Mesa Redonda.- En esta emisión la Mesa Redonda transmite los documentales "El ideal", de Ernesto Piñero, que viaja al corazón de la sociedad cultural José Martí y "Parece que guatemala me tiende los brazos" de los periodistas Lien González y Boris Luis Gonzalez, que recoge la impronta del apóstol en el país centroamericano.


La casa de todos

Este miércoles 28 de enero, el centro -ubicado en la otrora calle Paula ahora Leonor Pérez- celebrará sus 90 años y el aniversario 162 del natalicio del Apóstol

Daniela Hernández Gari, Laura Alonso Hernández - Granma.- Los niños entran ansiosos y aguardan en el parque mientras esperan su turno. Juguetean y corren bajo una atenta mirada de bronce; parece que no perciben su presencia pero uno de ellos lo señala. Saben que él es el motivo de su visita, que alguna vez pudo correr y jugar en ese mismo lugar como lo hacen ellos ahora. Bienvenidos a la Casita Museo José Martí, así los recibe una de las veladoras del lugar para comenzar el recorrido.

Mañana 28 de enero el centro, ubicado en la otrora calle Paula ahora Leonor Pérez, celebrará sus 90 años y el aniversario 162 del natalicio del Apóstol.

“Este día se inaugurará la exposición fotográfica Salón Ani­versario 90. La convocatoria estuvo abierta desde octubre pa­sado con el objetivo de aportar fotos sobre el museo y dio la posibilidad de que participaran, tanto profesionales como aficionados del lente.

“Contaremos con la presencia de diversos trovadores, el grupo Fotosíntesis y se realizarán diversas actividades culturales con el apoyo de los clubes martianos”, expresó Dioelis Delgado, directora del centro desde hace una década.

Este es el museo más antiguo de La Habana, fundado el 28 de enero de 1925 por el periodista, escritor y diplomático cubano, Arturo R. de Carricarte (1880-1948), que lo dirigió has­ta su muerte.

Fueron muchos los esfuerzos de Carricarte para mantener la institución en aquel entonces, que estaba ubicada en un barrio marginal.

El museo se encontraba a punto del colapso para los años 40 y se empezaron a hacer campañas publicitarias en periódicos como El Fígaro y El Mundo, para repararlo. Una de las campañas más atractivas fue la del Kilito cubano, convocada por Carricarte a través de la prensa. Los niños que visitaban el lugar donaban un centavo por la visita y de esta forma se acumularon fondos para la reconstrucción.

MUSEO ADENTRO

“Erigido dentro de La Habana intramuros, el hogar del prócer tenía dos plantas, con una sola puerta de entrada y salida, el techo de tejas, piso de mosaicos y un patio, el cual ha sentido en mayor grado el paso del tiempo, por lo que se han restaurado algunas de sus losas.

“Ocupaban la parte superior la familia de Don Mariano Martí Navarro y Leonor Pérez Cabrera, quien traía a José Julián en su vientre. El piso bajo lo habitaba el matrimonio de Juan Martín Rodríguez y Rita Pérez Cabrera, la hermana de Doña Leonor”, aseguró Margarita Premier Nuñez, veladora del museo.

La casa está dividida en diferentes salas que reflejan etapas de la vida de Martí. En el piso de arriba están representadas la infancia y la juventud del prócer, destacándose objetos como la tarja en el lugar de su nacimiento; el primer documento que se reconoce de Martí, que es la carta que le hizo a su madre en Hanabanilla; y el grillete que usó en el presidio político, donado por Amelia Martí, hermana del héroe.

“En esta misma sala, Doña Leonor —en su primera visita a la casa después de haberla dejado en 1856— dijo que entre dos muros que ya no existían había tomado el caldo el primer día que nació su primogénito. Este testimonio fue re­cogi­do por Arturo R. de Carricarte a la hermana de Martí, Ame­­lia”, comentó la directora.

En la planta baja, el recorrido sigue cronológicamente desde el exilio, pasando por su etapa de mayor madurez política y revolucionaria hasta la muerte.

“Uno de los objetos que causa bastante curiosidad en los visitantes es el álbum de bodas de Martí. Por seguridad exhibimos una réplica. El original se encuentra en el almacén y tratamos de prevenir la manipulación para evitar su deterioro. Su presentación está reservada para exposiciones muy importantes de corta duración”, afirmó Yarina Teyes Román, conservadora del centro.

La muestra también está conformada por la escribanía con la que se redactó el Manifiesto de Montecristi, el escritorio usa­do por Martí en New York, la réplica del primer número del pe­rió­dico Patria y las espuelas que calzaba el día de su muerte.

“Hay dos objetos que llaman la atención de los visitantes, especialmente a los niños. El primero, la trenza de pelo perteneciente a José Martí, cortada a los cuatro años. No somos capaces de imaginarnos a Martí con ese pelo largo. En la primera fotografía que existe de él cuando tenía 12 años, según las últimas investigaciones, su pelo era bastante corto.

Existen testimonios de que la trenza le pertenecía porque fue otra donación de su hermana Amelia y también nos apoyamos en las tradiciones religiosas de su madre que era católica.

“El segundo es la escarapela que perteneció a Carlos Ma­nuel de Céspedes, que dimensionó el sentido patriótico de Mar­tí y que por casualidades de la vida llegó a sus manos co­mo un regalo del secretario de Céspedes, Fernando Figueredo, quien también participó en la organización de la Guerra Ne­cesaria.

“Martí la llevó consigo hasta el día de su muerte en Dos Ríos. La escarapela fue bordada por las bayamesas en canutillo. Creo que es el objeto más simbólico para el pueblo cu­bano y el patrimonio nacional”, añadió Dioelis Delgado.

“El museo se ha mantenido sistemáticamente en el imaginario del pueblo cubano”, expresó la directora. Recibimos un promedio anual superior a las 60 000 personas, locales y ex­tran­jeras. El programa cultural es muy diverso.

La visita dirigida es uno de los servicios más solicitados, que se pueden reservar a través del teléfono 861 5095 o el correo nataljmarti@patrimonio.ohc.cu. La institución también ofre­ce conferencias especializadas y actividades cotejadas por la dirección de gestión cultural de la Oficina del His­toriador de La Habana como el Desayuno de los abuelos, para grupos de la tercera edad.

Para acercar las comunidades, centros de trabajo y diversas instituciones educacionales el centro creó junto con la Sociedad Cultural José Martí el proyecto Museo Casa Natal en el barrio. Este incluye cursos, talleres y recorridos.

Los habitantes del Consejo Popular San Isidro tienen un es­pacio permanente en el lugar y pueden participar en to­das sus actividades, en especial los más pequeños. La es­cuela primaria Mariano Martí realiza a diario el matutino en el parque adyacente al edificio y está insertada en el círculo de interés de la biblioteca del centro.

La Casa Museo ofrece concursos dirigidos a los niños y adolescentes en el transcurso de enero: Pinta mi amigo el pintor, dedicado a las artes plásticas, y Verso Amigo, acerca de la interpretación de la poesía martiana.

La tercera edad también está presente en las actividades me­diante espacios dedicados al danzón como el Piquete Tí­pico Cubano, donde se ha sumado público de todas las edades. En las mañanas hay dos grupos de ancianos que hacen uso de la institución, los que realizan ejercicios en el patio, que son propiamente de la comunidad y los fijos del círculo de abuelos, que a través de la Dirección de Salud Pública se han mantenido durante más de una década.

Los niños terminan la visita y sigue la correspondiente ronda de preguntas, todos levantan las manos ansiosos para demostrar sus conocimientos recién adquiridos. Ya se alejan y no pueden despegar la mirada hacia la casita amarilla y azul. Llega la despedida pero ello solo significa la oportunidad de volver.

¡Gracias por todo, Maestro!

Maria Elena Alvarez Ponce - AIN.- “Un misterio que nos acompaña”, escribió Lezama, y la frase, espléndida y no menos enigmática, es un traje hecho a medida de nuestro Martí, el de todos y ese otro personal, íntimo -ora real y tangible, ora ideal, casi sobrehumano-, que cada quien lleva consigo, algunos sin darse cuenta, otros cual preciado amuleto.

Porque, definitivamente, misterio es, que inquieta, deslumbra y convida a ser develado, aunque no del todo, para poder volver a él, una y otra vez, siempre en busca de más.

Pero, más allá del enigma, o quizá en su mismísima raíz, Martí es un amigo. Al encuentro de ese hombre que tanto amó a los niños, supo entenderlos y llegar a su corazón, hemos ido todos en la infancia, y ante su busto en la escuela o las páginas de “La Edad de Oro”, fueron entretejiéndose los hilos y sellada una amistad para toda la vida.

A esa persona entrañable acudimos en las buenas y, más aún, en las malas, porque José Julián es remanso y es brío, oráculo y sortilegio, refugio en la tempestad, brújula en una encrucijada, confidente de alegrías y anhelos, consuelo para cualquier pena, fuerza para afrontar desafíos y rigores.

Igual que al camarón del cuento, lo llamamos para que nos saque del apuro, y sea lo que fuere que buscamos, en ese pozo de sabiduría infinita nunca dejaremos de hallar respuestas: la frase perfecta, el argumento irrebatible, el consejo sensato, el verso enamorado…

Claro que hay que leer -y mucho- a Martí: al político genial, al pensador visionario, al periodista y escritor, al pedagogo, al poeta, al dramaturgo y al crítico de arte, pero, por sobre todas las cosas, tenemos que aprender de Martí, pensarlo, sentirlo y vivir y obrar martianamente, hoy más que nunca.

Verdad que otros son los tiempos, pero igual egoísmo, vanidad, codicia y tantas miserias siguen siendo los peores enemigos de la raza humana. Como entonces, se trata de elegir entre la bestia y el ángel, yugo y estrella, Goliat o David, la América de Monroe o la de Bolívar, el caos y la destrucción, o la razón y el equilibrio del mundo.

En las ideas y actuar consecuente de ese hombre transido de amor, que antepuso siempre el deber al placer y la conveniencia, que pudiendo tener, prefirió ser y echó su suerte con los pobres de la Tierra, están las claves y esencias, y en la perenne apuesta martiana por la virtud, en su pasión inmensa, infinita, por Cuba.

Símbolo de cubanidad tan firmemente enraizado como la palma real, Martí resume nuestro devenir como nación y señala nuestro destino. ¿Acompañarnos? Claro, pero ese ser humano terriblemente puro -al decir de Gabriela Mistral- no fue, es ni será jamás un simple compañero de viaje, sino luz de aurora que guía y alienta. No soltemos su mano familiar y salvadora.

Cuba
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