El glorioso recordatorio de los sucesos del Moncada demuestra que estamos más unidos y que la Revolución se ha hecho más fuerte, afirman los ciudadanos de la oriental urbe cubana

Juventud Rebelde - SANTIAGO DE CUBA.— Iban sonriendo a pesar de no haber dormido la noche anterior. La abuela, Idania Fonseca, besaba a la nieta, Mélany Meriño, una de las niñas santiagueras que participaron en el elenco artístico de la conmemoración del 26 de Julio en esta ciudad.


«Terminé los ensayos a las diez de la noche y a las 2:00 ya estaba despierta para estar aquí. Fue un acto grandioso», dijo la pionera a JR cuando salía de la explanada del antiguo cuartel Moncada, hoy Ciudad Escolar 26 de Julio.

Su abuela, quien no ocultaba el orgullo por la interpretación de la pequeña, expresó que resultó «un acto corto, sencillo, pero que llegó a la gente, que debe sentirse muy orgullosa por todo».

No lejos de ellas dos, las maestras Nelly Ortiz Domeck y Edenia Echevarría Rojas iban comentando la felicidad que sentían por haber visto a Raúl, a Elián y a su padre, a los Cinco...

«El acto fue trascendental, pero más importante es continuar la obra, no cansarse de hacer cosas buenas por Santiago y por Cuba», señaló la primera.

«Esto es un reconocimiento a la ciudad, la provincia y al Partido de aquí, encabezado por su primer secretario, Lázaro Expósito, quien ha sido un ejemplo para todos nosotros», sentenció la segunda.

También al marcharse, ataviada con un pulóver rojo, Yoenia Argote habló de la emoción de celebrar un acto por el 26 justamente un día después del cumpleaños 500 de Santiago.

«Aquí hemos reafirmado esta mañana que seguimos "pa´lante". Bien lo dijo Machado (José Ramón Machado, Segundo Secretario del Partido), no podemos olvidar a los caídos, tampoco debemos olvidar que aún tenemos el bloqueo y la base naval de Guantánamo ocupada ilegalmente».

Mientras, en una de las calles que circunda la antigua fortaleza militar, José Roberto Enríquez comentó que hace 32 años, cuando él apenas tenía 15, estuvo en la conmemoración por las tres décadas de los sucesos del 26 de Julio.

«He visto cuánto se ha avanzado en este tiempo no solo en lo material, sino, sobre todo, en el pensamiento. Este acto, que yo califico de espectacular, grandioso, histórico y trascendental, demuestra que estamos más unidos y que la Revolución se ha hecho más fuerte», subrayó.

La inmensa mística de una fecha

Crecieron con el privilegio de vivir en el Santiago rebelde y ahora se asoman a la historia para reencontrarse con la epopeya de aquellos héroes que no dejaron morir las ideas del Apóstol hace 62 años

Juventud Rebelde - SANTIAGO DE CUBA.— «Ahora que tengo 23 años, lo veo diferente», nos dice ella en la arrancada de la conversación, y sus ojos parecen trasladarse a aquella jornada en la que un centenar de jóvenes intentó tomar un cuartel guarnecido por más de mil hombres.

Gretchen Gómez González, periodista recién graduada, creció rememorando, en las madrugadas del 26 de Julio, las acciones del Moncada. «Recuerdo cómo desde pequeñita participaba entusiasmada en las actividades del asalto simbólico», comenta.

Pero hoy la fecha no significa para ella un simple pasaje pioneril. «Medito y me doy cuenta de que una decisión como esa requería de mucha valentía. Venir con un plan que dependía de la sorpresa y tomar la segunda guarnición de Cuba, bajándose de unos carros con unas armas sin mucho calibre, no es cosa de juegos; merece toda la admiración».

A miles de santiagueros les ha sucedido lo mismo. Crecidos con los aguijonazos de la historia, hoy sienten el 26 en la piel y en el alma. Haber «espigado» de ese modo resulta un privilegio irrepetible. No son pocos los que llegan a decir, incluso, que esa fecha ha contribuido a forjar el carácter de quienes habitan o habitaron la ciudad.

Paradigmas

Mario Muñoz Monroy, uno de los participantes en las acciones del 26 de julio, está entre los paradigmas de aquellos niños que, como Gretchen, rememoraban la gesta y hoy han crecido.

«Es baluarte para nosotros, especialmente para los que estudiamos su misma profesión», señala Leodan Suárez Martínez, galeno acabado de egresar de las aulas de la Universidad de Ciencias Médicas.

Muñoz, con 41 años, nacido en Colón (Matanzas), no era de los más jóvenes porque estaba entre los tres asaltantes mayores de 40. Sin embargo, su muerte fecunda, justamente el día de su cumpleaños, espolea a los pinos nuevos.

En el libro de la reconocida periodista Marta Rojas La generación del centenario en el juicio del Moncada, Melba Hernández detalla sobre el desenlace de este revolucionario:

«… vino como médico a auxiliar tanto a unos como a otros. Lo detuvieron en perfecto estado de salud junto con nosotras (Haydée Santamaría y la propia Melba); a los tres nos condujeron a pie del hospital al Moncada; él caminaba entre dos escoltas, a dos o tres metros de distancia de Yeyé y de mí; escuchábamos que le explicaba a un militar que era médico, no había llevado armas, el militar lo insultaba y lo empujaba violentamente, una de las veces que trató de pararse, porque lo habían lanzado al suelo, le dispararon por la espalda, asesinándolo…».

Otra figura que se ha infiltrado en el corazón de aquellos pioneros —hoy jóvenes— es Renato Guitart Rosell, el único de los moncadistas residente en Santiago y quien no había cumplido 23 años cuando cristalizó el asalto.

Para los integrantes del Ministerio del Interior Marlen Pupo Moreno y Roberto Torres Pera, Renato significa la valentía en su máxima expresión, porque fue él quien, en la posta 3, dio el grito a los soldados de «Abran paso...».

Sabía que podía perder la vida en los instantes iniciales del combate y así sucedió, repasa Roberto. De hecho, fue el primero de los seis caídos en la acción.

Gerardo Rodríguez, licenciado en Cultura Física y participante en varias rememoraciones del 26, expone que también cautiva a los bisoños santiagueros la historia de José Luis Tassende de las Muñecas, el muchacho nacido en Manzanillo el 15 de enero de 1925. Amante del deporte, amigo de Fidel y Raúl, Pepe Luis, como lo llamaban sus compañeros, dejó en casa a su hija Temita, de un año, cuando marchó a conquistar la gloria. Fue herido en una pierna y capturado. Antes de asesinarlo lo fotografiaron sentado, sangrando, mirando fijamente a la cámara, recostado en una pared del Hospital Militar. En el dictamen forense del doctor Manuel Prieto Aragón, se reconoce que recibió ¡19 heridas! en distintas partes del cuerpo.

Pero, por error, esa imagen de Tassende con vida, herido, fue circulada erróneamente por varias guarniciones de la tiranía como ejemplo del valor de los soldados. Después se percataron de la pifia: aquel vestido de militar era uno de los integrantes de la generación que no había dejado morir a Martí en el año de su centenario.

Claro que, como acota la maestra de 30 años Yaritza del Toro Izaguirre, no hace falta haber estado en una evocación del asalto para llevar la gesta en lo profundo.

«Nunca tuve la dicha de participar en una rememoración simbólica, y como a tantos, los héroes del Moncada me inspiran. Entre todos los asaltantes, hay dos personas con las que me identifico: Melba Hernández Rodríguez del Rey y Haydée Santamaría Cuadrado, tal vez porque fueron las únicas dos mujeres que participaron en el heroico acto», confiesa.

«Hay que pensar en el sufrimiento de Haydée, que perdió a su hermano (Abel) y a su novio (se refiere a Boris Luis Santa Coloma) el mismo día», dice Yaritza.

Por cierto, sobre estos acontecimientos sobrecoge el relato de Fidel en La historia me absolverá:

«Con un ojo humano ensangrentado en las manos se presentaron un sargento y varios hombres en el calabozo donde se encontraban las compañeras Melba Hernández y Haydée Santamaría, y dirigiéndose a la última, mostrándole el ojo, le dijeron: “Este es de tu hermano, si tú no dices lo que él no quiso decir, le arrancaremos el otro”. Ella, que quería a su valiente hermano por encima de todas las cosas, les contestó llena de dignidad: “Ustedes le arrancaron un ojo y él no lo dijo, mucho menos lo diré yo”. Más tarde volvieron y las quemaron en los brazos con colillas encendidas, hasta que por último, llenos de despecho, le dijeron nuevamente a la joven Haydée Santamaría: “Ya no tienes novio porque te lo hemos matado también”. Y ella les contestó imperturbable otra vez: “Él no está muerto, porque morir por la patria es vivir”. Nunca fue puesto en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana».

Rebeldía y fiesta

Para Gretchen Gómez, quien durante muchos años fue dirigente estudiantil, el gran mérito de Fidel y sus seguidores radica en haber sabido convertir aquella derrota militar en victoria política y motivo de alegría posterior para todos los cubanos. «Logró arrancar un motor inicial que despertara a la nación del letargo en que estaba. Por eso el 26 significa de todo un poco para los santiagueros».

Según su criterio, «la fecha es también esa mística que se generó en Santiago desde la remembranza. Tiene de historia, símbolo, rebeldía, alegría, fiesta, Fidel...».

La joven agrega que no debe olvidarse que muchos pobladores de la ciudad estuvieron participando después en el apoyo a los combatientes, y esas historias forman parte de la gente. Eso de alguna manera hace sentir el 26 un poco más.

«Sin fiesta no se hubiera escogido esa fecha para el asalto; sin un pueblo como el santiaguero tal vez muchos de los moncadistas tampoco se hubieran salvado».

Esas opiniones son complementadas con las de Milagros Abreu Gobea, gastronómica de 21 años, quien apunta que no debe olvidarse un detalle: mientras que en otros lugares de Cuba los carnavales son sinónimo de fiesta, en Santiago conllevan siempre la reedición simbólica de un hecho glorioso, imprescindible en la historia nacional.

Acaso por eso «somos tan patriotas y a la vez tan fiesteros», como apuntan los integrantes de los equipos juveniles de atletismo y béisbol Marlon Delís Negret y Patrick Jonathan Meriño Savón, respectivamente.

Como crecieron oyendo el relato de sus padres y abuelos, los santiagueros son dados a la historia, pero también a la rebeldía, opinan ambos. «Y tenemos espíritu de victoria siempre», reconoce Marlon.

«El santiaguero contagia con su entusiasmo, con su fervor y manera de hablar. No por gusto esta es la tierra caliente, que ha hechizado a algunos de los que no somos originarios de aquí», expresa Jesús Cordoví, un hijo de Niquero que se ha mudado a esta ciudad.

Sin olvidar

Maidel Cámbara Pérez, protesista dental, de 24 años, remarca que al hablar del 26 de Julio, ningún cubano debería olvidar la situación del país en 1953, cuando se produce el ataque simultáneo a los cuarteles Moncada, en la entonces capital oriental, y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo.

«Había una tiranía férrea y la nación estaba en crisis, aspectos que Fidel denunció en La historia me absolverá, un documento que tampoco podemos obviar», advierte.

Precisamente el líder de la Revolución, 50 años después del Moncada, se refirió al panorama que empujó a los jóvenes a la lucha armada: en una población de 5,8 millones de personas existían 807 700 analfabetas, para un 22,3 por ciento, cifra que creció durante los años de la tiranía batistiana; el número de graduados universitarios era de 53 490, el porcentaje de bohíos era de 33,3 y la electrificación solo de 55,6 por ciento.

A eso han de añadirse otros datos ofrecidos por Fidel en el juicio de autodefensa: 600 000 cubanos estaban sin trabajo; 500 000 obreros del campo laboraban cuatro meses al año; 10 000 profesionales jóvenes salían de las aulas con sus títulos para encontrar en la realidad un callejón sin salida, el 85 por ciento de los pequeños agricultores cubanos pagaba renta y vivía bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas; más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas estaban en manos extranjeras...

Maidel Cámbara estima que la juventud tampoco puede pasar por alto la edad de aquellos valientes. «Muchos empezaban a vivir», expresa.

Esa verdad debe colocarse siempre en el timón. Según los destacados investigadores Mario Mencía y José Leyva Mestre, en El Moncada, de las 158 personas que de alguna u otra forma se involucraron en los acontecimientos del 26 de julio, 121 no habían cumplido 30 años.

Por eso Maidel opina como otros santiagueros y no santiagueros: «Nosotros también tenemos un Moncada propio, que es de lucha y de aspiraciones. No podemos conformarnos con los logros porque sería retroceder. Por eso estamos transformando hoy todo lo que necesite ser transformado, como nos ha dicho Fidel, el mismo hombre que condujo el combate arriesgado aquel imborrable 26 de Julio».

Juventud inspiradora

Moncada y juventud son dos palabras inseparables cuando se habla de la epopeya del 26 de Julio. Así lo demostraron los imberbes santiagueros cuando se refirieron a los hechos ocurridos en Bayamo y en su ciudad, que conllevaron acciones en edificios aledaños al cuartel.

Pero tal vez muchos de esos bisoños no se han detenido en un dato revelador: el promedio de edad de los implicados en los acontecimientos —están contemplados algunos que no participaron— era de 26 años, según Pedro Antonio García en su reseña Los que fueron al Moncada, la cual se apoya en la investigación de Mario Mencía y José Leyva Mestre.

Varios no llegaban a los 20 años. Se enlistaron, incluso, jóvenes de 17 abriles; solo tres pasaban de 40 aunque conservaban la vitalidad y los sueños de los más nuevos.

Seis asaltantes perdieron la vida en el ataque a la segunda fortaleza militar de Cuba. Sin embargo, inmediatamente se desató una feroz persecución que llevó al asesinato de 45 jóvenes enrolados en las acciones de Santiago y de otros diez que estuvieron en el ataque al cuartel de Bayamo. Todos inspiran a la juventud que construye, ama y lucha.

Caídos en combate

Flores Betancourt Rodríguez

Gildo Fleitas López

Renato Guitart Rosell

José de Jesús Madera Fernández

Pedro Marrero Aizpurúa

Carmelo Noa Gil

En Bayamo no hubo bajas rebeldes.

Combatientes asesinados después de los asaltos:

Guillermo Granados Lara, Raúl de Aguiar Fernández, Reemberto Abad Alemán Rodríguez, Gerardo Álvarez Álvarez, Tomás Álvarez Breto, Juan Manuel Ameijeiras Delgado, Antonio Betancourt Flores, Gregorio Careaga Medina, Pablo Cartas Rodríguez, Alfredo Corcho Cintra, Rigoberto Corcho López, Giraldo Córdova Cardín, José Francisco Costa Velázquez, Fernando Chenard Piña, Juan Domínguez Díaz, Jacinto García Espinosa, Raúl Gómez García, Manuel Gómez Reyes, Virginio Gómez Reyes, Emilio Hernández Cruz, Manuel Isla Pérez, José Antonio Labrador Díaz, Boris Luis Santa Coloma, Marcos Martí Rodríguez, Horacio Matheu Orihuela, José Matheu Orihuela, Roberto Mederos Rodríguez, Ramón Méndez Cabezón, Mario Muñoz Monroy, Oramas Alfonso,Oscar Alberto Ortega, Julio Reyes Cairo, Ismael Ricondo Fernández, Félix Rivero Vasallo, Mario M. Rojo Pérez, Manuel Saíz Sánchez, Abel Santamaría Cuadrado, Osvaldo Socarrás Martínez, Elpidio C. Sosa González, José L. Tassende de las Muñecas, Julio Trigo López, Andrés Valdés Fuentes, Armando Valle López, Víctor Escalona Benítez, Gilberto Varón Martínez, Pablo Agüero Guedes, Rafael Freyre Torres, Ángel Guerra Díaz, Mario Martínez Arará, Rolando San Román de las Llamas, Lázaro Hernández Arrojo, José Testa Zaragoza, Luciano González Camejo, Hugo Camejo Valdés y Pedro Véliz Hernández.

En la diana memorable

La finca Santa Elena atesora la huella de aquellos jóvenes que, hace 62 años, llegaron hasta allí para las prácticas militares de una acción que no dejó morir las ideas del Apóstol

Yunet López - Juventud Rebelde

LOS PALOS, Nueva Paz, Mayabeque.— Está en medio de la cañada de Los Quesos, tiene más de un siglo de vida y ha echado raíces hondas. Su tronco envejecido trató de abrirse hace algunos años, pero unos anillos de hierro ya lo abrazan y unifican. El árbol de mamoncillo macho, huérfano de frutos, sabe de los mambises con el machete en alto y los tiros que recibió cuando unos muchachos, en 1953, mejoraban la puntería en su cuerpo.

En la cañada ocurrieron combates en 1896, durante las guerras libertadoras, y cayó el teniente coronel Herminio Rivera Núñez, mambí de más alta graduación al frente del regimiento de Los Palos. Esperaría entonces Santa Elena casi 60 años para otra vez entrar en la historia de Cuba.

Se respira el olor de la pólvora junto a las voces que cantan la Marcha del 26 de Julio, pues fue allí donde Fidel pidió a Agustín Díaz Cartaya escribir un himno que inspirara a los jóvenes a la lucha, y nacieron las primeras estrofas.

Esa tierra sintió cascos de caballos y ruedas de autos que perseguían a quienes apostaban por una Cuba libre. La cañada ha burlado el tiempo, guarda aún algunas dianas de cartón y laticas de leche que eran blanco de los jóvenes en 1953, cuando realizaban entrenamientos militares previos a los asaltos de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.

También la risa de Juan Almeida cuando acertó cuatro de las seis dianas a pesar de no haber tirado con un fusil calibre 22, pocas veces con escopeta y casi nunca con revólver. Aprovechó así la media docena de balas que entregaban a cada practicante.

La estación de Los Quesos todavía mira al tren detenerse; en aquella época algunos revolucionarios viajaban en él de La Habana hasta la finca. Y también sigue en pie el chalet de madera azul, construido a finales de la década de los 30 y dentro del cual Fidel, un domingo de junio de 1953, dio las primeras explicaciones a los muchachos sobre cómo serían los entrenamientos. La finca Santa Elena, ubicada en el poblado mayabequense de Los Palos, huele a historia.

Cómo empezó todo

A principios de los años 50 la finca era propiedad de Mario Hidalgo-Gato González, un joven ingeniero agrónomo, militante primero del Partido Auténtico y luego del Ortodoxo, enrolado en actividades contra el gobierno de Fulgencio Batista. Por ese tiempo se preparaban los revolucionarios para una acción, pero no se sabía cuándo ni dónde ocurriría. Solo estaba clara la necesidad de una sólida preparación para enfrentarse a un ejército mejor equipado.

Ya la Universidad de La Habana, la finca El Globo, en Calabazar, otra en Catalina de Güines y el Club de Cazadores del Cerro no eran seguros. Entonces Fidel Castro le pide a Mario que busque un lugar.

«¿Sabes en lo primero que mi padre pensó cuando Fidel, aquella mañana de junio de 1953, le pide que buscara un sitio para realizar los entrenamientos de tiro? Pensó en los campamentos mambises de los que mi abuelo Emiliano, teniente del Ejército Libertador, le había hablado. También en la Ciénaga de Zapata, pero todos eran de muy difícil acceso», comenta Eddy Hidalgo-Gato, quien atesora y comparte con los lectores de JR, los recuerdos de su padre, Mario.

Cuenta el hijo que así pasaron varios días y aún Mario no tenía respuesta, pero en un momento inesperado, salió aprisa hacia Los Palos y al mediodía abordó el tren para La Habana, durmió esa noche en la capital y al día siguiente se encontró con Fidel.

En la oficina de Abel Santamaría, en la calle Consulado, en Centro Habana, Mario explicó las características de la finca. Ese mismo día Fidel visitó por primera vez Santa Elena y el 21 de junio comenzaron los entrenamientos, los cuales se extendieron hasta el 19 de julio, solo siete días antes de los hechos en Santiago de Cuba y Bayamo.

Apuntando al mamoncillo

Aquel 21 de junio de 1953, alrededor de 70 hombres llegaron a la finca, ubicada aproximadamente a 90 kilómetros de la capital. Seis máquinas y un «pisicorre» parquearon detrás del chalet. Fidel les habló sobre los cuidados que debían tener y cómo se iban a realizar las prácticas.

Los entrenamientos se realizaron primero los fines de semana, pero, por la cercanía de la fecha prevista para la acción, se volvieron diarios. Los jóvenes arribaban por diferentes lugares, mediante el ferrocarril algunos y la mayoría en autos. No ocurrieron llegadas ni concentraciones masivas, los grupos se iban rotando y los trabajadores de la finca estuvieron a la altura de las circunstancias.

«Fue importante el silencio, el no hacer comentarios de algo que ellos sabían. Pudieron haber puesto en peligro a toda la Generación del Centenario y a la máxima dirección del Movimiento: Fidel, Abel, Oscar Alcalde, Boris Luis Santa Coloma, Ernesto Tizol, Pedro Miret; y no lo hicieron», explica Eddy.

Los trabajadores de Santa Elena tenían a su cuidado los linderos mientras ocurrían las prácticas. De ellos dependía que no fueran vistos los muchachos ni fuera delatada la acción. Por eso, mucho tiene que agradecerle la historia a Ramoncito Padrón, el bueyero; Ramón Rodríguez, «el Isleño»; Bernardino Hernández, los hermanos Isla, y otros que laboraban allí.

Uno de ellos, Manuel Isla, se enroló al Movimiento, participó en el ataque al Moncada y murió en la acción. El joven simpático, atrevido y valiente, ofreció la flor de sus 19 años a la Patria, la misma edad que tenía el teniente del Ejército Libertador Emiliano Hidalgo-Gato, padre de Mario, cuando se fue a la manigua a defender ideales independentistas.

En Santa Elena se concretó la preparación y se seleccionó a la mayoría de los futuros asaltantes. Fue el lugar donde se reunió y entrenó la mayor parte de los jefes de la acción.

Frutos que dan luz

Mario Hidalgo-Gato encontró el lugar que quería Fidel para realizar los últimos entrenamientos antes de atacar la segunda fortaleza militar mejor equipada del país. Con las escopetas de su padre, veterano de la guerra de 1895, aprendió a disparar y tenía buena puntería, por lo que no participó en los entrenamientos y se encargó de la vigilancia del lugar.

Su casa era una de las pocas que tenían radio en aquellos años, y escuchándola, Mario supo lo que había ocurrido en Santiago de Cuba.

Fidel seleccionó a los participantes de Nueva Paz: Manolo Rojo, Rolando Guerrero, Manuel Isla, Genaro Hernández, Guillermo Elizarde y Tomás Rodríguez. Luego de lo sucedido, en Los Palos se escuchaban comentarios de que en Santa Elena habían ocurrido entrenamientos, lo cual llegó a oídos de la guardia rural.

«El jefe del puesto de la policía en Los Palos era el teniente Hernández Leal, amigo de mi familia, y le avisó a mi padre de que al día siguiente efectuarían un registro en la finca», rememora Eddy.

Había llovido mucho ese día, pero hasta la cañada fue Mario con algunos trabajadores y hallaron varios casquillos de balas. A la mañana siguiente, la guardia rural registró y no encontró ni uno.

Mario cayó preso; pero las relaciones de su familia con Hernández Leal garantizaron su seguridad. Le impusieron la misma causa que a los asaltantes; mas no pudieron enjuiciarlo en La Habana por algo ocurrido en el oriente del país. El abogado ganó tiempo y logró libertad condicional; posteriormente quedó libre con la amnistía de 1955.

Antes de la Revolución padeció la persecusión de la dictadura, y después de ella, no pocos compañeros suyos en Nueva Paz dijeron que por falta de valentía Mario no participó en los hechos del 26 de Julio, pero solo por cuestiones estratégicas no sintió el Moncada sus disparos. Era un hombre señalado en Nueva Paz por sus actividades revolucionarias y su partida levantaría sospechas.

Luego de la acción continuó luchando en la clandestinidad junto a Melba Hernández, Faustino Pérez y otros revolucionarios. Al triunfo de 1959 retoma su labor como ingeniero agrónomo y perito químico azucarero en el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) y como profesor de la escuela Álvaro Reinoso forma a los primeros técnicos medio en Agronomía del país después de la victoria de enero.

Este soldado nunca supo el día en que sus compañeros se fueron a la lucha. Así de compartimentada tuvo que organizarse la acción. Mario Hidalgo-Gato murió el 10 de noviembre de 2011.

Este 2015 se cumple un año de la declaración de Santa Elena como Monumento Nacional, la tarja y el chalet reconstruido están allí, pero el tiempo, a Mario no le permitió verlos.

Hoy son muchos los que, a diario, van hasta la finca del ingeniero agrónomo hijo de mambí para palpar la historia.

El mamoncillo sigue ahí, sin envidiar los frutos a los otros árboles, pues en su tronco guarda las cicatrices de cuando, de frente a las mirillas, ayudó a dar a luz a Cuba.

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