Hasta la fecha, la producción no cubre las necesidades familiares, el consumo social, y la pujante demanda del sector gastronómico, donde se están asentando nuevos actores como los cuentapropistas y las cooperativas, dos figuras que afortunadamente se afianzan y tendrán un importante rol en el mejoramiento de la calidad y la variedad de los servicios.


I. Los precios se desaceleraron en el primer semestre

Entre enero y junio último, el gasto de la familia en el agromercado creció, pero por debajo del ritmo de incremento en iguales períodos de 2013 y 2012

René Tamayo - Juventud Rebelde

Hay desaceleraciones malas, desaceleraciones inevitables, desaceleraciones necesarias..., desaceleraciones buenas...

Los precios en el mercado agropecuario se desaceleraron en el primer semestre de 2014. No quiero decir que empezaron a bajar; solo, que entre enero y junio subieron de forma más lenta. Y eso, para mí, es una buena señal.

Según cálculos del redactor a partir de publicaciones de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), el precio a nivel nacional de una tonelada promedio de productos agrícolas y cárnicos (a) en el mercado agropecuario, creció sobre el cuatro por ciento con respecto a igual etapa de 2013.

No obstante, para ser estadísticamente correctos, nuestros «numeritos» (que a su vez se basan en cifras preliminares —sin las correcciones lógicas que la Oficina realiza en el tiempo) solo deben permitir una afirmación parcial.

«Que entre enero y junio de 2014 los precios se ralentizaron con relación a igual período anterior en las tres principales formas de comercialización del agromercado en el país: los agropecuarios estatales, los puntos de venta y los de oferta y demanda, donde los precios crecieron solo cuatro por ciento».

El incremento de un dígito (escala de 0 a 9) quedó muy por debajo de las subidas de dos dígitos —alrededor del 20 por ciento—, en uno y otro período de 2012 y 2013 (b).

No muchos compartirán mi entusiasmo. «Al fin y al cabo, los precios siguen “pa’arriba”», dirán los lectores. Y es verdad. Sin embargo, que en el primer semestre verificaran una desaceleración con respecto a iguales fechas anteriores, alienta.

Evidencian —siempre en mi opinión— que las medidas de la actualización para el sector agropecuario empiezan a madurar y dar resultados; y que ese aminoramiento en el alza de los precios es una respuesta estructural, no coyuntural, a las presiones que hasta ahora han existido sobre el mercado agropecuario, nada favorables para la economía familiar.

Afirmación de redactor

El ejemplar Ventas en el mercado agropecuario. Indicadores seleccionados. Enero-junio de 2014, elaborado por la ONEI, es la base de nuestros criterios. La publicación carece de guarismos que nos hubieran liberado de tener que construir por cuenta propia la afirmación que estamos haciendo. No tiene cifras globales que indiquen de forma rotunda que estos precios están «aguantándose».

Quien lo dice es el redactor a partir de comparaciones de la serie Ventas en el mercado agropecuario correspondiente a los semestres enero-junio de 2006 a 2014 —excepto las relativas a idénticos lapsos de 2012 y 2013, las que no pudimos localizar en la página digital www.onei.cu, aunque el informe de 2014 brinda datos del anterior período.

La más reciente publicación ofrece constancia de la desaceleración en el mercado agropecuario estatal (MAE), el agropecuario de oferta y demanda (MAOD) y los puntos de venta, los cuales concentraron entre enero y junio el 83,3 por ciento de las transacciones —y el 84,8 en el predecesor.

Ventas... 2014 no incluye suficientes elementos comparativos de las otras dos formas de comercialización, las cooperativas no agropecuarias (CNoA) «mercados agropecuarios» —que empezaron a funcionar en julio de 2013— y los trabajadores por cuenta propia carretilleros.

Estas dos variantes agro-comerciales son las que más caro están cobrando hoy, pero como entre ambas tuvieron una participación del 16,7 por ciento en el valor total de las ventas en la etapa que analizamos, no me parece que desvirtúen demasiado la tendencia general —aunque de que la suben, la suben.

Dos más dos a veces son... ¿cinco?

Hay consenso público respecto a que el tarifario en estos mercados está íntimamente vinculado a la producción agropecuaria. Constituye verdad aceptada —a regañadientes cuando la billetera cada vez se nos pone más «seca»— que si las cosechas no aumentan, no hay manera de que los precios enflaquezcan.

Lo ocurrido en el primer semestre lo demuestra. El Índice de volumen de la producción agropecuaria —que excluye la caña de azúcar y la producción de patios y parcelas— ascendió 17,6 por ciento en comparación con igual ciclo anterior.

Según el informe de la ONEI Sector agropecuario. Indicadores seleccionados. Enero-Junio de 2014, la agricultura no cañera progresó 25,6 por ciento; la ganadería: 8,4.

Al pormenor, la producción de plátano escaló 44,7 por ciento; y los tubérculos y raíces —excluyendo la papa—, 21,8. Según reza en los comentarios del informe realizados por los especialistas de la Dirección de Estadísticas Agropecuarias de la ONEI, la producción de maíz creció 66,9 por ciento, la de frijol, 54,5, y la de las hortalizas 9,4 por ciento. Fueron estos cultivos los que halaron la balanza a favor del campo.

Una pregunta salta al aire. «¿Y si progresaron tanto las cosechas, por qué no bajaron los precios, sino que continuaron subiendo, aunque fuera a ritmo más lento?

Hasta la fecha, la producción no cubre las necesidades familiares, el consumo social, y la pujante demanda del sector gastronómico, donde se están asentando nuevos actores como los cuentapropistas y las cooperativas, dos figuras que afortunadamente se afianzan y tendrán un importante rol en el mejoramiento de la calidad y la variedad de los servicios.

Una sola muestra para ilustrar la actual desarmonía entre la oferta y la demanda de los artículos del agro, las 1 930 700 toneladas —en números redondos— de viandas y hortalizas recolectadas en el primer semestre de este año aún no alcanzan las 1 950 800 toneladas producidas en 2007, cosecha que de todas formas no estuvo cerca de las necesidades de la población.

Y hay otro elemento que debemos tener muy en cuenta. No siempre los incrementos de producción en la agricultura se traducen directamente en aumento de la oferta minorista. Un ejemplo son los granos. Los incrementos en estas producciones se dedican, en lo fundamental, a sustituir importaciones y destinarlos a la canasta básica a precios subsidiados.

Cuando dos más dos sí son cuatro

Pese al incremento general en el Índice de volumen de la producción agropecuaria entre enero y junio últimos, en el período hubo decrecimientos en la cosecha de tomate (-13,9 por ciento), cebolla (-11,2) y pimiento (-7,5).

Fue precisamente en estos rubros donde acontecieron los mayores ascensos de precios durante el primer semestre, otro patrón de la correlación producción-precio.

La cotización de la tonelada (unas 2 200 libras a cuenta de bodeguero) de tomate en las tres principales formas de comercialización subió 31,5 por ciento, y la de la cebolla, 41,6.

Del pimiento no hay récords estadísticos en las publicaciones que estamos reseñando, pero quienes tenemos la obligación de hacer las principales compras de la casa sabemos que en esta temporada los comerciantes lo cobraron sin compasión.

El tomate, empero, es muy revelador de los «vastos misterios» que rodean al agromercado cuando intentamos comprender la dinámica de precios. En las tres «formas» se vendieron 4 461 toneladas más que en similar etapa de 2013, sin embargo, cada una costó 5 172 pesos, lo cual arroja un precio por libra, a nivel nacional, de 2,35 pesos.

En el período precedente —cuando se puso menos tomate en estos agromercados— la libra podía comprarse a 1,79 pesos. Reitero, estos cálculos son a escala país, incluye todo tipo de tomates frescos y calidades. Las estadísticas recogen hechos concretos, pero globalmente lo que dan son tendencias.

¿No es contradictorio que se haya proveído más tomate y que los precios también subieran? La cuenta deja ver lo sabido: que el agropecuario, como mismo no es el principal mercado de alimentos de la población (c), tampoco representa la única fuente para adquirir los productos del agro.

El abastecimiento hogareño de renglones agrícolas es variopinto. Se complementa, por ejemplo, con el autoconsumo de productores privados, cooperativos y estatales. También están las ferias de fin de semana, entre otras posibilidades.

En el sector agropecuario, incluida la silvicultura, trabaja casi un millón de personas, alrededor del 20 por ciento de la población ocupada. Detrás de cada una de esas «jabitas» están familiares, «parientes» y «dolientes»...

Debemos sumar también autoconsumos de empresas e instituciones no agropecuarias. Estos, además de socorrer la comida obrera, benefician a otros cientos de miles de trabajadores cuando les venden para llevar a casa... Y hay más ejemplos.

La mayoría de los habaneros a lo mejor se preguntan, ¿dónde están esas opciones? La Habana no es toda Cuba, compañeros.

Al mayoreo, pero sin mareo

Para comprender el alza del precio en algún producto del agro cuando las cosechas caen, también hay que tener en cuenta la presión extra que está generando el sector gastronómico privado y cooperativo a lo largo y ancho del país, el cual cada día crece y se fortalece más, para suerte de todos.

Datos «frescos» indican que unos 57 000 cuentapropistas laboran en el sector gastronómico; 1 261 unidades antes bajo administración estatal están ahora arrendadas por ellos; y más de 200 cooperativas se han constituido o están en proceso.

¿Y por qué no se crean mercados mayoristas y los alejamos del comercio al detalle? El mercado mayorista se ha vuelto un lugar común para explicar los más diversos problemas cuando de nuevas formas de gestión económica no estatal hablamos.

De eso hay bastante. No poca certeza encierra la queja. Sin embargo, el mayoreo por el mayoreo no es una varita mágica.

Si el sector agropecuario no produce lo adecuado (o —en el caso de otros sectores— la economía nacional no tiene suficiente dinero para mantenerlos siempre abastecidos), aunque usted sature con inauguraciones de mercados mayoristas y organice bien la venta minorista, «no hay invento».

En La Habana hace 11 meses está El Trigal. ¿Ha bajado los precios del agromercado o de los platos y bebidas en los emprendimientos privados y cooperativos? Nada de nada. Al revés.

Eso sí, El Trigal ha favorecido positivamente la gestión de los no estatales, de algunas entidades estatales, y hasta de familias previsoras. Como consecuencia, ha beneficiado a la población de La Habana, aunque a veces no veamos cómo.

Este abasto se ha convertido en un gran facilitador. Pero no en un reductor de precios. Si el campo no da lo que tiene que dar, la «factura» no va a creer en mercados mayoristas.

Agrego una «curiosidad»: cuando de verdadera cocina se trata, sea en un pequeño pero serio negocio de meriendas o de comida popular o de una exclusiva paladar, poco debe comprarse al mayoreo. Ni el buen cocinero tradicional ni el más sofisticado chef gourmet, compran por sacos. El bueno va día a día al mercado de esquina donde ha comprobado que le venden con calidad y precio; o tiene sus propios proveedores. Así es.

Si hubiéramos tenido «un tomatazo»...

La caída de 13 por ciento en la cosecha de tomate —rey de las ensaladas de diciembre a mayo, e ingrediente fundamental del aliño o el sofrito cubano— se resintió en todas las formas de abasto de la población. De ahí el incremento en el valor de la tonelada (o la libra, que no es lo mismo pero es igual).

En el primer semestre del año, después del plátano el tomate representó el producto más vendido en el agromercado. En las tres formas de comercialización que comentamos, se pusieron en tarima —en total— 26 759,7 toneladas de la susodicha verdura.

También fue el rubro que más dinero acopió (138 401 100 pesos, en números redondos). Cosechó más «capitalito» que el cerdo en pieza, el cual se engavetó 106 190 800 guayacanes.

Casi el 20 por ciento del dinero recogido por el expendio de los 15 productos más vendidos en el mercado agropecuario, y 17 por ciento de las toneladas puestas en anaquel según esta cesta de rubros agrícolas y cárnicos, fue a expensas del tomate. De haber sido un año de «tomatazos», como llamamos a las temporadas de grandes recogidas, otro gallo hubiera cantado.

Como todo lo que estoy diciendo tiene como base estimaciones del redactor, pienso que si la producción de esta hortaliza hubiera estado sobre lo normal o por encima, no estaríamos hablando de un incremento de precios de alrededor del cuatro por ciento en el valor total de la tonelada —o la libra— compuesta de productos agrícolas y cárnicos, hubiera sido menos.

¿Y por qué cayó la cosecha del tomate? Independiente de los problemas organizativos, fitosanitarios y demás cuestiones que pudiéramos achacarle a las personas, porque el clima no favoreció al cultivo. Al público no le gusta esto. Lo ven como una justificación burocrática. Pero es la verdad.

El mercado y los precios pasan por lo cultural. Como cada día el mercado —que no tiene por qué ser demonio, al menos si sabemos apretarlo bien por donde debemos cuando se salga de rosca— influirá más en nuestras vidas, debemos acostumbrarnos a sopesar todas sus aristas. Una de ellas es el clima.

¿Por qué? Porque somos un país tropical, insular, largo y estrecho; escaso de recursos, subdesarrollado y agredido por la mayor potencia del mundo. Estamos expuestos a los elementos. Es así, gústele o disgústele a la billetera.

Entre col y col, no siempre lechuga

Otros productos que mantuvieron valuaciones al alza en el primer semestre del año en los Mae, los Maod y los puntos de venta fueron la col, con una subida en su valor de 27,8 por ciento, la calabaza (26,9) y la frutabomba (24,2 por ciento).

No disponemos de estadísticas sobre el comportamiento de las cosechas en estos tres cultivos. El único dato a la mano es del trimestre enero-marzo, cuando la col mostró una discreta caída de 1,3 por ciento, según consta en la publicación Sector agropecuario. Indicadores seleccionados. Enero-marzo de 2014.

El diablo a veces está en los detalles. O entre col y col. El 51,8 por ciento de las coles vendidas en estas tres formas de comercialización se concentró en los puntos de venta (49,3 por ciento) y los Maod (2,5).

Según definición de la Onei, los mercados agropecuarios estatales (Mae) «venden los productos con precios de acopio centralizados a precios minoristas máximos», como pueden ser el arroz, los chícharos, los frijoles, la papa, el boniato...

En La Habana, Artemisa y Mayabeque el resto de los surtidos se transan según oferta y demanda. Los 52 que hasta junio existían en los tres territorios tienen autonomía «para comprar los productos que comercialicen, pudiendo ser abastecidos por las empresas agropecuarias, comprar a terceros y vender productos agropecuarios, frescos o elaborados autorizados».

En los mercados agropecuarios de oferta y demanda (Maod) los precios son «determinados libremente según la oferta y la demanda». Y los puntos de venta o kioscos son «administrados por cualquier base productiva (estatal, UBPC, CPA y CCS), en los que emplean su fuerza de trabajo», también «pueden pertenecer a campesinos dentro de su área de producción».

Según cálculos del redactor (que tienen su margen de error al sumar y convertir a diferentes unidades de medida un número importante de estadísticas de la Onei), en los mercados estatales, donde se negoció el 48,2 por ciento de la col, la libra de la hortaliza se vendió a 1,86 pesos; sin embargo, en los puntos de venta costó 2,45 pesos y en los Maod, 2,77 pesos.

Como de cultura también estamos hablando, el buen comprador de la casa debe sopesar todos los pros y contras para saber cómo ahorrar al máximo posible los ingresos de la familia.

¿En qué mercado compro?

Le ofrecemos algunos elementos estadísticos que quizá le puedan servir de guía para optar por la mejor opción del mercado agropecuario para intentar gastar menos dinero.

1.-Los Mae son la forma de comercialización menos cara. En el primer semestre ofertaron el 60,5 por ciento del tonelaje de renglones agrícolas vendidos en el agromercado; sin embargo, recolectaron el 48 por ciento de los ingresos.

A nivel de país, una libra promedio de productos agrícolas —es decir los no cárnicos, como viandas, hortalizas, arroz, granos, cítricos y otras frutas— costó alrededor de 1,59 pesos. En el resto de las formas de comercialización se cotizó por encima de los 1,9 pesos. En las cooperativas no agropecuarias (CNoA) «mercados agropecuarios» llegó incluso a valer dos pesos y 20 centavos, aunque entre los carretilleros de seguro esta libra simbólica debió transarse, cómoda, por encima de los 2,30 pesos (d).

La libra promedio de productos cárnicos en los Mae (reiteramos, esta es una referencia indicativa, que solo revela tendencias, y en la que confluyen todas las carnes expendidas y sus derivados a nivel nacional) fue la menos onerosa si se compara con los puntos de venta y los Maod. Mientras en los Mae la libra promedio costó 14,57 pesos, en los puntos de venta se tasó a 16,70 pesos, y en los Maod, a unos 20 pesos con 80 centavos.

El indicador «productos cárnicos» incluye varios ganados, cortes y elaboraciones, como el cerdo en pie, en piezas y sus derivados; el ovino-caprino y las aves. Pero veamos, en particular, el compartimiento del precio del puerco.

Una libra de carne de cerdo —sin discriminar piezas ni cortes— se cotizó en los Mae a unos 16,85 pesos; en los puntos de venta, a unos 18,67; y en los Maod, a unos 21,58 pesos. Reitero, esto es el puerco en general, desde el filete hasta la «barriguita»; desde el bistec de pierna hasta las paticas.

2.-Los puntos de venta siguen a los Mae en cuanto a menos caros. En el primer semestre del año, las 88 700 toneladas —siempre en números redondos— de productos agrícolas y cárnicos que vendieron les dejaron 368 millones de pesos, para un promedio de la libra mixta de 1,89 pesos.

3.-Los mercados agropecuarios de oferta y demanda (Maod)... Bueno, los Maod son los Maod... Para días «de fiesta».

4.-Las CNoA son carísimas. Los gastos familiares en ellas superan con creces los que realizamos en el resto de las formas de comercialización, excepto —presupongo— frente a los carretilleros. Según estimados del redactor, el valor promedio de la libra de productos agrícolas más cárnicos en las CNoA «mercados agropecuarios» fue 44,4 por ciento más alto que en los Mae; 39,7 por ciento más caro que en los puntos de venta; y 21,8 por ciento más excesivo que en los Maod.

Sin embargo —o tal vez por eso—, durante el primer semestre del año las CNoA «mercados agropecuarios» apenas tuvieron una participación de 3,1 por ciento en las ventas totales en valor de productos agrícolas y cárnicos; y de 2,6 por ciento en las ventas totales en físico, es decir, del tonelaje.

Las CNoA no son el patico feo de los mercados agropecuarios. Enero-junio de 2014 fue su segundo semestre de vida. Están en proceso de aprendizaje. Comenzando a caminar. En la etapa de prueba y error. Tienen potencial para andar con soltura. Hay que darles tiempo. Quitarles cargas demasiado pesadas. Una criatura es una criatura. No necesita lastre de más.

5.-Los carretilleros... El que no lo sabe, se lo imagina...

(Mae, Maod, Puntos de venta, CNoA, Carretilleros. Cinco opciones para escoger (e). Todas tienen su espacio en «el reino del mercado». No hay motivo para negarle el lugar que cada una tiene. Hasta el carretillero un día le resuelve aquí el problema a «Malanga». Todo depende de la urgencia y la billetera.

El Mae fue en el primer semestre de 2014 la mejor opción de compra, seguido de los puntos de venta. Entre julio y diciembre debe tener un comportamiento similar. Romper la inercia en el mercado no sucede de la noche a la mañana. El año que viene quizá lo continúe siendo; tal vez no.

No obstante y si ya no está muy viejo para esos trajines, por lo pronto localice el Mae más cercano de casa, del trabajo o de un lugar que frecuente. Reserve para ese escenario la mayor parte de sus compras agropecuarias, de su tiempo y de su dinero. Propóngase ese día cubrir el abastecimiento de la semana, y si el producto lo permite, del mes.

Si no la tiene, hágase de una jaba con rueditas —criolla, de las que venden en MN o, si es «afortunado», de la shopping. Nunca olvide la máxima de que el cuerpo de las cubanas y los cubanos tiene cuatro partes: cabeza, tronco, extremidades y jaba, que si tiene rodamientos, mejor. (Continuará)

Notas

(a)El indicador del periodista para conformar una tonelada promedio de productos agrícolas y cárnicos tiene como base la venta total en físico y valor de ambos renglones. Los rubros agrícolas ocupan poco más del 98 por ciento. La oferta cárnica en el mercado agropecuario devela que las proteínas y derivados de origen animal que consume la población, las adquiere por diversas vías: «libreta», mercados paralelos de Comercio Interior, shoppings, mercado agropecuario, «y un largo etc.», además del consumo social. 

(b)En los análisis estadísticos de la economía, al referirse al crecimiento o la caída en un dígito se refieren a guarismos ubicados entre la escala de 0 a 9; en dos dígitos, de 10 a 99; en tres dígitos, de 100 a 999... 

(c)En el consumo final de los hogares en el lapso de un año, el cual se conforma con los gastos en bienes y servicios que van a cuenta de «nuestros bolsillos», intervienen varios mercados: el estatal, el agropecuario, el de trabajadores por cuenta propia, y «otras fuentes». En 2012 (las más recientes estadísticas disponibles sobre el tema al cierre de este artículo), la población gastó 1 823 millones de pesos en el mercado agropecuario; a los cuentapropistas «les dejó» 3 394 millones; y en el mercado estatal —donde siempre se verifican enormes subsidios— erogó 31 403 millones de pesos. Fuente: Anuario Estadístico de Cuba 2012. 

(d)Para las estadísticas de los vendedores ambulantes, la Onei emplea la Encuesta Nacional de Trabajadores por Cuenta Propia realizada por el Centro de Estudio de Población y Desarrollo (CEPDE), adscripto a esa Oficina. Según lo publicado, para este caso refleja las ventas en valor, no en físico, por lo que es imposible calcular el valor de una tonelada promedio. 

(e)Los Maod y los carretilleros son espacios de determinada «exclusividad» o de «compra de última hora». ¿Por qué entre los mercados populares o masivos —Mae, puntos de venta y CNoA— hay tan grandes diferencias de precios? Eso es motivo para otro trabajo.

II. Los precios se desaceleraron en el primer semestre

Ese gasto de la familia cubana en el agromercado tiene que bajar. Eso «está escrito». ¿Cuándo y cómo ocurrirá? ¡He ahí la pregunta!

René Tamayo - Juventud Rebelde

El costo de los productos que la familia cubana adquiere en los mercados agropecuarios continúa subiendo; sin embargo, en el primer semestre de 2014 el comportamiento de esos precios, a nivel de país, quedó, como tendencia, por debajo del ritmo que llevaban años atrás.

Somos testigos de una desaceleración de precios con visos estructurales. Con capacidad de permanecer en el tiempo a menos que afrontemos eventos climáticos extremos, otro tipo de desastre natural o situaciones negativas de diferente índole.

La ralentización en esos gastos en el primer semestre fue consecuencia, en primer lugar, del incremento en 17,6 por ciento del índice de volumen de la producción agropecuaria (excluye caña de azúcar y patios y parcelas) entre enero y junio último con respecto a similar período anterior, según cifras preliminares de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).

Lo interesante de ese fortalecimiento fue su disparidad. Como mismo unos cultivos subieron —el plátano, las hortalizas y los tubérculos y raíces, excluyendo la papa—; otros cayeron, como el tomate, la cebolla, el pimiento y los cítricos. Eso lo convierte en un hecho normal, no sorpresivo. Lógico y reproducible. Unas producciones suben; otras bajan. Es la dinámica.

En mi criterio, el progreso en el sector fue resultado —además de no tener ciclones en 2013— de la maduración de las políticas que se han y están aplicando como parte de la actualización del modelo económico.

Pero ojo. El año agrícola no mostrará, de conjunto, un despegue tan elevado como la etapa enero-junio. En el último semestre, cuando de recogida de frutos del campo hablamos, los números caen. Con septiembre empezó la campaña de frío. Ahora lo que más se hace es sembrar.

Las cosechas de los cultivos de ciclo corto deben empezar a llenar tarimas —poco a poco— a finales de noviembre. No obstante, albergo la esperanza de que en los dos primeros meses del otoño el agromercado sea soportable. Que se comporte parecido a la temporada más caliente del verano, cuando al menos en La Habana hubo un relativo abastecimiento si lo comparamos con otras vacaciones estivales. Más caro, pero ahí estuvo.

Aunque pinta feo si nos guiamos por lo que está pasando con el tomate, escaso y caro al natural —normal en estos meses—, e imposible en conservas de puré o pasta de fabricación nacional —al menos el que yo compro porque me da confianza—. Pero mantendré el optimismo.

Como ya dijimos, la producción de cebolla y tomate cayó más del diez por ciento en el primer semestre. Y ahora es que se empiezan a sembrar de nuevo los campos. Los precios en lo que resta de año, cuando la producción es menor, están y seguirán subiendo. Y no solo de la cebolla se trata; un ramo de cebollino en La Habana ya está entre diez y 12 pesos, lo nunca visto. Ambas hortalizas confirman nuestras afirmaciones. La primera respuesta a los precios está en el campo.

Y a propósito del puré y la pasta de tomate. Revise cuando lo recibe. Asegúrese de su originalidad. Las adulteraciones están muy sofisticadas. Hasta con latas presurizadas lo estafan. En vez de tomate en puré o pasta, le pueden estar timando con una argamasa de calabaza, colorantes, sal, «cuadritos» saborizantes, y aspirinas como «ácido cítrico» para conservar.

Vianda con carne

En el primer semestre de 2014 la cotización promedio de la tonelada mixta de productos agrícolas y cárnicos en el mercado agropecuario se desaceleró. Según nuestros cálculos, en las tres principales formas de comercialización (la estatal —MAE—, los puntos de venta, y los mercados de oferta y demanda —MAOD), las tarifas subieron cuatro por ciento con respecto a igual período anterior.

El precio promedio de una tonelada de rubros agrícolas (indicador aplicable de forma idéntica a una libra cuando hablamos en términos porcentuales) se encareció 2,8 por ciento con relación al primer semestre de 2013, temporada en que el agromercado se puso «letal»: el valor de estos productos subió 21,7 por ciento con respecto a igual período de 2011 (no encontramos en el sitio www.onei.cu la publicación correspondiente a 2012).

La cesta agrícola contiene viandas, hortalizas, arroz, maíz —en grano, tierno molido y mazorca—, granos, cítricos y frutas no cítricas, según metodología de la ONEI, cuya serie Ventas en el mercado agropecuario, correspondiente al período enero-junio 2006-2014 es la base para nuestros estimados.

A nivel nacional la cotización promedio de la tonelada cárnica, en tanto, disminuyó 12,3 por ciento. Esta cesta la componen el cerdo —en pie, en piezas, asado, derivados y manteca—; el ovino/caprino —en pie y sacrificado—; las aves —en pie y sacrificadas— y otras carnes.

¿Y cómo es posible que si la tasa de la cesta agrícola subió 2,8 por ciento y la de la cárnica cayó 12,3 por ciento, el precio promedio de la tonelada mixta muestre un crecimiento de cuatro por ciento? Al incorporar al valor de la tonelada agrícola el de la cárnica, el precio conjunto crece.

Hay, empero, otras maneras de mirar el asunto. Si bien en el primer semestre de 2014 en los MAE, los puntos de venta y los MAOD el precio promedio de la canasta agrícola y cárnica tuvo ese comportamiento, el grupo de los 15 productos más vendidos aportó un elemento más negativo.

Quizá este dato acerque mejor al lector a la realidad. El precio de esta cesta creció en la etapa que estamos analizando 7,2 por ciento con respecto a igual período anterior. No obstante, esa cotización estuvo por debajo de los estimados para los primeros semestres de 2013 y 2012, cuando el incremento de precios anduvo sobre el 20 por ciento.

Los 15..., una de las tablas de la ONEI hasta 2011 en sus ediciones Ventas en el mercado agropecuario..., agrupa los principales componentes de la mesa cubana. No por gusto representan alrededor del 70 por ciento de la facturación en estos espacios. La componen arroz y granos; cerdo en pieza, carne de carnero y de chivo, aves; papa, boniato, plátano y calabaza; ajo y cebolla; tomate y col; y naranja y frutabomba.

¿Y la carne vale menos?

La caída en el precio promedio de la tonelada de carne ya se había verificado en enero-junio de 2013, cuando las tarifas se contrajeron 4,2 por ciento con respecto a la etapa de 2011.

Para quienes van al mercado y la libra de bistec cada día es más cara, insisto —como en el otro artículo— en que el valor promedio de la carne no distingue ni en piezas —bistec, recorte, derivados, manteca, hueso—, ni entre Miramar o Mantilla, Pilón o Guamuta. Es una sumatoria nacional. Solo da tendencias.

¿Y por qué bajó tanto el precio de la carne en el agromercado? Primero, por lo primero. Porque creció la producción nacional y también —como efecto— la oferta en las placitas, en específico el puerco, cuya carne y derivados son los más vendidos y demandados en estos escenarios.

En el primer semestre de 2014 la entrega a sacrificio de cerdo en pie a los diferentes destinos ascendió a 97 900 toneladas (en números redondos). Subió 11,6 por ciento con respecto a enero-junio de 2013, cuando la producción ya había aumentado 25,8 por ciento en comparación con el período precedente.

El 2012 no solo tuvo un mal primer semestre, sino también el año: los porcicultores enviaron a matadero casi 11 por ciento menos que en 2011, según consta en la colección digital Sector agropecuario. Indicadores seleccionados, de la ONEI.

Como mismo la entrega de puercos a sacrificio creció, sus ventas en físico en los MAE, los puntos de venta y los MAOD también fueron para arriba. Entre enero y junio de 2014 se pusieron en anaquel 3 407,4 toneladas en las variantes de en pie, en piezas, asado, derivados y manteca.

La oferta creció 42 por ciento con respecto al primer semestre de 2013, cuando mostró una discreta escalada de 3,2 puntos, un ascenso ligero pero propicio, tomando en cuenta que en 2011 —y al parecer en 2012— el cochino «se perdió» del agro.

La segunda respuesta a la caída en el precio promedio de las carnes está en que tales comercios no son la principal fuente de abasto de la población. Antes están la libreta, las tiendas recaudadoras de divisas, el mercado paralelo de Comercio Interior y otras opciones. Como no hay pescado, lo que más comemos —cuando carne hay— es pollo, menos cara que las demás... Y picadillo, mucho picadillo, sea el que haya en la shopping.

Una tercera interpretación sobre la «rara» caída de los precios de la carne en el mercado agropecuario está en que no reciben tanta presión por parte de las formas no estatales de gestión gastronómica. Creo que compran, pero no «tantooo».

No me parece que el cuentapropista que vende pan con bistec busque el puerco en el agro, a menos que tenga una emergencia. Se lo agencia por otras vías, sacrificados o en pie. Y el resto de las carnes pueden preferir adquirirlo en el mercado paralelo en CUC o CUP, donde el suministro es más estable, tiene refrigeración y la certificación sanitaria es menos discutible —incluidos vales de compra para mostrarlos a los inspectores...

Bajarán, ¿pero cómo?

Los precios en el mercado agropecuario tienen que bajar. Eso está escrito. Números más números menos de la ONEI, cuentas más o menos del periodista, lo relevante de las estadísticas son las tendencias que dan. Variables para hacer pronósticos.

A medida que maduran las políticas de actualización para el sector agropecuario y la comercialización —y no nos afecten episodios climáticos, económicos u otros—, los precios se deslizarán a la baja, mas solo hasta un punto.

Sin embargo, no creo que será exactamente como imaginamos. En mi criterio, lo que hoy cuesta cinco pesos no valdrá necesariamente dos. Nominalmente la disminución de las tarifas estará lejos de estridencias. De la gran mengua que esperamos.

Las medidas para reducir al mínimo necesario los subsidios —política dirigida también a la construcción de una sociedad próspera y sostenible; a no hipotecar nuestro futuro y el de las nuevas generaciones— están impactando a los agricultores estatales, cooperativos y privados con un encarecimiento, por ejemplo, de los insumos. Eso irá a las tablillas de la tarima.

Añado que el costo de producción de un rubro agropecuario es mucho más que cuánto gastó el agricultor hasta que lo montó al camión. Hay toda una cadena de valor que invierte en el proceso e incorpora agregados. Sí, comienza con la preparación de la tierra y concluye con usted y su jaba rumbo a casa, pero por el medio se requirieron transporte, beneficios, almacenamiento, gestión comercial... Eso también va al precio minorista.

No hay ninguna señal de que los costos en que incurre la cadena de valor —desde que se alista el surco para echar la semilla hasta que el producto llega a las placitas— vayan a aminorar. Todo lo contrario. La economía del país así lo reclama.

Al mismo tiempo, la tendencia es que los precios internacionales de maquinaria, insumos, pienso y combustible sigan subiendo. Y continuarán, según ha dicho la misma Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), independientemente de que en algún período bajen algo.

Panorama nada alentador que es más duro para Cuba, víctima de un férreo bloqueo que le impide hasta acceder a créditos de terceros, incluidas instituciones financieras internacionales.

***

Los precios en el agro disminuirán. Pero nadie espere que lo que hoy vale tres pesos mañana va a costar 80 centavos. La verdadera caída vendrá por vía real, no por la nominal —es decir, por una revalorización del poder adquisitivo del peso MN.

En mi opinión, este aminoramiento será por la combinación de un aumento de los ingresos monetarios de la población y una ralentización en el ritmo de crecimiento de los precios debido al incremento de la producción agropecuaria.

De otra manera: los precios bajarán cuando la familia tenga más dinero para ir al agromercado y a su vez los productos le cuesten menos si compara el porcentaje de los ingresos mensuales que antes dejaba allí y el que ahora se ahorraría.

Y no es que eso va a pasar en algún momento; ya está ocurriendo. El beneficio no es mayoritario, pero está en marcha.

Sobre la desaceleración de precios argumentan estos artículos, aunque la mayoría de los cubanos discrepen de mí. A la desaceleración en el ritmo de crecimiento de los precios en el agromercado debe seguirle la detención de la marcha, y luego el retroceso.

Sobre el incremento de los ingresos de la población, tres datos: 1) la implementación de nuevas formas de pago en el sector empresarial; 2) el impulso al trabajo por cuenta propia y las cooperativas no agropecuarias —que están engrosando sustancialmente los ingresos monetarios de las casi 500 000 personas que ahí se emplean—; y 3) el incremento de los salarios en la Salud Pública.

Son tres ejemplos palpables que arrojan luz sobre el futuro cercano de los ingresos monetarios en el sector estatal, tanto empresarial como presupuestado, y en el no estatal.

Todavía no nos hemos beneficiado la mayoría. Pero es el rumbo, incluido para quienes están acogidos a la Seguridad Social. No es una hipótesis. En los discursos oficiales abundan las señas al respecto. Sí, el «rumbo» está siendo demasiado lento para nuestro gusto y urgencias, pero es un buen camino.

Ambos procesos, mejora en los ingresos y desaceleración —y luego caída real— de los precios en el mercado agropecuario como consecuencia de una subida en la producción y la productividad, ya están ahí. Reitero, no como quisiéramos, pero están.

Pienso que es la ruta. Diverjo, empero, de quienes consideran que la solución está en un incremento del poder adquisitivo del peso cubano (MN, CUP). Creo que no es lo recomendable.

No hay ninguna señal que indique que la producción y el mercado están en capacidad de soportar una disminución drástica en el valor nominal de la oferta. Una reducción de los precios ajena a ellos no beneficiaría a la mayoría de la población, sino a los sectores minoritarios, con mayor poder adquisitivo.

De producirse una situación así (tampoco hay nada que señale que vaya a suceder), sería como poner un cake a la puerta del colegio. Los productos agropecuarios apenas durarían unas jornadas. ¿Después? Después no habría de dónde sacarlos...

Oro parece, plátano es

Mucho se debate sobre la cuestión de los precios. Especulación, tarifas monopólicas, acuerdos tácitos entre vendedores. Que el Gobierno debería toparlo todo. Que si los agricultores privados ya están sobrados con lo que hoy producen...

El comportamiento de los precios en el mercado agropecuario es una realidad compleja en la que confluyen muchas condicionantes: producción, comercialización, socio-psicología del comerciante, ingresos de la familia cubana, políticas nacionales, situaciones territoriales...

Una historia basada en hechos reales, a la que le agregamos mucha ficción —pero en ningún momento con espíritu crítico—, puede ilustrar algunas de esas complejidades.

Una empresa X, que en el primer semestre tuvo una soberbia producción de plátano, pero no pudo venderla toda a través de los mecanismos de contratación o las salidas tradicionales que tiene al mercado, decidió que, antes de perder parte de la cosecha o arrojarla a las cochiqueras, sería muy bienvenida en otras provincias, además de que podían bajar los precios.

Cargaron varios camiones de la buena vianda y los mandaron para La Habana. Vueltas y vueltas por la capital y ningún vendedor se la quiso comprar. Sin perder el optimismo, enviaron sus camiones para otras provincias. Y rueda que rueda... hasta que llegaron a Oriente. La feliz caravana pasó por Granma, Santiago, Holguín. Y nada. También tuvo que virar.

***

El 25 de noviembre de 2012 entró y salió por territorios orientales el huracán Sandy. Santiago de Cuba y Holguín fueron los más afectados. En la agricultura, el ciclón provocó millonarias pérdidas inmediatas, y también a posteriori, porque las plantas son un organismo vivo y requieren de tiempo.

En el primer trimestre de 2013 la producción de viandas en Santiago de Cuba solo llegó al 27,7 por ciento de lo cosechado entre enero-marzo de 2012, mientras que Holguín apenas pudo alcanzar la mitad, según la publicación Sector agropecuario. Indicadores seleccionados. Enero-marzo de 2013, de la ONEI.

El impacto sobre el plátano fue peor. En Santiago apenas se recogieron 2 300 toneladas, el 8,7 por ciento de lo acopiado entre enero y marzo de 2012, y en Holguín 3 600 toneladas, el 23,3 por ciento de lo cosechado en el trimestre de referencia.

Colegimos que las plantaciones de plátano fueron muy dañadas por Sandy. No disponemos de estadísticas sobre el comportamiento del rubro en el primer trimestre de 2014. La publicación respectiva de la ONEI careció esta vez de esas tablas provinciales. Sin embargo, según la producción nacional —que en enero/marzo subió 48,4 por ciento—, inferimos que en Santiago de Cuba y Holguín el plátano volvió a parir con gusto.

Las plantaciones de esta vianda requieren alrededor de un año para empezar a producir. Restablecerlas en dos provincias tras un huracán supone millonarios gastos. Lo más probable es que en 2014 los productores de Santiago y Holguín empezaran a recuperar la inversión y estuvieran apretados por las deudas.

***

Ahora coloquemos a nuestra buena empresa en algún lugar del país que tenga buenas tierras, agua y por donde hace algunos años no pasa un ciclón. Supongamos que hubiera podido vender sus plátanos en Holguín y Santiago de Cuba, y a mucho menor precio que el de los productores locales... Y el año que viene retorna para oriente. Y la gente de la ciudad contenta.

Los productores locales, que antes debieron trabajar duro para recuperarse del desastre natural, entonces deciden que si la buena empresa ya resolvió lo del plátano en la región, es mejor sembrar ñame... Un año más arriba, pasa un ciclón por encima de la buena empresa y los productores locales solo tienen ñame... Oriente se quedó sin plátano, o su gente lo va a tener que pagar como oro, aunque ni plata sea.

El que la empresa no haya podido vender su vianda extra en el primer semestre de 2014 en otros lugares del país tiene una lógica. Quizá no sea la escogida para el relato de ficción; tampoco todas las provincias tienen los mismos dilemas.

Sirva para ilustrar que el tema de los precios pasa por cuestiones objetivas. Su disminución en el mercado agropecuario no puede depender de inocentes buenas voluntades o quijotescos altruismos. Lejos estoy de promover que autoridades locales impongan un proteccionismo ciego a favor de los productores de sus provincias o municipios. Pero tampoco me parece correcto que criterios simples generen desequilibrios.

Plátano pintón

¿La empresa de la historia debe perder para satisfacer los «misterios» del mercado? ¿Los consumidores tenemos que sacrificar nuestros modestos ingresos por el «bien del mercado»?

Primera pregunta. En el escenario preferible, y no probable sino real, de un paulatino crecimiento del sector agropecuario, los productores, sean empresas, cooperativas o particulares deben crear resiliencia para situaciones de ese tipo.

Echarles vianda a los puercos no necesariamente constituye una pérdida. A punta de papel y lápiz, si la conversión de viandas a carne es rentable, no hay merma sino ganancia.

Y si carece de cerdos o la cuenta no le da, está la alternativa de la industrialización. Un ejemplo burlesco, en La Habana ya está sobresaturada —frente a teatros, cines, en el Malecón, en días de fiestas populares y carnavales— la venta de mariquitas, pero son de harina. Usted no encuentra por ningún lado a la exquisita, original, chicharrita de plátano.

Sobre la segunda pregunta. Lo que sí es firme e inamovible respecto al mercado es que los vendedores buscan maximizar la ganancia. Como mismo el comprador intentará gastar lo menos posible, el comerciante tratará de ganar todo lo que pueda.

Un ejemplo: ahora está de moda vender plátanos amarillos —no digo maduros, sospecho que a muchos les echan maduradores— al «buen estilo» de los comercios de otros países. El plátano fruta «amarillo» cuesta un peso; el vianda, dos, dos y 50, tres, cinco... según sea su tamaño y el mercado donde se vende.

En el primer semestre de 2014 la producción de plátano (excluyendo patios y parcelas, donde hay a tutiplén) creció 44,7 por ciento con relación a enero-junio de 2013. La oferta conjunta en físico en los MAE, los puntos de venta y los MAOD subió 51,3 por ciento; y el valor promedio de la tonelada en ellos cayó 12,6 puntos, para un precio por libra de 90 centavos.

Para empezar, estaría bien decirles a los comerciantes —sin discutir, solo comprando o dejando de comprar— que no estamos para plátano pintón. Compremos la mano verde, y que se madure en casa. ¿Y qué piensan de todo esto los comerciantes y los productores? De eso estaremos hablando con ellos, en una nueva investigación que ya empezamos a alistar.

III. Para que la gente «pueda respirar» un poquito más

Entrevista en EPMA-Habana, la empresa de mercados agropecuarios de la capital

Varios Autores - Juventud Rebelde

La Empresa Provincial de Mercados Agropecuarios de La Habana (EPMA-Habana) tal vez pase inadvertida para el público de la capital; sin embargo, tiene un relevante papel en las dinámicas de la comercialización agrícola en la ciudad.

Aunque no los administra directamente a todos, es propietaria (como representante del Estado y del pueblo, el verdadero dueño) de los agromercados de La Habana, tanto de los MAE como de las otras instalaciones, las que ha dado en arriendo a cooperativas no agropecuarias (CNoA) y bases productivas agropecuarias, por lo que recibe importantes ingresos.

Los más familiarizados con EPMA-Habana son los agricultores, quienes no pocas veces la ponen en la picota pública. 

Tras un largo recorrido por bases productivas de la provincia de Mayabeque, los reporteros de JR trajeron en su agenda más de una inquietud sobre el trabajo de esta entidad, por lo que solicitamos a su director, Jorge García Trujillo, una entrevista para profundizar en las dudas de los campesinos.

El acuerdo de ambas partes (JR/EPMA-Habana) para el diálogo fue no enfrentar ni posiciones ni actores económicos. Evitar «un dime que te diré» que no tendría fin.

Sirva este intercambio como puente para aportar un poco más de elementos y continuar contribuyendo a la comprensión de un complejísimo tema que lleva debatiéndose varios años en la sociedad y en los medios de prensa, y para el cual no hay, todavía, una última palabra.

No obstante, estos redactores mantienen firme su tesis —muy de nosotros mismos, y de otros también— de que la respuesta definitiva es el incremento suficiente y sostenible de las producciones.

—Jorge, las deudas con los productores salen una y otra vez cuando se habla de obstáculos al sector agropecuario. Es público y notorio el esfuerzo gubernamental por ponerle coto, pero a cada rato «salta el conejo». EPMA-Habana es una de las entidades que se menciona como «morosa» cuando recorres Artemisa o Mayabeque o lees noticias de otras provincias. ¿Es así?

—Tenemos deudas con las empresas agropecuarias, pero se han ido montando en letras de cambio y están en conciliación. Con cooperativas de Artemisa y Mayabeque con las que tenemos contratos directos, no las hay; la decisión es pagarles a los siete o diez días tras la compra, para proteger al agricultor.

—Los productores no entienden las demoras. «¿Por qué si los mercados venden y recogen dinero “todos” los días, se retrasa el pago a las empresas agropecuarias?», se preguntan. Es una lógica sencilla, pero contundente. ¿Por qué deudas?

—No contamos con la liquidez suficiente para honrar todo lo que debemos. Que tengamos deudas hoy se debe a que arrastramos otras viejas. Los ingresos no nos alcanzan para pagar lo de hoy y lo de ayer, pero tenemos claro el monto de todas, hemos ordenado el esquema financiero y estamos cumpliendo seriamente con el flujo de caja. Pagamos lo que se pacta semanal y mensualmente.

—¿Deudas viejas?

—Esta empresa se creó en 2009. Al inicio tenía un margen comercial de ocho por ciento sobre las ventas de los productos agrícolas. Aportábamos al Estado el dos por ciento y nos quedábamos con el seis. Con eso teníamos que enfrentar todos nuestros gastos, además de las mermas, los cambios de calidad, etc. Cuando había abarrote de algún producto era una generación enorme de pérdidas, porque la gente compra hasta un límite.

«Al inicio no se notaba tanto, pero cuando transcurrió el tiempo, se gastaba más que las utilidades obtenidas. Eran pérdidas cuantiosas. El ocho por ciento no daba. Después se tomaron acciones, hasta que se decidió que no nos obligaran a quedarnos con lo que los consumidores no iban a comprar».

—¿EPMA-Habana sigue teniendo pérdidas?

—Ahora la empresa tiene una mejor relación precio/costo y se le ha otorgado un margen comercial de hasta un 30 por ciento en un grupo de productos. Además de que siempre hemos tenido el apoyo estatal, que nos ha capitalizado en varias ocasiones, estamos siendo más eficientes en todos los aspectos, pero como debemos los millones de antes, por lo que expliqué, aunque tengamos buenas utilidades —lo cual nos ha posibilitado ir honrando deudas viejas—, una parte de esos débitos están pendientes todavía.

—¿Qué impide tener más utilidades y honrar viejas deudas?

—La empresa cuenta con 52 mercados agropecuarios estatales (MAE). Eso es el 24 por ciento de antes, cuando teníamos 700 unidades —entre mercados, placitas, kioscos—, por lo que las ventas eran muy superiores.

«En julio de 2013, 77 mercados pasaron a ser cooperativas no agropecuarias (CNoA) —un nuevo modelo de gestión instaurado a partir de la implementación de la nueva política de comercialización de productos agropecuarios en La Habana, Artemisa y Mayabeque—, y en noviembre otra parte importante se arrendó a bases productivas, para comenzar el 1ro. de diciembre de 2013 con la experiencia de la comercialización directa de formas productivas en estas tres provincias.

«Desde entonces nuestras ventas han disminuido. Mientras menos unidades, menos ingresos. No obstante, nuestra eficiencia y rendimiento económico han mejorado ostensiblemente».

—Las pérdidas que acumuló la empresa debido al margen del ocho por ciento y que ahora arrastra como deuda, en realidad fue —en criterio de estos redactores— un mecanismo que trasvasó a EPMA-Habana (una especie de Liborio capitalino) todas las insuficiencias de la cadena de producción, distribución y comercialización del sector agropecuario, a fin de proteger a los productores y a los consumidores. ¿Cuánta ayuda ha recibido la empresa de las arcas del Estado?

—Hemos sido capitalizados con 250 millones de pesos en cinco años, pero esa ayuda no ha cubierto la cadena de impagos. En la medida en que se siga ordenando la gestión empresarial, las deudas que queden las podremos cubrir a largo plazo con nuestras utilidades.

—¿Qué utilidades van logrando?

—Este año prevemos unos siete millones de pesos en utilidades, lo que está por encima de lo planificado. Se debe al nuevo modelo de gestión que se está implementando; y también a que las mermas han disminuido considerablemente; ya los abarrotes —porque esto, compañeros, era a «camionazo limpio» en picos de cosecha— prácticamente no existen ni tampoco estamos teniendo pérdidas por concepto de comercialización, es decir, en los agros. Ahora se compra y se distribuye de acuerdo con la venta que tengan los mercados.

—A propósito, los agricultores se quejan de que hay camiones que regresan con mercancía, de que ustedes no están cumpliendo con todo lo contratado y devuelven productos.

—Uno de los conceptos que debemos defender en la comercialización agropecuaria, más aún para el experimento que se realiza en La Habana, Artemisa y Mayabeque, es la variedad de oferta en los mercados. Los grandes productores cumplen con las viandas —son su renglón fundamental—, pero no siempre ocurre así con las hortalizas, frutas y granos que se contratan.

«A veces un retorno se subordina a problemas subjetivos de la cadena de distribución, que incluye indisciplinas de todas las partes que participan en este proceso. Cuando un transporte llega al lugar que se le dio como destino y allí no quieren el producto, lo primero que debe hacerse es llamar a la empresa, y tenemos que ponernos de acuerdo para que no vire cargado. La decisión de un hombre no puede generar esos problemas.

«Cuando un camión regresa, puede ser que no se hayan hecho todas las gestiones. Cuando ellos nos llaman, siempre se le busca un destino para que el camión vire vacío. No obstante, cuando la yuca viene azul, la devolvemos; cuando nos mandan una mercancía con una calidad que no cumple con lo pactado, no la recibimos. Esos son los posibles retornos de un camión».

—Hay quejas en Mayabeque, y nos imaginamos que también en Artemisa, porque ustedes están obligando a enviar los transportes mixturados (cargarlos en los municipios y bases productivas con varios productos a la vez).

—Antes, cuando disponíamos en un municipio de decenas de mercados, cierta empresa agropecuaria decía que tenía un camión de boniato y le indicábamos que lo mandara para un determinado municipio, el cual contaba con una amplia red de establecimientos, hoy no es así. Solo administramos 52 mercados diseminados por toda La Habana.

«Las comercializadoras de Artemisa y Mayabeque tienen dos posibilidades. O mandan un camión con cinco toneladas de un solo producto y tienen que ir a varios mercados en tres o cuatro municipios. O lo mandan mixturado y los vehículos ruedan mucho menos.

«No hay posibilidad de que en un solo municipio nuestros mercados asuman gran cantidad del mismo producto. No estamos en condiciones de pedir un camión entero de algo, sobre todo cuando hay pico de cosecha o es estable la producción de un rubro agrícola. Esa es la razón de los camiones mixturados».

—Directivos de empresas agropecuarias plantean que para la contratación del año próximo evitarán que obliguen a sus transportes a dar demasiadas vueltas por la capital, porque eso atenta contra la eficiencia económica.

—Y es verdad, pero para ambos. Si bajamos un camión de yuca o boniato en un mercado, tenemos dos posibilidades: o se echa a perder una parte o tenemos que distribuirlo nosotros, lo que implica más manoseo del producto. En ocasiones lo hacemos, pero no puede ser constantemente.

«La empresa dispone de 51 camiones. Con estos hay que despachar los rubros agropecuarios para todo el consumo social, para las dietas médicas —que no es poco: 400 toneladas al mes— y para los comedores del Sistema de Atención a la Familia (SAF).

«Con esos transportes debemos, además, extraer de la empresa mayorista el arroz y el chícharo que vendemos en los mercados. Y ahora, todos los días, enviamos camiones a Güira, a una CPA que nos está vendiendo yuca a buen precio, para ponerla en los MAE y presionar para bajar los precios a la población».

—Esa es una muy buena decisión, tanto para las CNoA como para la población; hace falta que se refleje en los precios.

—De las 77 CNoA que hay en La Habana, 52 tienen contratos para alquilarnos camiones, y las que no lo han firmado es porque no han venido a hacerlo. La hora de alquiler les cuesta apenas 24 pesos. Se busca con eso que ellos bajen precios.

—Además de los «camiones que no se descargan completos y deben regresar», campesinos y dirigentes de bases productivas también están preocupados porque los MAE —plantean— «están casi vacíos y no aceptan mercancías que se les envían».

—En un MAE puede haber capacidad de almacén, pero si tienen tres productos: boniato, yuca y chopo, no pueden bajar más de lo mismo para que luego se pudra y entonces volver a caer en el círculo vicioso de las pérdidas. Los MAE deben tener variedad de oferta, y calidad.

«A veces, cuando hay algunas tarimas vacías, es porque no hay más variedad de productos. Es importante que cuando existan picos de cosecha se evalúen los precios de compra. Es conveniente que estos sean más bajos para de esta manera poder también ofertarlos a precios más baratos, y que se puedan comercializar más volúmenes.

«La política es poner los 52 MAE de la capital a tope. Estamos trayendo productos de otras provincias, y le estamos comprando a la Agricultura Urbana un por ciento grande de hortalizas —a propósito y volviendo al tema del transporte, eso nos exigirá usar al menos cinco camiones diarios, porque las hortalizas exigen disciplina y cuidado, para que el sol no las arruine.

—Le íbamos a preguntar por qué entonces no bajan los precios para salir rápido del boniato, la yuca y el chopo, pero lo que se sabe no se pregunta. Si hicieran eso en los MAE, al momento los intermediarios autorizados y los revendedores por la izquierda vaciarían el mercado y al otro día  estarían revendiendo en las cuatro esquinas del barrio. O el delegado del Poder Popular tendría que poner 20 policías para ordenar la cola y controlar a los intermediarios y a los que les hacen «la pala», incluidos trabajadores del mismo mercado... A propósito, en los MAE la calidad a veces deja mucho que desear.

—Eso es un reclamo de la población desde hace tiempo. Influye desde la calidad de lo que se recibe hasta el actuar de quienes están al frente del mercado, responsables de que en la medida en  que un producto pierde cualidades físicas transite hacia precios menores. Se ha ido mejorado bastante al respecto, aunque es cierto que no es un asunto resuelto; los productos más lindos, los de mejor presencia, están casi siempre en los mercados de oferta y demanda (MAOD).

«El administrador del MAE también tiene la obligación de revisar la calidad de lo que recibe, y si no se corresponde con lo acordado, tiene el derecho de no aceptarlo».

—También falta cultura, estética, en los MAE.

—Desde finales del año pasado trabajamos para mejorar la imagen de los MAE, pero hay que continuar ganando en cultura, sobre todo en la manera de exponer los productos. Estamos siendo exigentes con eso; se ha logrado alguna mejoría, pero el problema sigue pendiente de una total solución.

—La contratación de las producciones es otro asunto bastante discutido entre los agricultores. Muchos prefieren que el Estado les compre la mayor cantidad de las cosechas. ¿Cómo están realizando ustedes este proceso?

—Nuestra empresa contrata a las bases productivas lo destinado a los MAE y al consumo social de la capital. También negocia una parte de lo que van a vender las cooperativas no agropecuarias, a las cuales previamente les consultamos qué quieren que les ofertemos. Además empezamos a trabajar con algunos puntos de venta gestionados por trabajadores por cuenta propia; los hemos convocado a que fijen sus necesidades. Nuestro objetivo, por supuesto, es que bajen precios a la población, y ya tenemos algunos resultados. Son cerca de 600 vendedores minoristas. 

La respuesta definitiva a las políticas para hacer bajar los precios está en el incremento suficiente y sostenible de las producciones agropecuarias en el país.

«Así es como funciona nuestro sistema de contratación. No obstante, aparte de eso, las formas productivas tienen arrendadas en la capital 543 unidades. Ese alimento lo ponen ellos ahí, con sus producciones, pero también con lo que les compran a otras cooperativas, y eso también es contratación, entre cooperativas, pero que debe tener un sustento legal».

—¿La contratación no estará limitando la producción?

—Los compañeros de la Agricultura han hecho un estudio al respecto. Se maneja que la contratación estatal es poca, 24-30 por ciento del total de la producción. Sin embargo, cuando se analiza bien, en Artemisa y Mayabeque las bases productivas y los productores individuales tienen contratos con la empresa de mercado, con la empresa de semilla, la posibilidad de hacerlo con el turismo; poseen mercados, placitas y puntos de venta arrendados en La Habana, Artemisa y Mayabeque —que también implican una relación contractual, aunque sean de ellos mismos—, pueden contratar a otras formas productivas mercancías para vender en sus mercados arrendados. Tienen, además, contratos entre ellos y el consumo social, y con la Unión de Acopio, para lo que se llama el balance nacional. Y, para terminar, está el mercado mayorista de El Trigal. Todas son posibilidades que contempla el Decreto 318/2013.

—Hablemos ahora sobre el arrendamiento de locales por las bases productivas que participan en el experimento de la venta directa a la población en La Habana, Artemisa y Mayabeque, la cual empezó hace un año. ¿Sabe que hay quejas por el valor del alquiler del metro cuadrado?

—La tarifa oscila entre tres y ocho pesos mensuales por metro cuadrado del establecimiento. Depende del lugar donde esté enclavado.

—¿Desde cuándo usted está en el giro del comercio?

—Desde los 23 años de edad, y tengo 46.

—Lleva tiempo...

—Bastante.

—Como comerciante, ¿qué opinión tiene del arrendamiento de locales por las bases productivas agropecuarias?

—Además de ser otra opción para que evacuen parte de sus producciones, se les ha dado acceso directo a un mercado de más de dos millones de personas. No solo es una posibilidad para hacer buenas ventas, sino que se les ha facilitado que se queden con la mayor parte del margen comercial. Se les ha alquilado transporte. Todo eso debería redundar en precios más razonables para la población.

—¿Como directivo, qué piensa de la experiencia?

—La idea es que el productor tenga más ventas, que participe directamente del margen comercial, que conozca de primera mano las características del comercio agrícola, que abastezca a una parte de la población, y que venda a un precio más barato que los restantes lugares. Tienen la posibilidad de vender más barato que los MAE, porque ellos son la primera mano.

«Es el objetivo, pero no está ocurriendo así. No quiero ser absoluto, pero en establecimientos arrendados por cooperativas los precios no son los más favorables para la población».

—En toda esta dinámica de los precios y las formas de comercialización que, por suerte, se han ampliado en gran medida en La Habana, hay muchas complejidades. Usted y nosotros coincidimos en que si las bases productivas bajaran los precios drásticamente en los establecimientos arrendados por ellas en la capital, los intermediarios los dejarían vacíos en un segundo. ¿Qué con los intermediarios?

—Para que la cadena fluya, la comercialización debe ser directa, lo más posible, del productor al vendedor minorista; quitar ese ruido de tantas manos por medio.

«El minorista, por lógica, debe tener un margen de ganancias superior al resto de los comercializadores, porque es el que va a tener el producto un tiempo determinado y va a sufrir el riesgo de la venta; sin embargo, hay intermediarios que ponen un margen comercial inmenso solo por recibirle al productor y venderlo al minorista. De una mano para la otra. Ellos incurren en gastos de transporte y estibadores, pero ¿por qué el margen tiene que ser tan grande, muchas veces superior al del minorista?».

—¿Qué hacer para bajar precios?

—Si todos cumplimos con lo que está normado en el Decreto 318 del Consejo de Ministros, Sobre la comercialización de productos agropecuarios en La Habana, Artemisa y Mayabeque, vamos a contribuir a mejorar la calidad de vida del pueblo. Los precios bajarán, todos tendremos nuestros márgenes comerciales, vamos a ser más rentables y la gente mejorará su estado de opinión en relación con esta asignatura pendiente.

—¿Eso también es aplicable a El Trigal?

—Si las formas productivas y las empresas agropecuarias cumplieran con su parte, si asistieran en número a El Trigal, los precios en La Habana fueran menores.

«Ya se está logrando. Los productores están tomando conciencia y están viniendo más. Al mismo tiempo, se les darán algunas bonificaciones y estímulos si van a vender a precios bajos, pues no tendrán que hacer la cola y se les cobrará la mitad de las tarifas que allí están estipuladas.

«Para que la gente “pueda respirar un poquito más”, hace falta la cooperación de todos, empezando por una mayor participación directa de las formas productivas en el mercado».

Nota: En la próxima y última entrega de esta serie, JR recorre instalaciones de la agricultura urbana para conocer en voz de los productores cuánto hacen y pueden hacer para que los precios agropecuarios sean más beneficiosos para la población.

IV. Tirando el machete donde no está el majá

Con un recorrido por instalaciones de la agricultura urbana de la capital, JR concluye la nueva serie sobre los precios en los agromercados, concentrada esta vez en protagonistas del experimento sobre nuevas formas de comercialización en La Habana, Artemisa y Mayabeque

Varios Autores - Juventud Rebelde

La agricultura urbana da empleo en el país a unas 300 mil personas, sin incluir a quienes faenan en sus patios y parcelas, y están inscriptos en un movimiento productivo y cultural —en su amplia acepción— que desde hace casi 30 años ha ido dando más vida y vista al paisaje humano y urbano de las ciudades y pueblos del archipiélago.

Los organopónicos, como comúnmente se les dice, ocupan un espacio nada despreciable en el sistema de abastecimiento de hortalizas y condimentos frescos de la ciudadanía; en algunas localidades son, incluso, la primera fuente de ellas.

No son baratos, pero al menos en aquellos donde cumplen con los principios e ideales de esta agricultura «no tradicional», y el compromiso y la sensibilidad social es una premisa, el gasto que en ellos hace la población es menos oneroso, además de la frescura y calidad que por lo general tiene esa oferta.

En La Habana, donde se dispone de apenas el 0,4 por ciento de las áreas cultivables del país, existen 97 organopónicos, 318 huertos intensivos, 88 mil patios con tierra y 5 600 parcelas adscriptas al movimiento de la agricultura urbana.

No hay aquí una producción grande, pero tampoco es despreciable. El plan para este año es de 88 mil toneladas, y para 2015 sus trabajadores prevén llegar a las cien mil, según explicó a JR Ailín Cairo del Cristo, subdelegada de la Agricultura en la capital.

Para ser justos, la mayoría de los puntos de venta de la agricultura urbana en la ciudad están fuera del «saco del abuso»; no es precisamente en ellos donde la especulación con los productos agropecuarios es norma.

No obstante, tampoco los precios allí son baratos, la oferta no es permanente —inevitable si las instalaciones son pequeñas— y algunos vendedores minoristas están acudiendo a ellos —al menos adonde se les permite— para comprar al mayoreo y luego revender los productos en las zonas donde trabajan de forma legal, con las consiguientes afectaciones a la población.

Para abundar en estas realidades, JR recorrió varios organopónicos de la capital, con el espíritu de esta nueva serie sobre los precios en los agromercados: darles voz completa a los protagonistas del experimento sobre nuevas formas de comercialización en La Habana, Artemisa y Mayabeque, y abstenernos los reporteros —lo más posible— de tesis y comentarios.

La visita incluyó unos organopónicos dedicados a la venta directa a la población y otros al abastecimiento del consumo social. En ambas variantes, las opiniones sobre la comercialización y los precios fueron casi idénticas. La entrevista que presentamos a continuación resume el criterio central de todos los entrevistados.

¡Sí, pero el majá no está en la cueva!

«Ustedes están tirando el machete donde no está el majá», nos respondió Pablo Frías cuando le explicamos que el motivo de nuestra presencia era conversar sobre el incremento de los precios en los mercados agropecuarios y su comportamiento en los puntos de ventas de la agricultura urbana en la capital.

Él es el administrador del organopónico de 25 y 146, en el municipio de Playa, una de las instalaciones de la agricultura urbana más icónicas de la ciudad, por la calidad de sus producciones, porque cada vez que usted pasa por allí sus canteros están sembrados a full y porque nunca ha sido muy caro. 

«Los precios aquí no son baratos, pero tampoco son altos, dijo Pablo. El cebollino siempre se vende a cinco pesos el mazo, y así ha sido durante 12 años. El de zanahoria —bueno, limpio y lavado— a seis pesos. Igual pasa con el resto de las hortalizas y condimentos frescos. Nosotros no vamos a elevar precios y abusar de la población. Eso es inmoral».

—¿Y dónde está el «majá»?

—Los precios se han disparado porque la mayoría de las producciones que se venden en los agromercados tienen entre tres y cuatro intermediarios. Esa cadena es un error.

«Por otro lado, se le echa mucho la culpa al agricultor, pero y los otros precios qué. ¿O es que los productores tienen que vivir en taparrabos? Un pantalón más o menos bueno cuesta 25 CUC. Este que tengo puesto yo, no —señaló su jean de trabajo—, este es un pitusa cañero, “nada más” me costó diez CUC...

«Yo, con el dinero que gano aquí más la jubilación, debo hacer mis cuentas. Ahora mismo tengo que buscarle otro par de zapatos a mi hija para la escuela, porque el último que le compramos en la shopping, hace tres meses, ya se rompió.

«También los muchachos ahora necesitan para la Universidad computadoras, laptops, celulares, y no es cualquier telefonito viejo, tiene que ser de esos que se mueven con las manos.

—Táctiles.

—Eso mismo, y no es que uno tenga que complacer caprichos. Lo que quiero decir es que las necesidades de antes no son las mismas de ahora. Y las necesidades de los agricultores y de sus familias son las mismas que las del resto de la población.

—Es conocido que ustedes aquí mantienen precios estables y justos —si se comparan con otros—, pero también se sabe que hay vendedores minoristas que compran en organopónicos a precios relativamente baratos y luego ofertan el producto en la esquina de sus barrios al doble y más…

—Aquí no permitimos que alguien venga y compre una caja de cebollinos así por así. Sabemos qué van a hacer con eso. Y si se ponen «pesados», les llamamos la policía.

«Eso no quita que cuando la producción es buena, los compañeros de paladares que son clientes fijos se lleven el cebollino que necesitan. Eso sí, cuando hay poco, les hablamos claro. “Fulano, lo siento por ti, pero hoy no te vamos a vender nada, porque lo que hay lo vamos a dejar para la gente”, así le decimos, y ellos comprenden.

«A ellos —que serían a quienes más les permitimos comprar— les vendemos a igual precio que a los demás (aquí lo único caro es la yerba buena, porque eso es para ron, y hay que pagarla); sin embargo, no les damos mucha lechuga, porque tenemos que proteger a la gente común, a los que no tienen negocios.

«Tampoco nadie puede llegar y tratar de pagarnos más para llevarse algo. Un compañero de Naciones Unidas me dijo, incluso, que deberíamos poner precios diferenciados en CUP para los cubanos y en CUC para los extranjeros, y le dijimos que no, que además, si lo hacíamos, íbamos presos. La agricultura urbana nació para sembrar productos sanos y ofertarlos a precios accesibles para todos». 

—Aquí en su organopónico hay una cultura de años, hay seriedad, hay profesionalidad, pero también esta es una «zona de bien», residencial, con clientes de alto poder adquisitivo...

—Entre nuestros clientes hay 42 embajadas, y alrededor del 50 por ciento de quienes compran aquí son extranjeros. Sin embargo, viene gente de toda La Habana, desde una anciana de Altahabana que nos visita una vez por semana, hasta gente de Los Sitios, de Centro Habana. Eso sin contar a las personas que les suministramos algunos productos gratis, pues son casos sociales, personas necesitadas de una atención especial.

—En los organopónicos ahora están vendiendo productos que en ellos no se producen, lo cual es legal; sin embargo, la diferencia entre los precios que ponen y los que hay en los agromercados no es muy significativa.

—Uno no debería pagarle un peso a alguien por algo que no sudó, lo cual no quita que, con el fin de mejorar la oferta y acercar los productos a una comunidad, la agricultura urbana también venda algo que no produce.

«Nosotros mismos estamos gestionando la autorización para hacerlo en el otro organopónico que tenemos en el municipio, que es muy pequeño. No obstante, la venta de esas mercancías debe ser la parte menor, o por lo menos tiene que ser más barata que en otros lugares.

«La agricultura urbana nació para el pueblo, y es verdad que vendemos bajo el régimen de oferta y demanda, pero nosotros aquí mantenemos los precios. No vamos a abusar de la gente. Y cada vez que podemos bajar precios, lo hacemos.

«Nuestras producciones son estables, nuestros precios son estables y nuestros salarios son estables, y ganamos bien.

«Nuestra premisa es que tenemos que mantener los salarios con los volúmenes productivos que logremos. Es incorrecto inventar y recargar a la población con los precios exorbitantes que hay en los mercados agropecuarios.

«Nosotros hemos sido muy estimulados por la Dirección Nacional de la Agricultura Urbana y Suburbana, sin embargo, nuestro mayor reconocimiento fue el diploma que nos entregó el Poder Popular de la circunscripción, porque los vecinos nunca han dado una queja de nosotros».

—De todas formas, y aunque no sea la norma, también en algunos organopónicos de «por ahí», hay sus majás. La venta de productos agropecuarios está siendo muy rentable para los comerciantes, y eso puede «volver locos» a algunos.

—Siempre va a haber algún majá escapado, pero a esos hay que pisarles la cola.

La agricultura urbana por sí sola no puede bajar precios

A inicios de noviembre, JR envió un cuestionario, por correo electrónico, al Doctor Adolfo Rodríguez Nodals, jefe del Programa Nacional de la Agricultura Urbana y Suburbana, para conocer sobre el comportamiento general de los precios en ese sistema y sus criterios personales al respecto, requerimiento que respondió de forma rápida y amable. 

Los redactores hicieron una pequeña edición en las preguntas y las respuestas intercambiadas, a fin de integrar esta entrevista al texto general que hoy estamos presentando para continuar contribuyendo al debate público sobre los precios en el mercado agropecuario, que en la serie de tres trabajos que ahora concluimos tuvo como eje la provincia de La Habana, una de las tres que participan del experimento de comercialización directa que se desarrolla desde hace un año.

—¿Qué principios sigue la Agricultura Urbana (AU) para fijar los precios de sus productos?

—En el caso de los vegetales y condimentos frescos, el principio de los precios se basa en la oferta y la demanda, y así ha sido durante 16 años.

—¿Qué políticas sigue la AU para tratar de reducir los precios de sus productos y favorecer al consumidor?

—Mientras no se logre revisar integralmente el sistema de precios, la AU por sí sola no puede disminuirlos; solo podemos apelar a la labor política, y por lo general los precios en la AU son intermedios entre los mercados agropecuarios estatales (MAE) y los carretilleros, como pudieron ver en los datos que les envié.

—¿En su opinión, qué está impidiendo que los precios de los productos agropecuarios comiencen a bajar? ¿Qué se necesitaría para entrar ya en ese camino?

—Se necesita, en mi criterio, topar algunos productos, para que no estén sujetos a oferta y demanda solamente, como por ejemplo, frutabomba, boniato, malanga, plátano, yuca, calabaza, pepino. También, disminuir intermediarios, restablecer y consolidar la Empresa de Acopio en todo el país, seguir incrementando la producción y perfeccionar la contratación, pero asegurarle la salida de sus productos al campesino.

—La AU tiene experiencia en suplir déficits, como ha ocurrido ante emergencias planteadas por el paso de huracanes. En el primer semestre del año la producción de cebolla descendió en un 11 por ciento. Debido a esa caída y a la presión que ejercen sobre la producción agropecuaria las nuevas formas de gestión no estatal de la gastronomía, de junio en adelante el precio de la hortaliza se ha estado incrementando geométricamente: ya en el primer semestre su cotización en el mercado agropecuario subió un 41 por ciento, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). Debido a su escasez, el mazo de cebollino también ha estado en La Habana entre diez y 15 pesos, además de que uno tiene la impresión de que su oferta ha sido escasa. ¿Ante una situación de caída de la producción en la agricultura convencional de algún alimento idéntico o sustituto en que la AU también está especializada, tiene esta capacidad de reaccionar activamente para suplir una parte del déficit o contribuir a equilibrar los precios?

—La producción nacional en el grupo cebollino-ajo puerro-cebolla multiplicadora de la AU ha estado alrededor de las 10 900 toneladas anuales. La agricultura urbana está trabajando para incrementar su producción. No obstante, cuando existe una «caída» de algún producto en la «agricultura convencional», podemos ayudar, pero eso lo sabemos ya al final o casi al final de la campaña. Es difícil hacer un plan cuando uno conoce la «caída» al final de campaña. No es posible suplir déficits en algunos productos como pimiento, tomate, calabaza, viandas, entre otros.

—¿Qué sinergias hay entre la agricultura «tradicional» y la agricultura urbana ante situaciones de este tipo?

—La sinergia es muy difícil por lo que expliqué. Sería bueno liberar que los patios y parcelas puedan vender directamente, excepto en avenidas que el gobierno local entienda que esto no puede ser por razones estéticas. Hemos autorizado la figura del «carretillero», pero no oficialmente la venta directa en los patios, que sería a menor precio. También puedo decirles que una parte importante de los frutales, verduras y viandas que venden los carretilleros proceden de patios y parcelas.

«En China a nadie le preocupa que se venda en un patio. El patio es propiedad de la familia, es legal. En Cuba se hace, pero de manera tácita y los “patieros” venden a escondidas el aguacate, la guayaba, el plátano… Creo que esto debería autorizarse y que voluntariamente el patio que quiera vender directo, que lo haga sin tener que pagar impuestos, pues el papeleo que esto requiere ahuyenta el deseo de vender del “patiero”, cuyas producciones son generalmente pequeñas, luego de utilizarlas para el autoconsumo familiar y reducir gastos por esa vía».

—Además de los ingresos monetarios, ¿qué otros beneficios en especie reciben los trabajadores de la agricultura urbana?

—No está establecido que reciban beneficios en especie, si se hace es de manera informal.

—Se ha explicado más de una vez, de forma certera, que, como autoabastecimiento, la producción en patios y parcelas complementa la disponibilidad de alimentos entre sus cultores e incluso puede ser el abastecimiento mayoritario de quienes practican y desarrollan la agricultura familiar. También sabemos —usted lo reafirma— que una parte de esas producciones se realiza en el mercado, aportando ingresos monetarios extras a estos núcleos. ¿Por concepto de autoabastecimiento, existe algún estimado sobre cuánto se ahorran, en volumen y en valor, los núcleos incorporados a la agricultura familiar en el país?

—Por lo general un 20 por ciento de los alimentos en volumen; en valor no tengo datos.

—¿De cuántas familias y personas estamos hablando en el país?

—Unas cien mil familias, entre 300 y 400 mil personas.

—¿Cuánto ingresan los núcleos incorporados a la agricultura familiar al realizar parte de sus producciones en el mercado?

—Sobre esto no tengo datos.

—¿Qué otros beneficios trae para los núcleos la incorporación a la agricultura familiar?

—Resolver una parte de los alimentos, con calidad y más sanos. Reciben ingresos adicionales, pero no tengo datos precisos al respecto.

—Le agradeceríamos cualquier comentario que hayamos dejado fuera de este cuestionario remitido vía electrónica y que usted considere que es importante para comprender mejor el tema de los precios en el mercado agropecuario, según las diversas formas de comercialización que hay en el país y en La Habana, incluida la oferta de la agricultura urbana.

—Hoy existen contradicciones para algunos cultivos, la situación actual no estimula el crecimiento del área de siembra, por ejemplo, de la frutabomba, del boniato, de la guayaba, entre otros. No hay forma de explicar que una frutabomba cueste 20–25 pesos en La Habana y diez pesos en el resto del país, y que los productores experimentados teman incrementar áreas de siembra, pues plantean que no tienen seguro los destinos del producto y se puede perder.

«Se han perdido producciones de mango, guayaba y otras frutas. Las minindustrias ayudarán, pero se necesita de un tiempo para esas inversiones. Además, hace falta volver a fortalecer la Empresa Estatal de Acopios, en mi opinión.

«¡Muchas gracias!».

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