Juan Antonio Vázquez, director de la ONG La Colmenita en Argentina, habla sobre la experiencia en el país sudamericano y la revitalización del proyecto

Amelia Duarte de la Rosa - Foto: Juvenal Balán - Granma.- Un cuarto de siglo, 25 años, y de seguro, muchos más. Esa cuenta es fácil de llevar, desde que en 1990 Carlos Alberto (Tin) Cremata fun­da­­ra junto a su madre Iraida Mal­ber­ti la Compañía Infantil La Col­menita. El otro cálculo, en cambio, el que pudiera contabilizar el efecto que ha tenido como proyecto social multiplicador de virtudes y valores en los más pequeños de todas las latitudes, es imposible de descifrar. Mu­cho ha contagiado de buenas energías, educación y sensibilidad esta tro­pa de pequeñas abejitas que se­duce a primera vista y que, hace ya algunos años, ha impulsado la crea­ción de varios panales en otros países para que los niños todos jueguen al teatro y aprendan a ser mejores seres humanos.


Cuba entera los distingue por su característico traje rayado negro y amarillo, buena parte del continente también. En la actualidad la familia colmenera cuenta con talleres en Es­paña, Colombia, Venezuela, México, Canadá, República Do­mi­ni­­­­cana y Argentina. Las prácticas de ca­da uno de ellos, aunque varía según el contexto, mantienen los mismos principios que la Col­me­ni­ta cubana.

Precisamente, con Juan Antonio Vázquez, director de la ONG La Col­menita en Argentina conversamos durante su más reciente visita a Cuba. El proyecto está integrado por unos 50 niños de entre cuatro y 15 años que representan las obras originales del proyecto cubano y a la vez conforma su propio repertorio. Po­see tres sedes: en la Fundación Mer­cedes Sosa, de Buenos Aires; en el Centro Cultural Padre Mugica, en Banfield; y más recientemente en la Universidad de Lanús.

El taller, motor del desarrollo individual y colectivo a través del arte, el juego y la integración de los pequeños, desde fines del 2012 inició el ca­mino para la conformación de la ac­tual ONG, pues diversos motivos co­menzaron a desacreditar la idea original del maestro Cremata.

La actual experiencia “no solo re­plica el proyecto cubano sino también el espíritu del mismo. Así los resultados son parte del esfuerzo de los niños, para quienes es un lugar donde generan amigos, un espacio lúdico y un proyecto de crecimiento, y a la vez el esfuerzo del colectivo de padres entusiastas jun­to a colaboradores interesados en hacer valer la nobleza del proyecto”.

Vázquez explica que “los resultados que tiene La Colmenita hoy aquí en Cuba no son iguales a los de cada país, hay que adecuarse a las condiciones de cada nación”.

Entonces —agrega— un grupo de padres nos dimos a la tarea de con­­formar esta organización no gu­bernamental y sin fines de lucro, para ello contamos con la supervisión de Cuba y la colaboración de los maestros colmeneros cubanos. Desde hace un año hemos logrado revitalizar La Colmenita, asevera.

“Nos enamoramos de la tarea y la cuidamos para tratar de conservar ese espíritu que mantiene la utilización del juego, usando las manifestaciones artísticas del teatro y la danza, y que no pretende formar artistas sino apreciadores artísticos. Cabe destacar que tanto las clases como las presentaciones son totalmente gratuitas”.

“En la Colmenita hay que abandonar la carrera teatral para servir a los niños, esa es su particularidad. Es un método de enseñanza para la formación de valores del hombre nuevo, bajo ese precepto vale la pena sacrificar el tiempo para hacerlo viable”.

“El techo lo ponemos nosotros y creo que vamos por buen camino, con un trabajo muy grande por delante”.

Mientras, desde Cuba, Tin Cre­ma­ta apoya este renacer de La Col­menita en Argentina. En su página web, en la sección Tintineando, se puede leer un lindo mensaje dirigido a los pequeños:

“Quiero que sepan que todos sus hermanitos cubanos estamos muy, pero muy orgullosos de ustedes, de sus madres y padres amantísimos, de sus guías, de su espíritu colmenero, en fin de sus Sopitas de Sue­ños…¡Sigan, insistan, sean tercos, persistan!… siempre con la máxima martiana de que ayudar al que más lo necesita no es solo parte del deber, sino y —sobre todo— de la felicidad, (…) ¡Quiéranse mucho gauchos mambises, que las Col­menas nacieron para polinizar los caminos y para dulcificar la vida!”.

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