Por Manuel David Orrio*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- “¿Y éste qué come? ¡Tiene la hemoglobina en 15, 9!”
Más o menos con esta pregunta de una paramédica comenzó, en horas de la mañana del 24, el trasplante de células madre que debe de rehabilitar mi rodilla izquierda, dañada por una caída accidental y quizás un par de malas vibras, de ésas provenientes de adversarios sin ética o de damas despechadas.
Entre “brujerías” amigas, el amor de una mujer y los buenos deseos de muchos, vivo uno de los momentos en que mis críticas a la salud pública cubana no dejan de reconocer sus muchos logros y avances, de los cuales me beneficio, como simple criollo de a pie.
Para el día, los médicos del Hospital Naval “Dr. Luis Díaz Soto” habían programado y realizaron tres trasplantes: dos por Ortopedia y uno por Angiología. Para uso previo a la operación, a todos los pacientes se nos suministraron medicamentos que en su conjunto importan unos 4500 dólares estadounidenses, aunque nadie pagó un centavo… de su bolsillo. Que ese dinero se obtenga por otros caminos y esté al servicio del pueblo, es otro asunto. Que no siempre ocurre igual y que yo mismo he sido víctima de maltratos por parte de otras instancias de la salud pública de Cuba, es verdad. Todo sol tiene manchas: algunas de éstas pudieran ser que el salario real promedio cubano no rebasa el 30 % del de 1989, o que una interrogante sin respuesta institucional es cómo se transporta un paciente desde su hogar al hospital, y viceversa. Pero el sol, es sol…
A fuerza de franco, esperaba algo más cruento. Sumo a lo largo de mi vida nueve operaciones quirúrgicas, seis de éstas por secuelas de poliomielitis. Pero en esta ocasión todo se redujo a la extracción de medio litro de sangre, exámenes complementarios para verificar posibles anemias, y una espera de toda la mañana en que pacientes y acompañantes nos dedicamos a pasar el tiempo, mientras llegaba el “momento cumbre”: inyectar en las zonas previstas el compuesto que contiene las células madre, obtenidas de la sangre de cada paciente, más las indicaciones para la convalecencia. Dos noticias, como para anécdota: mi comentada hemoglobina bajó a 14,9, tras la extracción de marras, y una cuidadosa persuasión se ejerció sobre uno de los pacientes. Según parece, por motivos religiosos, no quería que se le inyectara algo que no proviniera de su propia sangre. Pero todo fluyó…
Desde luego; “lo que no vi, es lo que vale”: el proceso científico, más que avanzado, obtuvo de la sangre de cada uno de los pacientes las respectivas células madre necesarias para sus terapias. Añado el cuidado con que todo el personal actuó; los pasos, las voces. Sin embargo, también vale “lo que vi, sentí, palpé…”: una energía sutil presente en miradas, sonrisas, palabras; esa extraverbalidad con que médicos y paramédicos cubanos ganan corazones en todo el orbe…
Entonces, no más: un mes de reposo para Manuel David Orrio, con las indicaciones y precauciones del caso; cuidados y regaños femeninos que ya comenzaron; y una inmensa gratitud para muchísimos que hicieron por mí, directa o indirectamente. Porque son muchísimos: desde mis ortopédicos Jacelski y Andrés, hasta cuantos me desearon parabienes, pasando por los héroes cubanos que combaten al ébola en África, y los miles de médicos y paramédicos criollos que, en otras tierras, hacen por la Humanidad. Gracias, de corazón…
*Manuel David Orrio, economista y periodista cubano.
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