Havana Cultura.- Abandonamos ahora La Habana y entramos en Fusterlandia, estudio, residencia y reino salvaje de José Rodríguez Fuster. Geográficamente, nos encontramos en Jaimanitas, en el extremo noroccidental de la capital cubana, pero Jaimanitas ha cambiado mucho desde que Fuster (como todo el mundo le llama aquí) llegó a la ciudad 30 años atrás y se puso a rehacer el vecindario a su propia imagen.


"Cuando llegué aquí, mi casa era pequeña y de madera", recuerda Fuster. "Así que decidí hacer algo al respecto: empecé a construir mi sueño". Fuster había visitado Europa y había regresado a Cuba lleno de inspiración. Había visto la obra de Gaudí en Barcelona y la de Brancusi en Rumania. "Me parecía imposible hacer algo así en Cuba. Pero con el tiempo, todos los sueños se cumplen."

Aunque el arte de Fuster no pueda definirse como realmente innovador (su lenguaje visual bebe abundantemente de Picasso y Jean Dubuffet), sin duda ha innovado muchos espacios con él. Los tejados, muros, entradas y bancos que se extienden por los bloques alrededor del epicentro que es el enclave de su estudio, están decorados con sus esculturas y mosaicos de colores vivos: sirenas, peces, palmeras, gallos y santos de Santería, o citas de Alejo Carpentier, Onelio Jorge Cardoso y Ernest Hemingway. Más de 80 vecinos han dejado que Fuster utilice sus casas como lienzos.

Fuster nació en 1946 en Caibarién, en la costa norte de Cuba, un pueblo de gente dedicada a la pesca y que vive del mar. "Soy un hombre de mar", afirma Fuster. "Procedo de una familia muy normal. Mi gente era sencilla y se ganaban la vida con pequeñas barcas de pesca o trabajando en cooperativas de pescadores." A los 14 años, hizo de voluntario enseñando a leer y escribir en las montañas de Sierra Maestra, y luego terminó estudiando arte en La Habana. Lleva trabajando como artista profesional desde 1966. Hoy en día, Fuster calcula sus exposiciones personales en más de 100 y sus exposiciones en grupo en más de 500 en todo el mundo. Su hijo, Alex, es doctor y también dirige el negocio de Fuster.

Fusterlandia, dice el artista, fue el afloramiento natural del desarrollo artístico de Fuster, ni más ni menos. "Fui trabajando día a día para hacer algo cada vez más espectacular", declara. "Quería que mi estudio fuera un lugar donde pudiera vivir con el arte. Ésta siempre fue mi ilusión, mi idea. Y creo que, poco a poco, se hizo realidad."

Dice que pone revierte su dinero —que obtiene de la venta de sus cuadros y esculturas— en la comunidad, redecorando las casas de su vecinos e incorporándolas a Fusterlandia. "Este proyecto no es sólo sobre mi casa. Es sobre las casas de mis vecinos. Mis vecinos son gente maravillosa." ¿Y qué hay sobre las acusaciones de autobombo? "Hay gente que me ha criticado diciendo que todo esto es una oda a mí mismo. Pero yo no puedo hacer nada frente a eso. Así es la vida."

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