Lorena Sánchez - Foto: Eridanio Sacramento - Cuba Contemporánea.- Desde los tiempos en que su madre pasaba las tardes frente al televisor, expectante ante los musicales argentinos o mexicanos; en que, desde su sillón, se diluía tarareando viejos boleros y compartía a duetos con Libertad Lamarque y Jorge Negrete canciones de antaño, Lorenzo Lunar hacía de la música su lugar común, esa especie de amuleto de lo que más tarde convertiría en un estilo o lógica escritural.


Porque en la Santa Clara de Lorenzo –específicamente en el barrio de Lorenzo, ese donde “la gente cantaba por las tardes y por las noches ensayaban las comparsas y las congas para los carnavales”, ese que bien podría concebirse como el alter ego del Barrio de Leo Martín, protagonista de su serie policial, si habláramos en términos literarios– la música es “un alimento tan cotidiano e indispensable como el plato de harina con huevos fritos”.

Y es que en esa suerte de juego de espejos que es su literatura, el autor se permite no solo intertextualizar fragmentos de canciones, sino además buscarle un sentido del ritmo a sus textos. Porque “la música me persigue y yo la busco; tenemos una vieja relación totalmente correspondida”.

De esta manera, en el caso en que el lector decidiera hacer un viaje retrospectivo por su obra, se encontraría no solo con títulos como Échame a mí la culpa (1999), Que en vez de infierno encuentres gloria (2003) y Usted es la culpable (2006), los cuales hacen alusión a famosos boleros y temas de la cancionística mundial, sino, además, con aquellos que suenan más rockeros, más al estilo heavy metal como Polvo en el viento (2005).

En su extensa obra –tiene varias novelas publicadas en Cuba y en el extranjero– lo cotidiano y la marginalidad forman parte del corpus narrativo, puesto que, según reconoce el propio autor, está marcado por las características del lugar donde vive, “por sus maneras, por su gente, por su filosofía y ética”.

Razón por la cual “Leo Martín es él mismo sin dejar de ser todo lo que ha heredado de la cultura de su barrio. Su formación ética viene con su propia vida. Lleva consigo las ilusiones y los desencantos del cubano nacido en los albores de los primeros años de la Revolución, pero tiene su personalidad, su mundo, sus propios amigos, su familia, y más allá de los sueños y desencantos de su generación lleva los suyos propios, que le pesan más”.

Un personaje que se mueve en los bajos fondos del hampa barriotera, donde encuentra, quizás, la ayuda que necesita para desentrañar el crimen; en sintonía con los más recientes paradigmas de lo que es hoy la nueva novela policial cubana. Porque Lorenzo Lunar no es solo el escritor cubano más leído en la Isla durante el año 2012, sino además uno de los principales exponentes de la novela negra insular, siempre con ese gusto por los temas populares, por las cosas que atañen al hombre actual, al hombre de su tiempo. Siempre “fiel al principio de que uno debe escribir sobre lo que conoce”.

Novelas negras cubanas, ¿la aguja en el pajar?

El 3 de junio de 2004 aparecía en la sección cultural del diario español El País un titular que rezaba: “El cubano Lorenzo Lunar gana dos premios de novela negra”. La publicación ibérica reseñaba el hecho de que un escritor insular, nacido en Santa Clara en 1958, se alzara –con su libro Que en vez de infierno encuentres gloria– con dos galardones tan prestigiosos dentro del ámbito internacional como el Novelpol y el Brigada 21 a la mejor novela negra publicada en España. Aun cuando con anterioridad el autor villaclareño había ganado por dos ocasiones el concurso de relatos policiales Semana Negra de Gijón, en 1999 y 2001.

Tiempo después, durante los meses de octubre y noviembre de 2014, Lorenzo Lunar se daba el lujo de viajar por diversas ciudades de Francia, Italia y España, de participar en varios festivales destinados a promover la literatura latinoamericana, algunos tan importantes como el Festival internacional de literatura policial de Toulouse.

El leitmotiv de la gira: presentar su novela La vida es un tango (2005), publicada en francés por la editorial Asphalte, y anunciar la próxima entrega a los lectores franceses de Usted es la culpable. El recorrido incluía paneles, mesas redondas y espacios compartidos con varios autores como los españoles Cristina Fallarás, Carlos Zanón, Ignacio del Valle, Rafael Reig y el cubano Abilio Estévez.

En ese escenario pudo intercambiar ideas sobre la producción literaria cubana, específicamente del género negro en el país: “Suele suceder que de la novela negra cubana no se conoce mucho después de Leonardo Padura. Sin embargo, existen otros nombres: Amir Valle, Rebeca Murga, Reinaldo Cañizares, Mario Brito, Marcial Gala... Pero a excepción de Amir, pocos son traducidos y publicados fuera de Cuba.

“Aun así la novela policial en Cuba está en un momento de reacomodo entre la pujanza de la novela negra y las reminiscencias de la novela de espionaje de los años 80. En este sentido, Padura ha sido maestro y puente”.

Lorenzo Lunar –quien para la próxima edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana presentará Mundos de sombras, publicada por la editorial Letras Cubanas, y El barrio en llamas, por la Editorial Oriente– prefiere hablar de certidumbres en torno al relato policial que se escribe en el país. Género en que los principales rasgos distintivos oscilan entre “la desacralización del policía perfecto de antaño; la introducción de personajes como el asesino en serie o el tratante; la exploración a diversos niveles de realidad y la búsqueda de figuras propias del relato fantástico y de un mundo demencial; el manejo de los recursos lúdicos a partir de la parodia, la intertextualidad y la construcción y deconstrucción de la historia, y la visión del otro, donde ya no se escucha solamente la voz del héroe y de la ley, sino que hay un marcado énfasis en la voz del criminal o del perdedor”.

Porque Lunar no solo se ha dedicado a escribir el relato policial, sino también a estudiarlo. A investigar sobre aquellos resquicios por los cuales se fuga, se hace imperecedero. De esta manera ha publicado textos de referencias inmediatas como El que a hierro mata (Apuntes sobre la literatura policial cubana), del año 2012, el cual incluye el ensayo “El nuevo cuento policial ¿La aguja en el pajar?”, en coautoría con su esposa Rebeca Murga.

Mientras, su paso por los festivales le devela que “los lectores del género advierten que ya no somos una isla, en el sentido de escribir una literatura rodeada de esquematismos por todas partes. Aunque me queda la certidumbre de que los autores cubanos deberían ser más conocidos en el mundo”.

“Generalmente, nuestra obra se difunde gracias a invitaciones personales que nos hacen los editores en el extranjero. Las instituciones cubanas deberían acercarse más a estos eventos y enviar a los escritores que residimos en la Isla con nuestros libros publicados en el país. Novelas negras para eso, hay. En cuanto a editoriales o colecciones que asuman la publicación del género, es como buscar una aguja en el pajar. La novela negra cubana se encuentra esparcida entre tantos libros y editoriales, a veces simplemente bajo el rótulo de narrativa, que corresponde al lector la audaz aventura de hallarlos y a los libreros la grata misión de promoverla”.

La Piedra Lunar, una institución cultural en Santa Clara

En la calle Luis Estévez esquina Conyedo, número 217, en Santa Clara –justo enfrente del kiosquito de la TRD, como prefieren decir algunos a quien llegue a la ciudad en busca de aquel lugar– hay un espacio con puertas, ventanas, asientos de madera. Un espacio con libros amontonados por todas partes –amontonados en el mejor sentido de la palabra. Libros viejos, de uso. Encima de estantes, anaqueles que ocupan cualquier resquicio de la pared.

La Piedra Lunar, esa suerte de “librería de segunda mano que se ha propuesto, y lo va logrando, ser una institución cultural”, es también el refugio de Lorenzo Lunar, quien ha hecho del oficio del librero una profesión del día a día.

Si le preguntan a Lorenzo qué diferencia a La Piedra Lunar del resto de las librerías del país, podría responder medio en broma: “Que es la nuestra”. Aunque luego se ponga un tanto serio y diga que la diferencia radica “en que organizamos el trabajo a partir de nuestros intereses, que son promover la lectura de cualquier manera, desde un nivel comunitario hasta las universidades, desde la librería hacia la calle, en busca siempre de un lector y del hábito de leer”.

Si bien las puertas de la librería abrieron en 2011, inaugurando el primer día dos exposiciones de libros y el Club de lectores, el cual “funciona como un sistema de préstamos de títulos agotados en las librerías del país u otros que aún no se han publicado en Cuba”, desde el primer día y para cada ocasión sus gestores –con Lunar y su esposa Rebeca Murga a la cabeza– han contado con la presencia de fotógrafos, pintores y músicos del país, con el propósito de atraer al público hacia el arte.

Además, según cuenta el autor, durante estos ya casi cuatro años ha sido gratificante recibir a escritores cubanos residentes fuera de la Isla u otros autores de diferentes países, quienes “ofrecen sus recitales de poesía y narrativa, o sus charlas sobre el teatro, la crítica literaria y la filosofía”.

Ciertamente es un espacio donde no solo se convoca a concursos como El poema del mes, El cuentero y Fantoches, sino donde además se ha creado una pequeña editorial cartonera que cuenta con tres colecciones: Violas (para poetas inéditos), Wampampiro (para cultura popular) y Tumbaga (para narrativa), todas como homenaje a un grande de las letras: el escritor cubano Samuel Feijóo. Un espacio donde no solo se disfruta de un buen café, a decir de Lorenzo Lunar, sino donde se respira buena literatura.

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