lograrlo a cualquier precio y mi generación sufrió y se creció en ese entrenamiento múltiple.

—¿Cuánto influyó el grupo de teatro Irrumpe y Roberto Blanco?

—El teatro es la sensación que más necesito y más extraño en mi vida,  lo que sucede con un proceso de creación es único e irrepetible; que circunstancias como la lamentable  muerte de Roberto Blanco me hayan aislado  del escenario, no significó que mi pasión se agotara. Fue mi maestro, el que consolidó y dio forma a mis partes aisladas.

“El teatro está en mí como una grieta necesaria, dolorosa y única”.

—Se te ha visto en el cine, en la conducción de espacios televisivos, series, telenovelas ¿qué otra cosa te gustaría hacer?

—Me gustaría sencillamente no dejar de creer para seguir intentándolo, un actor no termina  su carrera nunca, que intente en el camino probar e incursionar en otras cosas, no significa que esté abandonando mi carrera como actriz.

“Quisiera diseñar mi propio personaje y mi propia serie y eso ya lo estoy haciendo con un grupo de amigos que se han involucrado. Haremos una serie de 12 capítulos, un drama social donde aporto la idea central, actúo en algunos capítulos y si el tiempo físico me lo permite y me deja, trataré de dirigir de manera general el proyecto Re­trospectiva. Se producirá el año próxi­mo si todo sale bien... Eso ya es algo atrevido, después veremos”.

—¿Y el cine, cuánto disfrutas el rodaje de una película?

—Ro­dar una película no es todo, nunca sabemos qué sucederá con ella hasta el final. Te puede sorprender el éxito con las cosas más sencillas y lo contrario también sucede. Es difícil  hacerlo, solo te queda confiar en esa persona que te lleva hasta el final, la única que realmente sabe la película que quiere hacer.

“Si algo experimento por cada oportunidad  que me ha brindado el cine es, además de su grandeza y trascendencia, una sensación de eterno aprendizaje. Vivir ese proceso es fabuloso con películas exitosas o no, es sencillamente perfecta la ilusión del cine”.

—Mónica en Tras La Huella, fue un personaje que marcó al público, ¿cuánto quisiste a este personaje?

—Mónica significó mucho tiempo de mi vida, lo quise mucho y lo quiero aún. Empezó siendo un personaje más de un equipo y pasó a convertirse en otra cosa según se fue ajustando la estructura del grupo operativo de la serie.

“Por suerte tuve la dicha de compartir Día y Noche, conocer y actuar con Jorge Villazón.  El poli­ciaco es un género que me apasiona tanto en la literatura como en el audiovisual, eso ayudó un poco a manejar de una manera más sólida ese personaje.

“No imaginé que salirme de la serie se fuera a convertir en una sorpresa para el público, la sorprendida he sido yo. Si bien siempre supe el nivel de aceptación general, el mismo ritmo y los conflictos de trabajo no me permitieron conocerlo en toda su magnitud. Realmente ha sido difícil aislarme de Mónica, pero también ha sido bueno para ver las cosas desde otra perspectiva. Definitivamente será el personaje más largo de mi vida”.

—Es una responsabilidad protagonizar la nueva telenovela ¿qué resultado crees que pueda tener Silvia?

—Juzgar desde mi posición me resulta inapropiado, así que me quedo con el simple deseo de que Silvia sea para la gente lo mismo que para mí, una mujer, una madre de estos tiempos, valiente, que prioriza sus metas y no logra apartarse de sus sueños, que siente, que ama, que comete errores  y vive con ellos, que sufre y quiere ser feliz”.

—¿En qué plano está tu familia? ¿Qué es lo que más te gusta?

—Mi familia hace las novelas conmigo, las películas, todo. Están preparados para eso pero siento que a veces se agotan, no vivo aislada, tengo mis hábitos y miles de cosas que me gusta hacer, como cocinar y compartir la mesa junto a mi hijo, mi madre y mi pareja.

“Hoy lo que más me gusta es estar en mi casa. Me gusta el silencio, salir a caminar una hora, conocer personas diferentes todos los días. Estar actualizada me fascina, la medicina es una de mis pasiones y estudiar, tener un personaje que construir, investigar, escribir,  trabajar, cocinar y no perder la capacidad de asombro.

—En una palabra ¿qué significan para ti, tus amigos, la lectura, la casa de San Agustín?

—Mis amigos, la tolerancia. La lectura, constancia. Mi casa, un lu­gar donde me gustaría ver mu­chos niños corriendo, a veces los imagino.

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