Prensa Latina TV.- Zona Franca es el nombre de más de un centenar de proyectos individuales y colectivos que se exhiben en el parque Morro Cabaña, como parte del programa de la duodécima Bienal de La Habana.


Los sueños de Alberto Lescay Merencio

Una manera muy especial de vivir la Bienal de La Habana es la propuesta del escultor santiaguero...

Maya Quiroga - Cubahora.- Este fin de semana el conocido parque habanero de El Carmelo, donde desde el año 2009 está emplazada la escultura de Alberto Lescay Merencio titulada Vuelo Lam, ha cobrado una vida muy especial como muestra del carácter transdiciplinario que propone la presente edición de la Bienal de La Habana.

Desde las diez de la mañana hasta las doce de la noche el parque de Lam, como ya lo conocen algunos pobladores de la zona, ha sido escenario de performances, talleres de pintura y conciertos de jazz, trova y pop protagonizados entre otros músicos por William Vivanco, Zule Guerra y Michel Herrera.

En estas jornadas intensas se ha involucrado activamente toda la comunidad. Y es que estos artistas tienen gran conciencia de la participación ciudadana y comunitaria como una vía efectiva para transformar el entorno.

Para conocer sobre la génesis de este proyecto conversamos con Lescay, presidente de la Fundación Caguayo:

“Wifredo Lam es el artista de la plástica más universal que tenemos. Y esa fue la motivación para realizar este homenaje dentro de la Bienal, que además es organizada por el Centro Wifredo Lam.

“Él fue un hombre muy progresista, un extraordinario artista, de una voluntad tremenda y un activista en la lucha por la independencia de los pueblos. A él lo sorprendió la guerra en España y participó en la Segunda Guerra Mundial en la lucha contra el fascismo.

“Aunque desarrolló una buena parte de su vida en Europa siempre estuvo vinculado a su patria y decidió que sus restos descansaran en Cuba. La etapa final de su vida la pasó en Cuba. Sus restos fueron depositados en el Panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en el Cementerio Cristóbal Colón.

“En Italia, se nos adelantaron y le dedicaron un monumento en una plaza. Nosotros tuvimos esta iniciativa a raíz de su centenario. Convocamos, a través de la Fundación Caguayo,  a 51 artistas que lo quieren, lo admiran y lo respetan, para que donaran sus obras, comercializarlas  y con ese dinero financiar el monumento que tuvo un costo de 50 mil dólares.

“La iniciativa partió de Abel Prieto, en aquel momento ministro de Cultura, quien me propuso trabajar en el proyecto porque consideraba que dentro de los escultores cubanos mi obra era la que más se acercaba al espíritu de Lam.

“Inmediatamente comenzamos a trabajar para concebir la idea y conseguir un espacio para emplazar la obra, algo fundamental en la escultura ambiental. Encontramos este maravilloso parque con una historia muy hermosa. Es un parque muy vivo, siempre hay niños, adultos que vienen a practicar ejercicios. Siempre fue un punto de encuentro para los  estudiantes que iban hacia la escuela al campo.

“Al frente del parque se ubica el Consejo Asesor para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria (CODEMA) y en la acera opuesta se alza esta  maravillosa iglesia gótica que en mis años de la Escuela Nacional de Arte vinimos a estudiar como ejemplo del estilo gótico en La Habana.

“El parque tiene estas cuatro ceibas que fueron sembradas con una  intención religiosa. Me motivaron los árboles centenarios y el diseño urbano del lugar.  Ahora está un poco descuidado pero con algunas acciones que ejecutemos podemos lograr rescatarlo”.

- ¿Cuál fue el proyecto de la Fundación Caguayo para la Bienal?

“Hemos concebido este homenaje de tipo social y comunitario. Nos interesa mucho atender esa actitud tan bella que han tenido las personas de este barrio respecto a la escultura de Lam.

“Escogimos el fin de semana para comenzar desde temprano con actividades para que los niños pinten, conozcan a Lam y se acerquen a la cultura universal.

“Luego sumamos a otras personas al mundo profesional (¿No será, más bien, del mundo profesional?) para que sientan esta energía colectiva y hagan sus obras también. Estamos convirtiendo las columnas luminarias en una especie de tótem motivados por el espíritu de la obra de Lam. 

“Mi propuesta artística es esta obra rodante que se llama Mutación forzada. Es un carro jeep Willys —transformado por las circunstancias en un Lada— que lleva encima un ataúd con muchas cruces hincadas que representa el bloqueo que tanto añoramos que acabe pronto.

“Todos estos niños han nacido bajo el bloqueo económico y muchas mutaciones a veces se han ido produciendo en nuestras vidas por esa causa. El arte tiene que ser vanguardista y contribuir a que se apure el proceso de derogación del bloqueo”.

- Lescay ¿cuál es su participación en el resto de los proyectos de la Bienal?

“En la muestra colectiva AB + C, que se encuentra en la sala Taganana del Hotel Nacional de Cuba por iniciativa del Fondo Cubano de Bienes Culturales, expongo una obra titulada Fiestaque ha funcionado muy bien en el entorno expositivo porque comparto el espacio con  artistas muy importantes de la plástica cubana contemporánea. Me siento profundamente honrado por estar junto a mis colegas.

“También agradezco mucho el espacio que me otorgaron en la fortaleza de San Carlos de La Cabaña. Mi exposición personal está integrada por piezas de la serie Sueños de Caballas que ha suscitado mucho interés en el público. Eso es algo muy reconfortante.

“La hice especialmente para la Bienal. El personaje de la Caballa empezó a aparecer en mi obra hace más de diez años. Al principio fue como un juego hasta que se convirtió cada vez más en algo muy serio. Quizás es la hembra del caballo pero tiene otros significados más.

“Además estoy presente en la exposición de pintores cubanos abstractos allí en La Cabaña. De modo que me he tomado muy en serio la Bienal porque se lo merece. Es una gran fiesta mundial de las artes visuales”, concluye el artista.

Necesarios acercamientos

En esta bienal sobresale la acción de la chilena Francisca Benítez, creadora de un performance con personas de la Asociación Nacional de Sordos de Cuba

Lourdes M. Benítez Cereijo - Juventud Rebelde.- Aunque el pasado 22 se inauguró oficialmente la 12 Bienal de La Habana, en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, edificación situada a un costado de la Plaza de la Catedral en el Centro Histórico, no hay descanso posible. No obstante, sus especialistas han dedicado un poco de su tiempo para conversar con Juventud Rebelde acerca de las propuestas que ofrece la importante cita. En esta ocasión dialogamos con Margarita Sánchez Prieto, curadora encargada de atender la región de América del Sur.

«Creo que esta Bienal se distingue, más que ninguna otra, por el esfuerzo de socializar, de tomar el arte y sacarlo a la calle, al alcance del ciudadano común, distanciándose en gran medida de la obra limitada al museo. No se trata de que el artista llegue con una pieza acabada y la coloque en el llamado “cubo blanco”, a lo que aspiramos es a sumar al espectador en la realización de la propuesta como un ente activo», subraya Sánchez Prieto.

Uno de los ejemplos más sobresalientes es el de la chilena Francisca Benítez, creadora de un performance con personas de la Asociación Nacional de Sordos de Cuba (Ansoc).

La acción se titula Son en señas y se basa en la interpretación de poemas de Nicolás Guillén con la gestualidad y el lenguaje de señas. Cabe destacar que con anterioridad Francisca Benítez había realizado en su país algo similar que se llamó Canto visual, tomando como punto de partida el poema Canto general, de Pablo Neruda.

Aclara la curadora que «Son en señas entraña varios retos. No estamos hablando de una interpretación lineal, porque hay palabras que no poseen traducción como sóngoro cosongo, para lo cual Francisca ha apelado a la creatividad, en pos de llevar ese mensaje con elementos de nuestra cubanía».

La sala-teatro El ciervo encantado, una de las plazas de la presente Bienal, acogió asimismo la obra Multitud, de la uruguaya Tamara Cubas, quien encontró la colaboración de estudiantes del ISA, instructores de arte y alumnos de la Facultad de Artes y Letras. «El propósito del performance es reconstruir situaciones disímiles mediante la representación colectiva de emociones, por ejemplo: todo el mundo alegre, triste, un camino de hormigas, la idea de mover montañas o la concentración compacta de personas que se desplazan como un todo».

Del colectivo artístico CRAC (Centro de Residencia y Arte Contemporáneo) es el taller titulado Manuales de ejercicios para la vida, en el que se abordan el conocimiento y las formas en que se desenvuelve la vida en una determinada localidad. Los creadores trabajan con estudiantes de Arquitectura y analizan los aspectos que distinguen a un territorio. Escogieron para su ejercicio a La Habana Vieja, por su concentración de valores patrimoniales e interacción directa que se produce entre pobladores y turismo.

La presencia de muchos artistas jóvenes hace de la Bienal un espacio de promoción. Si bien en muchos casos se trata de creadores que poseen una trayectoria reconocida en sus países, nuestra cita adquiere mayor valor porque tributa al más amplio conocimiento de esas producciones, comenta Margarita Sánchez.

En ese caso se inscribe el destacado artista Joaquín Fargas, quien dirige en Argentina una cátedra nombrada Arte, Ciencia y Tecnología. Para reflexionar sobre la incidencia que ha tenido la mano del hombre en el desarrollo del mundo natural, él brinda un taller en el museo de Historia Natural. Su iniciativa se basa en la construcción de bioesferas —pequeñas esferas transparentes, en cuyo interior se hallan plantas creciendo—, para que quien las tome en sus manos se sienta responsable por la vida del planeta.

«Otra obra preciosa es No vendo nada, de la argentina Dolores Cáceres, que cultiva el arte público mediante la mixtura de la acción y el texto. Ella tomó un cartel con luces de neón con la frase que titula esa producción, se situó en el medio de esa antipublicidad y se hizo rodear por estudiantes que llevaban mensajes de lo que no se vende: honor, niños, dignidad, patria, amor, etcétera. Todo eso se combinó con la lectura de fragmentos de El Capital, de Marx. Esta acción ocurrió aquí, en el Lam».

Mirando hacia Casablanca

Como se ha dicho en múltiples ocasiones, el poblado de Casablanca constituye uno de los espacios principales de esta edición de la Bienal. Hasta allí se trasladó el dúo uruguayo Alonso y Cracium, con el fin de intervenir en esa comunidad con una fuerte poética del sur.

Según Margarita, ambos artífices tienen muy incorporado en su conciencia cultural el paradigma del reconocido pintor y teórico de arte Joaquín Torres García, artista de la vanguardia creador del mapa invertido de Sudamérica y de la conocida expresión Nuestro Norte es el Sur.

«Ellos buscan lugares de la periferia que aporten esa tónica de la distancia, para conocer la percepción de las personas en torno a centros de socialización como La Rampa, L y 23, el Centro Histórico. El objetivo es empoderar a esa ciudadanía, que es más desconocida y pasa desapercibida, trascender lo visible como el Centro de Meteorología o el Cristo de La Habana y centrar la mirada en aspectos relevantes como que allí se conserva el tren eléctrico más antiguo y existe el astillero donde aún se elaboran las propelas y hélices de los barcos… Podría decirse que más que una acción de rescate, es una manera de proyectar a Casablanca, desde su espacio, al resto de la ciudad».

Otro de los proyectos provenientes del Sur, pensado para Casablanca, es el de Guisela Munita, de Chile. Nos cuenta Sánchez Prieto que tiene como antecedente una iniciativa similar que la artista desarrolló en Valparaíso.

Guisela Munita situó unas 70 sillas de espaldas a la ciudad, mirando a Casablanca. Una vecina de la comunidad preparó limonada fría, adecuada para refrescar a quienes se sentaron. De una manera diferente, se planteó interpelar a la ciudadanía y convidarla a reflexionar».

Porque al final de eso se trata: formar públicos y convertir al espectador en partícipe y gestor del hecho artístico. Al menos así se lo impuso esta significativa cita cultural.

Las estancias de la pasión

Los amigos de esta nueva edición de la Bienal también se impregnaron de la música de la carismática cantante Ivette Cepeda

Toni Piñera - Granma.- La 12 Bienal de La Habana no solo camina por los espacios dedicados a las artes visuales. Más allá de galerías, escuelas, museos, instituciones, avenidas, barrios donde respiran las obras de arte, los artistas, especialistas, galeristas, coleccionistas, críticos, periodistas, llegados de los más variados confines del orbe, “rastrean” con fino olfato la má­gica capital del Caribe. Y como el arte y la cultura emergen en cualquier rincón, porque La Ha­ba­na es un lugar de sorpresas, es fácil advertir por do­quier, a los participantes que saben encontrar lo mejor y disfrutarlo.

Por eso, el singular patio del hotel Telégrafo en pleno corazón capitalino, donde la carismática cantante Ivette Cepeda brilla cada viernes por la noche, desde hace ya cinco años, se llenó de amigos de la Bienal. Y allí, rodeados de los diseños artísticos del conocido creador plástico Eduardo Rubén, Cepeda desató los ánimos, paseó por diversos caminos de la canción y regaló unos instantes inolvidables con la música, su voz y esa interpretación ilimitada que es alma y sentimiento.

Ivette Cepeda ha venido a llenar un vacío profundo en ese tipo de cantante que en Cuba, en el tiempo, ha entregado muchos nombres, poniendo en su justo lugar esa condición de intérprete. Ella carga con un repertorio vasto, de muy variada es­tirpe artística, y transita con la misma pasión por boleros, trova tradicional, nueva trova, filin, sin des­deñar autores de Nuestra América y de otras latitudes que se avienen a su decir. Ivette es una artista en el amplio sentido del término, genuina y original.

Su carrera es construida desde el primer peldaño y avanza a pasos agigantados. Ya es conocida, y muy bien, en Cuba, y deja huellas en distintos puntos de América Latina, Estados Unidos y Eu­ropa. Pero sigue siendo la misma. Con amor llenó la noche del pasado viernes, dedicándola a la Bie­nal, y a los creadores allí presentes.

El primer día, de Vicente Feliú; Recordaré, de Donato Poveda; 20 años, de María Teresa Vera; El bufón y el trágico, de David Torrens; la Conga triste, de Kelvis Ochoa; Silbando un bossa nova, de Tony Ávila resaltaron en ese programa heterogéneo. No faltaron a su cita Joaquín Sabina ni Víctor Manuel con Las noches perdidas y Regálame otra noche como aquella, respectivamente. Rei­vin­dicó compositores, renovó melodías como Conga del diario, de Niuska Miniet, Si yo hubiera sabido, de Orlando Vistel, o Alcé mi voz, de Roly Rivero. Y es que cuando cada melodía transita por el tamiz de su personalidad, cada pieza adquiere un tono singular. Hay una fuerza telúrica en su voz, en los adentros, que aflora; ella canta con el corazón.

Hay más. Los excelentes arreglos de las obras que con la misma pasión interpreta el grupo Re­flexión, liderado por José Luis Beltrán, terminan de armar el todo. Cada uno es un instrumentista profesional, y eso se siente. Como Ivette Cepeda en la escena, que regaló otra arista de la Bienal, porque el buen arte, al fin y al cabo, es uno solo.

El Titanic de Joel Jover

La obra de este creador, presente en la 12 Bienal de La Habana atrae no solo a quienes han seguido su trayectoria, sino al público que por vez primera lo admira

Virginia Alberdi - Granma.- Con una obra que lo identifica y representa desde principios de los años ochenta, Joel Jover —Camagüey, 1959— huye de toda clase de encasillamiento. No quiere que lo identifiquen como el artista de tal o cual tendencia. No se adscribe a capilla o escuela determinada. Su obra ha crecido en el tiempo bajo el dictado de una conciencia crítica que asimila o discrimina diversas influencias y se dispara con la fuerza de una espiral poética en la que se reconoce un arte auténtico, comprometido con sus búsquedas e inquietudes.

Joel llega avalado por un extenso y enjundioso currículo que lo sitúa como uno de los más des­tacados creadores cubanos tanto nacional co­mo internacionalmente, por su participación en muestras expositivas y por la presencia de obras suyas en colecciones institucionales entre las que se destacan el Museo Nacional de Bellas Artes; la Colección del Consejo Nacional de Artes Plás­ticas; Lyman Allyn Art Museum de New Lon­don; Connecticut, EE.UU.; Museo de Bellas Artes de Boston, EE.UU., entre otros.

Es por esto que su presencia en la 12 Bienal de La Habana atrae no solo a quienes han seguido su trayectoria, sino al público que por vez primera lo admira.

En la megaexposición Zona Franca, en la Fortaleza San Carlos de La Cabaña, Joel presenta La Generación del Titanic. Aborda en este repertorio de imágenes una retadora obsesión que le ha ocupado en los últimos tiempos: reflexionar sobre los sueños colectivos de seres humanos y su implicación con los destinos individuales.

Esta carga filosófica, sin embargo, no se traduce en una densidad conceptual. Joel construye su discurso a partir de legítimos procedimientos pictóricos, que apelan a la fusión de técnicas en aras de lograr texturas y ensamblajes. Pero sobre todo en función de plasmar imágenes artísticas autosuficientes y a la vez autocríticas.

De tal manera en cada una de las obras se desarrolla una compleja batalla entre referentes utópicos, aristas épicas y perturbadoras distopías, pero con una resultante que apunta más hacia la resistencia y la superación que a las desilusiones y caídas. Y esto es así porque el artista se reconoce como un protagonista más de la travesía humana, como compañero de navegación de las criaturas que luchan contra las metáforas del naufragio y en la punta del iceberg proclaman sus valores.

No es este el único Joel de la Bienal, también está el de las Mujeres de Camus, presente en la muestra AB&C organizada por el FCBC en el Sa­lón Taganana del hotel Nacional. Pero tampoco el artista quiere que se le enmarque en esta línea temática.

Su presencia por estas fechas se integra además a las obras de carácter social realizadas por el Museo Orgánico de Romerillo.

A fin de cuentas Joel Jover transita por más de una estación creativa para dejar testimonio de sus razones poéticas y descubrirse a sí mismo y ante los demás como un explorador de siempre renovadas potencialidades.

Declara Tomás Sánchez sentirse muy feliz en la XII Bienal

Octavio Borges Pérez

La Habana, 3 jun (AIN) Tomás Sánchez, uno de los pintores contemporáneos cubanos más prestigiosos, declaró en exclusiva a la AIN que se sentía muy feliz de de exhibir su exposición Paisaje, como parte de la XII Bienal La Habana.

Abierta en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), en esta muestra el artista, quien reside actualmente en Costa Rica, evidencia plena madurez, maestría, una poética humanista de imbricación del hombre con la naturaleza y un oficio rayano en el preciosismo naturalista con profunda filosofía y ética, totalmente desvinculada de la simple reproducción de la realidad.

Después de 30 años de su última exposición en el MNBA, Sánchez se congratula, además de exhibir sus obras más recientes a sus compatriotas, por encontrarse en estos días en La Habana con muchos amigos, antiguos alumnos y colegas, lo cual le ha restado tiempo para visitar las exposiciones actualmente diseminadas prácticamente por toda la ciudad. 

Señaló que en predios del Parque Histórico Militar Morro-Cabaña hay cosas muy buenas, que espera poder apreciar con más detalles dentro de unos días.

Recordó que en abril de 2014 exhibió, por vez primera en Cuba, sus fotografías, en la muestra titulada Notas al paso, en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, que le produjo mucha emoción y satisfacción por la enorme cantidad de personas que acudieron a verla.

Afirmó que siempre ha estado vinculado con Cuba, aunque reside en Costa Rica hace varios años, porque de una u otra forma colabora con proyectos en la Isla relacionados con las artes plásticas y la enseñanza artística y que al cabo de los dos años de haber partido, regresó de visita.

Nacido en Aguada de Pasajeros, Cienfuegos, 1948; se graduó en la Escuela Nacional de Arte en 1971 y emprendió una vertiginosa carera que despegó con el Primer Premio de Dibujo del Salón Nacional para Artistas Jóvenes, con exposiciones en medio centenar de países en instituciones reconocidas internacionalmente por el rigor y calidad de su labor.

Tiene en su aval Premio Internacional de Dibujo Joan Miró XIX, Barcelona, España 1975 , la Medalla American de la V Bienal de Artes Gráficas, Cali, Colombia 1984 y el Premio Nacional de Pintura y primera Bienal de la Habana, La Habana, entre otros.

Renovador del paisajismo cuando parecía ya agotado, sus obras se han exhibido en prestigiosas galerías y museos del mundo y pertenecen a famosas colecciones institucionales y privadas.

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