El historiador Pedro Pablo Rodríguez y la periodista Arleen Rodríguez Derivet durante la presentación de “Haydée, hace falta tu voz”. Foto: Marianela Dufflar.

Mónica Rivero - Cubadebate.- El libro Haydée, hace falta tu voz, del sello Ojalá, con edición de Camilo Pérez Casal, fue presentado esta tarde en la Casa del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.


La periodista Arleen Rodríguez introdujo al historiador Pedro Pablo Rodríguez, Premio Nacional de Ciencias Sociales, quien realizó la presentación de la obra.

El destacado intelectual se refirió a la heroína del Moncada como una alguien superior a cualquier cargo, dueña de una figura y elegancia espiritual, cuya vida dedicó a servir. “Fue original, auténtica y, por tanto, verdadera”.

Se refirió asimismo a algunos fragmentos del volumen, alejado de lugares comunes y de la retórica del heroísmo; celebró la obra y concluyó expresando que tenemos su voz, la voz de Haydée Santamaría: “tenemos que escucharla, seguirla, recrearla (…) Tengamos todos hoy su voz”.

Estuvieron presentes figuras de la cultura y la política, como Silvio Rodríguez, Roberto Fernández Retamar, René González, Martha Rojas, Augusto Blanca, Ricardo Alarcón, entre otros.

Los ejemplares del libro serán puestos a la venta en la librería Alma Mater y la Red Ateneo. Llegarán gratuitamente a la Biblioteca Nacional, las bibliotecas provinciales y todas las públicas del país, Casa de las Américas, la Casa Museo Abel Santamaría y la casa de la familia en Encrucijada. Los beneficios de esta publicación serán donados a la sala infantil del Hospital de Oncología y Radiobiología de La Habana.

Tengamos la voz de Haydée Santamaría

Presentan libro homenaje a la heroica combatiente del Moncada

Madeleine Sautié - Granma.- A la necesidad de continuar escuchando en el presente las palabras sencillas y sabias de la heroína responde el libro Haydée, hace falta tu voz, una compilación de trabajos a cargo de Camilo Pérez Casal, de los que emerge llena de vida esta singular mu­jer. La presentación tuvo lugar ayer en la Casa del Festival del Nuevo Cine Lati­noa­­mericano en presencia de personalidades de la cultura y la historia revolucionaria cubanas, y estuvo a cargo de Pe­dro Pablo Rodríguez, Premio Nacional de Cien­cias So­­ciales.

El sello editorial Ojalá rubrica este título, que seguirá una secuencia de presentaciones durante el mes de diciembre y cuyos fondos serán donados a la sala infantil del Hospital de Oncología y Radiobiología de La Habana.

Un poema inédito de Fina García Marruz abre el libro que recoge en 231 páginas un grupo de textos que giran en torno a la primera presidenta que tuviera Casa de las Américas. Marruz la invoca en sus versos describiendo a Haydée desde sus emociones y destaca su presencia insoslayable en todos los que la conocieron. El último verso del soneto recoge la intencionalidad de la compilación: “Hace falta tu voz, amiga, hoy muda.”

Tres momentos importantes ofrece el título: el primero, Homenajes, agrupa poemas, canciones y artículos que destacan su figura y han sido firmados por Fidel Castro, Armando Hart, Silvio Rodríguez, Eusebio Leal, Graziella Pogolotti, Melba Hernández y su hija Celia Hart Santamaría, entre otros; las Dedicatorias, que conforman palabras exclusivas para ella, escritas en libros que le obsequiaron Roberto Fernández Retamar, Marta Rojas, Alejo Carpentier, Roque Dal­ton, Gabriel García Márquez, Mario Bene­detti, Eliseo Diego, Cintio Vitier y René Depestre, y los Testimonios, que reúne es­critos de la propia Haydée, de manera que el lector llega al final de estas páginas ha­llan­do la palabra vivaz de esta figura esencial de la Revolución.

“Claro que nos hace falta tu voz, la de Haydée Santamaría Cuadrado. Mas no nos lamentemos porque aquí la tenemos, como en muchas otras cosas”, expresó Rodríguez en sus palabras de presentación. “Tenemos que escucharla, seguirla, recrearla, con fidelidad a sus principios y a su honestidad. He leído este libro con pasión, deleite y sentimiento. (…) Tengo tu voz, Haydée. Ten­ga­mos todos hoy su voz”, concluyó.

Haydée: Morir sin una bala en el rifle

Mónica Rivero - Cubadebate.- Mirada de quien fue testigo del infierno, dice su hija Celia María. Ojos de sobreviviente, de resucitada dice Cintio Vitier, “ojos (…) agresivos de amor ante la catástrofe inminente de una injusticia intolerable”, y añade “(…) en verdad Haydée era ante todo madre”: Hablaba del Moncada como una madre habla de un parto. Su maternidad expansiva, evoca Silvio.

Todos hablan de sus ojos, de los ojos de la heroína. Todos hablan de orfandad cuando hablan de su muerte, su suicidio. Parece que la intensidad de su espíritu hablaba en sus pupilas, y que fue madre más que de sus hijos, más que de hombres o de mujeres. Parece que se le extraña.

“Haydée, hace falta tu voz”, le dice Fina García-Marruz. Es lógico: la voz de la madre siempre se añora, ella es guía, ve más allá porque es más alta, acoge en brazos tibios ante la confusión o la tristeza, protege con su falda como un ala, y es fuerte porque nos carga.

La añoranza de Fina da título al libro de Ediciones Ojalá, editado por Camilo Pérez Casal, que reúne evocaciones como estas, en voz de hijos e hijas de Haydée Santamaría; un libro que la trae a ella misma –en los demás y en sus propias palabras– para devolvernos la imagen de la “muchacha a quien hubieran hecho mujer de golpe a puro golpe” [Jorge Enrique Adoum dixit]; la niña que se inventa un abuelo mambí y lleva flores a su tumba imaginaria; la que confiesa, haciendo recuento del Moncada, lo que le impresionó ver morir a un enemigo, sentir su cuerpo caer… “Es un dolor matar”.

Solo alguien realmente sabio pudo haber convertido el dolor en tanta luz; como el dolor del alumbramiento, justamente: “(…) su dolor de alma, lo trágico de su vida le fueron refinando la ternura hasta lo sublime”, dice Silvio, quien la define en uno de los dos textos suyos que reúne el volumen como “una gran academia de humanidad en un cuerpo pequeño y con voz de flauta”.

Haydée pudo ver que “nada se debe quedar como nace”, porque lo que “lo que no se transforma no existe”; supo que es preciso “distinguir entre el arte popular y el populero” y se dio perfecta cuenta de que dentro de la cultura ella había “podido ser un punto de equilibrio”. Es la mujer que supo que “el pueblo entiende la belleza más que nadie”, porque ella misma llegó a luchar contra la tiranía por pura sensibilidad, por intuición de que el sacrificio es ascenso en la escala humana y de que es bello. Una lección es Haydée, una consciencia que marcó la ruta de “para qué han de utilizarse siempre el poder moral y el poder político” [Eusebio Leal dixit].

El libro la llama con testimonios íntimos como el de Armando Hart o la correspondencia con el Che o las visiones de la hija sobre su vida, sobre su muerte; la llama en el recuerdo de la Haydée que se piensa, como tiene que haberse pensado mil veces, como tiene que haber reacomodado cosas en la cabeza y el pecho para poder seguir adelante. “No sé hasta dónde llega el dolor y hasta dónde la alegría. Creo que se entremezclan”: le confiesa en entrevista a Jaime Sarusky.

Un texto hermoso de Cintio Vitier habla de la heroína “en su intemperie cegadora”, mira no un miedo, sino “temor de amor o sagrado temor, iracundo ante el peligro que acecha siempre a lo valioso”.

Abel atraviesa todo como quien sobrevuela, no por encima, sino dentro: el hermano mártir que duele en la carne, en la sangre; la parte que se le muere a Haydée y la hace sentir que es más difícil vivir que morir; pero a la vez la impulsa a seguir viva inspirada por aquella madrugada fundacional. Dice Cintio que la muerte fue con Haydée desde el último disparo del Moncada.

Entonces ese otro julio fue como un cierre, como la confirmación de un sino, la concreción de un plan antiguo, pospuesto. En el Moncada se había planteado, al ver que no había salida, morir sin una bala en el rifle; morir habiendo invertido todo, morir sin deudas. Así murió Yeyé, para seguir viviendo.

El libro la llama también, por supuesto, desde Casa de las Américas, su Casa, que rompió bloqueos y fue mucho más que una institución para inscribirse en aquellos años como “una manera de actuar, de percibir, de comportarse, una amalgama sentimental entre talento, bondad y aventura…”, tal como la define Celia Hart.

Llaman a Haydée, en tiempos nuevos, de “nuevas prisas y mucho menos amor” sentenciaría su propia hija. Bien saben todos que Haydée no está más, que no entrará de improviso por alguna puerta, pero está siempre como a punto de hacerlo, así que se encuentran todos en la esperanza de verla, por un instante, reaparecer.

Haydée*

Qué viva en el retrato. Qué imposible

que haya huido de ti ya toda vida

y estés en un papel frágil tan viva.

Cómo es que puede tanto lo imposible.

Tu pelo rizadillo, descuidado

siempre un poco, tu blusa americana.

La boca, aún entreabierta a la palabra,

los ojos, aún del crimen alarmados.

Tu voz chillada escucho, malcriada

del dolor, de la patria consentida.

Tu voz tenía cadencia larga

del clarín, que una sola nota aguda

por el héroe muerto en la batalla.

Hace falta tu voz, amiga, hoy muda.

Fina García-Marruz

*Poema inédito.

Tengo tu voz, Haydée

Pedro Pablo Rodríguez - Blog "La pupila insomne", tomado de Segunda cita.- Nunca traté a Haydée Santamaría. La vi en diversas actividades de la Casa de las Américas y en alguna visita a la Universidad de La Habana. Desde entonces conocí más de una anécdota acerca de su persona, de su carácter. Tuve —y tengo, sobre todo— la imagen proyectada por ella sobre el pueblo cubano, no solo la de la heroína del Moncada, sino la idea de la mujer inteligente y sensible, justiciera siempre, enemiga de los privilegios, las vanidades, el egoísmo. La que, más que una dirigente, aún es vista como un símbolo de la Revolución Cubana por encima de cualquier cargo, como Celia y como Che. La que todos respetamos, amamos y quisiéramos ahora a nuestro lado con su cubanía plena y popular, con la finura y elegancia espiritual que brotan natural y espontáneamente, y que se enriquecen y embellecen más cuando la vida se dedica a servir y se es original, autentico, y, por tanto, verdadero.

Martiana por encima de todo, forjada y sostenida por el Maestro a lo largo de su azarosa existencia sometida a pruebas difíciles, que la moldearon sin endurecerla ni encerrarla en el dolor, Haydée Santamaría es la Revolución Cubana por la que todavía bregamos, la de la dignidad y el decoro, la de la eticidad, la pureza y el perfeccionamiento humano, la revolución que no podemos poner de rodillas nunca, como nos ha enseñado Fidel.

Esa mujer tan especial en su sencillez es la que nos llega en este libro que ponemos a circular hoy gracias a las ediciones Ojalá, y que resulta no un ejemplar de lujo, pero sí algo bello que incita al disfrute de la lectura, como debe ser el arte del libro.

El cuidado editorial de Camilo Pérez Casal ha sabido unirse al diseño interior de Natalí Velázquez García y Marla Albo Quintana para encontrar un cuidadoso y a la vez funcional manejo del espacio mediante el uso ponderado de los blancos, la tipografía escogida, las sobrias letras capitulares, las fotos de Haydée seleccionadas (¡qué maravilla esa de ella de espaldas en la página 145 para comunicarnos su alma!). El tino editorial se completa con el diseño de cubierta y la composición de Julio Maldonado Mourelle, quien ha dado muestra de talento artístico y de amor hacia Haydée al escoger para la cubierta la pieza de Léster Álvarez Meno titulada En el bosque un flamboyán. ¿Acaso no es Haydée ese llamativo y colorido flamboyán dentro de la floresta revolucionaria? En fin, que este es sin dudas el libro de y para Haydée. O al menos yo lo siento así y por eso lo agradezco.

Dentro de sus páginas, los textos se agrupan en tres conjuntos: “Homenajes”, “Dedicatorias” y “Testimonios”. En los dos primeros, se reúnen escritos sobre y para Haydée; en el último aparecen sus escritos y su pasmosa oralidad, en la hizo gala de sus cualidades comunicativas, de un estilo directo que hermanaba el giro popular con el singularmente atrevido, sin cargantes ornamentos ni sensiblerías impudorosas.

De su alma gemela en muchos aspectos, Fina García Marruz, aquí están dos poemas; uno, de 1980, que, a su muerte, notaba la orfandad de quienes la amaron; otro, del año pasado, el del recuerdo: “tu pelo rizadillo”, “tu blusa americana”, la boca “entreabierta a la palabra”, los ojos “alarmados”, la voz “de cadencia larga”. Y ese cierre del verso último a que nos convoca este libro: “Hace falta tu voz, amiga, hoy muda.”

Silvio, siempre poeta, suma la locución adverbial menos mal para alegrarse de que existen “los que no tienen nada que perder, “los que no miden qué palabra echar”, los que existen “para hacernos”, “los que no dejan de buscarse a sí”. Curiosa y eficaz manera de hacernos pensar cuán útil se puede ser hasta ya muertos.

Son ambos poetas, pues, quienes nos traen a Haydée al presente, el difícil reto actual de ser o no ser revolución, dilema sobre el que ella se impuso hasta para escoger su forma de morir.

Otros veinticuatro textos completan la sección de homenajes: compañeros de Revolución, claro, como Fidel, Melba, Che, Almeida, Carlos Rafael; los intelectuales y artistas a los que deslumbró, comprendió y unió, como Eusebio Leal, Jorge Enrique Adoum, Fernández Retamar, Jaime Sarusky, Thiago de Mello, Cintio Vitier, Alicia Alonso, Pablo Milanés, Silvio, Graziella Pogolotti y Jorge Luis Acanda; sus familiares como Armando Hart, también compañero de revolución, y su hija Celia, tan poco atenida a las normas quizás por herencia materna.

Las dedicatorias son nueve, una breve muestra entre las muchas que estoy seguro le hicieron de libros, canciones, cuadros. De Marta Rojas, de Roberto Fernández Retamar, de Gabriel García Márquez, de Alejo Carpentier, de Roque Dalton, de René Depestre, de Cintio Vitier, de Mario Benedetti y de Eliseo Diego.

Y, finalmente, la sección “Testimonios”, con ocho documentos de Haydée. ¡Qué elegante y alzada denuncia contra un politiquero ladrón! ¡Cuánta ternura la de esa mujer al escribir a sus padres desde las cárceles! ¡Qué estremecedor cariño al dedicarle un libro a Armando Hart! ¡Qué añoranza y cuánta capacidad evaluativa al recordar a Frank País! ¡Qué acusada afinidad con Che! ¡Qué sorprendente fineza crítica y filosófica a hablarnos de arte y política! ¡Qué enseñanza aún viva para la suya para dialogar con los estudiantes universitarios acerca del Moncada, en charla amena, alejada de los lugares comunes y de la retórica del heroísmo!

Claro que nos hace falta tu voz, la de Haydée Santamaría Cuadrado. Mas no nos lamentemos porque aquí la tenemos, como en muchas otras cosas. Tenemos que escucharla, seguirla, recrearla, con fidelidad a sus principios y a su honestidad. He leído este libro con pasión, deleite y sentimiento. Gracias a él me siento mejor persona, más revolucionario, más fidelista, más martiano, más cubano. Tengo tu voz, Haydée. Tengamos todos hoy su voz.

*Palabras de presentación del libro “Haydée, hace falta tu voz”, y fue presentado por el historiador Pedro Pablo Rodríguez.

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