Orfilio Peláez - Foto: Claudia Camps - Cuba Contemporánea.- Con un área aproximada de 5, 2 kilómetros cuadrados y una profundidad media de nueve metros, la Bahía de La Habana fue durante siglos la principal puerta de entrada al intercambio comercial de Cuba con el exterior.


Como se sabe, para protegerla del asedio de corsarios y piratas, durante la época colonial la corona española construyó una red de fortificaciones conformada por los catillos de la Real Fuerza, los Tres Reyes del Morro, la Punta y Atarés, y la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña.

Fue testigo del violento azote de los célebres huracanes de octubre de 1844 y 1846, que hundieron decenas de embarcaciones en su interior, así como de acontecimientos de enorme trascendencia en el devenir del país.

Tal es el caso del estallido del acorazado estadounidense Maine el 15 de febrero de 1898, lo cual sirvió de pretexto a la naciente potencia norteña para intervenir en la guerra que los patriotas cubanos libraban contra España en busca de la anhelada independencia.

El notable trasiego de barcos a lo largo de varias centurias, el progresivo aumento en el número de núcleos poblacionales y la cantidad de fábricas asentadas en sus alrededores y el colapso de un obsoleto sistema de alcantarillado construido entre 1913 y 1915 condujeron con el tiempo al marcado deterioro ambiental de la rada habanera.

Así, a finales de la década de 1980 llegó a convertirse en una de las más contaminadas de la región del Caribe, al punto de que casi desapareció todo vestigio de vida animal en sus turbias aguas.

Para revertir tan sombrío panorama, el 15 de junio de 1998, y por acuerdo del Consejo de Ministros, se creó el Grupo de Trabajo Estatal para el Saneamiento, Conservación y Desarrollo de la Bahía de La Habana (GTE-BH). La decisión marcó un hito en los esfuerzos nacionales por propiciar el gradual rescate de ese ecosistema, incluida la totalidad de su cuenca hidrográfica, que abarca 85 kilómetros cuadrados.

Cerrando brechas a la contaminación

Según señalaron a Cuba Contemporánea directivos del GTE-BH, luego de dieciséis años de ininterrumpida labor, la carga contaminante que llega a la bahía procedente del sector industrial y de los servicios disminuyó en poco más de 70% con respecto a las cifras de hace tres lustros.

Igualmente, se elevó de forma significativa el nivel de oxígeno disuelto en el agua, al pasar prácticamente de una media de cero a poco más de 4,5 miligramos por litro. Lo anterior es considerado el principal indicador de recuperación, cuyo signo más evidente es la reaparición de aves y peces que por mucho tiempo estuvieron ausentes de la bahía.

Otro impacto favorable es la reducción de la contaminación generada por hidrocarburos, motivada básicamente por el cierre definitivo de varias plantas generadoras de electricidad, el cambio tecnológico de la fábrica de gas manufacturado de Melones, y cierta mejoría en la gestión de los residuales por parte de la refinería de petróleo Ñico López y varias industrias ubicadas en la cuenca tributaria interior de la bahía.

Pese a los contratiempos provocados por el hecho de que no siempre se dispone de grúas especializadas, en los últimos quince años se extrajeron 66 embarcaciones de mediano y pequeño porte hundidas en diferentes épocas, además de alrededor de 550 pilotes que formaron parte de muelles portuarios desactivados hace tiempo.

En opinión del Máster en Ciencias Santiago Reyes Pérez, director adjunto del GTE-BH, un paso importante en el saneamiento progresivo de la rada es la implementación desde 2012 de un programa para la descontaminación de los ríos Luyanó, Martín Pérez y Arroyo Tadeo, que vierten en la bahía importantes volúmenes de residuales líquidos y sólidos de origen doméstico e industrial.

Las acciones previstas contemplan la extracción de bolsas plásticas, gomas y otros objetos, la chapea sistemática de las orillas y la siembra de árboles en ambas riberas. Resalta también la terminación futura de una planta de tratamiento del río Luyanó, que podrá depurar hasta mil litros de agua por segundo.

Una parte considerable de los proyectos implementados desde la creación del Grupo han contado con el apoyo financiero y técnico de agencias especializadas, organismos internacionales y entidades gubernamentales de España, Japón, Italia, Bélgica, Canadá, Suiza y otras naciones.

Pescando en la Bahía de La Habana

La calidad de las aguas de la bahía no es aún apta para el baño de personas o el consumo de los peces capturados en ella.

Una arista no menos importante es la labor de educación ambiental y comunitaria, actividad en la que han sido involucradas más de 315 escuelas de toda la cuenca hidrográfica y 23 consejos populares, con la finalidad de fomentar en los estudiantes y ciudadanos una cultura a favor del cuidado de la bahía.

Más allá de los avances, la completa rehabilitación de la rada requiere de notables inversiones que posibiliten resolver de forma definitiva las principales causas asociadas a su deterioro.

Sobre el tema, Reyes explicó que es imprescindible rehabilitar y aumentar la capacidad del alcantarillado central de la capital cubana. Mientras eso no se logre, será una quimera lograr tan ambiciosa meta, aseveró.

La lista de problemas a solucionar a plazos más largos incluye la culminación de estaciones depuradoras de aguas residuales en diferentes barrios situados en la periferia, el diseño de un sistema eficiente de disposición final y reciclaje de los aceites y lubricantes usados en equipos automotores y la limpieza del fondo de la bahía habanera.

Datos aportados por el GTE-BH indican que si bien disminuyó significativamente la presencia de hidrocarburos y demás compuestos contaminantes, todavía la calidad de las aguas permanece dentro de parámetros no aptos para el baño de personas, ni para consumir ningún tipo de pescado capturado allí.

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