Por David G. Gross*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- En estos casi setenta años que quizás pueda cumplir a finales del 2015, he podido ver en los estantes de supermercados en diferentes países, mangos, esa fruta tan criolla, una especie de manzana para los cubanos, envasados en torrejas, jugos, compotas, mermeladas y otras formas salidas de la mentalidad industrial capitalista para que aunque usted viva en el Polo Norte o en una estepa siberianas, pueda hacerse la idea – nosotros los cubanos usamos otra palabra, imposible de mencionar ante personas decentes- de que está en un país tropical.


Cuando yo era pequeño, allá por los años 50 del Pasado Siglo XX, mi padre era poseedor de una finca de muchas y muchas caballerías de tierra dedicada a la ganadería de ceba y en casi todos los potreros había mangales y pendientes de sus gajos, en tiempos de cosecha, decenas de miles de frutos de diferentes tipos, que eran recogidos y enviados en camiones al Mercado Único de Santiago de Cuba.

Eran los años de los sabrosos y pequeños bizcochuelos, que para comérselos uno se los podía introducir, nosotros decíamos meter, en la boca y los más expertos dentro de la pandilla de muchachos de la familia, sabían sacarle la cáscara mientras los chupaban y tirarla luego hacia le hierba entre risas y casi ahogos de los más pequeños.

Otros de los mangos de “marca”, término muy usable ahora, era el bizcochuelo, también el de Hilacha, el de Corazón, el de Mamey y me refiero a eso porque ahora, en la Cuba del 2015 han aparecido mangos gigantescos que reciben nombrecitos como “Huevoetoro”, “Huevoechivo” y para colmo de los colmos, este año han aparecido en el mercado citadino unos manguitos de Toledo tan pequeñitos que caben dos en la boca. Unos dicen que ha sido la seca que los ha dejado enanos, otros que es a consecuencia de la capa de ozono y hay algunos atrevidos que afirman que es la influencia de la Corriente del Niño.

Lo cierto que el mango es una fruta “agradecida”, como dicen las cocineras en casa, porque es maleable al poder ser conservada en numerosas formas, muy dulce, casi no necesita azúcar para ser procesada y las comadres las dejan así en pomos de rosca listas para ser consumidas fuera de temporada.

Conozco muchas personas, sobre todo ancianos, que dicen que al pasado no se puede retornar y afirmo que en el caso de Cuba es  incierto. Este año, al calor de los cambios en la estructura económica del País y del surgimiento del cuentapropismo que es igual a decir a lo particular, nuestras calles se han llenado de las tradicionales carretillas, tiradas por un penquito de oreja gacha o sarmentosa, con un sombrero de yarey domado por los aguaceros y el tiempo y una nube de moscas viajeras dándoles vueltas como para que no se aburra del tanto andar de esquina a esquina. El dueño, imita antiguos voceos e inventa otros como los siguientes…!Mangos mangueé del Caney…Mangos ecológicos sin sustancias químicas…Mangos particulares mi caserita, sin intermediarios, ven a ver, de la mata a tu casa!, y así hasta el infinito.

Igualito a los vendedores de mangos del Siglo XIX y XX, pero con la modernidad de un nuevo milenio, en tiempos de drones viajeros que como las cubanas auras tiñosas no hacen ruido pero detectan desde las alturas, unas veces para detectar problemas meteorológicos en tiempos de aguaceros, volcanes y hasta para lanzar misiles que acaban con la “!quinta y con…los mangos”, como decía el viejo proverbio criollo.

Y volviendo un poco al principio de este trabajo, podemos decir que aunque le envasen el mango en cartón parafinado o en un nailon desinfectado, no hay nada mejor para el cubano que venir a la isla donde nació, al barriecito o pueblo monte adentro, donde al igual que cuando era un niñito y hartarse del fruto debajo de la propia mata, sentado sobre una piedra, en unión de familiares o amiguitos y luego de comerse más de una docena, con el jugo que le baña el ombligo y los dientes y muelas repletas de hilachas, echar una apuesta a carrera limpia y tirarse en una poza del primer arroyo que encuentre en su camino. ¡Todo lo demás es puro cuento!.

*David G. Gross, historiador, escritor y periodista cubano.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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