Los primeros invasores que desembarcaron por Playa Larga y Playa Girón fueron hombres-rana norteamericanos de la CIA

Luis Hernández Serrano - Juventud Rebelde.- El 17 de abril de 1961, cuando todavía el sol no se había encendido sobre las montañas del este de Cuba, hombres-rana estadounidenses de la CIA se convirtieron en los primeros invasores que desembarcaron en son de guerra en las playas de la Bahía de Cochinos.


Venían con la misión ultrasecreta de orientar a las embarcaciones de transporte cargadas con 1 511 mercenarios, las armas, las municiones, las medicinas, los alimentos y los equipos blindados.

La Brigada de Asalto Anfibio 2506, además de los batallones de infantería, trajo armas mucho más modernas y numerosas que las cubanas: batallones de cañones pesados y motorizados, una compañía de tanques, y ya habían lanzado un batallón de paracaidistas igualmente al amanecer del 17 de abril en los alrededores de Pálpite, Soplillar y San Blas.

El 13 de abril de ese año 1961 partió de Puerto Cabeza, Nicaragua, una flotilla de barcos con los nombres secretos de Barracuda, Marsopa, Aguja, Sardina, Tiburón y Ballena. Los acompañaba el portaaviones USS-Boxer y contaron inicialmente con el apoyo de 16 bombarderos B-26, cierto número de aparatos de transporte, aviones caza norteamericanos, y al final los esperaba el portaaviones USS-Essex.

Por la costa de Playa Girón o Playa Azul, el primero en desembarcar fue el norteamericano jefe de los hombres-rana, el tejano Grayston Lynch.

Y también el primero de los invasores en arribar a Playa Larga o Roja resultó ser otro yanqui jefe de los hombres-rana invasores: Rip «Cocodrilo» Robertson, famoso en la CIA por haber hecho bombardear un barco mercante durante la operación contra Jacobo Arbenz, en 1954, en Guatemala, creyendo que el barco era ruso, ¡pero era inglés!

Entre las señales puestas en sitios visibles para marcar obstáculos y facilitar el desembarco de las tropas mercenarias, los militares de la Agencia norteamericana colocaron un cartel que rezaba: «Cortesía de los hombres-rana del buque “Bárbara J”. ¡Bienvenidos!».

Sotero Enrique Soroa Moreira, «el Musiquito» o «el Flaco», miliciano del batallón 117, dijo a reporteros cubanos que cuando llegaron a Girón había un cartel al costado de la carretera que decía: «San Blas, territorio libre de Washington» y en un bohío abandonado una bandera estadounidense que, por supuesto, antes de seguir, quitaron.

Pues bien, aquellos primeros invasores vestían el uniforme pintarrajeado o de «sapo» con que el Gobierno de John F. Kennedy disfrazó la triste suerte de los 1 511 mercenarios que fracasaron juntos.

Claro que no todos los hombres-rana eran estadounidenses. El mercenario Francisco Alonso de la Mar, admitió ante las cámaras de la Televisión cubana haber sido entrenado por oficiales de Estados Unidos como hombre-rana, junto a otro grupo de miembros de la Brigada 2506, en la Isla de Vieques, Puerto Rico, ocupada por instalaciones norteamericanas en tres cuartas partes de su extensión. Por esa declaración pública, el Partido Nacionalista Puertorriqueño en San Juan protestó enérgicamente ante el empleo de su territorio nacional contra pueblos de América Latina.

Fuente: En apoyo a la invasión mercenaria, la operación terrorista, Jean-Guy Allard, Granma Internacional, 9 abril 2006; Diario de Girón, de Gabriel Molina, Editora Política 1983, y archivo del autor.

La Revolución parió al socialismo

Nuestro sistema político y social llega hoy a sus 54 años como única garantía para seguir siendo libres e independientes

Oscar Sánchez Serra - Granma.-  “…a mí la pasión se me sale por los poros cuando de la Re­vo­lución se trata”. La frase hizo que la sangre nos corriera más veloz, pues el corazón se hinchó de or­­­gu­­llo y latió con la fuerza de aque­lla expresión. Hablaba Cu­ba en la mañana del pasado 11 de abril, en la voz de Raúl, que es la de Fidel y la de su pueblo, justo a 120 años de que Martí pisara la tierra que lo vio nacer para iniciar la Guerra Necesaria.

El mundo entero estaba pendiente ese día de la VII Cumbre de las Américas, del momento histórico en que la Mayor de las An­tillas fuera escuchada en su estreno en ese escenario. Las expectativas estaban precedidas por el anuncio del 17 de diciembre del 2014, que despertó con la noticia del acuerdo de avanzar en el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Y poco después de las 10 y 55 de esa mañana, le salió esa frase del pecho para entregársela a todo el continente, cual sentimiento de fidelidad a esa Revolución que parió a nuestro socialismo, también en un mes de abril, hace 54 años.

Como consecuencia de la escalada imperialista en su agresión contra este pequeño país caribeño, que había pasado por quemas de cañaverales, centenares de violaciones de su espacio aéreo, ataques piratas contra refinerías, y la preparación y organización de ejércitos mercenarios por Estados Unidos, el 15 de abril de 1961, un artero y cobarde bombardeo aéreo en La Habana, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, dejó sin vida a jóvenes inocentes.

En la mañana siguiente, en la despedida de las víctimas del re­pugnante crimen Fidel expresó “…no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices ¡y que hayamos hecho una Re­vo­lución socialista en las propias narices de Estados Unidos”.

Y agre­gaba: “Compañeros obreros y campesinos, esta es la Re­vo­lución socialista y democrática de los humildes, con los hu­mil­des y para los humildes. Y por esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, estamos dispuestos a dar la vida”.

Al siguiente día se produjo la invasión preparada, organizada y financiada por Estados Unidos, por Playa Girón, al sur de la provincia de Matanzas, y en menos de 72 horas el pueblo, defendiendo su socialismo, derrotó al agresor para causarle al imperialismo su primera gran derrota en América.

Ese socialismo se escuchó también en la Cumbre de las Américas, cuando el Jefe de la delegación cubana habló de perfe­ccionarlo mediante el desarrollo de la actualización del modelo económico, cuyo objetivo “es consolidar los logros de una Revolución que se ha propuesto conquistar toda la justicia para nuestro pueblo”. Así se había expresado también Fidel el 16 de abril de 1961: “El crimen de ayer, sin embargo, fue el crimen de los explotadores imperialistas contra un pueblo que quiere librarse de la explotación, contra un pueblo que quiere im­plantar la justicia”.

En el 2002, se modificó la Constitución para ratificar el carácter socialista e irrevocable de nuestra Revolución. Foto: Ahmed Velázquez

Plena participación de los ciudadanos en la vida política y so­cial; acceso a la salud y a la educación de manera gratuita, sis­tema de seguridad social que no deja a nadie desamparado, en­fren­tamiento resuelto a todo tipo de discriminación, igualdad de oportunidades, respeto a los derechos del niño y la mujer, amplia participación en el deporte y la cultura y el derecho a la vida y a la seguridad ciudadana, son las caras de esa justicia conquistada.

Lo es también la expresión de solidaridad con los pueblos del mundo. Más de 65 000 cubanos y cubanas brindan su aporte en 89 países, fundamentalmente en áreas de la medicina y la educación, al tiempo que se han graduado en la Mayor de las Antillas 68 000 profesionales y técnicos de 157 naciones.

Si las bombas preñadas de muerte de abril de 1961 dieron vida al socialismo y a su defensa, las amenazas de una cacería de brujas en Cuba, asentada en un espurio documento el 20 de ma­yo del 2002, firmado por el presidente de los Estados Uni­dos, George W. Bush, hicieron que el pueblo respondiera igual que frente al preludio de la invasión por Girón, cuando Fidel preguntó: “Obreros y campesinos, hombres y mujeres humildes de la patria ¿juran defender hasta la última gota de sangre esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes? La respuesta fue un rotundo sí.

En el 2002, entre el 15 y el 18 de junio, más de nueve millones de cubanos pidieron que el socialismo fuera irrevocable y ese mandato hizo que se modificara la Constitución de la República en sus artículos 3, 11 y 137. En el primero de ellos se adicionó el siguiente párrafo: “El Socialismo y el sistema político y social revolucionario establecido en esta Constitución, probado por años de heroica resistencia frente a las agresiones de todo tipo y la guerra económica de los gobiernos de la potencia imperialista más poderosa que ha existido y habiendo demostrado su capacidad de transformar el país y crear una sociedad enteramente nueva y justa, es irrevocable, y Cuba no volverá jamás al capitalismo”.

Razón tenía el General de Ejército al expresar, en la recién finalizada Cumbre de las América en Panamá, que “el hostigamiento trae más revolución, la historia lo demuestra…”.

Pero esa irreversibilidad refrendada en la carta magna, no es sinónimo de inmovilismo, porque vivir en Revolución presupone constante movimiento y desarrollo y al decir del propio Fidel ella significa sentido del momento histórico. Hoy la irrevocabilidad del socialismo pasa por hacerlo eficiente, pues ha demostrado ya ser una obra justa; por no confundir igualitarismo con igualdad de oportunidades; por no temerle a las discrepancias, las cuales como ha dicho ya el compañero Raúl siempre serán más de­seables a la falsa unanimidad basada en la simulación y el opor­tunismo.

Para hacer verdaderamente irrevocable nuestro sistema es que se han diseñado las medidas que emanan de la actualización del modelo económico, mediante la aplicación de los Linea­mientos aprobados en el VI Congreso del Partido. Sin embargo, en este decisivo camino para el futuro de la nación, el ejemplo ha de ser una ciencia del socialismo.

Nítida prueba de ese ejemplo nos la hizo saber Raúl el 18 de diciembre del 2010, en la clausura del Sexto Periodo Ordinario de Sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, al decirnos que “No nos creemos más inteligentes o capaces que nadie, ni nada por el estilo, pero sí estamos convencidos que tenemos el deber elemental de corregir los errores que hemos cometido en estas cinco décadas de construcción del Socia­lismo en Cuba y en ese propósito emplearemos todas las energías que nos quedan, que afortunadamente no son pocas”.

Es sin renunciar a esos principios que hoy la Cuba socialista es capaz de sentarse en igualdad de condiciones a dialogar de cualquier tema con los Estados Unidos, respetando las diferencias, algunas de ellas sustanciales, pero proponiendo en los puntos comunes cooperar, lo cual contribuye a la paz, que es uno de los atributos del socialismo, ese que en este pedazo de la geografía del Caribe llega a sus 54 años, como única garantía para seguir siendo libres e independientes.

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