Cubahora TV.- ¿Qué es lo que más te gusta de La Habana? ¿Qué quisieras ver diferente? Con estas dos preguntas recientemente pusimos a disposición de nuestros lectores un foro titulado “La Habana: luces y sombras”, que tenía como propósito motivar a los internautas a opinar sobre la capital de todos los cubanos, a propósito de su aniversario 495.


La Habana desafía el tiempo

La capital cubana persiste en su empeño de burlar los años. Algunos de sus habitantes nos cuentan cómo ven el presente y el futuro de esta urbe…

Fernando Medina Fernández - Cubahora.- ¿Qué es lo que más te gusta de La Habana? ¿Qué quisieras ver diferente? Con estas dos preguntas recientemente pusimos a disposición de nuestros lectores un foro titulado “La Habana: luces y sombras”, que tenía como propósito motivar a los internautas a opinar sobre la capital de todos los cubanos, a propósito de su aniversario 495.

“A mí de mi Habana me gusta todoooo!!! Su arquitectura, su majestuoso malecón, sus noches románticas y llenas de picardía, su clima calentito y su sol poniéndose en el mar…pero lo mejor de todo su gente tan dicharachera y alegre y mi gente linda y luchadora, yo los amo con todo mi corazón y de solo recordarlos se me arruga el alma”, decía Andrea Camero Marquez, mientras que Amanda Suiti alertaba:

“Adoro mi Ciudad pero quisiera verla limpia y reconstruida. Ahora se realizan muchos planes de construcción de viviendas, pero considero que es necesario que desde las comunidades se enseñe a cuidar y respetar lo q existe. Hay que educar para evitar desde los vertimientos de basura hasta el daño a lugares públicos”.

Otro criterio, el de Gabriela Tizze, expresaba: “La Habana es una belleza, mi deseo es que Eusebio Leal pueda seguir su maravillosa labor de reconstrucción y restauración del patrimonio arquitectónico increíble que tienen”

Una y otra vez, los comentarios coincidieron en la belleza y la singularidad de La Habana, destacaron la importancia de sus labores de restauración, y llamaron a la necesidad de cuidarla, de prestar atención sobre la ciudad que late más allá de la belleza.

Sí, porque cuando se habla de la capital de todos los cubanos, múltiples son los lugares que no pueden dejar de pasar por nuestra mente: La Habana es su capitolio, el Prado con sus leones, el malecón desde el que se puede ver el Morro, las conocidas calles Obispo, San Rafael o Belascoain, La Plaza de la Revolución, La Jiraldilla, La Catedral, la Plaza Vieja o el Gran Teatro…Es una ciudad con 495 años que vive diariamente el desafío de salvarse de los embates del tiempo y la naturaleza.

Pero La Habana es también Alamar, Guanabacoa, Cerro. Junto a su cara más hermosa asoma esta otra que aunque quiera no puede esconderse y de la que tantas veces nos alertó el reconocido arquitecto cubano Mario Coyula, cuando recordaba el deterioro progresivo de sus zonas centrales y las modificaciones constructivas implantadas en la mayoría de los edificios de su periferia.

Con cámara en mano, Cubahora recorrió algunos de esos lugares más conocidos de La Habana y conversó con sus habitantes sobre el presente y el futuro de esta urbe. Los invitamos a disfrutar de este video y a comentar sobre los desafíos que tiene por delante La Habana.

La Habana, a 495 años de su fundación: “Y no perezca en lo porvenir la fe habanera”

Eusebio Leal, Historiador de La Habana - Cubadebate.- Celebramos este domingo, si no la fundación de La Habana, sí su asiento definitivo hace 495 años en la costa norte junto al puerto que le otorgaría una celebridad mundial. Sin embargo, no son pocos los que nos inquieren sobre el por qué no nos remitimos al año 1514, en el cual debió establecerse un campamento que los conquistadores españoles ubicaron en la costa sur; según nuestro parecer en un punto de la Ensenada de la Broa y quizás, con percepción más exacta, en el entorno de Melena del Sur.

Confieso que en un viaje reciente, acompañado por el Doctor Gregorio Delgado, eminente Historiador de las Ciencias Médi­cas, recorriendo aquellos parajes junto a la desembocadura del río Mayabeque, sentí que este podía ser el sitio verdadero. El Ade­lantado Diego Ve­láz­quez hacía mención en una de sus Cartas de Relación al monarca que “la ciudad de este nombre (San Cris­tóbal del sur) era un gran ba­tey, rodeado de bujíos, con sus respectivos caneyes, o casas regias para sus Gemires o Dioses Penates y pa­ra sus Caciques o su Rey. Estaba cer­ca de la costa sur, en un llano fértil y ancho, sobre el río Güinicaxina” que resulta ser al ac­tual Ma­yabeque.

De cualquier forma y aunque otros historiadores como el decano Don César García del Pino sitúan el poblado en una latitud más occidental, evidencias cartográficas prestigiosas y antiguas esclarecen que cuando ya existía La Havana en la latitud Norte, aún pervivía el llamado Pueblo Viejo: San Cristóbal, o sea La Havana del Sur.

En el mapa «Culiacanae, Americae Regionis, Descriptio [con] Hispaniolae, Cubae, Aliarumqe Insualrum Circumiacientium De­lineatio» del gran cartógrafo y cosmógrafo flamenco Abra­ham Ortelius (1527-1598), al cual accedemos según el original realizado en 1579, aparece señalizado arriba el puerto y La Ha­vana, no así el pueblo viejo de San Cristóbal del Sur. Pero sí se con­signa en el «Cuba Ínsula. Hispaniola Ín­sula» de Jocodus Hondius y Ge­rardus Merca­tor [1], fechado en Ámsterdam en 1613.

Para la Dra. Hortensia Pichardo, fiel seguidora de los debates que el tema sugirió al Dr. Je­naro Artiles (1897-1976), prestigioso paleógrafo, archivero y bibliotecario español que transcribió los dos primeros tomos de las Actas Ca­pitulares del Ayuntamiento de La Habana, y aún para mi predecesor el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring —por razones obvias apasionado en el tema—, los primeros Historiadores de Cuba y de La Habana, dígase Pedro Agustín Mo­rell de Santa Cruz, Antonio de Herrera, Ignacio José de Urrutia, Jacobo de la Pezuela, José María de la Torre, Manuel Pérez Beato… por solo citar algunos, no lograron resolver el tema. La arqueología hasta aquel momento no mostró resultado alguno como los que pudo hallar José María Cruxent, venezolano de origen catalán, al hallar las ruinas de La Isabela, el primer poblado colombino en América, en la isla La Española.

Defendemos la certeza de un acto fundacional por la solemnidad con que, según la tradición y las formas de actuar de los españoles, era común y casi obligatorio el ritual de escoger fechas en el calendario juliano entonces vigente [2]. Esta pudo ser la causa de denominar al asiento inicial en la Costa Sur como San Cristóbal. Solía colocarse un poste, sembrar una cruz, escoger un árbol significativo y corpulento y situarse por lo general cerca de una comunidad indígena que pacíficamente acogiera a los recién llegados, proporcionándoles suministros indispensables; aunque para ellos resultaban a veces exóticos o repugnantes como las deliciosas iguanas asadas, peces nunca antes degustados y carnes rojas escasas de jutías o aves de la tierra. Con relación al pan, Cristóbal Colón advierte en su momento la necesidad de adecuarse al casabe [3], pues la harina de Castilla que llega húmeda en el vientre de las carabelas, se agusana tanto como el vino se torna agrio por su pobre resistencia al clima tropical.

Mi respuesta a quienes me preguntan por qué no he seguido el ejemplo de otras villas cubanas que han celebrado ya su 500 aniversario —independientemente de las variaciones de su lu­gar fundacional—, es que resultó más seductora para mí y el concilio de mis colaboradores, La Habana real, la que nació de la unión del Pueblo Viejo y el Nuevo, constituyéndose en un ente que llamóse San Cristóbal de La Ha­bana. Aceleradamente asumió su nueva identidad, reafirmada al llegar a ella el célebre letrado Alonso de Cáceres, enviado desde Santo Do­mingo de Guz­mán para establecer las ordenanzas que llevan su apellido y que se constituyen si no en el más antiguo, en el más conocido y tenido como tal de los reglamentos urbanísticos vigentes en este continente, base de una jurisprudencia posterior tan rica y detallada, que resulta asombroso o más bien escandaloso que se violen o contradigan.

¿Cuáles son las razones no ya para conmemorar que es hacer memoria sino para celebrar el nacimiento de una comunidad que la labor de generaciones engrandeció? El 20 de diciembre de 1592 se produjo la tardía exaltación de La Habana como ciudad bajo designio real de Felipe II: “Por cuanto teniendo consideración a lo que los vecinos y moradores de la villa de San Cristóbal de la Habana, me han servido en su defensa y resistencia contra los enemigos, y a que la dicha villa es de las principales de la isla y donde residen mi Gobernador y Oficiales de mi Real Hacienda, deseo que se ennoblezca y aumente: por la presente quiero y es mi voluntad que ahora, y de aquí en adelante para siempre jamás la villa sea y se intitule la ciudad de San Cristóbal de la Habana, de la dicha isla de Cuba…” [4]

Y el 8 de octubre de 1607, por Real Cédula, la ciudad queda reconocida como capital oficial de la colonia, cuyo gobernador ostentaba la representación de la corona. Sin lugar a dudas, ello fue posible por un conjunto de sucesos y acontecimientos que señalaron su destino. La Habana quedó situada en el centro del teatro operacional de las armadas, sede circunstancial del anclaje de las Flotas por mandato regio, lo cual no solo atrajo riquezas sino permitió a los vecinos muy tempranamente adecuar todo tipo de servicios para acoger a miles de viajeros. No hay nada nuevo como vemos, esto fue así desde tiempos inmemoriales, sujeta la urbe al orden riguroso establecido por el Cabildo, institución de Castilla en América obligada a elegir a sus miembros, a dejar prueba documental de sus actos, a expedir licencias y a conservar la capacidad defensiva, siempre amenazada y sujeta al peligro de las inciertas relaciones entre las potencias europeas que se proyectaban sobre el Caribe.

Cuando nos preparamos para celebrar en el 2019 el quinto centenario de La Habana, puedo como lo manda la inscripción junto al mítico árbol de ceiba en la Plaza de Armas, sugerir a los caminantes detener el paso:

Detén el paso, caminante,

adorna este sitio un árbol,

una ceiba frondosa, más bien

diré signo memorable de la

prudencia y antigua religión

de la joven ciudad, pues

ciertamente bajo su sombra fue

inmolado solemnemente en

esta ciudad el autor de la

salud. Fue tenida por

primera vez la reunión de

los prudentes concejales

hace ya más de dos siglos:

era conservado por una

tradición perpetua; sin embargo

cedió al tiempo. Mira, pues,

y no perezca en lo porvenir

la fe habanera. Verás una imagen

hecha hoy en la piedra, es decir,

el último de noviembre en el año 1754.

Prudentemente, en la Columna Cagigal de El Templete, el benemérito Historiador de la Ciudad de La Habana, Emilio Roig, ordenó tomar un calco de otra de las inscripciones —preservada hoy en el Museo de la Ciudad—, donde se rescata la voz popular fundada en las raíces de la tradición secular: FUNDOSE LA VILLA HOY CIUDAD DE LA HAVANA EL AÑO Đ 1515 Y AL MU­DARSE Đ SU PRIMITIBO ASSENTO A LA RIVERA DE ESE PUERTO EL Đ 1519 ESTRADICION QUE EN ESTE SITIO SE HALLO UNA FRONDOSA SEIBA BAXO Đ LA QUAL SE CELEBRO LA PRIMERA MISSA Y CABILDO: PERMANECIO HASTA EL Đ 753 QUE SE ESTERILISO. Y PARA PERPETUAR LA MEMORIA GO­BER­NAN­DO LAS ES­PAÑAS NUESTRO CATHOLICO MO­NAR­CHA EL SEÑOR DON FERNANDO VI MANDO ERIGIR ESE PADPON EL SEÑOR MARISCAL Đ Đ CAMPO D(n) FRANCISCO CAXIGAL ĐĐ LA VEGA, DE EL ORDEN DE SANTIAGO GOVERNADOR Y CA­PITAN GENERAL Đ ESTA YSLA SIENDO PROCURADOR GENERAL. DOCTOR D(n) MANUEL PHELIPE ĐĐ ARANGO AÑO Đ 1754. [5]

Por eso esperamos con laboriosa paciencia el año 2019, en la certeza de que acontecerá una regeneración de la ciudad, un deseo comúnmente compartido de restañar heridas, dar brillo a los monumentos, devolver el agua a las fuentes, las flores a los jardines, expresándose de esta manera la recta voluntad del es­tado, reiterada en no pocas oportunidades por el General Pre­si­dente Raúl Castro Ruz. Todo ello fundado en aquella noche memorable de octubre de 1994 durante la cual el Comandante en Jefe Fidel Castro firmó el Decreto ley 143, que otorgó a la Ofi­ci­na del Historiador en concordia con todos los organismos y entidades del estado, la altísima responsabilidad de salvar —aun en tiempos perentorios y difíciles— el legado contenido en una de las ciudades más bellas del mundo: la capital épica de la Re­volución Cubana, tenazmente defendida en días heroicos, cuna de maestros, de artistas, de intelectuales y de esa miríada de trabajadores que día a día, desde la periferia hasta el corazón, viven en ella y quiéranlo o no, para ella.

[1] De Jocodus Hondius (1563-1612) fue un artista flamenco, grabador y cartógrafo notable por sus mapas del Nuevo Mundo y de Europa y por reevaluar los aportes de Gerardus Mercator (1512-1594), otro cartógrafo, astrónomo y matemático de Flandes .

[2] El calendario juliano fue una reforma del calendario romano introducido por Julio César en el 46 A.C. Entró en vigor en el año 45 A.C. Era el calendario predominante en la mayor parte de Europa y en los asentamientos europeos en las Américas hasta su sustitución por el calendario gregoriano en 1582.

[3] Es muy popular el dicho “a falta de pan casabe” que se refiere a la determinación de Colón de elegir el casavi que consigna en sus anotaciones, como el pan necesario en estas latitudes.

[4] Valdés, Antonio J., “Historia de la Isla de Cuba”, La Habana, 1813, p. 74-75.

[5] Nótese cómo en la fecha de inscripción se tomaba el año 1515 para indicar la

fundación, lo cual resultó luego una de las raíces de la polémica infinita 

(Tomado de Granma)

Arriba La Habana a 495 aniversario con planes de mayor apertura

Cubadebate / Prensa Latina.- La capital de Cuba arriba hoy a 495 años de fundada con la vista puesta en un futuro de mayor relación con el mar y apertura a visitantes de múltiples geografías.

Numerosas obras en ejecución contribuirán a ese propósito como la reparación del sistema de alcantarillado de la ciudad, que conduce los desechos hacia el mar, lejos del territorio nacional y, por tanto, se considera vital para el funcionamiento de la metrópoli.

A criterio de especialistas, otra acción indispensable es la rehabilitación de redes soterradas en el centro histórico de la capital, declarado Patrimonio Cultural en 1982 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (Unesco).

El proyecto, previsto para concluir en 2015, incluye el mejoramiento de las redes de electricidad, acueducto, gas y comunicaciones, que en muchos tramos precisa de una renovación tecnológica completa.

Según el coordinador del programa de redes soterradas de La Habana Vieja, Mario Delgado, este es un trabajo ejecutado calle a calle con el objetivo de mejorar los servicios a la población y favorecer el crecimiento y desarrollo general de esta zona en la que nació la gran urbe capitalina.

A partir del siglo XVI el puerto ofreció servicios a todo tipo de barcos y devino centro de la actividad económica portuaria del país hasta que las autoridades cubanas decidieron desplazar su infraestructura a la bahía del Mariel, a 45 kilómetros al oeste de La Habana, con mayor calado y amplitud.

La Oficina del Historiador de la Ciudad pretende colocar un paseo marítimo para que los caminantes puedan adentrarse a pie en parte de la bahía y restaurarán un embarcadero en busca de ampliar los servicios de cruce por mar a otros puntos de la urbe.

A partir de la ampliación del puerto del Mariel, la rada capitalina podría comenzar a reconvertirse e ir abriendo la ciudad al mar porque, en realidad, estaba de espaldas, comentó a Prensa Latina la directora de Plan Maestro para la revitalización integral de La Habana Vieja, Patricia Rodríguez.

La capacidad de relacionarse con el mar es una distinción de los habaneros y, de hecho, muchos símbolos aquí lo demuestran, como la estatua de Cristo, que recibe a los visitantes a la entrada de la bahía; y la Giraldilla, un icono de la ciudad proveniente de una célebre historia de amor.

No sería comprensible lo que somos hoy sin tener idea de lo que fuimos ayer, recuerda a menudo el historiador de La Habana, Eusebio Leal.

En reciente encuentro con la prensa, Leal agradeció el apoyo de la Unión Europea y de la Unesco en obras cuya reparación demandan múltiples recursos y años de labores para devolver cuerpo y esplendor.

De acuerdo con el Historiador, el esfuerzo valeroso por La Habana no puede ser solo de pintar fachada.

Emplazamientos importantes rescatados este año fueron el Teatro Martí, cuna del género bufo en Cuba, el mariposario de la Quinta de los Molinos, el Bodegón del Queso y el antiguo Almacén de la Madera y el Tabaco, convertido ahora en una cervecería artesanal, entre otros sitios restaurados.

Pese a varios planes en ejecución, La Habana, conocida en época colonial como La llave del Golfo, necesita aún de muchos proyectos y reunión de voluntades para recobrar parte de un encanto que inspiró a poetas, músicos y pintores de distintas generaciones.

495 aniversario: ¿La Habana se deshabaniza?

Vladia Rubio - CubaSí.- “Habana, Habana, si bastara una canción para devolverte todo lo que el tiempo te quitó”. Pero el propio Carlos Varela sabe que no basta, todos lo sabemos.

Sin embargo, este no es un Réquiem por la capital, ahora que anda de cumpleaños. Más bien se trata de un intento por actualizarle la foto de su carné de identidad con motivo del aniversario.

Sucede que La Habana se deshabaniza, se ruraliza, al decir del sociólogo Carlos García Pleyán en su artículo La Habana, ¿una ecuación imposible?, de octubre último. Es también un punto de vista que suscribiera el arquitecto Mario Coyula, recientemente fallecido y a quien esta ciudad le hacía borbotear amores y dolores como a pocos.

Ambrosia Mercedes Valdés llegó a esta ciudad procedente de Mayarí abajo, actual provincia de Holguín, hace cerca de cuatro décadas, y no más instalarse en casa del cuñado comentó lo incómodo que estaba aquel balance y que debían comprar cuanto antes un balde nuevo para la hervidura.

Hoy, Ámbar –como le dicen todos- te invita a sentarte en el sillón del portalito, y antes de empezar el diálogo, avisa al nieto que el agua caliente ya está en el cubo, que arreé a bañarse.

Le pregunto por la primera impresión que le causó La Habana y abre los brazos al cielo a la par que asegura “lo más grande del mundo, mi’ja: tanto edificio alto, tanta gente de aquí para allá, arregladito todo el mundo, las calles anchas, largas, con mucho carro… y las luces, muchas luces por todas partes.”

Hace apenas un par de semanas, Rosmary, sobrina- nieta de Ámbar, visitó por primera vez La Habana. Su edad, 26 años, es casi la misma que cuando la tía-abuela, encomendándose a todos los santos y aferrándose del brazo del marido, se aventuró a cruzar la avenida, recién saliendo de la terminal de trenes luego de un viaje sin regreso de más de 700 kilómetros.

Pero a Rosmary, también de Mayarí, La Habana no la deslumbró como a su parienta. “Yo no veo que sea tan-tan como dicen por ahí. Claro, hay muchas construcciones, mucho tráfico, pero hay también carretones, gente en chancleta, y boniato con tierra, igualitico que en la placita de mi pueblo, vea.”

Además de sábanas blancas

Sábanas blancas, también jeans, camisetas, y hasta colchonetas hondeando en los balcones, y también en azoteas. Una mirada a lo alto entrega ese variopinto y ondulante panorama, donde también tienen su espacio palomares, jaulas de pollo, y objetos variadísimos, algunos rotos, otros inútiles, pero que uno nunca se decide a botar por si las moscas.

Ah, pero una contemplación a flor de tierra, si se hace con ojos de estreno –como los de Rosmary-, revela que junto a los vehículos que deslumbraron a la tía-abuela de la joven también luchan su espacio en el asfalto caballos, carretones y hasta manadas de animales.

No exagero. No hablo de zonas periféricas. En pleno corazón citadino, a escasas cuadras de la sede del Consejo de Estado y del Comité Central, he visto cruzar Boyeros por la calle San Pedro a un rebaño de cabras, ágilmente pastoreadas por un señor con cayado y todo.

En un placer yermo de Nuevo Vedado, habitualmente son llevados a pastar una pareja de caballos, mientras en el municipio Playa, por las inmediaciones de la avenida 19, también es usual encontrar a una señora que en su ¿jardín? pone a hervir ropa al fuego de la leña.

García Pleyán indica que escenas como estas y muchas otras evidencias se asocian a “la entrada de contingentes de población de otras provincias con un importante componente rural y más bajos niveles de instrucción, (que) hacen que la cultura urbana se haya contagiado de hábitos, conductas, gustos y patrones culturales propios de otro hábitat.”

Su objetivo con tal afirmación no es criticar, sino interpretar. Y, sin duda, esta “ruralización” de “la capital de todos los cubanos” es un fenómeno que merece reflexión y estudio.

Pero, ojo, aun cuando el Censo de Población y Vivienda de 2012 reveló que el 41,6 por ciento del millón 246 mil emigrantes interprovinciales escogió a La Habana como destino para toda la vida, sería injusto, parcial, achacar esa deshabanización que ocurre a ojos vista solo a las migraciones internas.

Si supieras el dolor que siento cuando te canto

Y no entiendes que este llanto es por amor.

Gerardo Alfonso       

Mario Coyula, ese sempiterno amante y guerrero por la ciudad, resumía lo antes descrito: “La Habana oficial pre-revolucionaria –relativamente rica para esta región, cosmopolita, terciaria, pequeñoburguesa, blanca o con pretensión de serlo-- ha sufrido una readecuación, planeada o no, que responde a cambios estructurales y a nuevos actores”.

Subraya cuánto de pernicioso dejó a la imagen y funcionamiento capitalino la crisis de los años 90, y comenta sobre subculturas y marginalidades que se han ido adueñados de la calle. Las causas de esas opacidades, valga puntualizarlo, sería de miope concentrarlas únicamente en las migraciones internas.

Pero lo cierto es que el glamour –que no tiene por qué ser antónimo de socialismo-, el encanto que históricamente distinguió a esta urbe, señora de las cuatro centurias, va tristemente desdibujándose. Malezas que rebasan la altura de un paseante, cual si anduviéramos por una guardarraya; pirámides de desperdicios, aguas albañales y potables corriéndole a la ciudad a flor de piel… son algunos de sus más evidentes achaques, y no todos debidos a carencias económicas.

A ello se agregan otros males, justamente el antónimo de precariedades, y es el mal gusto que en oportunidades acompaña el emerger de un estrato social que anhela mostrar a todos su florecimiento –que no es sinónimo de refinamiento- y hace gala del mismo también a expensas de la ciudad, endosándole fachadas, rejas y cuanto artilugio se ponga de moda –recuérdense los pórticos a la usanza de Tierra Brava-. Felizmente, en los últimos tiempos se tensan cuerdas para hacer cumplir las regulaciones urbanísticas, pero no siempre el mal gusto puede regularse.

“La integración por contraste es más creativa que por analogía. Pero, ¿cuán chocante puede ser ese contraste? (…) La diversidad es fundamental para cualquier forma de vida. Pero, ¿cómo lograr que coexista con la homogeneidad, también necesaria para mantener una identidad auténtica? En un mundo globalizado tan cambiante, donde las influencias llegan en racimos, sin dar tiempo a decantarse, ¿podremos salvar lo bueno, y librarnos de lo malo? -preguntaba Coyula a propósito de esta Habana que se ruraliza y deshabaniza con 495 años ya en su costillar- ¿Cuánta variedad puede permitirse antes de zambullirnos en el caos, y cuánta coherencia sin volverse aburridos?”

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