El escritor Eldys Baratute, presidente de la Asociación Hermanos Saíz en Guantánamo, habla sobre el impacto de la pasada edición del Congreso de la AHS en el desarrollo del arte joven cubano
Michel Hernández - Granma.- Eldys Baratute es un médico devenido escritor que ha sabido compaginar la creación literaria para niños con sus compromisos al frente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Guantánamo. Graduado del curso de técnicas narrativas en el Centro Onelio Jorge Cardoso y ganador del Premio Calendario en el 2005, en su expediente aparecen títulos como Cuentos para dormir a María Cristina, y Vuelve a cantar la cigarra. Eldys también pertenece a la Dirección Nacional de la AHS y fue uno de los delegados más activos en la pasada edición del Congreso de los jóvenes artistas e intelectuales cubanos.
—¿Crees realmente que los debates sostenidos en el Congreso han tenido una repercusión práctica en la vida cultural del país?
—Después de terminado el Congreso, en octubre del 2013, muchos, incluidos nosotros, los propios protagonistas, pensamos que se resolverían todos los problemas que tenían tanto el sector de la cultura como la educación, la economía y la sociedad misma. Por supuesto, días después nosotros mismos nos dimos cuenta de que todos los cambios llevan largos procesos de análisis, discusión, consultas, aprobación o desaprobación, según venga el caso. No te olvides que el Congreso no fue solo de y para la cultura sino de y para la sociedad cubana, eso fue lo mejor que tuvo. Por eso mismo todo no puede tener solución de un día para otro, aunque muchos no lo crean, aún en nuestras reuniones se analizan aquellos mismos puntos que se discutieron en el 2013 y es la misma agenda que se discute todas las semanas con los principales representantes de las instituciones culturales y políticas del país. Pero la parte positiva de todo esto es que sabemos que todo lo que se planteó en aquellos días se toma en cuenta para las decisiones que tienen o no que ver con el mundo artístico-literario.
Los resultados más concretos los vemos en lo relacionado con el trabajo de la organización y su relación con las instituciones de la cultura. Primero logramos que la gente de la calle, los que no son artistas y no tienen claro lo que significan las tres letras que nos definen, se enterasen de que en el país hay una organización que defiende el arte joven. Nunca, como en esos meses, me pararon tantas personas en la calle para preguntarme si yo era el muchacho de la AHS que salía por la televisión, la radio o la prensa, el mismo que dirigía una de las comisiones del Congreso y que defendía unas cosas y criticaba otras. En unos meses dejé de ser Eldys Baratute, el escritor para niños, para convertirme en un miembro de la AHS que participa en un Congreso. Lo segundo y tan importante como lo anterior es que obligamos a muchas instituciones, pasivas algunas frente a las nuevas tendencias del arte, a que se fijaran en las propuestas alternativas que desde nuestras sedes se defienden.
No se puede hablar de cultura cubana si no se tiene en cuenta el hip hop, el rock, la poesía más auténtica, el performance, la instalación, el video arte o la video danza, la trova y la música de concierto, estas últimas, de forma desconcertante, han pasado en muchos lugares, de estar en el centro de la cultura a lo más periférico. La institución cultural y su papel frente a todo lo revolucionario del arte contemporáneo fue uno de los temas más discutidos en el Congreso y frente a esos debates muchos despertaron, otros, lamentablemente, siguen dormidos, así que nos tocará seguir insistiendo.
La facilidad de pago a través de RTV Comercial a los creadores a quienes se les asigna la beca Reino de este Mundo, las giras aprobadas por el Instituto Cubano de la Música ?(Icm )y el Consejo Nacional de Artes Escénicas (Cnae) a los principales eventos de música y artes escénicas del país, el apoyo del Consejo Nacional de Artes Plásticas (Cnap) a la beca de artes plásticas, del Almacén de la Imagen y la invitación a ferias internacionales efectuada por el ICL, a jóvenes escritores, son parte de los logros que consolidamos en algunos casos y creamos en otros.
—¿Qué faltaría para que las propuestas recogidas en el Congreso alcancen mayor resonancia?
—Tenemos que seguir sumando personas que tengan sensibilidad con la cultura y a quienes preocupe el camino de esta, de la Gran Cultura, que no es solo la artístico-literaria, en nuestro país. Yo creo que el logro final de cualquiera que promocione la cultura es lograr un ser humano crítico, con un adecuado gusto estético, y para eso se necesita sumar muchas voces. Sé que en algunos lugares se ve a los miembros de la organización como los criticones, inconformes y raros, y quizá sea cierto, pero siempre las vanguardias se han caracterizado por señalar lo que otros no ven, por eso mismo son vanguardias. En la medida que se sumen más personas capaces de contribuir a una verdadera jerarquización de la cultura, más fácil se podrá combatir la pseudocultura que aflora tanto en nuestros días. Nosotros también tenemos que ser más agresivos, cada espacio cultural tiene que ser nuestro Congreso, el momento de denuncia ante lo mal hecho y además el momento de dar soluciones, alternativas, de proponer nuevas formas de hacer, para eso somos jóvenes.
—¿Tal parece adecuada la atención que se brinda a los jóvenes artistas por las instituciones?
—En ninguna provincia deberían existir dos programaciones: la de la AHS y la del sistema de instituciones de la cultura. ¿Acaso nuestro objetivo mayor no es el mismo? Lo ideal, y eso es lo que defendimos en ese mes de octubre, es que cada Centro o Consejo Provincial asumiera con respeto la programación de las diferentes manifestaciones de la organización. Hace algún tiempo alguien decía que si la AHS no existiese el sistema de instituciones de cultura tendría que asumir de todas formas la promoción de los jóvenes escritores y artistas cubanos, y claro que es así.
El hecho de que pertenezca a la organización no exime a la institución de promover la obra de ese artista, por el contrario, ser miembro de la AHS denota que el mismo tiene una obra con valores y que merece más promoción que otros que a veces se promocionan y no pertenecen a la verdadera vanguardia.
En Guantánamo, por suerte, existe un vínculo estrecho y sostenido con las instituciones de la cultura, y cuando ese vínculo se debilita, ahí está la alerta, la llamada de atención, el señalamiento oportuno. Además, el trabajo de los presidentes anteriores y del ejecutivo que está ahora mismo ha favorecido que se tome en cuenta el criterio de la organización para los principales eventos, culturales o no, de la provincia.
—¿En qué proyectos trabajas ahora?
—Por ahora espero disfrutar las reacciones de los niños y adultos que lean mis nuevos libros, los que salieron para la Feria. Ver la cara que ponen (a veces de satisfacción y a veces de espanto) es una de mis alegrías más gratificantes. Después seguir trabajando en dos proyectos personales, una novela sobre la religión y un libro de cuentos basado en obras de pintores de la vanguardia, así como en una antología que me ha pedido Ediciones La Luz, dedicada a la joven poesía cubana escrita para niños y jóvenes.
—¿Pudieras hablarme sobre las principales aristas del trabajo de la AHS en Guantánamo?
—El Ejecutivo que dirige la Asociación en Guantánamo quiere, sobre todo, desterrar de los jóvenes escritores y artistas el mito del aldeano vanidoso, quitarles la idea de convertirse en la figura local, que tanto daño hace a los artistas y al arte.
De ahí nuestra insistencia en que participen en Concursos Nacionales de todas las manifestaciones para que confronten lo que hacen con lo que sucede en el resto del país, de que participen en todos los eventos que se realizan fuera de la provincia, que estén en el programa Paréntesis promoviendo lo que hacen, en el Noticiero cultural, el Estelar, Escriba y lea, la página web, las redes sociales, que se hagan videos para presentarlos en Lucas o cualquier otro espacio de la TV.
—¿Cómo valoras el trabajo de la dirección actual de la AHS tras el Congreso?
hay mucho que hacer aún, sobre todo en un contexto que todos los días cambia un poco y en el que hay que convencer aún a algunas personas de la importancia real de la cultura.
El 2014 fue un año de trabajo pero también de resultados, de no perder la confianza que se fortaleció desde el Congreso (cuando se demostró que los jóvenes cubanos, además de crear, pensábamos en el futuro de nuestro país), de seguir discutiendo lo que se quedó pendiente y dar respuestas, muchas respuestas a los que tocan a nuestra puerta cuando otras se cierran (o incluso sin tocar ninguna otra). Ese ha sido el trabajo de la Dirección Nacional, entregar financiamiento para que se produzcan más de 60 proyectos de todo el país, promover giras nacionales e internacionales, sostener el diálogo con gobiernos provinciales y municipales para que se mantenga el apoyo a la AHS y las Casas del Joven Creador y tratar de que la cultura del diálogo, del debate, de la opinión, se mantenga. Además sostener el trabajo de cada una de nuestras filiales, en donde hay creadores que confían y esperan cosas de nosotros.