Cuba no aplica químicos en sus colmenas desde hace muchos años, ni se importan genéricos de ese origen para usarlos, a ni­vel nacional, en la apicultura. Y en ello estriba el prestigio ante los clientes.

Sheyla Delgado, Ventura de Jesús García Gutiérrez, Dilbert Reyes Rodríguez - Foto: Ventura de Jesús García - Granma.- Todo indica que la pauta ascendente en la pro­ducción de miel de factura nacional, llegó pa­ra afianzarse. Y lo aseguran los números: 3 155 to­neladas hacen la diferencia entre el 2014 y el 2010, año este último donde aún era un sueño la iniciativa de favorecer el precio de com­pra a los apicultores por cada tonelada del producto. Dí­gi­tos que marcan un “después” muy favorable e implican apuntalar la ex­periencia hoy des­de las buenas prácticas.


En ese contexto, recibió la nación caribeña un pro­yecto volcado, precisamente, al For­tale­ci­mien­to de las capacidades para la producción sostenible de miel de abeja y otros pro­duc­tos apícolas, durante el bienio 2014-2015. Im­pulsado por el Fondo de Na­ciones Unidas pa­ra la Alimentación y la Agri­cultura (FAO), el Proyecto de Cooperación Técnica FAO-Cu­ba tiene como líder y sujeto al Centro de In­ves­­tigaciones Apícolas (Ciapi) y, como objeto, al sistema de la apicultura, a través de la Em­presa Apicuba, vinculadas am­bas entidades al Ministerio de la Agricultura (Minag).

Aprovechando la coyuntura de la visita a nuestro país de representantes de la organización internacional, como parte de la agenda estipulada para aterrizar el proyecto, Granma dialogó con ellos y obtuvo valoraciones en exclusiva.

Danilo Mejía Lorío, oficial de industrias alimentarias y manejo poscosecha, de la Divi­sión de Infraestructuras Rurales y Agroin­dustrias de la FAO, enfatizó el nivel de prioridad que tiene actualmente la apicultura, co­mo punto focal dentro de la agricultura, para la organización que representa. Y dijo también que, viendo desde una perspectiva global el proyecto, su impacto ha sido muy positi­vo, aspecto que se ha visto realzado por la tradición en la actividad y las capacidades de pro­ducción que el país posee en este sentido.

De cara a América Latina y el Caribe, la Mayor de las Antillas tiene mucho que aportar, sobre todo en materia de asistencia técnica —agregó—, en un ambiente propicio para el incremento productivo, dada la demanda del rubro.

“En lo personal, me encuentro bastante satisfecho y muy contento de ver que ha habido un gran progreso en Cuba, y no solo por el proyecto, porque este es un componente que está reforzando. El sistema general del país, en sí, está muy bien organizado, de manera que los productores de miel tienden a producir cada vez más porque están aprendiendo tec­nologías, adquiriendo nuevos equipos, ca­pa­citándose continuamente y dando seguimiento para producir miel de alta calidad para un mercado más competitivo, donde pueden adquirir mejores precios”, subrayó.

En tanto, el consultor técnico del proyecto, el doctor Johan van Veen, biólogo de origen ho­landés y especialista en Apicultura Tro­pical, coincidió en la buena salud de nuestra apicultura. “Cuba tiene mucho po­tencial en el manejo apícola y eso hay que apro­vecharlo”. De ahí que fortalecer las ca­pa­ci­dades, des­de las buenas prácticas, deviene tema de gran significación no solo para la ex­pe­riencia cu­bana, si bien en este caso en particular, ad­quiere una connotación multiplicada, de­bi­­do a las potencialidades reales del ar­chi­pié­la­go.

Van Veen, quien es también profesor de la Universidad Nacional de Costa Rica e investigador del Centro de Investigaciones Apícolas Tropicales de ese país, destacó el arraigo que tiene en los productores de nuestra geografía el adecuado manejo vertical de las colmenas y su background cognoscitivo acerca de las principales floraciones, cualidades que pudo constatar en su reciente visita en el mes de abril a seis apiarios —además de tres naves de castra—, durante un recorrido por las tres re­gio­nes (oriente, centro y occidente).Y abundó sobre el impulso de la producción de miel eco­lógica en la zona oriental, específicamente en la provincia de Granma.

Otras fortalezas son: el acertado sistema de trazabilidad concebido por Apicuba, así como el sistema de control y verificación de la calidad de la miel.

Asimismo, el biólogo holandés reconoció la gestión del Ciapi en el enfoque del manejo integrado, la actualización permanente y debida socialización de conocimientos y técnicas en la capacitación a la base productiva, tema que —en su calidad de voz autorizada en el tema— ha resultado definitorio.

HACER MIEL A LA CUBANA: DEL RITO AL RETO

¿Qué impacto ha tenido el proyecto para Cuba y qué expectativas tiene Cuba con el proyecto? Fue la interrogante que centró la conversación inicial con el máster en Ciencias Adolfo Pérez Piñeiro, director general del Centro de Investigaciones Apícolas.

“Es la continuación de un grupo de acciones que se comenzaron hace más de 15 años”, arrancó su explicación sobre el plan aludido. “Todo parte de que la Unión Europea en el año 1996 emitió la directiva 9623, que limita los residuos de sustancias —en este caso antibióticos, pesticidas y metales pesados— en todos los productos de origen animal. Cuba exporta a la Unión Europea miel y productos del mar, y en esas condiciones tie­ne que buscar mantenerse en el mercado y ser competitiva”, puntualizó.

“Ahora —prosiguió el directivo— los laboratorios tienen una función que es casi foren­se, en el sentido de que a ellos llega el producto ya terminado. La miel no te permite que la cocines, ni que la transformes o le apliques ninguna sustancia porque se considera que es un producto natural. Por tanto, hay que trabajar con el productor, hay que darle información para que conozca, por una parte, los peligros de que el producto no cumpla con esas especificaciones; y, por la otra, los riesgos que es­tán dados por sus prácticas”.

De acuerdo con el especialista cubano, en los años ochenta hubo una discusión interna entre investigadores que puso sobre la mesa de análisis dos temas esenciales: uno, la introducción o no de abejas foráneas y, dos, la disyuntiva de usar químicos en la actividad o abejas resistentes a las enfermedades. La de­cisión apostó por trabajar —sin el uso de productos químicos— con las abejas existentes en el país, teniendo en cuenta la capacidad productiva y los elevados rendimientos (en al­gunos casos, más de 100 kilogramos por col­mena).

Además, “hay en el país una gran cantidad de colmenas silvestres en los bosques, que constituyen una reserva genética, al ofrecer genes de resistencia que podemos incluir en la población que se explota comercialmente”, añadió el director del Ciapi.

Llamó la atención sobre que, como generalidad, Cuba no aplica químicos en sus colmenas desde hace muchos años, ni se importan genéricos de ese origen para usarlos, a ni­vel nacional, en la apicultura. Y en ello estriba el prestigio ante los clientes, “con independencia de que se controla, aspecto que resulta, precisamente, el propósito del proyecto: afinar to­dos los mecanismos de control de la calidad, que es, en definitiva, el punto final que permite decir a cualquier cliente ‘mi producto está libre de residuos’, ‘mi producto puede entrar en el mercado sin ninguna dificultad’”.

Sobre este particular, Granma insistió en cuán cerca pudiera estar la validación de un laboratorio capaz de certificar la calidad de la miel nacional con rango exportable, para de­sembolsar menos fuera.

En este sentido, algunos calendarios atrás el país debía erogar cerca de 300 000 dólares por concepto de dicha certificación en el ex­tranjero. Gracias a la posibilidad de poder realizar en el Ciapi el análisis físico-químico de hu­me­dad, acidez, relación fructosa-glucosa, en­tre otros, se ha logrado reducir a la mitad el im­porte total. No obstante, aún le toca al Es­ta­do financiar unos 150 000 dólares anuales para que se analice en un laboratorio de la empresa alemana Quality Services Interna­tional, el contenido de antibióticos presente en nuestra miel, rubro cuyos destinatarios son todos países de la Unión Europea.

De vuelta a nuestra preocupación, la doc­tora en Ciencias Yoandra Valle Vargas —directora general de la empresa apícola cubana Apicuba— explicó que existe una proyección para “en el año 2016, poder realizar el 100 % de los análisis en el territorio nacional, que garanticen una certificación de calidad con estos parámetros y, así, continuar exportando hacia países de la Unión Europea. El Centro de Investigaciones Apícolas cuenta hoy con una tecnología que es la que se está tratando de acreditar con ese propósito”.

Y en esta dirección, el proyecto abre el ca­mino con vistas a acelerar esa buena nue­va. Se­gún aclara Pérez Piñeiro, justamente ahí ra­­dica otra oportunidad propiciada por ese acuerdo de cooperación: “Darle a Cuba la po­si­­bi­lidad de no depender de laboratorios ex­tran­jeros y poder hacer (los estudios) aquí, pues personal calificado hay.

APELANDO A LOS NÚMEROS… Y AL PERFUME DE NUESTRA MIEL

En octubre del 2011 el país dio un vuelco a los desalentadores precios con que se acopiaba miel hasta esa fecha. El nuevo aliciente se debió a la aprobación de las resoluciones 304 y 1059, del Ministerio de Finanzas y Precios, y del Minag, respectivamente, referidas ambas a la fijación del precio máximo de acopio de miel convencional en 17 424 CUP la tonelada. En el caso de la miel ecológica, la cuota tope convenida ascendía a 22 577 CUP, por igual unidad de volumen.

Aparte de esas modificaciones, se mantuvo el sistema de estimulación en divisas a los productores, que acordaba el pago mensual de 60 CUC por cada tonelada de miel con calidad exportable, acotó la directora de la em­pre­sa apícola cubana. También especificó que se trabaja en la formulación de nuevos precios para el acopio del producto.

Mientras, en los últimos años, el precio de co­tización mundial por cada tonelada del ren­glón exportable ha oscilado en el orden de los 3 200 dólares en el mercado internacional.

Valle Vargas recordó que en el mismo ca­len­dario en que se aprobaron tales medidas (2011), el volumen productivo co­menzó a cre­cer, registrando 6 696 toneladas, luego 6 822 el año siguiente, casi 6 955 en el 2013, has­ta el im­portante salto experimentado en el 2014, cuando se alcanzó un total de 7 858, 3 toneladas del producto… cifra que, aunque alentadora, dista del récord productivo, escrito en 1983, con un registro de 10 000 to­neladas.

Un flashazo al balance del 2014 permite traer al análisis algunas estadísticas para ilustrar el comportamiento por territorios. Marca el paso la llamada “locomotora apícola” de Cuba, Matanzas, provincia que acopió 1 307 toneladas. La escoltan en materia de producción Granma, Sancti Spíritus, Camagüey, Cienfuegos y Villa Clara.

En cuanto a la miel ecológica (considerada así porque además del índice de humedad inferior al 19,5 % exige que se produzca en un ecosistema natural, sin la aplicación de productos químicos al medio), se conoció que esta actualmente se concentra en cuatro polos productivos: Guantánamo, Santiago de Cuba, Hol­guín y Granma, siendo la cuarta la de mejores saldos históricos en este apartado y en toda la geografía cubana. El año anterior fue el de ma­yor aporte de este tipo de miel en Cuba (desde que en el 2003 se practicara por vez primera su acopio), al recepcionarse 1 046 toneladas.

Esas estadísticas, vistas no como datos fríos sino asimiladas dentro de una estrategia superior de desarrollo, se tradujeron en ga­nan­cias para Apicuba, ascendentes a 21 mi­llones de dólares, por concepto de exportaciones.

Ahora bien, para que se le pague al productor el precio acordado, ¿qué indicadores o parámetros de calidad debe cumplir la miel? “No puede tener más de 19,5 % de humedad”, comenta Pérez Piñeiro. “Eso es un factor básico que se le mide a la miel —continúa— porque si tiene más de ese porcentaje de humedad, tiende a fermentar. Entonces el productor debe cosechar miel madura. Ya lo demás (el color) depende de la floración (…). La miel obtenida en Cuba tiene una gran fortaleza: toda se produce a partir de plantas silvestres.

“Una buena parte de la miel que hoy se comercializa en el mundo proviene de plantas cultivadas y a estas, quiéralo o no, se les aplican químicos. Nuestra miel tiene carac­terísticas de calidad que los clientes buscan y permite hacer mezclas con otras de más baja calidad para su expendio en los supermercados. Y la miel cubana, en este sentido, es el per­fume que le ponen (a esas mezclas)”, re­flexionó.

“Amén de la cultura arraigada en el buen manejo apícola, ¿cuán susceptible puede ser la miel a la contaminación ambiental? Según el titular del centro investigativo, “la colmena es un concentrador. Puede recoger una muestra de un área de más de 27 kilómetros cuadrados. Lo que está en fracciones en un territorio lo puede concentrar y hacer que aparezca en cantidades significativas.

“Por ello, una buena miel o una buena producción apícola también indican una buena calidad ambiental. Eso es una fortaleza”.

MATANZAS, LA LOCOMOTORA APÍCOLA

El apicultor matancero Rogelio Marcelo asegura estar preservado: “La abeja pica al más pinto y resulta más agresiva en días nu­bla­dos, durante el traslado de las colmenas, cuando se está castrando o hay señales de cambio del tiempo. Por eso nosotros trabajamos con velo y camisas de mangas largas. Por re­gla general, es necesario encender el ahumador, de lo contrario te comen”.

La conversación con el productor ma­tance­ro tiene lugar en un caserío cercano al poblado de Navajas, en el municipio de Pedro Be­tan­court. Muy cerca de allí permanecen, bue­na parte del año, sus colmenas y las de su hermano Santiago.

En el 2014 Rogelio acopió 161 kilogramos de miel por colmena y, de esa forma, consiguió los más altos rendimientos del país. En el primer cuatrimestre de este año supera las 15 toneladas de miel, 300 kilogramos de cera y tres kilos de propóleos, resultados muy por encima de lo planificado.

“La abeja lo agradece todo. Lo fundamental es la dedicación, el buen cuidado y la alimentación. Se trata de un trabajo de incontables horas, de mucha constancia. Es importante, además, raspar la tapa, un adecuado laminado, buena selección de la reina y aplicar los conocimientos científicos.

“Antes de salir al campo debes contar por lo menos con dos generaciones de abejas y organizar la cosecha. Eso último incluye alistar las cajas, renovar la cámara de cría, cambiar de panales y preparar los materiales”.

Al evaluar la importancia de la apicultura migratoria o trashumante, comenta que las abejas deben sostenerse en zonas donde abunden las plantas productoras de néctar, lugares floridos o de forrajeo. “Es por ello que ubicamos las colonias en tres locaciones distintas, según la época del año, lo que se conoce como el buen manejo de los apiarios”.

Sus colmenas las mueven hacia áreas citrícolas y al territorio de la Ciénaga de Zapata, donde las abejas no tienen necesidad de volar largas distancias. “Hay que tomar en consideración también que las floraciones no son iguales todos los años. Es algo que se debe ob­servar, para no trasladar las colmenas ni an­tes, ni después”.

El destacado apicultor habla favorablemente sobre el efecto entre los productores in­cremento del precio de la miel. “Ha sido al­go muy alentador”, significa, tras reconocer que le pagan unos 17 000 pesos la tonelada, más 60 CUC por la calidad del producto.

“Los especialistas dicen que la principal utilidad es su papel en la polinización de los cultivos. En cualquier caso, en el campo existe la creencia de que la miel es divina”.

Lorenzo Jesús Falcón Sotolongo, director de la unidad empresarial de base (UEB) de Matanzas, asegura que este año la provincia volverá a producir un volumen superior a las 1 000 toneladas y, de ese modo, ratificará su posición de vanguardia en el país.

Sobresalen 13 productores, todos con un rendimiento que supera los 100 kilogramos por colmena.

Con más de 20 600 de estas distribuidas en­tre los criadores individuales y entidades pro­ductivas, los apicultores yumurinos tienen el compromiso de superar este año las 1 250 to­neladas, de las cuales ya acopiaron 529, su­brayó Falcón.

EN GRANMA: BUENAS PRÁCTICAS CON NOMBRES PROPIOS

Además de las bendiciones del lugar —hu­medad, altura, vegetación de mucha flor y as­pecto de selva virgen—, el título de referencia que han conquistado varios apiarios ubicados en las inmediaciones serranas de San Pablo de Yao, en el municipio granmense de Buey Arriba, se debe en primer término a las buenas prácticas productivas y al incentivo económico que en el 2011 significó el incremento del pago de la miel.

Con algunas lomas entre ellos, dos apicultores destacados de la zona recibieron hace poco la visita de representantes de la FAO y, por sus buenas rutinas de manejo, merecieron el agasajo de la institución. Uno es productor individual, cautivado por las abejas desde muchacho, y el otro tiene la forma del trabajo conjunto que da vida a la cooperativa de producción agropecuaria (CPA) Lidia Doce.

Hoy ambos saborean con gusto el salto fí­si­co de sus producciones y, por supuesto, el sal­do en dinero que les reporta el trabajo bien hecho; cuyo resultado es una miel ecológica de elevada cotización y altísima calidad.

Al menos en la CPA Lidia Doce, la dinámica cooperativa se fortaleció con los aires de la nueva tarifa y dio un empuje al mejoramiento progresivo de sus apiarios, contentivos de 200 colmenas.

“La producción de miel en nuestra cooperativa comenzó cuando no valía casi nada, poco más de 1 000 pesos la tonelada”, inició Argérico Basulto, vicepresidente de la CPA.

“Entonces nuestro renglón fundamental era el café, algo de ganadería y cultivos varios, pero teníamos demasiadas pérdidas. Las colmenas las manteníamos por cuestión de tradición y, a pesar de cumplir los planes de la miel, la cuenta no nos daba con el antiguo precio”.

“Otra cosa fue después —entró Elidania Oliva, la económica—. La vida en la cooperativa cambió para bien y, si antes el salario era de unos 275 pesos, ahora ronda entre los 500 y 600.

“Fíjese que somos 19 socios y solo dos de ellos atienden de manera permanente los apiarios. Aun así, la ganancia que nos reporta la miel permite una redistribución considerable entre todos, aunque por supuesto, premiamos con mayores dividendos a Roberto Oliva y Miguel Verdecia, los apicultores.

“Ambos cobran 1 000 mensuales, además de repartirse el 20 % de la divisa que ingresa la cooperativa por concepto de miel. Tenga en cuenta que solamente entre ellos aportaron el pasado año 343 460 pesos a la entidad y le han dado estabilidad económica en los últimos años”.

Este saldo, dijo, nos ha permitido poder pagar más hombres que apoyen la actividad durante la cosecha, así como mejorar progresivamente las condiciones materiales para la producción, desde la atención a las colmenas hasta la extracción final de la miel, la cera y el propóleo.

“También los buenos dividendos nos permiten sostener la casa apícola, con los equipos necesarios para procesar aquí mismo toda nuestra miel, cumpliendo estrictamente las normas de seguridad”, apuntó Elidania.

“Otro valor que ganamos con el buen manejo es la condición ecológica de nuestro producto. No se usan químicos en cinco kilómetros alrededor de las colmenas y la comunidad respeta eso”, destaca Basulto.

“Hemos logrado una combinación muy buena entre disciplina productiva y pago actual que nos está haciendo crecer. Si el año pasado entregamos 7,1 toneladas de un plan de seis, este lo iniciamos con 1 000 kilogramos más de lo previsto en el primer trimestre: un buen comienzo para el año, pero una mejor señal de lo que todavía podemos lo­grar”, concluyó.

La misma “pasión de andar con las abejas” movía a César Luis Rodríguez Fontela, cuando el precio de la miel no era estimulante. Sin embargo, la pauta no le limitaba la práctica de “las mañas que me enseñó mi abuelo, como lo dice el libro del ABC que me regaló”.

César ya era un magnífico apicultor antes del nuevo precio, pero ciertamente, después fue mucho mejor.

“Nunca creí que tuviera un día estas ga­nancias, y ahora que las tengo, he crecido en mis aspiraciones. Estoy a punto de terminar mi propia casa de tratamiento con todo el mó­du­lo tecnológico y mis 50 colmenas mantienen condiciones óptimas, que les permiten ren­dir 90 kilogramos cada una, casi el doble de la media exigida”.

En lo que sí todos coinciden —granmenses y yumurinos, directivos y apicultores, representantes de la FAO y de Cuba— es en el impacto, a corto y largo plazos, del Proyecto de Coope­ración Técnica FAO-Cuba en la apicultura.

Primero, porque “fortalece” nuestras propias fortalezas, desde el conocimiento y el buen ejercicio de lo aprendido; segundo, porque despliega nuevas oportunidades co­mo la variante para la certificación de la calidad aquí; y tercero, porque podría traducirse en mejores dividendos, no solo en términos eco­nómicos, sino en el cierre de eslabones pun­tuales en el establecimiento de cadenas pro­ductivas.

Cuba
La Habana, 24 jul (Prensa Latina) La empresa importadora Mesol de la cadena hotelera española Meliá facilitará las operaciones de los hoteles de dicha firma en este país, señaló hoy un comunicado oficial. Ind...
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